Africa sin Rommel

Bruno

08-06-2006

AFRICA SIN ROMMEL

El título anterior hace referencia a un proyecto largamente meditado,  emprendido de manera conjunta por nuestro querido camarada Lenz Guderian y mi persona.   Mucha de la información contenida en esta sección del foro, ha sido extractada y condensada del libro "Tobruk" de James Stock.

¿Cuales son los hechos que se abordarán?

  1. Antecedentes sobre la presencia italiana en el norte de Africa

  2. Ofensiva italiana hacia Sidi Barrani

  3. Contraofensiva  Británica - Operación Compás

  4. Desastre italiano en Beda Fomm

Es decir todo el periodo de guerra en Africa del Norte anterior a la intervención alemana, antes del Afrika Korps,  antes de Rommel.

Bruno

08-06-2006

ANTECEDENTES SOBRE LA PRESENCIA ITALIANA EN EL NORTE DE AFRICA

El interés colonial de Italia por el Norte de  Africa comenzó en 1912, cuando, al final de la guerra italo-turca, le fueron cedidas la Tripolitania y la Cirenaica.

En esta última, los italianos optaron por ocupar sólo las ciudades de Bengasi, Dema y Tobruk, dejando el desierto abierto y los oasis para los indígenas senusitas. La división del país fue regularizada por una tregua en 1917, en la que, con intervención de Gran Bretaña, se entregó todo el país a los senusitas, con excepción de las ciudades mantenidas por los italianos. Por el tratado de Ar-Rajma, de 1920, los italianos, habiendo concedido al dirigente senusi Mohamed Idris el título de «emir» o «príncipe», juntamente con un subsidio financiero, obtuvieron el reconocimiento del control de Italia sobre la zona costera, habitada principalmente por árabes sedentarios, en tanto que ellos reconocían al emir la administración autónoma de los oasis y de los pueblos beduinos nómadas.

Italianos celebrando el fin de la Guerra Italo-Turca y las nuevas concesiones

territoriales logradas en Africa

Con la subida al poder de los fascistas, el tratado fue revocado y las relaciones entre los italianos y los senusitas, nunca muy serenas, se deterioraron hasta el punto de que los segundos iniciaron una guerra de guerrillas. Como consecuencia de las represalias italianas, la población beduina, en parte diezmada y en parte forzada a la emigración, se vio considerablemente reducida. Los italianos, con el gobierno de Mussolini, soñaron con crear un nuevo Imperio Romano, trataron de reducir dentro de los límites del mismo a los pueblos africanos y los gobernaron sin consideración a los derechos que tuvieran.

En Cirenaica, las tierras de los beduinos y las fincas de los senusitas que los italianos necesitaron para concluir con éxito la colonización del Yebel Akhdar fueron expropiadas tras un procedimiento sumario y sólo se ofrecieron compensaciones en los casos en que el antiguo propietario acreditaba su absoluta falta de intención de rebelarse. En 1940, unos 50.000 campesinos italianos se habían trasladado al país y plantaban cereales, viñas y árboles frutales, en un esfuerzo de crear una nueva provincia en la zona septentrional.

En los años treinta, con las naciones de Europa inexorablemente abocadas a una nueva guerra, Mussolini, confiando en escarnecer el poder de Inglaterra y Francia (que no habían hecho nada para impedir su despiadada anexión de Etiopía en 1935) había estrechado sus lazos con Hitler, formando con él la alianza del Eje. La Liga de Naciones había reaccionado contra la agresión a Etiopía, imponiendo a Italia unas sanciones económicas que apenas merecen este nombre y que sirvieron sólo para animar la marcha conjunta de los regímenes fascista y nazi.

El éxito de las armas italianas en Etiopía y el consiguiente apoyo y adulación del pueblo italiano tuvieron el desafortunado efecto de animar a Mussolini a creer que Italia era entonces una gran potencia militar, capaz de ganar en breve plazo cualquier guerra que emprendiese. Esta euforia militar, acompañada por su creencia en el declive británico, le convencieron de que Italia sería capaz de expandir su imperio en el Mediterráneo a expensas de Gran Bretaña.

Ciertamente, los hechos de los años anteriores a la guerra no hacen sino apoyar esta convicción. He aquí algunos: la pusilánime actitud de la Liga de Naciones ante las ambiciones territoriales de Hitler, iniciadas con la reocupación de la zona desmilitarizada de Renania; la política de no intervención adoptada por las potencias occidentales en la Guerra Civil Española, y, ya en marzo de 1938, la anexión de Austria por Alemania, seguida inmediatamente, en septiembre del mismo año, por la reunión de Munich, en la que Mussolini pudo advertir de primera mano la actitud de apaciguamiento del primer ministro británico. Con todo, a pesar de la abundancia de hechos confirmatorios, a pesar incluso de la naturaleza belicosa de sus discursos, pronunciados a voz en grito y entretejidos con dramáticos y agresivos gestos, Mussolini no alzó inmediatamente sus armas cuando su compañero del Eje invadió Polonia. Esperó más de nueve meses, hasta que Francia y los Países Bajos quedaron reducidos a la impotencia por la velocidad y la potencia de la Guerra Relámpago, y para declarar la guerra a Inglaterra y Francia. Acontecía esto en junio de 1940, cuando Francia se aprestaba ya a pedir la paz.

