La red de Sorge. Los hombres que salvaron Moscú

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05-03-2006

Richard Sorge desarrolló sus simpatías por el marxismo, como tantos otros jóvenes alemanes, tras la I Guerra Mundial. Voluntario con apenas 19 años, sus experiencias en el frente belga le trasladaron “del pupitre escolar al matadero”, como llegaría a afirmar. Sus ilusiones nacionalistas se tornaron pronto repulsión y vacío. Tras el conflicto, se afilió al Partido Socialdemócrata Independiente, para el que llevó a cabo todo tipo de actividades revolucionarias.

La fusión del PSI y otros grupos alemanes de izquierda en el Partido Comunista le abriría, en unos años, las puertas de la URSS. Presente como delegado en un Congreso del Partido Comunista Alemán, trabó amistad con varios enviados del KOMINTERN que lo invitaron a trasladarse a Moscú para trabajar en la organización. La división de inteligencias del KOMINTERN no tardó en enviarle a misiones de pequeña importancia a Escandinavia y Gran Bretaña. Su siguiente cometido fue el más relevante: montar una red de espionaje en China. Sorge sería separado del KOMINTERN y agregado a la Sección IV del Ejército Rojo. Viajaría con tapadera legal como periodista y tendría prohibido el contacto con partidos comunistas locales. Convirtiéndose de esta manera en un espía a sueldo del Estado soviético, en lugar de para la Internacional Comunista.

Permaneció en Shanghai tres años, durante los cuales informó de sus investigaciones sobre la situación del país. Fue testigo de los serios incidentes que el creciente imperialismo japones desencadenaría en China, incluida la creación del Estado títere de Manchuria, en la frontera china con la URSS. Sugirió a sus superiores un próximo destino a Japón y su propuesta fue aceptada. El objetivo consistiría en recoger información sobre futuras políticas japonesas hacia la URSS.

Solicitó varios colaboradores: un extranjero ( que se relacionase con fuentes distintas a las suyas), un japonés con un alto nivel de inglés (para traducir material material nipón a un idioma que pudiera ser codificado para su transmisión) y un técnico de radio. El KOMINTERN se aprestó a infiltrar en el país a Branco Vukelic, corresponsal de la agencia de noticias Havas, y a Miyagi Yotoku, miembro del Partido Comunista estadounidense. El operador, un tal Bernhardt ya se había instalado en Japón.

Después Sorge regresó a Berlín y se acreditó como corresponsal, entre otros del Frankfurter Zeitung. Obtuvo además cartas de recomendación para la embajada alemana en Japón y solicitó su ingreso en el Partido Nacionalsocialista, valió la pena correr el riesgo. Debía llevarse a cabo una extensa investigación sobre el pasado del solicitante, pero los nazis acababan de llegar al poder y se vieron desbordados por las peticiones de admisión.

En Tokio cultivó informantes en la comunidad alemana, pero lo más importante de sus fuentes fue la embajada tras presentar sus cartas de recomendación, se enteró de que tanto el embajador, Herbert von Dirksen, como Euggen Ott, agregado militar, habían luchado como él en el frente belga. Supo granjearse la simpatía de ambos y trabajó tenazmente para erigirse en una fuente autorizada en política asiática con el fin de ganarse su confianza. No tardó demasiado en restablecer contacto con Ozaki Hotsumi que ya había colaborado con él en China. Ozaki no pertenecía a ningún órgano comunista, pese a sus simpatías ideológicas. Los motivos por los que este se avinó a acompañarle de nuevo en sus peripecias eran mucho más agudos que los que pudiera albergar en Shanghai. El Japón de los primeros años 30 cobraba tintes fascistas. El gobierno no tenía más lealtad del Ejército que la nominal, y la crisis económica derivada del Crack del 29 había dado a los militaristas una excusa inmejorable para forcejear con los moderados por las riendas del poder. Las presiones sobre los intelectuales y las detenciones de izquierdistas crecían de un modo espectacular. Ozaki estaba convencido de la necesidad de pasar a la acción. Sin embargo, creía estar ayudando a la Internacional Comunista. Sorge nunca le reveló ni a él ni al resto de sus colaboradores que trabajaba en realidad para la Sección IV. El detalle tiene su importancia: hoy se sabe que el KOMINTERN era ya por entonces un apéndice de la política exterior rusa,  pero los antifascistas y antiimperialistas del mundo continuaban depositando en la Internacional Comunista una gran fe.

