Los desastres italianos

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11-03-2006

Las entrevistas que se acababan de realizar en Hendaya y en Montoire, con Franco y Petain, persuadieron a Hitler de que mantendrían a raya al enemigo en el Oeste. El Duce temía que Alemania convirtiera a Francia en su aliada en el Oeste. Las perspectivas abiertas en Montoire eran muy interesantes para Hitler y esto es algo que Mussolini no desconocía. Así fue, como sin prevenir a su aliado, recién puesto al corriente de la actitud conciliadora de Hitler en octubre con respecto a Francia, decidió dar un gran golpe para demostrar al führer que precisaba contar con él.

Bajo el mando de Petain, Francia podía rehacerse con la rapidez del rayo. Parecían dispuestos a defender su imperio colonial a costa de todo, ya que este representaba su auténtica fuerza y garantizaba su futuro. Hitler veía eso lleno de ventajas y Mussolini sólo inconvenientes. Con él tenía que verse en Florencia, depués de conferenciar con Petain. Cuando regresaba de Montoire en su tren especial, Hitler se enteró que Mussolini había atacado Grecia desde Albania. Aquella noticia sobrecogió a Hitler. En seguida entenderán por qué. La infantería italiana daba un aspecto dantesco en sus desfiles: mal equipados, inexpertos y tenían mandos poco más que incompetentes. La aviación italiana, tras los éxitos de Etiopía, parecía más fuerte de lo que era en realidad. Sus carros de asalto eran de un blindaje penoso, pequeños y terriblemente mortales, una especie de lata de sardinas; y la artillería, qué podemos decir, no tenía un calibre que pudiera competir con lo necesario para las exigencias de una guerra moderna. La mayor parte del material artillero era el utilizado en la Gran Guerra.

Hitler se dio cuenta demasiado tarde del bluff italiano: el 26 de agosto, el hombre que ocupaba el poder en Italia desde el 1922, y se supone que su política de rearme funcionaba a pleno rendimiento, le pidió a Hitler 1.700.000 toneladas de armamento, municiones, ¡acero!... Debía ser inmediata la entrega. 17.500 trenes hubieran hecho falta para semejante empresa. Cuando el 10 de junio de 1940, Italia entró en guerra contra Francia y atacaron las escasas y desmoralizadas divisiones francesas que guarnecían la frontera alpina, más de 7.000 alpini cayeron en los Alpes y ante Menton. Y Mussolini pretendía llegar más allá de Niza y el Ródano. Pero le falló su Ejército. Claro, entonces debemos de comprender el horror que Hitler sintió cuando se enteró de la noticia. Imaginaba cómo podría comportarse semejante Ejército y en pleno invierno.

Hitler trató desesperadamente detener aquella locura de guerra italo – griega. Mussolini le dijo: “Estamos en marcha führer. Nuestras tropas han penetrado en Grecia a las seis esta misma mañana. La victoria es cuestión de días.” Göring, Keitel y Jodl, que estaban presentes, disimularon su pesimismo con la mejor de sus sonrisas. Debían ser corteses.

Un tercer frente acababa de abrirse contra la voluntad de Hitler cuando se preparaba para asaltar la URSS. Disponía en el Este de cinco meses para aplastar a los soviéticos: de mayo a septiembre. Después, la lluvia y luego, la nieve y el frío harían difícil movimientos decisivos y de gran envergadura. A Hitler le asaltó un pensamiento funesto. En efecto veremos que Mussolini, en cierta manera, con su inconsciente actuación salvó a la URSS de una derrota segura.