Con la firma del armisticio con Francia, los italianos no tenían ya nada que temer de las tropas coloniales francesas del Norte de Africa en la frontera Oeste de Tripolitania y quedaban libres para concentrar sus energías contra el adversario inglés.

Bruno

08-06-2006

ITALIA SE LANZA AL ATAQUE: AVANCE HASTA SIDI BARRANI

El norte de Africa.  El escenario de la guerra del desierto

El mariscal Graziani tenía considerables fuerzas a su disposición. En Cirenaica y Tripolitania había casi 250.000 combatientes italianos, organizados en dos ejércitos: el Décimo, acuartelado en Cirenaica, con dos cuerpos de ejército, uno regular y otro de camisas negras, cada uno constituido por dos divisiones y dos divisiones libias, y el Quinto, destacado en Tripolitania.

El conjunto de estas gigantescas fuerzas estaba bajo el mando del Cuartel General Supremo del Norte de Africa de Graziani. Eliminada la posibilidad de un ataque francés, el mariscal tenía disponible la masa de sus fuerzas de Tripolitania para reforzar el Quinto Ejército donde surgiese la necesidad, aunque el Décimo por sí solo sobrepasaba ya a las fuerzas inglesas que hacían frente a las italianas.

Mariscal italiano Graziani

A mediados de septiembre, Graziani comenzó a avanzar con precaución, a pesar de su abrumadora superioridad numérica. Era una sumisa obertura para la grandilocuente concepción estratégica del Duce acerca del Oriente Medio: una concepción destinada a ensanchar las fronteras del Imperio Africano de Italia, anexionarse nuevos territorios y obligar a Hitler a reconocerlo como un compañero de igual valor en la alianza del Eje. Sus hombres, hostigados por el hábil combate en retirada de las tropas británicas, apoyadas por los campos de minas y por continuos bombardeos de la RAF y de la artillería, tardaron cuatro días en llegar a Sidi Barrani, situada a unos cien kilómetros de las bases de partida.

Victoria Italiana en Sidi Barrani - El premio de los vencedores la bandera de los vencidos

El laborioso avance fue saludado como una gran victoria por Radio Roma y Mussolini comenzó a impartir órdenes para continuar el ataque hacia el Este. Pero Graziani no deseaba ser apremiado. Mientras su ejército se detenía para fortalecer sus líneas de comunicación contra la amenaza de una acción británica, cavando y construyendo posiciones defensivas, el mariscal hacía frente a los aguijonazos de Roma con una continua queja sobre la pobre calidad de su equipo, sus medios blindados y su artillería. El carácter tenaz de la resistencia inglesa había enervado a los italianos.

La Ofensiva italiana - Carga de la Infanteria

Aunque sus tropas no tenían que atacar posiciones previamente preparadas durante el avance, Graziani no había esperado los continuos hostigamientos a que eran sometidas sus columnas. Por todos lados se había hecho oposición a su avance; incluso de noche habían sido bombardeadas con gran precisión, debido al hábito italiano de iluminar el desierto con proyectores alrededor de sus posiciones.

El pusilánime Graziani y su ejército no mostraron gran inclinación a continuar su avance y parecieron contentarse con ocupar posiciones defensivas alrededor de Sidi Barrani. Y así, pasando el tiempo, la guerra se detuvo y se les escapó la iniciativa a los italianos. Los soldados hicieron pocas tentativas para adaptarse a la dura vida del desierto y permanecieron extraños en aquel inflexible e inhóspito lugar.

Bruno

08-06-2006

**REACCION  BRITANICA

PREPARATIVOS**

La actitud de los británicos estaba, por el contrario, en marcado contraste con la de los dubitativos constructores del imperio de Mussolini. El general sir Archibald Wavell había sido designado comandante en jefe el 2 de agosto de 1939, con las fuerzas de tierra de Sudán, Egipto, Palestina, Transjordania y Chipre bajo su mando. Al romperse las hostilidades se habían ampliado sus responsabilidades, incluyendo bajo sus órdenes la Somalia inglesa, Adén, Irak y las costas del golfo Pérsico. Mientras los italianos permanecieron junto a la frontera, contemplando los progresos de sus aliados alemanes, Wavell hizo todo lo que pudo, dentro de las severas restricciones impuestas por el Gobierno británico, para afrontar el inevitable combate en el Oriente Medio. Pero estas restricciones serían pronto retiradas cuando Winston Churchill fue designado jefe del gobierno de coalición, con el declarado propósito de proseguir la guerra, sin reparar en el coste, hasta obtener la victoria. Esta nueva y agresiva política coincidía de manera absoluta con la concepción de Wavell.

