El SS Birmania

Molders

05-03-2006

Mientras se desarrollaban los combates en el norte de África, los convoyes italianos hacían lo posible por abastecer a las tropas ítalo-germanas, desembarcando hombres, armas, alimentos y medicinas. El 75% de los barcos no llegaban a puerto porque de manera sistemática la flota británica diezmaba los convoyes. En mayo de 1941, una nueva tragedia estaba por ocurrir en el puerto africano, pero esta vez no eran los británicos quienes causaron la tragedia.

Formando parte del último convoy llegado de Italia, en el puerto de Trípoli se encontraba atracado el gran buque italiano de 10.000 toneladas, Birmania con una carga de municiones. Esa mañana se llevaban a efecto los trabajos de descarga, con plena normalidad. De pronto una enorme explosión sacudió el muelle, seguida por otra explosión.

El Birmania había volado y junto a él, el Cittá di Bari, un crucero cargado con gasolina. Cuando estalló el Birmania» se encontraban en el barco y en el muelle muchos trabajadores árabes, pero también muchos soldados alemanes e italianos. Se contaron veintiocho muertos y treinta y ocho heridos por parte de los alemanes. Los italianos tuvieron que lamentar cuarenta y dos muertos y cincuenta heridos. Entre los árabes auxiliares y peones hubo que lamentar también ciento cincuenta muertos y muchos heridos.

Sobre el muelle, que parecía haber sufrido un bombardeo se encontraba el castillo de popa del Birmania, que voló por los aires debido a la fuerte explosión. El capitán Hailer, al mando de la descarga, escapó con vida de manera milagrosa. Se precipitó a tierra dando contra el suelo del muelle, salvándose gracias a un fragmento de popa que le cayó encima y que lo protegió de los miles de fragmentos de metal que llovieron sobre el muelle. Tres ayudantes que se encontraban a su lado resultaron muertos.

Inmediatamente se investigó las causas de la explosión que causó la tragedia. Normalmente la capacidad de carga en los buques italianos se dividía en partes iguales para abastecer a las tropas italianas y del Afrika Korps. Por parte alemana del cargamento del Birmania se componía de pequeñas bombas de aviación de diez kilos atadas en manojos de diez piezas que formaban una mina de racimo protegidas en hojalata con su percutor extra sensible encima asegurado con un perno. La vibración del buque había aflojado los clavos de seguridad que mantenía las bombas inmóviles en su caja y estas comenzaron a rodar de un lado a otro, aflojando el seguro del percutor que se mantuvo activado, hasta que un movimiento de la caja lo hizo estallar.

Estas pequeñas bombas iban a utilizarse por primera vez en África. A su fabricación se dedicó todo el cuidado posible, pero se había descuidado encontrar las cajas adecuadas para su transporte. Las cajas en las que se transportaban dejaban las bombas demasiadas sueltas, permitiendo el movimiento en vaivén.

Así fue cómo los percutores, que sólo estaban asegurados con un simple perno, se activaron. Bastaba la menor sacudida para que las bombas estallaran. El cargamento del Birmania se completaba con bombas de aviación de 50 a 250 kilogramos. Nadie supo reconstruir exactamente el proceso de lo ocurrido; pero, al parecer, una caja de bombas pequeñas, con los percutores muy sensibilizados por el viaje, explotó cuando era descargada y provocó la catástrofe. El capitán Otto, mano derecha de Rommel en cuestiones de aprovisionamiento, y futuro jefe de intendencia, había bajado de a bordo unos minutos antes de la explosión.

Otto y el hombre responsable del transporte, capitán de corbeta Meixner, estaban ocupados todavía en el esclarecimiento de la terrible catástrofe, cuando llegó otra mala noticia: dos buques italianos con la misma peligrosa carga estaban llegando a Trípoli.

Meixner los dirigió hasta el fondeadero. En el Alto Mando en Berlín había gran consternación por lo ocurrido en el Birmania. Hermann Goering, sugirió hacer estallar la carga en alta mar. Pero el Afrika Korps, no podía darse ese lujo teniendo en cuenta el grave desabastecimiento que sufrían.

Meixner se encontraba ante un dilema, pero no era hombre que se empeñara en hacer cumplir las órdenes a toda costa. En la Primera Guerra Mundial había hundido un destructor italiano de un encontronazo. Cinco veces había escapado de campos de concentración italianos, y cinco veces lo habían vuelto a detener. Entre las dos guerras, Meixner había estudiado Derecho. En 1940 fue llamado de nuevo a combatir con el grado de capitán y por su experiencia fue nombrado instructor de la Operación León Marino. Después llegó a Trípoli. Era algo más, que uno de los más cercanos colaboradores de Rommel. Era un amigo Zorro del Desierto; amistad se había iniciado con una disputa en la que Meixner manifestó que respetaba la capacidad de Rommel en acciones de tierra, pero que debía rogarle no se mezclara en cuestiones marinas, ya que de ellas no entendía nada.

Meixner tenía que encontrar ahora una solución entre la orden de Goering y la necesidad de descargar el buque, pero si el buque explotaba, no podía escapar a un consejo de guerra. Meixner hizo llamar al capitán Menes del vapor alemán Reinenun, hombre a quien conocía como experimentado y que no temía enfrentarse al peligro.

Menes aceptó el reto y el ayudante de Meixner, teniente Krüger, hizo lo mismo. Buscaron cada uno diez artilleros voluntarios alemanes y especialista en bombas. Las tripulaciones italianas abandonaron los buques. Como en el Birmania, las cajas con las bombas se hallaban sobre el cargamento de bombas pesadas de aviación. Con mucha precaución fueron alzadas caja por caja, revisando cuidadosamente el percutor. Aquellas que tuvieran el perno del percutor suelto debían cortarles el alambre, y desenroscar la espoleta. La operación de desactivación debía ser observada con sumo cuidado por Meixner, Krüger y Menes, pues los artilleros debían regresar a sus bases para continuar la preparación de la ofensiva.

El primer día descubrieron seis bombas con las espoletas sensibles. El segundo día, nueve. El tercero, cuatro. Necesitaron cinco días para la descarga. Encontraron veintidós bombas sensibilizadas por la defectuosa construcción de las cajas de embalaje.

Dieciséis veces, después de la marcha de los especialistas, Reinen y Krüger se sentaron en una caja y jugaron con la muerte. Cada una de las veces, mandaban desembarcar a sus hombres y realizaban la operación que tomaba unos cinco minutos por caja, pero se salvaron la carga y los barcos. Por ese hecho tan heroico, el capitán Reinen, de la marina mercante, recibió la Cruz de Honor en Oro de Primera Clase, siendo el primer civil a quien se le concedió. También le fue concedida al teniente Krüger.

www.exordio.com


Topp

06-03-2006

Buen relato, Molders. Ameno como siempre.

Saludos.

Haz login o regístrate para participar