Los griegos se lanzaron furiosos a la defensa de su patria, tanto fue así que invadieron la misma Albania. Los albaneses, que combatían al lado de los italianos, desanimados, se revelaron. Hubo que reducir a más de 6.000 amotinados. Hitler no podía permanecer al margen deeste desastre, dado que para la futura invasión de la URSS no podía ver peligrar su flanco derecho, con un más que previsible derrumbamiento de los italianos. Como podemos ver, la situación era desesperada, por estos motivos, se vio obligado a emprender una guerra indeseada e imprevista con Yugoslavia y Grecia. El 20 de noviembre le envió la siguiente carta a Mussolini: “La situación entraña consecuencias psicológicas y militares de la más extrema gravedad. Las consecuencias militares son particularmente graves... Italia del sur... y toda Albania están al alcance de los bombarderos británicos, puesto que como yo temía, Inglaterra ha tomado Creta... esta situación constituye un grave peligro. En cuanto a las repercusiones económicas concernientes a los campos petrolíferos rumanos, son realmente abrumadoras... Estoy determinado, Duce, a reaccionar con las fuerzas decisivas... Quisiera disponer nuevamente de mis fuerzas alemanas durante la próxima primavera, lo más tarde el día 1 de mayo.” La situación empeoró. El 13 de diciembre de 1940 decidió emprender la operación Marita, por la que 24 divisiones alemanas atacarían Grecia y dos o tres divisiones que reforzarían a los italianos en Albania. El 6 de abril de 1941, el Reich entró en Grecia y Yugoslavia. El día 8 la Werhmacht había entrado en Salónica y separó con ello a griegos y yugoslavos. El 27 llegaron a Atenas y marcharon al Peloponeso. Pero hasta el 31 de mayo no fue posible tomar Creta, a costa de una terrible pérdida para Alemania, de la única división aerotransportada alemana, que podía haber proporcionado grandes alegrías al Reich en otros escenarios más propicios. Pero esto no es todo. Para el que conozca la guerra de la que hablamos, sabrá que los italianos también lanzaron un ataque contra Egipto desde Libia en septiembre de 1940. Querían tomar el país en pocos días, puesto que Hitler no había tenido la energía de tomar Gibraltar (lo que hubiera destrozado a los aliados en África del Norte, como afirma Eden en sus memorias), él conquistaría el canal de Suez.

Hitler ofreció el apoyo de las armas alemanas, presintiendo que esto no sería igual que en Etiopía. El Duce las rechazó. Tres meses después el Führer se estaría estirando de los pelos, Mussolini también debería haberlo hecho si no hubiera sido calvo. Lo más sorprendente es que los italianos contaban con un ejército de 215.000 hombres y los británicos eran unos 50.000 (de estos tenían que salir los que mantuvieran la seguridad interna del país y de las fronteras orientales); la diferencia de aviones era de 6 a 1 a favor de Italia, por tanto las posibilidades británicas parecían pocas. Ante la superioridad abrumadora, los ingleses se retiraron sin combatir a posiciones estratégicas y los italianos alcanzaron Sidi – Barrani, a poco menos de 100 kilómetros de sus bases de partida en Libia, donde se fortificaron inexplicablemente durante más de cinco meses. El 10 de diciembre, los italianos sufrieron una grave derrota en Sidi – Barrani, dejando tras de sí 20.000 prisioneros. El 4 de enero de 1941, los británicos se apoderaron de Bardia, en Libia, e hicieron 30.000 prisioneros más. Ingleses y australianos enviaron a los italianos hasta la región de la Tripolitania, a unos 500 kilómetros de la frontera egipcia, tomando más de 125.000 prisioneros y una gran cantidad de material, al precio de 476 muertos, 43 desaparecidos y 1.125 heridos. “Muchos oficiales italianos son indignos del uniforme que llevan”, dijo Mussolini a Ciano. De esta forma el histórico Afrika Korps, mandado por el general, futuro mariscal Rommel, llegó a Libia, o a lo que quedaba de ella para restablecer una situación muy comprometida. Allá fueron a parar el 10º Cuerpo de Ejército aéreo, más de 70.000 hombres, carros, camiones, cañones, material y suministros a través de un Mediterráneo dominado por la Royal Navy, a pesar del aspecto de la flota italiana: 35 cruceros, 59 destructores, 69 torpederos y 116 submarinos. Esta monstruosa armada hubiera podido neutralizar Malta fácilmente, donde las fuerzas aliadas eran particularmente débiles en el verano de 1940. Sin la posesión de Malta, los británicos hubieran tenido muchas más dificultades y los suministros que tanto llevaron de cabeza a Rommel hubieran llegado sin problemas. Pero la Regia Marina no tuvo suerte. En la batalla del cabo Matapan, el 28 de marzo de 1941, la escuadra italiana salió a ciegas a por un enemigo dotado de su aviación y un arma detectora desconocida, que no era otra cosa que el radar. Los italianos perdieron tres cruceros, dos torpederos y 2.400 hombres; los ingleses... un avión. A partir de aquel momento, Mussolini dejó su flota en los puertos y el Mare Nostrum fue el mar de los británicos.