Justamente tres días antes de que Italia declarase la guerra a Gran Bretaña y Francia, el general Richard O'Connor tomó el mando de la Fuerza del Desierto Oriental, con cuartel general en Marsa Matruk y la tarea de proteger Egipto de una invasión italiana. Disponía para ello de la 7ma División Acorazada menos una brigada, dos regimientos de la Artillería Real Hipomóvil y dos batallones motorizados. Pero desde el mismo comienzo O'Connor adoptó una activa y agresiva política, que rápidamente comenzó a crear una tradición de moral en la Fuerza del Desierto Oriental.

Generales Ingleses: Richard O'connor y Sir Archibald Wavell

El número total de hombres que Wavell tenía disponibles en Egipto, a la ruptura de las hostilidades, era de 36.000 repartidos entre la 7ma División Acorazada, mandada por el general O'Moore Creagh; la 4ta División india, bajo el mando del general Noel Beresfotd-Peirse; la División neozelandesa, a las órdenes del general Bernard Freyburg; catorce batallones de infanteria británicos y dos regimientos de artillería. Sin excepción, estas divisiones estaban bajas de fuerza y calamitosamente carentes de equipo, blindados y medios de transporte motorizado. Para paliar estas deficiencias hasta un cierto grado, Wavell había insistido, durante el período anterior al gobierno Churchill, en que sus tropas alcanzasen un alto grado de entrenamiento, y sus deseos habían sido cumplidos muy eficientemente.

Así estaban las cosas cuando, en agosto de 1940, Wavell viajó a Londres y, tras consultar con Churchill y con el jefe del Estado Mayor Imperial, general sir John Dill, pudo volver al Oriente Medio esperanzado por la noticia de que recibiría refuerzos de carros, artillería, armas automáticas y munición. Por entonces Inglaterra estaba sometida a pesados ataques aéreos y la amenaza de una invasión era muy real. Gran parte del equipo que las fuerzas habían llevado a Francia habían quedado al otro lado del canal tras la evacuación del continente y ahora el ejército alemán estaba concentrando medios de transporte en los puertos del canal con la clara intención de atacar las Islas Británicas. En estas circunstancias, la decisión de reforzar el ejército del Nilo era valiente y de largo alcance.

Animado por el apoyo de Churchill y por la resistencia de Graziani a dejar sus posiciones alrededor de Sidi Barrani, Wavell comenzó a planear una ofensiva que había estado en su mente desde el momento en que Italia declaró la guerra. Los planes se hicieron en secreto, ya que quería crear la impresión, con sus movimientos controlables, de que no intentaba más que una incursión de unos cinco días de duración. El convoy de Inglaterra con los prometidos refuerzos llegó a Egipto a mediados de septiembre y en ese mismo instante se hicieron los preparativos para iniciar el ataque a principios de diciembre. Durante el período de relativa calma que siguió al avance italiano sobre Sidi Barrani, los hombres de la Fuerza del Desierto Oriental tuvieron ocasión de aclimatarse a las condiciones en que tendrían que combatir.

Bruno

08-06-2006

**OPERACIÓN COMPAS: OFENSIVA BRITANICA

OBJETIVO:  SIDI BARRANI**

La ofensiva de Wavell, Operación Compás, se planeó en un secreto que no podría mejorarse ni aun aplicando las más rigurosas normas. El general O'Connor no sabía que, si su Fuerza del Desierto Oriental tenía éxito en las primeras fases del ataque, podría continuar su ofensiva sin detenerse hasta donde sus recursos se lo permitiesen. Se puso gran empeño en divulgar la impresión de que, lejos de planear acciones agresivas en el desierto, las fuerzas británicas habían quedado considerablemente debilitadas por la necesidad de enviar refuerzos a Grecia y no proyectaban sino ulteriores retiradas.

Un ensayo de la operación tuvo lugar el 26 de noviembre, «camuflado" como Ejercicio de Entrenamiento núm. 1. Las tropas que tomaron parte en él únicamente sabían que realizarían otro análogo, el Ejercicio de Entrenamiento núm. 2, en la segunda semana de diciembre.

El 7 de diciembre, las fuerzas de asalto estaban en sus posiciones. Al avanzar hasta ellas el día 6 se habían seguido las normas usuales en un ejercicio de entrenamiento, aunque algunos veteranos del desierto sospecharon ya que estaban aproximándose a la línea de defensa italiana. Al alborear el día siguiente, después de pasar una noche en vivac, se reunió a los hombres a fin de darles las instrucciones para la batalla.

