"Blut und Eisen": Europa entre 1850-1900

Ignaz Woll

09-04-2016

Chasseurs d'Afrique et infanterie italienne au pont de Traktir, por Louis Pierre René de Moraine.

Los sardos y franceses, sin embargo, no estaban cansados, y querían propinarles un buen golpe a las tropas heridas y menguadas tropas del Príncipe Gorchakov, y se envío a la infantería italiana y a los Chasseurs d'Afrique franceses (caballería ligera, usada en las colonias más tarde) contra los rusos en retirada. Tras hostigarlos y capturar casi 2.000 rusos, los perseguidores pudieron aniquilar a una columna en el Puente de Traktir, un importante cuello de botella. El general Read moriría en dicho puente.

Los rusos perdieron a cerca de 9.000 infantes en la batalla de Chernaya, incluyendo a 11 generales y 249 oficiales. Los sardos tuvieron 16 muertos y más de 170 heridos.

El mariscal de campo Paskevich escribió a Gorchakov que "llegó a la triste convicción de que [la batalla] se hizo sin un propósito, sin cálculo y sin necesidad y, lo peor de todo, completamente se privó de la posibilidad de hacer algo más tarde."

Heinz von Westernhagen

10-04-2016

La Guerra de Crimea siempre fue un referente británico...desantendiendo a los demás países aliados que les quitaron las castañas del fuego en muchas ocasiones, y que fueron los principales protagonistas...

La historia la escribe quien quiere, claro...

Buenos aportes, Ignaz,...

Ignaz Woll

13-04-2016

A lo largo del 17 de octubre de 1854, un particular duelo artillero se inició a lo largo de Sebastopol. Las baterías rusas, dolorosamente precisas, causaron graves daños en los campamentos franceses en particular, más próximos al campo de batalla. Los cañones del Zar sembraron lo más parecido al infierno para las tropas galas, y los ingleses también sufrieron lo suyo hasta que les tocó el turno a las baterías de costa.

La flotilla de apoyo aliada, anclada durante demasiado tiempo a las afueras del puerto, fue enviada por los incautos generales de ejército, a pesar de la conocida eficacia de las defensas de los eslavos, a una misión suicida al intentar internarse en la bahía, por los estrechos espacios entre los restos de la ya hundida flota rusa. Fue, lógicamente, un estrepitoso fracaso. Mas de 500 marinos murieron, y los heridos se acercaron a los dos mil. Varios navíos fueron severamente bañados.

Combate en el Malakhov Kurgan, por Gregory Feodorovich Shukaev.

Ignaz Woll

13-04-2016

Defensa de Sebastopol, de Alexey Vitalievich Yevstigneyev.

Una batería naval rusa, en acción.

Y sus enemigos. El otro lado de la moneda.

Ignaz Woll

13-04-2016

Fragmento del Panorama de la Batalla de Sebastopol, realizado por Franz Roubaud.

Las baterías británicas, cabreadas por el daño realizado a su preciosa flota y a sus colegas franceses, comienzan a bombardear, con todas las bocas de artillería disponibles, un punto estratégico, la Colina (Kurgan) Malakoff, destruyendo parte de la batería allí estacionada. En esa colina se iba a labrar una de las más célebres hazañas militares de las fuerzas francesas, un episodio de verdadero renombre en la Guerra de Crimea.

Ignaz Woll

21-04-2016

Los franceses, extremadamente "cabreados" por las sangrientas y precisas andanadas de las baterías rusas en Sebastopol, decidieron, una vez derrotadas las fuerzas de socorro del Zar en el Río Chernaya, juntar sus tropas y preparar un gran asalto sobre una de las colinas que rodean Sebastopol, la Colina Malakoff. El cuerpo al mando del General Pierre Bosquet, al completo, cargaría cuesta arriba el 8 de septiembre de 1855, luchando por cada zanja, búnker y trinchera en su doloroso camino hacia la cima.

Los rusos, con voluntariosos contraataques, alargaron el combate por el control del Malakoff por el resto del día, hasta que un puñado de zuavos (que formaban 3 de los 7 regimientos atacantes) coronan, finalmente, la cima de la malograda elevación.

El superior de Bosquet, el también general Patrice de Mac Mahon, exclamaría su famosa cita a ser comunicada la victoria de sus compatriotas: J'y suis, j'y reste (Algo así como "Aquí me quedo"). Sebastopol quedaba ahora al alcance de los cañones franceses, que serían rápidamente transportados a las recientemente capturadas baterías rusas.

Prise de la tour de Malakoff, 8 septembre 1855, por Adolphe Yvon.

Ignaz Woll

21-04-2016

La gorge de Malakoff, 8 septembre 1855, de la mano del mismo autor.

Ignaz Woll

21-04-2016

La prise de Malakoff, de Horace Vernet.