En octubre de 1941, el 63 por 100 de los suministros aliados fueron hundidos y el 77 por 100 en noviembre. Las pérdidas totales que registraría Alemania en África serian de 186.000 hombres entre prisioneros, heridos y muertos, así como 250 carros.

A partir de Matapan, el soldado italiano fue objeto de burlas, incluso por parte de sus camaradas alemanes. Esto era injusto a todas luces. Fueron objeto de penosos incidentes cuando se encontraban bajo los mismos peligros y el mismo frente que los alemanes. Si se pretende exigir de una tropa el sacrificio supremo, hay que comenzar a tratarla con honor. En muchas ocasiones los italianos hicieron el papel de chivatos, a pesar de las muchas muestras de valor que dieron, tanto en África como en otros lugares.

Los generales italianos eran similares en ciertos aspectos a muchos a los que Hitler tenía que enfrentarse día tras día. Con sólo que diga que el general Badoglio dijo que los carros no podían emplearse en Libia, justamente el lugar ideal para el despliegue blindado. Y si no miren los éxitos de Rommel y Montgomery. Allá se dirimió una guerra relámpago que no ganó el Reich y su aliado por falta de suministros. En Tobruk, Rommel hizo 25.000 prisioneros, el día 21 de junio de 1942. Cuatro meses más tarde Montgomery ganaba la batalla de El Alamein haciendo 38.000 prisioneros. Y eso sólo fue el principio.

Los que afirman que los italianos pasaron la mayor parte del tiempo huyendo, mienten. De 1940 a 1943, en Libia, Egipto y Túnez murieron 22.569 italianos y 21.994 alemanes. El número de muertos británicos y de la Commentwelth fue de 35.476 y el de los americanos llegados mucho más tarde, de 16.500 aproximadamente.

Rommel y su Afrika Korps, así como las divisiones italianas, lucharon con un valor y una astucia que compensaron durante largo tiempo la inferioridad numérica, técnica y de recursos. Mussolini y los suyos nada o más bien poco sabían de la batalla que se libraba en el desierto. El mismo Rommel se preguntaba en sus anotaciones: “¿Cómo imagina el Duce que es una batalla semejante?... Falta grave es empeñarse en la posesión del terreno. Lo esencial es conservar la movilidad hasta el momento en que se encuentra la posición táctica más adecuada para librar la batalla... y ganarla.” Pero el Commando Supremo (Estado mayor de las Fuerzas Armadas italianas) le respondía, a pesar de las advertencias de los mariscales Rommel y Bástico que resistir de frente en la proporción de uno contra cinco era una locura: “¡El Ejército germanoitaliano aceptará la batalla y resistirá hasta el final!” Estas palabras datan del 19 de diciembre de 1942. Poco más tarde el mismo Hitler imitaría al Duce al ordenar a sus tropas ni un paso atrás en el Este.

