La Luftwaffe en Kursk

Bruno

26-03-2006

Inicio esta sección del foro, a fin de incentivarles a investigar y reseñar la actuación de la Luftwaffe en la Batalla de Kursk.   Sus aportes son muy bienvenidos.  Aqui va el mio:

Bruno

26-03-2006

Antecedentes:

Tras la pérdida del VI Ejército en Stalingrado, con sus diecinueve divisiones, las fuerzas alemanas en el Este sufrieron diferentes reveses. El territorio conquistado a los rusos en la ofensiva de verano de 1942, que se extendía hasta el Cáucaso, fue reconquistado por las fuerzas soviéticas en reñidas batallas durante el invierno. La Luftwaffe tuvo que colaborar con el Ejército de Tierra en las más duras condiciones, resolviendo en la medida en que el hielo y la nieve lo permitían, situaciones a menudo desesperadas, como en el aprovisionamiento de la cabeza de puente de Kuban, combates defensivos en el Donetz, Mius, Jarkof, Kursk y Orel.

El frente estaba establecido desde abril. Los combates sostenidos a lo largo del invierno trajeron como consecuencia que el frente se caracterizase por dos arcos bien definidos: el arco alemán que se extendía hacia el Este (Orel), que cerraba el arco soviético de Kursk más desplazado hacia el Oeste. Los técnicos del Estado Mayor, que veían en el mapa la situación, pensaban de manera instintiva en una "doble tenaza" en la que los alemanes tratarían de cortar el arco de Kursk mediante dos ataques en los brazos de su tenaza del norte y del sur. En este ataque simultáneo se trataría de atrapar al mayor número de fuerzas rusas. Ahora bien, no cabía duda de que los rusos intentarían una operación semejante contra el dispositivo alemán de Orel.

Entretanto ambos bandos se preparaban convenientemente para aquella doble batalla que se avecinaba, la mayor de la campaña rusa. En el bando alemán se designaba a aquella operación con el nombre de "Zitadelle"  en ella se pretendía, siguiendo el ejemplo del verano de 1941, encerrar al Ejército rojo, cada vez más poderoso, en una gran bolsa. En opinión de los generales, Hitler titubeó a la hora de fijar el comienzo de la operación. Pues pasó todo el mes de junio sin que se aprovechase el tiempo favorable. Las divisiones alemanas dispuestas para el ataque permanecían inactivas y los rusos se beneficiaban de este retraso y completaban sus preparativos. En ninguno de los dos bandos se dudaba lo más mínimo acerca de las intenciones del adversario.

Por fin el día 1° de julio, Hitler llamó a los generales en jefe y generales con mando de fuerzas y los reunió en Rastemburg, indicándoles que en el plazo de cuatro días debía iniciarse la operación "Zitadelle" (Ciudadela -nombre que sera utilizado en el resto del relato que presento-), pues la experiencia, siguió díciendo Hitler, demostraba que para un ejército no hay nada peor que la inactividad. El mayor peligro estaba en que los rusos se preparasen para el ataque en el arco septentrional de Orel, mientras las divisiones propias presionaban con todas sus fuerzas hacia el Sudoeste. Los rusos podrían entonces atacar por la espalda a las fuerzas alemanas. Si este caso se presentaba, se intentaría lanzar a la batalla a todas las fuerzas aéreas alemanas, hasta el último avión, para conjurar el peligro que podía ser mortal.

En realidad, la Luftwaffe retiró de otros sectores del frente muchas de sus unidades, desde Alemania fueron llevadas numerosas reservas, y para aquella operación decisiva se “echó toda la carne al asador”.

Desde el 18 de mayo de 1943, el VIII Cuerpo de Ejército del Aire, mandado por el general Hans Seidemann, estaba encargado del apoyo aéreo a las fuerzas blindadas del IV Ejército del general Hoth que presionaba desde el Sur en la zona de Belgorod, protegiendo aquel brazo de la tenaza alemana con unos mil aviones entre bombarderos, cazas, aviones de asalto y “caza tanques”.