Un detalle de la misma obra...

Un zuavo, con su amarilla Medaille Militaire, yace, aplastado por los cuerpos de sus compañeros y de los artilleros y demás defensores rusos, flanqueados por fusiles, bayonetas, sables y la fría tierra de Crimea. Con esa ligera sonrisa, la sonrisa de la muerte. Quién sabe, si, antes de morir, aplastado por los mismos enemigos y compatriotas, pudo ver a su enseña nacional ondear en aquella maldita colina, entre el humo y los llantos de los heridos. Como un último regalo, el último gesto que conmovió al veterano soldado. Él también, al fin y al cabo, había acabado como aquella malograda bandera, agujereado y en Malakoff Kurgan.

Más de 9.000 franceses caerían en aquel día, y las tropas del Zar no se quedaron cortos, ellos perdieron cerca de 13.000 infantes, además de una estratégica posición.  La siguiente fase del Asedio de Sebastopol no tardaría en comenzar.

Panzerargentino

21-04-2016

Que perdidas horribles que hubo en ese conflicto, muy buena narracion Ignaz.

Ignaz Woll

02-05-2016

El mismo 8 de septiembre de 1855, mientras los franceses batallaban en su sangrienta toma por la Colina Malakoff, los británicos decidieron atacar, mientras las líneas rusas se concentraban para apoyar a los defensores de la estratégica elevación, el Gran Redan (Reducto), por segunda vez.

La primera ocasión había sido en el 18 de junio, y más de 2.000 infantes murieron en la fallida toma. Pero ahora, divididos en dos columnas de 17.000 hombres, los británicos asaltarían el Reducto al unísono. Bajo el fuego de los cañones rusos, corriendo bajo la metralla, esquivando los disparos de los defensores de la extraordinaria posición, los británicos cargaron. Y por las trincheras, por la condenada montaña, una vez más, la muerte alcanzó a millares de británicos. La lista de bajas en Crimea estaba ya horrorizando a los civiles en la Vieja Inglaterra.

Attack on the Great Redan, por Robert Hillingford.

Ignaz Woll

02-05-2016

Pero, por supuesto, en medio de esa tormenta de balas y barro, los británicos, como de costumbre, encontraron el tiempo y la situación para encontrar la gloria. La valentía de los britones, que parecía haber desaparecido, fue creciendo al ton que se comunicaban los avances de los franceses en la próxima colina de Malakoff.

El Major August Welsford, de Halifax, Canadá, (97th (The Earl of Ulster's) Regiment of Foot) era comandante de una de las secciones encargadas de llevar las escaleras para el asalto, cargó, junto a sus hombres, a la cabeza de los británicos hasta alcanzar, tras recorrer cerca de 400 metros de muerte, muerte y muerte, la zanja del reducto.  Liderando a sus hombres, ayudando personalmente en la colocación de un puñado de largas escaleras, corriendo bajo fuego enemigo, arriesgando su vida por aquellas rústicas estructuras, Welsford consiguió cumplir con las órdenes dadas. Lleno de furia, fue el primero en escalar por las ya afianzadas escaleras, y justo cuando estaba a punto de saltar al interior de la fortificación, asomó su cabeza por una aspillera, con la mala suerte de que en el mismo instante disparó el cañón de la misma. Decapitado, el Major cayó por encima de sus hombres. El tan bien valorado oficial, que había guiado a sus hombres hasta la fortificación, acababa de morir. Muchos más lo habían hecho, y todavía no habían ni siquiera entrado en el Reducto.

Otro oficial, el Captain William Parker, también de Nueva Escocia, pertenecía al 78th (Highlanders) Regiment of Foot, y poco después de que las escaleras fueran izadas, avanzó junto a sus escoceses al asalto, mientras la lluvia de balas se llevaba a su unidad entera salvo un solitario infante. El Capitán y el Highlander, ordenada y valientemente, subieron juntos la desierta escalera, mientras grandes grupos de infantes, tras haber sobrevivido las descargas de los rusos en su desquiciada carrera hacia el Reducto, se apretujaban contra la base de la fortificación.Y subieron, se izaron por las escalas, sobrepasaron las aspilleras, y pudieron penetrar en el fuerte. Sangrientos, embarrados y cansados, la solitaria pareja fue despedazada en el mismo momento que pusieron pie en el Reducto. Una andanada de fusiles rusos los ametralló.

El Gran Reducto, poco después de su captura

Y aquí viene mi historia preferida.

Philip Smith, nacido en el pueblecito de Lurgan, en el Condado de Cavan (Irlanda) el 5 de octubre de 1829, se alistó con 17 años (el 12 de mayo de 1847) en el 17th (Leicestershire) Regiment of Foot. La Gran Hambruna de Irlanda le había dejado sin comida ni trabajo (pues era jornalero), y Smith se encaminó a Dublín para unirse al regimiento.