Y sin embargo, a pesar de todos los innumerables errores y faltas, así como la falta de preparación logística, poco faltó para que alcanzaran el canal de Suez. Rommel quedó a sólo cuarenta kilómetros de Alejandría. Los ingleses quemaban los documentos confidenciales y evacuaban El Cairo y Alejandría esperando la llegada del primer Panzer en cualquier momento. En aquel momento Rommel paró, temeroso de que le faltara combustible; de haber seguido adelante hubiera podido reequipar su Afrika Korps y todo el Ejército italiano. Una vez más los servicios de inteligencia, esa “excelente organización” que “tantas alegrías” dio a Hitler se olvido de comentar que a unos veinte kilómetros de donde Rommel se encontraba, estaban los stocks del Ejército británico: gigantescos depósitos de combustible, alimentos, municiones... También se olvidó de recordar que poco hubiera hecho falta para provocar una insurrección en Egipto contra los británicos, que no eran muy queridos que digamos. Toda la fama de temerario que tenía Rommel le faltó para avanzar hacia delante. Guderian seguramente hubiera llegado a Alejandría.

El Estado Mayor de la Marina italiana y el mariscal Badoglio traicionaban a Mussolini tanto o más que Canaris y el resto de los conjurados a Hitler. Podían enviar si querían a África las 120.000 toneladas que el Eje necesitaba. Pero Italia no quería Egipto, sino Túnez. Darles Túnez hubiera supuesto la enemistad eterna de Francia. Igual que para Churchill perder El Cairo, significaba perder el poder, sobre todo después de los desastres de Hong – Kong y Singapur (73.500  prisioneros). El verdadero rival de Churchill era el partido Laborista. Roosevelt exigía que se declarara la independencia de la India y Churchill tuvo un “ataque de rabia”. El presidente estadounidense insistió. Quién sabe que hubiera pasado si Hitler hubiera pedido esto en 1942. Los australianos se echaban encima de Churchill que mientras los sacrificaba en Tobruk en julio de 1941. Por su culpa cayó el gobierno de Canberra. Tuvo que sustituir a los aussies por hindúes y polacos. El mundo se le venía encima. Una vez más, Adolf desaprovechó su oportunidad de asestar un golpe político brutal en Inglaterra. ¿Dónde estaba la diplomacia y el servicio de contraespionaje? ¿Dónde había quedado el istinto político de Hitler?

De haber llegado Rommel a El Cairo, Churchill habría caído por su propio peso, que no era poco. Pero la desgracia se alió a partir de aquel momento con Alemania. Tras Creta, Churchill le reconoció a Roosevelt que no tendrían más remedio que abandonar Egipto. Sin duda, de haber sido así, la guerra se hubiera escrito de otra manera.

Está claro que Egipto era sólo el principio, porqué con él venía añadido el premio de conseguir con poco esfuerzo todo Oriente Próximo, hasta el golfo Pérsico, con sus pozos petrolíferos inagotables, que hubieran provisto a Hitler del tan necesitado oro negro. Churchill es recordado por Eden en sus memorias de una manera poco señorial: “de un humor de perros” con unos increíbles ataques de cólera, “en pijama y con el puro en la boca, en la mano el wiskhy con soda y gritando a Nelly que le encontrara sus zapatillas”. De esto creo recordar que no dice nada Churchill en sus memorias. Temía más a los laboristas que a los nacionalsocialistas y sólo tenía una esperanza: los comunistas soviéticos, ¡la Europa libre le importaba un carajo! Tras la rendición de Tobruk se habló de una posible dimisión del gobierno británico en la prensa estadounidense. Pero fue salvado por las divergencias de los líderes de la oposición. Así fue como se le escapó a Hitler la victoria del desierto.