Los italianos ocupaban una serie de campamentos fortificados construidos para bloquear los accesos a la carretera de la costa, que se estaba mejorando entre Sidi Barrani y Bardia, y situados para cubrir todas las posibles direcciones de ataque. Había uno justamente al Este del mismo Sidi Barrani y otro al Norte de la carretera costera, treinta kilómetros al Este de Maktila. Al Sur de Maktila y de la carretera había un tercer campamento en un lugar conocido como Punto 90. Maktila y el Punto 90 servían para proteger Sidi Barrani de un ataque directo a lo largo de la carretera desde Marsa Matruk.  Los campamentos de Tummar protegían contra un ataque al Sur del Punto 90 y, también al Sur de Tummar, el de Nibeiwa vigilaba la pista por debajo de las escarpas de Bir Enba. Los restantes campamentos en Rabia y Sofafi, al Sur de Nibeiwa, tenían por objeto evitar un envolvimiento por el flanco hacia Buq Buq, al Oeste de Sidi Barrani.

Preparativos defensivos italianos en Sidi Barrani

Los campamentos estaban distanciados unos ocho kilómetros uno de otro, pero entre los de Nibeiwa y Rabia la brecha excedía de cincuenta kilómetros de desierto llano y sin puntos de referencia. En los meses que siguieron al avance italiano hasta Sidi Barrani, los británicos habían tenido los campamentos bajo constante observación, para calcular su potencia; habían hecho incursiones para obtener prisioneros e información y habían conseguido dominar las zonas desérticas situadas alrededor de los mismos, adquiriendo así una moral superior a la de los defensores, cuya predisposición era sólo defensiva.

Las fuerzas italianas que hicieron frente al asalto de O'Connor eran considerables. Desplegadas en los campamentos y en la zona general de Sidi Barrani había dos divisiones libias, la 4.a de Camisas Negras y una unidad de potencia equivalente a una división, denominada «Grupo del general Maletti».

Posiciones italianas, movimiento operativos de las tropas británicas - Objetivo Sidi Barrani

Este último ocupaba Nibeiwa. En los campamentos de Sofafi y Rabia y a lo largo de la parte Sur de las escarpas había otra división; algo más atrás, una nueva división estaba situada en posiciones al Sur de la carretera de la costa, entre Sidi Barrani y Buq Buq, con dos más en el triángulo Fuerte Capuzzo-Sollum-Sidi Omar.

La Fuerza del Desierto Oriental se proponía montar su ataque con la 7ma División Acorazada, la 4ta División india y la “Fuerza de Selvy”, formación mandada por el general de brigada A. R. Selby y compuesta por tres columnas de infantería móvil, un escuadrón de vehículos blindados y unos cuantos cañones antiaéreos ligeros y piezas de campaña. La fuerza de asalto del general de división O'Connor sumaba unos 30.000 hombres, pero excelentemente instruidos y llenos de confianza en sí mismos.

En la guerra son tantos los imponderables que ninguna batalla sigue nunca el plan preparado, por mucho que se haya pensado sobre él y por muy cuidadosamente que se haya dispuesto. Pero el plan de la Operación Compás estuvo muy cerca de ser una excepción. Para comenzar la fuerza de ataque había avanzado hasta sus posiciones del 7 de diciembre sin ser detectada por los italianos, a pesar del gran número de hombres y vehículos que la componían y de la naturaleza del terreno, totalmente abierto. Más aún: cuando el domingo 8 de diciembre continuó avanzando hasta las posiciones finales de asalto, unas nubes bajas constituyeron una efectiva pantalla para impedir la localización por los aviones de reconocimiento italianos.

Durante la noche del 8 de diciembre, las dos divisiones partieron juntas: la 4ta India para realizar el ataque inicial a los campamentos de Nibeiwa y Tummar y la 7ma Acorazada para avanzar más al Oeste, a la zona de retaguardia de los campamentos al Sur de la carretera de Sidi Barrani a Buq Buq, para cortar la retirada. La Fuerza de Selby dejó Marsa Matruk el 9 de diciembre: debía cortar por el Oeste la carretera de la costa y encargarse de la vigilancia de la guarnición de Maktila, una vez ocupada, después de lo cual presionaría hacia el mismo Sidi Barrani.

Durante toda la noche del 8 de diciembre, la RAF y la Royal Navy prestaron su ayuda a la Fuerza del Desierto Oriental. Bombardearon Sidi Barrani y los aeródromos al Oeste de la ciudad, mientras el monitor Terror, apoyado por las cañoneras Aphis y Ladybird, disparaba sobre Maktila y Sidi Barrani.

Para las tropas desplegadas en el desierto, en espera del comienzo del ataque, fueron unas horas de frío y de nervios; como es usual, se encomendó a los artilleros que rompieran la tensión de la vigilia del preataque, durante la cual la excitación nerviosa y el desasosiego físico impiden a todos el dormir. A las 07,15 horas, los cañones de la artillería divisionaria abrieron el fuego sobre Nibeiwa y desencadenaron un breve pero intenso bombardeo.