La 1 División del Aire, situada en la zona de Orel, mandada por el general Paul Deichmann, operaba con unos setecientos aviones ante la cuña septentrional formada por las fuerzas del IX Ejército, mandadas por el general Model.

Bruno

26-03-2006

Sorpresa al amanecer

A las 03:30 del día 5 de julio comenzó la operación «Ciudadela». En aquel preciso momento debían iniciar la ofensiva los bombarderos, stukas, aviones de asalto y cazas atacando los aeródromos enemigos, además de los fortines, refugios, trincheras y emplazamientos artilleros del profundo y escalonado dispositivo defensivo de los rusos.

En el puesto de mando del VIII Cuerpo de Ejército del Aire, situado en Mikoyanowka a unos treinta kilómetros tras la línea del frente en Belgorod, reinaba gran agitación y nerviosismo en las primeras horas del día. Se habían cursado ya todas las órdenes a las unidades. Los aviones que llenaban por completo los cinco aeródromos que había alrededor de Jarkov, estaban listos para el despegue. Las órdenes de operaciones determinaban que en primer lugar levantasen vuelo los bombarderos, concentrándose sobre los aeródromos para aguardar a los cazas que lo harían en segundo término. A continuación, ya con su escolta, saldrían hacia el frente. En esta ocasión el tiempo era excelente para el vuelo. Amanecía un claro día de verano. Sin embargo, en el bando alemán nadie abrigaba la menor ilusión de que el ataque resultase inesperado para los rusos. Se confiaba simplemente en que se pudiera lograr cierto grado de sorpresa táctica, es decir, que los rusos se limitaban a desconocer la hora exacta del ataque y el punto por el que se iba a producir.

De pronto, el general Seidemann recibió avisos alarmantes. Llegaban del Servicio de Información de Vuelo. Los escuchas del servicio de radio acababan de comprobar que en las unidades rusas se registraba gran actividad que iba haciéndose cada vez más intensa.  Aquello sólo podía significar que gran cantidad de aparatos iban a despegar o estaban ya despegando. Pronto los detectores tipo «Freya» situados en Jarkov anunciaron que centenares de aviones se dirigían hacia allí.

Con aquello no había contado nadie: los rusos conocían por lo visto el día y la hora de la ofensiva alemana. Habían sabido uno de los secretos mejor guardados por los alemanes y ahora, al enterarse, se adelantaban a su enemigo. Antes de que uno solo de los bombarderos alemanes hubiera despegado, ya se aproximaba toda una flota aérea rusa dispuesta a atacar los atestados aeródromos de la zona de Jarkov, en los que no cabía ni un avión más.

La catástrofe era inminente sí los rusos llegaban antes del despegue de los aviones alemanes o lo hacían en el momento más vulnerable: durante el despegue. Si lograban llegar en el momento oportuno, toda la operación Cíudadela se vendría por los suelos, pues al destruir las fuerzas aéreas, quedaba excluida la supremacía aérea en aquel frente y eso podía llevar al fracaso de los ataques, de los que tanto esperaba Alemania para decidir de una vez la suerte de la guerra en Rusia.

En aquellos momentos de gran peligro, la caza alemana sabía que el despegar inmediatamente era cuestión de vida o muerte para todo. Inmediatamente las escuadrillas de la 52 Escuadra de Caza se elevaron interceptando a los enemigos durante el mismo vuelo de subida.

En los aeródromos de Jarkov, el orden de despegue se alteró en el último minuto. Los bombarderos estaban con los motores en marcha dispuestos para salir al aire cuando entre los huecos y en todas direcciones, despegaron a toda prisa los cazas de la JG 3 Udet.