Los análisis políticos de Ozaki sobre China en el periódico de Osaka en que trabajaba le abrieron las puertas de distintas asociaciones de debate e investigación relacionadas con Asia Oriental. En cuestión de un par de años se hizo evidente que empezaba a ser respetado, en círculos políticos se estaba convirtiendo en complemento de un Sorge que estaba ya bien situado en la embajada alemana y a empezaba a obtener detalles sobre el Pacto Antikomintern, todavía en negociación secreta.

En 1935 Sorge tuvo que viajar a Moscú para presentar su informe en persona. Pidió en aquella ocasión que sustituyera a Bernhardt, de cuyo trabajo no estaba satisfecho, por Max Clausen, otro operador de radio a quien había conocido en Shanghai. La petición fue aceptada. Con la llegada de Clausen cristalizaba la estructura principal del grupo.  Ozaki fue nombrado asesor del Gabinete del primer ministro, el principe Konoye Fumimaro, y ello significó su aceptación en la élite política japonesa. Tendría acceso a buena parte de las decisiones gubernamentales algo vital para la red.

Mientras tanto, los problemas continuaban en China. En julio de 1937, tropas niponas y locales se enfrentaron cerca de Pekín. El choque condujo a la invasión japonesa del gigante vecino, estalló así una guerra que duraría casi un decenio, en el que nacionalistas y comunistas chinos formarían frente común. Sorge aceptó la predicción de Ozaki de que la conflagración sería larga,  y transmitió esta visión a Moscú. También la comunicó a von Dirksen y a Ott. Cuando se demostró que estaba en lo cierto, su prestigio creció notablemente. Por las mismas razones crecía el de Ozaki como analista en el gabinete de Konoye.

Cuando von Dirksen fue destinado como embajador a Londres, Ott le sustituyó en Tokio, Sorge se convirtió de pronto en un consejero oficioso de la embajada. Se le proporcionó incluso una oficina privada en el edificio. Orr le pidió repetidamente que aceptara el puesto oficial como jefe de prensa. Él declinó la oferta: la investigación de su pasado por parte del  Ministerio de Asuntos Exteriores alemán sería inevitable, y ello podría exponer su temprana afiliación al Partido Comunista.

A cambio de los datos proporcionados a la embajada, Sorge no dudó en pedir a Ott detalles sobre las negociaciones del Pacto de Berlín o sobre las probables acciones alemanas durante el período del Pacto Germano – Soviético. Vendió información sobre Japón a cambio de claves de mayor importancia sobre las decisiones políticas del Eje que afectaran a la URSS. Hizo un buen negocio.

En aquel estadio Sorge cometió un error que pone de relieve sus contrastes. Preparaba hasta el más mínimo detalle de su tapadera, pero desdeñaba otro tipo de riesgos. A mediados de 1938 circulaba por Tokio con su motocicleta y con demasiado alcohol en sangre cuando chocó contra un muro. Entró en juego la buena suerte. De no ser por un miembro del grupo de Sorge, que llegó al hospital antes que la policía y recuperó varios informes incriminatorios, las actividades de la red habrían terminado allí.

Apenas un mes después de su aparatoso accidente, Sorge tuvo que dar lo mejor de sí. Empezaban a producirse en Japón episodios de importancia para la URSS. Un general, G.S. Lyushkov, desertó de la URSS y cruzó la frontera de Manchuria. Poseía información política y militar, y la inteligencia japonesa estaba encantada de tenerlo en sus manos.