Una victoria sobre Egipto en el verano de 1942, hubiera resonado con fuerza en España, Francia y Turquía. Y por mucho que se quiera culpar a Hitler, no pudo ayudar a Rommel más de lo que lo intentó. En sus manos tuvo la posibilidad de atacar el 26 de mayo con 130.000 hombres y 500 carros. La suerte viene y se va, hay que aprovecharla, por que cuando se va no suele volver. En El Alamein, la proporción fue de 800 carros ingleses contra 91 alemanes. Y con respecto a los aviones 1.585 angloamericanos frente a 122 alemanes. ¿Hace falta añadir algo más? En el mar los británicos tenían una superioridad aplastante. Sus líneas de abastecimiento estaban en Alejandría, a 40 kilómetros, mientras que las alemanas estaban en Bengasi, a unos 840 kilómetros. También deben saber que Montgomery lanzó su ofensiva en ausencia de Rommel, que estaba convaleciente en Alemania. Contra lo que los médicos recomendaban, regresó inmediatamente a Egipto en avión. Pero cuando volvió, ya era muy tarde. Los ingleses habían penetrado por el norte. De ahí hasta el 25 de mayo de 1943 todo fueron retiradas, con algún último golpe del magnífico Rommel, como el del paso de Kasserina, en Tunez. Pero todo fueron pequeños espejismos de la grandeza de antaño. Perdieron el Mediterráneo dejando en el cabo de Bon aquel mismo día 248.000 hombres de la coalición germanoitaliana.

Nada de esto hubiera ocurrido si en el verano – otoño de 1940, Hitler hubiera firmado una paz honorable con Francia, evacuando el país, liberando los prisioneros y garantizando el territorio metropolitano y colonial francés. Debió de haber dejado que los franceses hicieran su propia revolución. Con Petain a la cabeza hubiera sido una realidad. De Francia podía surgir, sólo de Francia, aquel compromiso del que tanta necesidad tenía Hitler.

Hiwi

11-03-2006

Buff, Karl....me dejo la vista leyendo tus mensajes....no los hagas tan largos por favor, ni tan rematadamente buenos.... ;)

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11-03-2006

Mis más sinceras disculpas Hiwi, si, quizás con unos espacios ganarían mas. ;D

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11-03-2006

Algunas imágenes del Ejército italiano:

Caesar

12-03-2006

Para mi un ejercito inútil,lo siento pero es lo que creo,no deberían entrar en la guerra,este mussolini quería entrar en la epopeya de Roma y estaba muy muy lejos de conseguirla.

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12-03-2006

Quizás con un poco de coordinación y otros generales mandando el Regio Ejército... :-\

Caesar

12-03-2006

Tendría que purgarlos a todos como hizo Stalin,de las cenizas saldrá algo mejor seguro.

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12-03-2006

Y pensar que el pobre Rommel tuvo que lidiar con ellos noche y día durante dos años. Debes saber que Rommel siempre habló bien del soldado italiano, siempre y cuando supiera lo que tenía que hacer. ;)

Caesar

12-03-2006

jajaja yo me refería de sus mandos no de sus soldados. ;D ;) pero si pobre Rommel.

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12-03-2006

Ya te había entendido amigo. ja ja ja. que mente descabeyada va a pensar en cargarse a todo un Ejército. ;D ;D ;D

Caesar

12-03-2006

mmmmmmm :-X eso es verdad  ;)

Hiwi

12-03-2006

Armas obsoletas, mandos inutiles.......que más se puede pedir..... ;D

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12-03-2006

En verdad siento pena por los pobres italianos... por Dios... verdadera lástima. :-[

Hiwi

12-03-2006

En verdad el soldado italiano es valeroso,,,,,,por lo visto una de las unidades más efectivas eran los Bersaglieri...."creo que se escribe asi"

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12-03-2006

Efectivamente, los bersaglieri, como tu muy bien has escrito fueron un cuerpo muy competente. No podemos generalizar el juicio de mal Ejército a los soldados por el simple hecho de que los mandos fueran inútiles... ;)

Hagamos un poco de justicia a los italianos, por que siempre quedarán sus inolvidables hazañas con los torpedos humanos.

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