El general Seidemann y el propio Jeschonnek, jefe de Estado Mayor de la Luftwaffe, que se encontraba allí, vivieron aquellos momentos de gran tensión cuando los aviones rusos se dirigían hacia los aeródromos de la Aviación alemana y sobrevolaban el puesto de mando alemán. En aquel preciso instante los primeros cazas germanos se lanzaban contra el enemigo y se iniciaba la mayor batalla aérea de masas de toda la guerra. Dos escuadras de caza alemanas contra más de cuatrocientos bombarderos, cazas y aviones de asalto soviéticos.

Era un espectáculo que muy pocos han podido ver -dijo Seidemann, comentando aquellas circunstancias-. Por todas partes se veían aviones incendiados que caían hacia el suelo. En un corto espacio de tiempo fueron derribados unos 120 aviones rusos. Las pérdidas propias eran tan reducidas que se podía hablar de una victoria total, pues el resultado de aquel golpe asestado a la Aviación soviética fue el dominio alemán del espacio aéreo en todo el teatro de operaciones del VIII Cuerpo de Ejército del Aire.

Las formaciones rusas habían, pues, sufrido una “generosa poda” antes de llegar a sus objetivos: los aeródromos de Jarkov. El fuego antiaéreo violentísimo que recibieron a continuación, aclaró aún más sus filas y les obligó a dispersarse. Los Messerschmitt atacaban a los aviones rusos sin preocuparse del fuego antiaéreo. De este modo, gracias a la acometividad y arrojo de aquellos pilotos alemanes, el ataque ruso fracasó. Las bombas cayeron de cualquier manera al faltar la puntería y concentración necesarias para que su efecto se hiciera notar. Las unidades de bombardeo alemanas, que momentos antes parecían sentenciadas al aniquilamiento, habían salido prácticamente indemnes y despegaron rumbo a sus objetivos en el momento previsto.

El audaz ataque ruso, extraordinariamente bien planteado y que había sido iniciado bajo los mejores auspicios de sorprender a los alemanes, fracasó por unos pocos minutos, por aquellos minutos escasos en que el despegue de emergencia de los cazas alemanes sirvió para ganar por la mano a los bombarderos rusos. La victoria o la derrota están a veces sólo a unos pocos minutos de distancia.

Bruno

26-03-2006

Algunas facetas de la lucha del Henschel Hs-129 B2 en Kursk

Profundas penetraciones en el sistema defensivo ruso del norte y especialmente en el sur del arco de Kursk, fueron las características más señaladas del principio de la operación “Ciudadela”. Por última vez en la guerra, los stukas abrían paso a los tanques alemanes como en los mejores tiempos de la guerra “relámpago”. Hasta seis servicios diarios llegaron a efectuar los stukas y aviones de asalto alemanes abriendo brechas a las unidades acorazadas en el sistema defensivo soviético.

-Sabíamos perfectamente la importancia decisiva que tienen los ataques aéreos iniciales para la penetración de las unidades acorazadas en las líneas enemigas -dijo el capitán Friedrich Lang, jefe del tercer grupo de la Escuadra de Stukas núm. 1 mandada por el teniente coronel Pressler.   Aquella escuadra pertenecía a la Primera División del Aire y actuaba desde Orel contra el sistema defensivo ruso de un kilómetro de profundidad al oeste de Maloarkangelsk. Había que abrir alguna brecha por la que pudieran penetrar las divisiones acorazadas de Model, a fin de aprovechar la ventaja táctica que su movilidad proporcionaba. Pero los rusos se defendían con gran tenacidad y disponían -al.contrario de las fuerzas alemanas- de importantes reservas.

En la parte meridional de la tenaza atacaban las divisiones de cabeza de vanguardia del IV Ejército Acorazado. Habían conseguido penetrar, tras tres días de duros combates, unos cuarenta kilómetros hacia el Norte. Su profundo flanco derecho estaba casi desguarnecido, pues las divisiones de Kempf, que debían proteger aquella ala, no habían logrado desalojar al enemigo de una extensa zona de bosque al norte de Belgorod. La Luftwaffe efectuaba constantemente vuelos de vigilancia y reconocimiento sobre aquellos bosques que eran evidentemente un gran peligro para el flanco de la cuña alemana.