Moscú manifestó su indignación. Quería saber que revelaba Lyushkov. Los japoneses no contaban con oficiales preparados y pidieron ayuda a Alemania un militar experto en la URSS. Sorge se enteró de ello a través de sus fuentes en la embajada, que cursó la petición. Era el informe alemán el que la URSS deseaba ver. Sorge lo interceptó en la embajada y lo fotografió. La película fue enviada a Moscú.

Poco después tuvo lugar otro percance que confirma la importancia de la labor de la red de Sorge. Se trataba del encontronazo fronterizo entre rusos y japoneses en el cerro manchú de Chang – Ku – Feng. Vino desencadenado por el intento del Ejército de Kwantung de hacerse con la plaza, que facilitaba la defensa de aquel punto de la frontera. Entre los contendientes tuvo lugar una furiosa lucha, una de las dos previas a la guerra del Pacífico.

Fue  el primer episodio que demandó la atención total de la red. ¿Era Chang – ku – Feng un pretexto para una invasión de Siberia por parte del Ejército nipón?¿A cuantos ascendían los refuerzos enviados?¿Cuál era la actitud del gobierno de Tokio? Eran el tipo de cuestiones por las que Sorge había sido enviado a Japón, y la red funcionó a la perfección.

Ozaki descubrió y pasó a Sorge algunas informaciones obtenidas a través del gobierno. Japón no tenía intención de entrar en la guerra, y el Ejército estaba por entonces concentrando sus mayores efectivos en el centro de China. Sorge habló también con Migayi, otro de los miembros principales de la red, que consultó a su amplio abanico de observadores militares. Estos corroboraron la predicción de Ozaki. Sorge, mientras, había prefigurado la fuerza y la situación del Ejército japonés a través de las fuentes de la embajada, y Clausen transmitió por radio toda esta información a Moscú.

La URSS declaró que el único modo de evitar la guerra era restaurando el statu quo previo al incidente. El Ejército de Kwantung aceptó y el asunto se dio por terminado.

A mediados de 1939 tuvo lugar un segundo conflicto fronterizo entre rusos y japoneses.

La lucha en la pequeña aldea de Nomon – Han fue una pequeña guerra. El Ejército de Kwantung quería tantear la posibilidad de anexionar territorio a Manchuria y descubrir la dimensión de la respuesta soviética.

En mitad de la crisis, Ozaki accedió a trabajar como consultor en Tokio en el Departamento de Investigación de los Ferrocarriles del Sur de Manchuria. La compañía era en parte propiedad del gobierno y cooperaba estrechamente con el Ejército de Kwantung. Si iba a darse una guerra entre Rusia y Japón, el Ejército tendría que utilizar las lineas de la empresa para trasladar sus efectivos. Y Ozaki lo sabía.

Tendría sus consecuencias. La Marina advirtió que un estudio secreto facilitado al Departamento de Investigación de los Ferrocarriles del Sur de Manchuria había sido filtrado, y pidió un escrutinio de las oficinas a la Tokko (policía del Ministerio del Interior nipón). Por entonces ésta ya había recibido notificación del Ministerio de Comunicaciones de que estaban teniendo lugar transmisiones nocturnas ilegales desde el área de Tokio. La policía estaba muy lejos de imaginar que sucedía, pero la persecución acababa de comenzar.

Por lo que respecta a Nomon-Han, los japoneses averiguaron pronto la capacidad de respuesta soviética. Los rusos expulsaron a los invasores en quince días. La reacción lógica japonesa hubiera sido declarar la guerra, pero en ese mismo momento era traicionada por su aliado: Alemania firmaba con la URSS el pacto Germano-Soviético, y en a finales de septiembre se repartían Polonia. Japón estaba tan perplejo por la firma de este tratado como lo estaban los comunistas del mundo entero. Los rusos y los japoneses negociaron un armisticio y las fronteras recuperaron su estado previo.