Poco antes, a las 05,00 horas, un batallón destacado temporalmente de la 4ta División india había abierto un intenso fuego sobre el campamento desde posiciones fuera de su perímetro, por el lado Este, suspendiéndole luego totalmente y permaneciendo en silencio, en una maniobra calculada para producir un sentimiento de desasosiego en la guarnición fortificada. La barrera de artillería fue lanzada también desde la parte Este del campamento, pero cuando diez minutos más tarde comenzó el asalto fue dirigida sobre el rincón Noroeste.

La punta de lanza del ataque estaba compuesta por carros Mark II (Matilda), lentos, pero fuertemente protegidos, pertenecientes al 7° Regimiento Real de Carros, que rompieron a través de las defensas de Nibeiwa, constiduidas por unos veinticinco carros ligeros y medios italianos aparcados fuera del perímetro.

Cuando los Matilda entablaron combate con la artillería y la infantería enemigas a corta distancia, la infantería británica del 1º de Fusileros de Rajputana y del 2º de HighIanders del Camerún, siguiéndolos cerradamente, barrió las mas obstinadas bolsas de resistencia. Al comienzo del ataque, el general Maletti, comandante del Grupo italiano, fue muerto por un disparo de ametralladora hecho desde un carro cuando salía de su refugio; no obstante, a pesar de este revés a la moral italiana y del elemento de sorpresa, logrado al atacar por retaguardia, fueron necesarias dos horas de duro combate para que Nibeiwa quedase totalmente en manos británicas.

Mientras se desarrollaba esta acción, una fuerza compuesta por la 5º Brigada india (1º de Fusileros Reales, 3º Regimiento de Punjab y 4º de Fusileros de Rajputana), con un regimiento de artillería de campaña, había desbordado por el Oeste de Nibeiwa para ocupar las posiciones de partida y atacar el campamento de Tummar. Haciendo un amplio movimiento hacia el Oeste, la 7ma División Acorazada, con la 4º Brigada Acorazada en el intervalo, había avanzado para cortar la carretera costera entre Buq Buq y Sidi Barrani.

Los carros y los vehículos que avanzaban por el desierto abierto componían una bella estampa: cada vehiculo arrastraba un penacho de polvo que se retorcía y serpenteaba en la límpida y clara luz del sol del amanecer; las varillas de las radios de los carros permanecían tiesas en medio del viento. La guerra parecía evocar la guerra en el mar, a la que la guerra en el desierto se parece mucho. A las 10,00 horas, la carretera de la costa había sido cortada y el resto del día se destinó a capturar o destruir los vehículos italianos que, sin sospechar nada, se dirigían a los campamentos por sus líneas de comunicación.

Después de reconocer Tummar Oeste, la 5º Brigada india montó el asalto al atardecer. Los acontecimientos siguieron la pauta del feliz ataque a Nibeiwa, con la única variación de que aquí se emplearon menos carros y de que fue imposible obtener cualquier clase de sorpresa. Mas el resultado fue el mismo y el fuerte quedó tomado al oscurecer, aunque los británicos sufrieron muchas más bajas que en Nibeiwa.

Más al Norte, en la faja costera, la Fuerza de Selby había maniobrado para evitar que la guarnición del fuerte de Maktila se escapase. Desgraciadamente, sus esfuerzos se vieron frustrados por una fuerte tormenta de polvo que, lanzando infinidad de torbellinos de arena, ocultó la retirada de los italianos y les permitió retroceder a posiciones situadas unos diez kilómetros al Oeste.

A pesar de este contratiempo, no cabía duda de que las cosas habían ido bien en la Operación Compás. En Nibeiwa, la redada de capturas pasó de 10.000 prisioneros, con numerosos carros y cañones, y en Tummar Oeste el éxito no fue menor. La 7ma División Acorazada, en su bloqueo de la carretera costera, había capturado unos 300 prisioneros y gran número de vehículos y destruido aún más. En conjunto, el comienzo era de lo más satisfactorio, pero el general Wavell juzgó prudente incluir una nota de precaución en el telegrama que envió a Londres enunciando los logros de la fase de apertura de su ataque. Como pensaba llevar la ofensiva hasta donde pudiese, había un largo camino que recorrer y Wavell era un hombre que prefería no celebrar sus victorias hasta que estuviesen totalmente ganadas.

La tempestad de polvo que había estorbado los planes de la Fuerza de Selby fue el anuncio de un período de mal tiempo. Los días se hicieron frescos; las noches, heladas; fuertes vientos levantaban la arena y la lanzaban en nubes espesas y abrasivas sobre la superficie del desierto, reduciendo la visibilidad a unos pocos metros y haciendo realmente lastimosa la vida de los soldados que trataban de mantener el ímpetu de la ofensiva. Por si las dificultades fueran pocas, una espesa lluvia cayó cuando cesó el viento.