A primera hora de la mañana del 8 de julio, cuarto día de la ofensiva, una patrulla de aviones de asalto alemanes, del tipo Henschel Hs-129 B2, volaba sobre las copas de los árboles. El comandante del grupo, capitán Bruno Meyer, miraba hacia aquellos árboles con desconfianza.

De pronto contuvo la respiración: allí delante, completamente al descubierto, en dirección Oeste, había tanques en marcha. No eran un par, sino varias docenas.

Debía de tratarse de toda una brigada. Delante de los tanques, marchaba la infantería, pero no desplegada, sino en bloques cerrados como las formaciones que se empleaban en las grandes batallas de la antigüedad.

No cabía duda: aquél era el esperado ataque ruso contra el flanco alemán. -Ahora no había ni un minuto que perder. Meyer había emprendido el regreso, pero aquello se le hacía demasiado largo. Llamó por radio al puesto de control y dio la alarma a sus hombres que estaban en el aeródromo de Mikoyanowka, que formaban el cuarto grupo de la Escuadra de Asalto núm. 9. El grupo había llegado unos días atrás desde Alemania para experimentación en operaciones, del nuevo armamento. Estas pruebas debían efectuarse durante la “Operación Ciudadela” en el sector de operaciones del VIII Cuerpo de Ejército del Aire. Estaba compuesto de cuatro escuadrillas, cada una dotada de dieciséis Hs-129 de lucha antitanque.

Meyer ordenó la acción por escuadrillas. Al cabo de un cuarto de hora, la primera escuadrilla se dirigía hacia el objetivo. El comandante dio instrucciones a sus pilotos. Los tanques soviéticos habían abandonado el sector rodeado de bosques y marchaban ya en dirección oeste. Allí no ofrecía el terreno ninguna clase de protección.

Los Henschel atacaron en vuelo rasante. Se acercaron desde atrás y por los costados. Los cañones de 30 mm comenzaron a tronar. ¡Blanco! Los primeros tanques estaban ardiendo. Los aviones viraron y comenzaron de nuevo el ataque. Se apuntaba unos momentos y ¡fuego! Otra vez salían de aquellos cañones cuatro o cinco proyectiles.

Los rusos maniobraron desconcertados. Aquel nuevo tipo de ataque desde el aire era algo nuevo para ellos. Los aviones de asalto alemanes eran ya conocidos en el frente: habitualmente se limitaban a arrojar algunas bombas de fragmentación o al ametrallamiento en vuelo rasante. Pero aquellos ataques sólo de manera casual podían afectar a los tanques. Unicamente si resultaba averiada una cadena o acertaba a entrar un proyectil por algún conducto de ventilación, se podía hablar de peli¬gro. Incluso los proyectiles de los cañones de 20 mm que usaba la Aviación alemana solían rebotar en los tanques rusos sin causar daños de importancia.

Pero ahora, en la mañana del 8 de julio, al oeste de Belgorod, los cañones de los Henschel agujereaban los blindajes. A los pocos minutos de llegar habían destruido media docena de tanques, cuyos restos ardiendo que¬daban en el campo de batalla.

Pronto los rusos supieron que los aviones antitanques alemanes eran sus peores enemigos. Por eso se apresuraron en seguida a proceder al camuflaje más minucioso de todas sus unidades acorazadas en estado de alerta, empleando además, cada vez con mayor profusión, fuerte armamento antiaéreo para protección directa de sus tanques contra los mortiferos ataques de los alemanes.

El incremento adquirido por la Aviación de Asalto fue debido a la mayor necesidad que cada día existía en el frente del Este, de que la Luftwaffe se empleara en apoyo directo del hostigado Ejército de Tierra.