La red de Sorge contribuyó a la victoria soviética de varios modos. Ozaki obtuvo información precisa desde su puesto en los Ferrocarriles del Sur de Manchuria sobre el volumen del Ejército de Kwantung y sus refuerzos. Vukelic visitó el campo de batalla en julio como enviado de Havas. Descubrió que los comandantes japoneses tenían ordenes muy precisas que en absoluto respondían a un ataque a gran escala. A través de sus contactos militares, Miyagi obtuvo todo tipo de detalles sobre el movimiento de tropas y el número de aviones y tanques concentrados. Sorge contribuyó con su propio análisis. Supo por los agregados militares alemanes, que habían mantenido conversaciones con el cuartel general imperial, que Nomon – Han no era el primer paso de una invasión planeada, e informó de todo ello a Moscú.

Las fuerzas soviéticas utilizaron sin duda la información técnica de Sorge, pero el incidente de Nomon – Han fue una de las pocas ocasiones en las que el Kremlin se mostró escéptico con la visión aportada por Sorge. Albergaba la sospecha de que Japón planeaba un ataque contra la URSS. Los análisis de Sorge, sin embargo se mostraron ciertos.

En 1940 la Tokko empezaba a pensar en la posibilidad de que las filtraciones de información de agencias gubernamentales respondieran en realidad a un caso de espionaje, pero no creyó seriamente que una red estuviera operando ante sus narices. Incluyó en sus investigaciones a Ozaki. Su posición como investigador en los Ferrocarriles del Sur de Manchuria y su claro talante liberal despertaron suspicacias. La Kempei (policía nipona del Ministerio de Guerra) también le investigaba. Quería barrerlo de la política.

Al mismo tiempo, Sorge ignoraba que estaba bajo sospecha en Alemania. Probablemente, para dar fe de su supuesta militancial , enviaba informes sobre Asia oriental al departamento de prensa del partido nazi en Berlín. Su información era bien valorada, pero, contra sus precauciones, Walter Schellenberg, jefe de inteligencia exterior de las SS, investigó sobre él en los archivos de la GESTAPO. Lo que encontró allí no mostraba la pertenencia de Sorge al Partido Comunista alemán, pero levantó serias dudas sobre su lealtad. Se convino mantenerlo en vigilancia y se escogió para ello a Joseph Meisinger, un coronel de la GESTAPO que acababa de ser asignado a la embajada alemana en Tokio.

Por alguna razón, Meisinger compartió con oficiales de la Kempei que Sorge era vigilado. Schellenberg se puso furioso. Los informes facilitados por Sorge a Berlín seguían confirmándose y crecían en importancia. Sin embargo, Meisinger había actuado con torpeza y había atraído la atención de la policía japonesa sobre Sorge de manera gratuita.

En la primavera de 1941, un fiscal del Ministerio de Justicia se enteró de que la Kempei vigilaba a Sorge y lo comunicó a la Tokko. Ésta inició una investigación sobre él. Por entonces, dadas las filtraciones en los Ferrocarriles del Sur de Manchuria, la Tokko sospechaba que Ozaki podía estar siendo utilizado inadvertidamente como fuente por algún espía, e intentaron situar un confidente en la oficina de Ozaki: Ito Ritsu-

Los cometidos de mayor envergadura para la red tuvieron lugar en vísperas de la guerra del Pacífico. La amenaza de un ataque coordinado germano-japonés a la URSS existían desde el Pacto antiKomintern. Stalin lo había postergado con el acuerdo germano – soviético. Lo incomprensible fue que Hitler no comunicó al ministro de Asuntos Exteriores japonés, de viaje por Europa en marzo de 1941, sus planes de invasión de Rusia. Así pues, el ministro viajó a Moscú, donde negoció un tratado de neutralidad con su presunto aliado mutuo.

Sorge, mientras tanto, recogía detalles sobre el futuro ataque alemán a Rusia en la embajada alemana. En abril ya sabía que los preparativos habían sido completados y redacto el informe para su envío. Clausen en esta época ya empezaba a sentirse intimidado por el posible descubrimiento de las transmisiones, y no se sabe que parte de la información de la red alcanzó realmente su destino. Sin embargo, Sorge presenciaba algunos de los comunicados, y es probable que este informe, de particular importancia, llegara con éxito a Moscú.