El 10 de diciembre, dos brigadas de la 4ta División india combatían en su avance hacia Sidi Barrani; eran la 5º India, que había estado en acción en Turnmar Oeste, y la 16 Británica, que se había mantenido en reserva al comienzo de la batalla. A pesar de las malas condiciones atmosféricas, que hacían difícil la coordinación de los carros y la infantería y reforzaban la resistencia de los italianos, el batallón de cabeza de la 16 Brigada británica alcanzó la carretera en Alam el Dab. A las 13,30 horas, las dos brigadas habían alcanzado sus objetivos.

Deseando mantener la presión sobre los italianos, el general Beresford-Pierse ordenó a la 16 Brigada, reforzada por los del Camerún de la 11 Brigada y por tantos carros como pudo poner en servicio, que atacara Sidi Barrani a las 16,00 horas. Con la ayuda de la 4º Brigada Acorazada, que había actuado como punta de lanza de la 7ma División Acorazada en su avance para cortar las líneas italianas de comunicaciones, y con el apoyo de toda la capacidad de la artillería divisionaria, Sidi Barrani fue tomada y rebasada en media hora. En enlace con la Fuerza de Selby, la 16 Brigada había cercado los restos de dos divisiones libias y una de Camisas Negras antes de la caída de la noche.

Mientras se desarrollaba este combate, la 7ma División Acorazada había permanecido en reserva en el desierto al Sur de la carretera costera y al Oeste de la pista que corre desde Sidi Barrani hasta Bir Enba; pero al atardecer, conquistada Sidi Barrani, el general O'Connor ordenó que avanzase hacia Buq Buq.

En esta coyuntura, habiendo dirigido con éxito el colapso de las fuerzas italianas en la región de Sidi Barrani, O'Connor tuvo que hacer frente de repente a la pérdida de la 4.a División india. Desde el comienzo, Wavell la había destinado a reforzar la 5.a División india en el Sudán, donde se emplearía en las campañas contra Eritrea y Etiopía, ocupadas por los italianos, tan pronto como hubiese concluido con éxito la primera fase de la Operación Compás.

El embarque estaba al fin dispuesto y el 11 de diciembre O'Connor recibió la orden de enviar esta unidad, excelentemente instruida; se le autorizó para retener la 16 Brigada británica, pero la pérdida puso indudablemente un paréntesis a la ofensiva. En sustitución se le facilitó la 6.a División australiana, que en aquellos momentos tema en el desierto sólo una brigada y en general estaba falta de medios de transporte y equipo; además, pasaría algún tiempo hasta que los australianos alcanzasen el nivel de combate y la valía en el desierto logrados por la División india.

[left]

Carros italianos capturados[/left]

Con todo, O'Connor podía mirar atrás y contemplar con satisfacción los logros de su pequeño ejército. Había sido destruido el equivalente de cuatro divisiones italianas y dos más severamente dañadas. Unos 38.000 soldados italianos y libios habían emprendido, no siempre de mala gana, el camino de los campamentos de prisioneros de guerra; se hablan capturado 73 carros y 237 piezas de artillería, así como un considerable número de vehículos, lo cual, en una campaña cuya esencia era la movilidad, suponía una adquisición excelente.

Bruno

08-06-2006

**OPERACIÓN COMPAS: OFENSIVA BRITANICA

LA TOMA DE BARDIA**

Pero O'Connor no era persona propicia a contemplar placenteramente los logros; con sus restantes fuerzas continuó hostigando y acosando a los italianos, atacando núcleos de resistencia y adentrándose hacia el Oeste. Se sabía que Graziani intentaba defender Bardia y Tobruk y que Mussolini apoyaba plenamente estas intenciones, por lo que, ante la necesidad urgente de contar con la infantería, se ordenó a los australianos que avanzaran lo más rápidamente posible.

Sin embargo, los embates más fuertes de la lucha recayeron sobre la 7.a División Acorazada. A mediodía del 15 de diciembre, la 4.a Brigada Acorazada volvió a su familiar misión de cortar la carretera entre Bardia y Tobruk, habiendo ocupado previamente Sidi Areiz.

El 17 se capturó Sidi Omar y el 20 Capuzzo y Sollum estaban en manos británicas. No obstante, aunque la toma de Sidi Omar había aumentado el número de prisioneros italianos en unos mil más, en Capuzzo y Sollum los británicos carecieron de la fuerza suficiente para evitar que gruesos núcleos de la infantería Y la artillería italianas escapasen para engrosar los efectivos de la guarnición de Bardia. La toma de esta plaza suponía, así, un reto de mayor alcance.