Al principio de esta fase de la guerra en el este, el 8 de julio de 1943, debe colocarse el ataque del cuarto grupo de la Escuadra de Asalto núm. 9, contra una brigada de tanques rusos al oeste de Belgorod. El comandante Matuschek, los primeros tenientes Oswald y Dornemann y el segundo teniente Orth, efectuaban constantemente ataques antitanques con sus escuadrillas. Pronto estuvo sembrado el campo de restos de tanques averiados o incendiados. La infantería de acompañamiento fue dispersada al mismo tiempo por el grupo de asalto del comandante Druschel, con bombas de fragmentación lanzadas por sus aviones FW-190. Los restos de aquella brigada acorazada huyeron y buscaron refugio de nuevo en el bosque.

El ataque ruso al flanco del IV Ejército Acorazado alemán, había concluido. Cuando las fuerzas de tierra alemanas se percataron por el estruendo del combate de la amenaza que se cernía sobre su flanco y solicitaron apoyo aéreo urgente al VIII Cuerpo de Ejército del Aire, puesto que sus fuerzas estaban enzarzadas en combate en su progresión hacia el Norte, la situación estaba ya resuelta satisfactoriamente por la acción inmediata, independiente y oportuna de los pilotos de asalto.

Pero el objetivo de la «Operación Ciudadela», la tenaza sobre Kursk, no pudo lograrse.

Bruno

26-03-2006

Karatschew- Triunfo de la Luftwaffe

Cuando los rusos emprendieron, seis días después del principio de la gran ofensiva alemana, el 11 de julio concretamente, la esperada contraofensiva al norte y este de Orel, el Ejército y la Aviación tuvieron que retirar sus fuerzas de las posiciones ofensivas para taponar las brechas abiertas por el enemigo en el frente alemán. Se pasó así de una batalla ofensiva en el arco de Kursk a otra defensiva en el de Orel. Allí había dos ejércitos alemanes: el IX y el II blindado, mandados por el general Walter Model. Ambos ejércitos, dada la nueva situación, podían quedar encerrados de un momento a otro. Los tanques rusos avanzaban constantemente hacia la retaguardia de los ejércitos alemanes penetrando por una gran brecha abierta en el frente septentrional.

El 19 de julio, una brigada acorazada soviética bloqueó las comunicaciones entre Bryansk y Orel a la altura de Chotynez amenazando el tráfico rodado hacia el Sur. Esto ponía en peligro inminente la única vía de aprovisionamiento para los dos ejércitos. La situación se parecía mucho a la que ocho meses atrás en el Don, junto a Kalatsch, había desembocado en el cerco del VI Ejército en Stalingrado.

En aquel momento la Luftwaffe atacó con stukas que despegaban desde Karatschew, junto al lugar en donde se había producido la ruptura. También operaron bombarderos, cazas y aviones antitanque. La I División del Aire había concentrado prácticamente a todos grupos disponibles en aquellos últimos días. ¡Por fin podía atacar a fondo en el lugar decisivo!

El éxito coronó la empresa y aquellos golpes aniquiladores hicieron replegarse al enemigo. Durante todo el día los stukas del doctor Kupfer y los aviones antitanques del capitán Meyer, estuvieron acosando a los tanques rusos que huían desordenadamente hacia el Norte.

En los días que siguieron pudo cerrarse la brecha por las fuerzas de tierra. Se había conseguido lo imprescindible para la posterior evacuación del arco de Orel, en el llamado “Movimiento de valla”.

En un telegrama de agradecimiento, el general Model resaltó que era la primera vez que la fuerza aérea conseguía por sí sola atajar una penetración de fuerzas acorazadas enemigas por la retaguardia de dos ejércitos.