Tras la declaración de guerra del 22 de junio de 1941 por parte de los alemanes a Rusia, la red se centró en la siguiente cuestión decisiva: ¿se uniría Japón a Hitler contra Stalin o seguiría con sus planes en el Pacífico? Las opiniones estaban divididas. El propio estamento militar lo estaba. La mayoría de los oficiales querían atacar Rusia, pero el Ejército de Kwantung no confiaba en la situación económica de Japón para sustentar una guerra de este calibre. La guerra con China continuaba y pesaba el embargo de petroleo y hierro aplicado por los estadounidenses. Era necesario obtener recursos cuanto antes, y Siberia no ofrecía nada en comparación con el Sudeste Asiático. Prevaleció la posición sostenida por la administración de Konoye: Japón avanzaría hacia el Sur. La decisión se tomó en una conferencia en julio en presencia del Emperador.

Ozaki no pudo conocer los detalles de la conferencia hasta agosto. Proporciono de inmediato la información a Sorge, que había llegado a  la misma conclusión a través de las pistas obtenidas en la embajada alemana. Ott había intentado frenéticamente convencer al ministro de Asuntos Exteriores japonés de la necesidad de su apoyo en esa guerra, pero no obtuvo éxito.

La URSS No aceptaba la veracidad del los informes de Sorge a la vista de las grandes movilizaciones de tropas japonesas que habían tenido lugar durante ese periodo en Manchuria. Sorge tuvo que buscar otro método para ratificarlo. En septiembre Ozaki viajo a Dairen (China) con otros miembros del Departamento de Investigación para asistir  a una conferencia de la compañía. Para asegurarse de que la decisión de avanzar hacia el sur no era únicamente de Tokio y de que el Ejército de Kwantung no tenía ideas propias, Ozaki realizó algunos viajes por Manchuria antes de volver a Japón. Además, en Dairen se enteró del delicado estado de las negociaciones entre Japón y EEUU. Pese a los esfuerzos de Konoye para evitar un enfrentamientos, el presidente Roosevelt no quiso considerar ninguna de sus ofertas.

Moscú pudo confirmar lo notificado por Sorge el 18 de octubre, cuando un militar, el general Tojo reemplazó a Konoye como primer ministro. Irónicamente, ocurrió el mismo día que Sorge fue arrestado. Tojo sería el artífice dos meses después, del ataque japonés a Pearl Harbour, en el Pacífico, entrando EEUU en la guerra. Con Rusia libre para luchar sin molestias en un solo frente, el trabajo de la red había terminado. Sorge esperaba iniciar el exilio de todos sus componentes, y esbozó un mensaje para solicitar permiso a Moscú, no llegó a enviarlo. La policía japonesa interrumpiría sus planes.

Según un documento estadounidense de 1946 incluido un informe del MI5 (Servicio de Seguridad Británico) y hecho público en 2001, la policía japonesa había identificado a la red de Sorge y la dejó actuar para descifrar sus códigos. El Ministerio de Justicia se apresuró a establecer su jurisdicción sobre el proceso. Tenía sus razones. La Kempei oyó rumores de que la red estaba vinculada a la Sección IV, y si los prisioneros eran criminales militares debía adjudicárseles el caso. El Ministerio describió al grupo como una unidad de espionaje del KOMINTERN por que Japón y la URSS estaban en términos de paz. Manteniendo la ficción del estatus internacional del KOMINTERN, el gobierno evitaba el enfrentamiento con la URSS.

Sorge y Ozuki fueron sentenciados a muerte y ejecutados el 7 de noviembre de 1944. Otra ironía: el día del aniversario de la Revolución Bolchivique. El resto de los miembros obtuvo distintas penas de cárcel. Si los procesos se hubieran prolongado hasta la derrota de Japón en agosto del año siguiente, Ozaki y Sorge habrían sobrevivido. No tuvieron esa suerte.