Tras servir en Gibraltar, el regimiento se trasladó por barco hasta Crimea, donde iba a participar en la costosa guerra. Y estaría, junto al regimiento, en la Batalla del Gran Reducto. Hacia el final de la jornada, cuando, tras ver que no podrían tomar la fortificación, los británicos tocaron el son de la retirada, Smith se quedó aislado, bajo el refugio de una piedra, mientras que el regimiento se retiraba. Perseguido por el fuego de un francotirador, el Corporal Smith, no tenía otra más que esperar a la llegada de la noche para escapar. O eso parecía. Pero el bravo irlandés, cansado de la escabechina, de los llantos de los heridos y de la sangre en su rojo uniforme, decidió salir de allí.

Arrastró el herido hasta su precaria posición, y sin más que hablar, se fue corriendo hasta la retaguardia, mientras el francotirador y varios fusiles rusos más intentaban alcanzarlo, sin éxito. Los ingleses que se retiraban a su vez, al verse adelantados por el cargado cabo, decidieron intentar cubrir su particular carrera. Y las bolas de cañón empezaron a volar otra vez, mientras que los británicos se retiraban lentamente.

Una vez en la retaguardia, el convencido irlandés, no lo suficientemente cansado, decidió ¡volver al campo de batalla! y recoger a más heridos. Ahora sí, con la columna británica al completo retirada, Smith se exponía a todos los fusiles del Gran Reducto. Los victoriosos rusos apuntaron, con fusiles y cañones, al obstinado inglesito que pretendía ganar la batalla por sí solo. Ileso, sin poder creérselo, Smith alcanzó otro herido, se lo subió a las espalda, e inició el camino de vuelta. Sin poder alcanzarle, los rusos no pudieron evitar que el cabo arribase una vez más en las líneas inglesas, donde depositó al herido.

El Corporal Philip Smith repitió esta valerosa acción varias veces, hasta que, extremadamente fatigado, pero sin un rasguño, tuvo que posarse a descansar para la siguiente jornada. Ningún otro infante británico le sucedió aquel día, rescatando heridos en aquella colina en los aledaños de Sebastopol. Sobrevivió a la guerra, y continuó con su regimiento.

El 24 de febrero de 1857,  la Daily Gazette anunció que había ganado la Victoria Cross.

El 26 de junio de ese mismo año, la Reina Victoria condecoraría en persona a los 62 soldados que pudieron acudir al acto la prestigiosa medalla, en lo que sería la primera ceremonia de la Victoria Cross. Sin embargo, Smith no estaba allí. Junto al resto de los 111 que habían sido condecorados pero que no habían recibido la medalla, estaba en algún puesto del Imperio Británico. Philip Smith estaba en Montreal, pero la Reina había previsto casos como este. Ordenó que el comandante de cada puesto, con el resto de la guarnición formada en perfecto órden, condecorase al agraciado.

Así que el Major General  Sir Charles Trollope, en nombre de la reina, prendería la Victoria Cross en el pecho de Philip Smith, veterano de Crimea. Sería la primera Victoria Cross que pisaría suelo canadiense.

Smith terminaría su servicio más tarde, y volvería a su Irlanda natal. Moriría de una pneumonía en un hospital en Dublín, el 16 de enero de 1906. Su Victoria Cross junto al siguiente cuadro, están expuestos en el museo regimental.

Lance Sergeant Philip Smith Winning The Leicestershire Regiment's First Victoria Cross for Bringing In Wounded Comrades at the Great Redan, Sevastopol, 18 June 1855. Terence Tenison Cuneo (1907–1996)

josmar

03-05-2016

  ......Sin comentarios.......

Heinz von Westernhagen

05-05-2016

¡¡Qué entretenido post!!

Ignaz Woll

24-06-2016

La Historia, o los historiadores, más bien, suelen dejar a un lado teatros enteros, excesivamente alejados de la zona autodenominada "de importancia", apartados, quizás, en demasía, de los nombres y villas más importantes, donde, de todos modos, millares de hombres se batieron honorablemente. La omisión de estas batallas, no de simples escaramuzas insignificantes, es un hecho que me repulsa, me irrita de sobremanera. Los olvidados de la historia militar. El lado oscuro de la luna, en este caso, de la Guerra de Crimea. El Frente del Caúcaso.

En octubre de 1853, poco antes del inicio de la guerra, como en los Balcanes o en demás parajes, el Imperio Otomano estaba completamente listo para penetrar la frontera, tomar los fuertes y ciudades clave, y adentrarse en el territorio ruso lo más rápidamente posible. Conociendo el hecho de que la mayoría del ejército zarista estaba acantonada en centenares de pequeños puestos a lo largo de Eurasia, los turcos habían formado a sus infantes (con la "desinteresada" ayuda de los británicos) de manera excelente, y habían creado un buen número de nuevos batallones y regimientos.