Fue aquí, en Karatschew, entre el 19 y el 21 de julio de: 1943, cuando la Luftwaffe evitó con su acción un “segundo Stalingrado” más temible que el primero por sus dimensiones. Fue su última gran acción conjunta. A partir de aquel momento actuaría constante, pero dispersamente en todo el extenso frente ruso. Además una nueva tarea de la mayor urgencia comenzaba a perfilarse, exigiendo cada vez mayores esfuerzos: la defensa del solar patrio.

Marcelo

26-03-2006

Excelente topico Bruno.  ;D

Deleted member

27-03-2006

Que artículo Bruno... hay que reconocer que te has lucido, desde luego he aprendido mucho con tu post. ;D ;)

Gracias camarada

Deleted member

27-03-2006

Maravilloso, puras historias nuevas!!! En epsecial la de como se aborto el ataque de los aviones rusos, al desconocerla y al leer el mocionante relato, me sentí muy metido en la acción... ¡Uno de los mas emocionante relatos leidos!  ;D

Marcelo

28-03-2006

Y si el Hs-129 era temible cuando no habia mucha antiaerea cerca  ::).

Fijense en las marcas antitanque al estilo de los cazas.

Caesar

01-04-2006

Si,buen detalle de los pilotos.

Bruno

27-05-2006

Erich Hartmann en Kursk

Cuando el JG52 se replegó junto a la Wehrmacht, en 1943, las vitorias de Hartmann empezaron a crecer. La gran ofensiva de Kursk, Operación Zitadelle (Cuidadela) comenzó el 5 de Julio de 1943. La Luftwaffe planeó proteger a los Panzers de la Wehrmacht de los Il-2 Sturmovik, cazacarros blindados soviéticos armados con cañones de 37mm. El Staffel de Hartmann, 7/JG52, se desplegó en Ugrim, a solo 14 kilómetros del frente. Cuando los Panther y Tiger avanzaban, los Ju-52 transportaban suministros. En la mañana del dia 5, cuatro pilotos del 7/JG52 no volvieron, aparentemente sus instrumentos de navegación les confundieron, debido a los extraordinarios estratos de mineral de hierro de la zona. Hartmann fue promocionado a Staffelkapitan. La ofensiva terrestre avanzó lentamente los días 6 y 7, obviamente los rusos habían preparado unas profundas lineas defensivas.

La mañana del 7 de Julio de 1943, el sol amaneció sobre Ugrin, al norte de Ucrania, alrededor de las 3:00. Los Bf-109 G10 del 7/JG52 estaban dispersos en la poblada hierba del aeródromo de Ugrim. El aparato personal de Hartmann estaba decorado con un gran numeral romano "I" y con el nombre "Usch" en un corazón rojo (Usch Paetch era su prometida, a la que Erich escribía a diario). Con el agradable clima veraniego, los pilotos dormían en tiendas. Al despertarse, Hartmann se puso su camisa gris, sus pantalones azules y sus zapatos grises. Se aseó y desayunó dos huevos cocinados por dos chicas rusas. El y otros tres pilotos de su Schwarm fueron asignados a la escolta de un FW-189 en una misión de reconocimiento.

A las 3:04 el avión de reconocimiento arrancó sus motores; Hartmann puso los flaps en posición de despegue y verificó el depósito de carburante mientras el personal de tierra giraba la manivela del starter. Los 12 cilindros del DB 605 tosieron, expulsaron humo por los escapes y alcanzaron rápidamente un ralentí estable. Sus tres camaradas le siguieron en la transición por el aeródromo. Revolucionó el motor mientras accionaba los frenos, cuando los soltó, su 109 se lanzó hacia delante y aceleró rápidamente hasta los 160 km/h. Tiró de la palanca suavemente y levantó del suelo; los otros tres 109 le seguían de cerca. Todos viraron a izquierda mientras seguian las rutinas post-despegue: subir el tren, cerrar el radiador, bajar revoluciones, verificar indicadores, armas y colimador.