Tropas inglesas sobre carros ligeros en las ruinas de Fuerte Capuzzo

Bardia presentaba para el atacante muchas más dificultades que ninguna otra de las posiciones fortificadas tomadas hasta entonces. Las defensas exteriores, de unos ciento diez kilómetros de longitud, estaban constituidas por una zanja contracarro continua, líneas de alambradas y casamatas de hormigón situadas para cubrir los obstáculos con su fuego. Dentro de este reducto había unos 45.000 hombres y más de 400 cañones.

Operaciones Inglesas en Bardia

El 21 de diciembre el general Iven Mackay llegó a la zona de Sollum. El comandante de la 6.a División australiana, que había pasado veinticinco años de su vida como profesor de universidad, era además un excelente soldado. En la Primera Guerra Mundial se había distinguido en Gallipoli al mando de su compañia, habiendo obtenido el mando de batallón a los treinta y cuatro años y el de brigada a los treinta y seis. Su capacidad como jefe valeroso y resuelto le había sido reconocida más tarde con la concesión de la Orden de Servicios Distinguidos.

La 6.a División australiana estaba integrada por gran número de voluntarios que desde el principio de la guerra se mostraban ansiosos de mejorar la reputación ganada por sus antecesores en los sangrientos combates de Gallipoli y el Frente Oriental durante la guerra de 1914-18. Habían sido duramente entrenados en Palestina, su moral era alta y estaban bien conducidos por oficiales que, aunque fuertemente individualistas y de gran personalidad, formaban un equipo aunado por su comandante. Era una lástima que su equipo de campaña no estuviese a la misma altura.

La división estaba falta de cañones, de vehículos de transporte blindados para la infantería y de piezas de repuesto y además gran parte del equipo estaba anticuado. Con todo, se preparó con entusiasmo para su primera batalla.

Los generales O'Connor y Mackay decidieron comenzar el asalto a Bardia enviando un batallón de infantería para establecer una cabeza de puente sobre la zanja contra carro y las alambradas.

Cuando se montó el puente y se limpiaron las alambradas y las minas, los carros del 7° Regimiento Real avanzaron dentro del perímetro y comenzó el ataque, encabezado por dos batallones más de infantería. En tanto se desarrollaba esta operación, la 7ma División Acorazada tomaba posiciones para cortar la retirada de la guarnición, al Norte y Noroeste de la ciudad. El Grupo de Apoyo, formado por tres batallones de infantería, un regimiento de artillería, otro de vehículos blindados y un escuadrón de carros, observaba el perímetro de la defensa en su zona para romper y penetrar si se presentaba la oportunidad.

La hora cero para el ataque de Bardia se fijó finalmente a las 05,30 del 3 de enero de 1941, después de un retraso de veinticuatro horas impuesto por la llegada de la munición necesaria. A pesar de este comienzo poco propicio, el ataque se desarrolló con una brillantez que hizo desmentir la falta de experiencia de combate de la infantería australia. A las 07,00 horas los carros estaban pasando por el puente sobre la zanja anticarro y por los corredores abiertos en los campos de minas. A mediodía, gran parte de la guarnición había dejado de combatir y se rendía en grandes grupos; la combinación de los carros Matilda, la confianza de la 6.a División australiana y los cañones pesados de los buques Warspite, Barham y Valiant convencieron de que la batalla de Bardia estaba perdida. No todas las tropas italianas fueron, sin embargo, tan fáciles y hubo que dedicar dos días a limpiar las bolsas de resistencia más duras, hasta que, el 5 de enero, se rindió la fortaleza.

El comandante italiano de Bardia, general Bergonzoli, no estaba entre los 38.000 soldados que pasarían el resto de la guerra en los campos de prisioneros; el elegante y barbudo general se había deslizado a través de la red británica, logrando llegar a Tobruk. Pero los atacantes se vieron recompensados por la gran cantidad de material capturado. Además de cañones de tipo medio y de costa, la redada incluía más de 200 piezas de campaña, 26 cañones antiaéreos pesados, unos 40 cañones de infantería de 65 milímetros y 146 contracarro. Había también gran número de carros y vehículos de transporte. La primera acción de los australianos había sido provechosa.

El comandante italiano de Bardia, general Bergonzoli dirigiendo la Batalla desde su centro de comando

O'Connor, sin embargo, espoleó todavía a sus tropas al Oeste. La Fuerza del Desierto Oriental había sido rebautizada el 1 de enero y se llamaba ahora XIII Cuerpo de Ejército; no perdió tiempo en tratar de hacerse un nombre bajo esta nueva denominación. El mismo día en que cayó Bardia, la 7º Brigada Acorazada inició una rápida marcha hacia El Adem, que era el principal aeródromo italiano en Libia, y una jornada después avanzaba para cortar Tobruk por el Oeste. En este día, la 19 Brigada australiana dejó Bardia y en la mañana del 7 de enero estaba en la parte opuesta, en el sector oriental de las defensas de Tobruk. El cerco alrededor del puerto se completó con la llegada de la 16 Brigada británica, la 4.a Brigada Acorazada, el Grupo de Apoyo y la 7.a Brigada Acorazada.