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28-03-2006

En Enero de 1945 las agencias periodísticas acreditadas en Moscú irradiaron una insólita noticia: el gobierno soviético había condecorado a varios agentes secretos –espías- por su destacada actuación durante la última guerra mundial. Eran ellos, Richard Sorge, jefe de una vasta red de espionaje que operara en el Japón, y algunos de sus colaboradores inmediatos: Max Klausen y su esposa Anna, y Branko Vukolich, el cual como el primero recibieron las condecoraciones a título póstumo.

Todas estas personas recibieron las condecoraciones de la “Orden de la Bandera Roja” y la “Orden de la Estrella Roja” mediante un decreto firmado por Anastas Mikoyan, haciendo la salvedad de que la actuación de los mismos había ahorrado millares de vidas y dinero a la causa comunista.

Poco después, una nueva circunstancia se unía a esas condecoraciones para revelar la importancia de la actuación la “red Sorge”: a mediados del año 1965 el Ministerio de Comunicaciones de la URSS editó un sello postal con la efigie de Richard Sorge, como un reconocimiento más de la extraordinaria labor de espionaje cumplida por este agente comunista.

Como lo reconociera el ex Comandante en Jefe Aliado en el Pacífico, General Douglas Mac Arthur, el caso Sorge constituye una de las páginas más conspicuas del espionaje internacional, tanto por sus resultados como por las enseñanzas que ha dejado.

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03-04-2006

Los cometidos de mayor envergadura para la red tuvieron lugar en vísperas de la guerra del Pacífico. La amenaza de un ataque coordinado germano-japonés a la URSS existían desde el Pacto antiKomintern. Stalin lo había postergado con el acuerdo germano – soviético.Lo incomprensible fue que Hitler no comunicó al ministro de Asuntos Exteriores japonés, de viaje por Europa en marzo de 1941, sus planes de invasión de Rusia. Así pues, el ministro viajó a Moscú, donde negoció un tratado de neutralidad con su presunto aliado mutuo.

Que detallazo, eso fue lo que salvo a Rusia, más que Sorge...  :-\

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03-04-2006

Graf, sinceramente no creo que los japoneses se hubieran hecho un favor atacando a la URSS por el este, a Hitler le interesaba más mantener a los japoneses batallando al 100 % contra los estadounidenses y los británicos, para conseguir de esta manera disminuir el impacto de la industria estadounidense en la guerra europea (ya sabemos que no se consiguió mucho).

Los japoneses no estaban preparados para sostener una guerra con la URSS, no tenían ni medios, ni efectivos, ni objetivos realmente jugosos en la insulsa Siberia oriental... la guerra en el Pacífico, lógicamente tenía preferencia... pero realmente, muchos oficiales japoneses querían la guerra con la URSS.

Nonsei

19-07-2006

Por lo que parece por su reacción y sus comentarios después de Pearl Harbor, Hitler estaba contento de que Japón entrase en guerra con los Estados Unidos. Lo vio como la oportunidad para declararla él, y comenzar una guerra sin restricciones en el Atlántico, atacando a las fuentes de suministros británicas, y esperando que el peso militar estadounidense en Europa no se dejase notar, mientras tuviesen que luchar contra los japoneses en el Pacífico. En cambio nunca demostró demasiado interés en que Japón atacase a la URSS. El Pacto Tripartito excluía expresamente a la URSS, aunque fue porque cuando se firmó era Alemania la que tenía un tratado de amistad con ella (el pacto Molotov-Ribentropp). No es incomprensible que Hitler no informase a los japoneses de su intención de atacar a la Unión Soviética, más bien lo extraño sería que lo hubiese hecho, sabiendo cómo actuaba, que ni siquiera coordinaba sus acciones con su aliado más directo (Mussolini).