Treparon hasta 1300 metros mientras volaban hacia el noreste, entonces giraron hacia el sur, con el FW-189 a la vista. El vuelo transcurrió sin incidentes y el avión de reconocimiento puso rumbo a Ulgrim. Entonces la radio de Hartmann le sobresaltó con un informe desde Adler, el puesto avanzado de observación alemán, un grupo de veinte aviones rusos fueron divisados con rumbo oeste. Hartmann aceleró un poco, ganando altitud y dirigió su Schwarm hacia el este sin contactos a la vista.

De repente, un gran grupo de Il-2 entró en su campo de visión. Con los Sturmoviks acercándose de frente, Hartmann no dudó en ordenar el ataque. Picó por debajo de ellos cogiendo velocidad, se colocó por debajo y detrás de ellos, con el punto flaco de los Sturmoviks, el radiador de aceite ventral, a la vista. Los Il-2 seguían volando rectos.

A mas de 650 km/h Hartman le entró a un Sturmovik por su ángulo muerto. A 180 metros, la silueta del Il-2 llenaba el anillo exterior de su Revi, se acercó hasta 120, y luego a 80 metros. Soltó una ráfaga con su cañón de 20mm y sus dos ametralladoras de 12,7mm, de un segundo y medio aproximadamente, antes de que su velocidad le hiciera rebasar al enemigo. Al mismo tiempo, los otros 109 atacaban sus objetivos. Hartmann miró atrás y vio llamas azules y un denso humo negro saliendo del radiador del Sturmovik. Era su victoria número 22.

Bajo el terrible ataque de los Messerschmitts, la formación de Il-2 empezó a romperse. Habiendo ganad altitud, Hartmann picó de nuevo y se situó detrás y debajo de la cola de un Il-2. Comprobó sus seis y estabilizó el Bf-109. El piloto ruso, alertado del peligro, le divisó y viró cerrado para evitarle. El joven as rubio sigió el giro y estimó la deflexión necesaria para disparar al enemigo. A 150 metros abrió fuego; sus proyectiles impactaron en el lateral derecho del aparato ruso. Más llamas azules y humo azul saliendo de el radiador de aceite de su vícitma número 23.

Los aviones enemigos restantes dieron la vuelta y se dirigieron al oeste, entonces Hartmann indico a su Schwarm que volvían a casa. Alrededor de las 4:00, aproximándose al aeródromo, Hartmann alabeo dos veces, indicando sus dos victorias. Tras aterrizar, el personal de tierra rodeó al Bf-109, felicitando a Erich. Hartmann se encaminó a la tienda de operaciones para rellener su Gefechtsbericht, el informe de la misión. Los pilotos volvieron a sentarse en sus aparatos, para depegar en pocos minutos. Hartmann se quedó dormido en su propia cabina, pero solo ligeramente.

A las 5:50 ya estaba de nuevo en el aire, liderando un grupo de 109s en caza libre. Pronto divisó mas Il-2, escoltados por cazas. Los Messerchmitts atacaron con éxito, Hartmann derribó otro Il-2 y un LaGG-3. En menos de una hora estaba de vuelta en tierra, con la tercera y cuarta victorias del dia. Ya entrada la tarde volvio a liderar el Staffel hacia el noreste. Se encontraron con un grupo de cazas LaGG-3, con los que se enzarzaron en combate cerrado. Terminó pronto, con Hartmann derribando tres cazas enemigos, haciendo siete vicorias en un dia, su récord personal.

Fuente:  cazadoresnocturnos.com

Marcelo

29-05-2006

Buen relato Bruno, creo que por algun lado existe una foto del BF-109G de E.H en ese periodo.

Hiwi

30-05-2006

Wittmann

30-05-2006

"Mu güeno" Hiwi  :D

Marcelo

10-06-2006

Aca esta, Erich con 123 victorias pintadas en su avion, agosto de 1943, un mes despues de la batalla.

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