Con el evidente movimiento de tropas turcas al otro lado de la frontera en el Cáucaso, los comandantes y gobernadores rusos de la zona comenzaron a entender ( y a temer, claro está ) lo que les venía encima. Se las habían visto con el enemigo, con los hombres del Fez, en 2  contiendas en apenas medio siglo. Y sabían que iban a volver, conocían el hecho de que los vecinos ansiaban esa victoria decisiva desde los tiempos de Pedro El Grande.

El 28 de octubre, finalmente, una avanzadilla turca avanzó hacia el Fuerte San Nicolás, iniciando un nuevo teatro militar en esta contienda internacional. Cruzando la frontera, cabalgando a lo largo de la estepa de noche, los otomanos alcanzaron el pequeño puesto a las orillas del Mar Negro. Los turcos, que contaban con cerca de 5.000 hombres, superaban a la guarnición rusa en una proporción de 3:50. Valiéndose de la noche y de un bosquecillo cercano, los altaneros y confiados turcos rodearon la fortaleza, sin despertar ninguna sospecha, sin llamar la atención, sin hacer ruido alguno. Tras un fuerte cañoneo, de súbito, millares de gargantas se lanzaron contra el desprevenido fuerte, avanzando desde la parte trasera, es decir, opuesta al mar, perpendicular a un cercano río. Rápidamente, instantes después del primer cañonazo, el comandante de la plaza, el Capitán Shcherbakov envió un par de mensajeros, con el objetivo de hacer llegar las milicias o tropas cercanas al malogrado fuerte.

Y lucha iba a ser larga, dura y sangrienta, como el Capitán seguramente previó. Tras varios asaltos, un contraataque lanzado por los fatigados defensores (con la ayuda de alguna de las paupérrimamente equipadas milicias locales) definió la suerte del fuerte. Cuando la pólvora de las últimas andanadas acabó por disiparse, cuando los cabreados infantes turcos penetraron en la totalidad de fuerte, tan sólo encontraron una docena de heridos, incluyendo 3 oficiales. Entre ellos no estaba el capitán, caído en el fragor del combate.

Una postal otomana, reflejando la batalla del Fuerte de San Nicolás, en los alrededores de Batum (actualmente, Batumi, Georgia)

Y aquí comienza la polémica. Según los rusos, los otomanos decidieron fusilar a los supervivientes, no si antes someterlos a una gran paliza. Sus cabezas fueron colgadas de las picas, y sus miembros aserrados. Una imagen nada alentadora, que los civiles se encontraron al día siguiente. Los otomanos, por su parte, defienden su correcta postura, negando los supuestos crímenes y actuaciones deshonrosas. No fue nada más que una contestada batalla. Los británicos, por supuesto, se colocaron de la parte de sus aliados mediterráneos. Así que así se quedó.

Nada parece quedar del Fuerte de San Nicolás, allá en Georgia. Ninguna foto, ninguna ruina. Cómo la historia, o los historiadores, que apartaron su mirada del embestido puesto, los georgianos también parecen haber olvidado la batalla. El Caúcaso, tierra de la amnesia. Habrá que excavar en este teatro.

http://oko-planet.su/history/historydiscussions/247096-geroicheskaya-oborona-posta-svyatogo-nikolaya.html

https://ru.wikipedia.org/wiki/%D0%9A%D0%B0%D0%B2%D0%BA%D0%B0%D0%B7%D1%81%D0%BA%D0%B0%D1%8F_%D0%BA%D0%B0%D0%BC%D0%BF%D0%B0%D0%BD%D0%B8%D1%8F_%D0%9A%D1%80%D1%8B%D0%BC%D1%81%D0%BA%D0%BE%D0%B9_%D0%B2%D0%BE%D0%B9%D0%BD%D1%8B

https://commons.wikimedia.org/wiki/Category:Historical_images_of_Batumi?uselang=ru

josmar

25-06-2016

La Historia, o los historiadores, más bien, suelen dejar a un lado teatros enteros, excesivamente alejados de la zona autodenominada "de importancia", apartados, quizás, en demasía, de los nombres y villas más importantes, donde, de todos modos, millares de hombres se batieron honorablemente. La omisión de estas batallas, no de simples escaramuzas insignificantes, es un hecho que me repulsa, me irrita de sobremanera. Los olvidados de la historia militar. El lado oscuro de la luna, en este caso, de la Guerra de Crimea. El Frente del Caúcaso. ..... El Caúcaso, tierra de la amnesia. Habrá que excavar en este teatro.

.........¡¡ Cierto.......!!   

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