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19-07-2006

No es incomprensible que Hitler no informase a los japoneses de su intención de atacar a la Unión Soviética, más bien lo extraño sería que lo hubiese hecho, sabiendo cómo actuaba, que ni siquiera coordinaba sus acciones con su aliado más directo (Mussolini).

Sí claro, es comprensible, este fue uno de los mayores errores de toda la guerra, esa falta de cordinación, no se si de lo contrario la cosa hubiera podido ser diferente, el caso es que Mussolini hizo otro tanto con la invasión de Grecia... recordemos cuando Hitler y Goering se fueron a reunir con Mussolini a Venecia, y este le dijo al dictador austriaco: "Führer, mis tropas están en camino, la victoria es cuestión de días".

El susto que se llevó el pobre Goring y la reacción de Hitler que tuvo que tragar saliva es todo un cuadro.

Nonsei

19-07-2006

Mussolini le estaba devolviendo lo de Rumanía, la subida al poder de Antonescu y el envío de tropas alemanas sin consultarle. Cuando ciba a comenzar la invasión dijo algo así como "Ahora será él quien tenga que enfrentarse a los hechos consumados".

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10-09-2006

Richard Sorge desarrolló sus simpatías por el marxismo, como tantos otros jóvenes alemanes, tras la I Guerra Mundial. .. hoy se sabe que el KOMINTERN era ya por entonces un apéndice de la política exterior rusa,  pero los antifascistas y antiimperialistas del mundo continuaban depositando en la Internacional Comunista una gran fe. El Ministerio describió al grupo como una unidad de espionaje del KOMINTERN por que Japón y la URSS estaban en términos de paz. Manteniendo la ficción del estatus internacional del KOMINTERN, el gobierno evitaba el enfrentamiento con la URSS. Sorge y Ozuki fueron sentenciados a muerte y ejecutados el 7 de noviembre de 1944. Otra ironía: el día del aniversario de la Revolución Bolchivique... Si los procesos se hubieran prolongado hasta la derrota de Japón en agosto del año siguiente, Ozaki y Sorge habrían sobrevivido. No tuvieron esa suerte.

Uf! ¡Que fin más miserable y lastimoso! Viendo el impresionante y riesgoso trabajo de R. Sorge (que al cabo le costó la vida) en favor de la potencia enemiga a muerte de su propia patria, por la "fe" en una causa que ha resultado deshechada al basurero de la historia, y que ningun biien (y sí mucho mal) ha aportado a su pueblo carnal, como tampoco a su ídolo ruso, ni al resto de la humanidad, uno no puede menos que torcer el gesto con una sensación de asco: ¡que vergüenza! Pero así han sido muchos alemanes, particularmente comunistas: tinieblas para su casa y candil para la vía púiblica. Para su propio pueblo nunca hay nada. Pero para el pueblo vecino, incluso enemigo, se desviven hasta la muerte. Se parecen a nosotras las mujeres, que cuando nos enamoramos, aunque sea de un perico, damos la vida y talento por él. ¡Que vergüenza!

Baaaaah!

Y luego, su amado ídolo ruso (típico de ellos) lo deja en la estacada cuando Japón está a punto de rendirse, y regala su cabeza al Mikado con la mejor frase castiza del Alcalde de Salamea: "Del traidor no ha menester, siendo la traición pasada".

El caso de R. Sorge, como el caso de los Rosenberg en USA años después, muestra el amargo fin de todos los que, con torpe ingenuidad, pagaron con sus vidas las caprichosas truculencias polìticas de Moscú.

Por lo demás: magnífico trabajo de Karl. Felicitaciones. Pero estoy de acuerdo con Graf acerca del "pequeño detalle" de la "omisión" de Hitler.

Nonsei

13-09-2006

No tiene que ver con la ideología. En otras épocas distintas del estalinismo los soviéticos trataban muy bien a sus espías. Pero visto a través de la paranoia de Stalin el sólo hecho de que se movieran por el extranjero y tuvieran contactos internacionales del más alto nivel les hacía a todos sospechosos. Las purgas de los años treinta fueron especialmente duras en los servicios de inteligencia.

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