Así comenzaron en seguida los preparativos para reducir la segunda de las dos fortalezas que, por orden de Mussolini, debían resistir a toda costa.

Bruno

08-06-2006

**ATAQUE BRITANICO HACIA TOBRUK

LOS PREPARATIVOS**

Ni aun con una gran fuerza de imaginación podría describirse Tobruk como una fortaleza natural. Un semicírculo de defensas construido para proteger el puerto comenzaba en la costa trece kilómetros al Este de la ciudad, se curvaba a través del desierto abierto y de nuevo se unía a la costa en un punto situado unos quince kilómetros al Oeste.

Las defensas consistían en una serie de puntos fuertes de hormigón, construidos a ras de tierra, de modo que al aproximarse desde el desierto resultaban invisibles. La longitud total del perímetro era de unos cincuenta kilómetros. Fuera del anillo de puntos fuertes, los italianos habían erigido una doble barrera de alambrada de metro y medio de anchura y a continuación de ésta, por la parte exterior, una zanja contracarro.

La construcción de la zanja recordaba uno de los trabajos de Hércules, ya que en muchos sitios había sido labrada y barrenada en sólida roca. Pero no estaba terminada. Debía tener seis metros de ancho y tres y medio de profundidad, pero a unos seis kilómetros al Este del punto donde la carretera de El Adem entraba en las defensas estaba sólo parcialmente terminada y era muy somera.

En el sector Oeste no había zanja alguna, pero aquí un profundo uadi proporcionaba un obstáculo natural cuyo trazado habían seguido los italianos al fijar sus puntos fuertes. Donde la zanja era poco efectiva o no existía se habían tendido campos de minas, bien provistos de trampas explosivas para evitar que, arrastrándose en la protección de la oscuridad, fuesen desmontadas las minas.

Dentro del área comprendida por la línea de defensa, el terreno se eleva en tres escalones desde el nivel del desierto hasta el de los acantilados costeros; entre cada cambio de nivel y el siguiente había algo más de un kilómetro de terreno llano. Las escarpas que se forman al levantarse los escalones están cortadas aquí y allá por uadis, cursos de agua secos, que proporcionan una cierta protección. Los acantilados costeros tienen también semejanzas con los uadis, algunos de los cuales contienen pozos y a veces palmeras y se abren en playas de blanca arena. En conjunto hacen un adecuado y agradable contraste con la habitual tierra desnuda, parda y reseca por el sol, sembrada de rocas y con mezquinas plantas espinosas.

La fuerza de las defensas de Tobruk residía precisamente en que cualquier atacante procedente del desierto quedaba desguarnecido. En tanto que los puntos fuertes de la línea defensiva eran casi indivisibles, cualquier fuerza que avanzase hacia Tobruk quedaba bajo constante observación desde el momento mismo de ponerse al alcance de los medios de observación de los defensores.

Defensas Italianas

El perímetro de las defensas estaba dispuesto en dos líneas curvas concéntricas. La línea exterior seguía la disposición de las alambradas; la interior quedaba a unos quinientos metros detrás y sus puestos cubrían las brechas entre los puntos fuertes exteriores. Cada puesto tenia su propia alambrada individual, y los avanzados contaban con la protección adicional de un foso contracarro que los circundaba.

No había trincheras de conexión entre los puntos fuertes, pero se apoyaban mutuamente y sus campos de tiro se desbordaban para cubrir las alambradas, la zanja contracarro y los campos de minas, así como para barrer el desnudo desierto. Adicionalmente había que contar con el riesgo debido a la artillería, tanto de campaña como de calibre medio, situada más a retaguardia.

El armamento de los hombres de cada puesto variaba, pero como mínimo constaba de dos o tres ametralladoras, un cañón contracarro o una pieza de artillería de campaña ligera y generalmente un mortero. Las armas estaban en emplazamientos circulares, construidos con muros y suelo de hormigón y situados a unos dos metros de distancia. Los soldados podían pasar de un emplazamiento a otro por profundas trincheras de comunicación en las que habían sido construidas cámaras para dormir y almacenes para municiones. Los fosos de tiradores y las trincheras no tenían techumbre, pero los parapetos estaban hechos a prueba de impactos directos de bombas pesadas o de granadas de gran calibre. Era una cualidad que animaba a la guarnición a permanecer bajo tierra cuando estaba sometida al fuego de artillería.

La fuerza italiana disponible para la defensa de Tobruk estaba mal equilibrada. Sus efectivos totales de 30.000 hombres eran débiles en infantería y fuertes en artillería. Con tal reparto era imposible establecer una defensa en profundidad, por lo que la única esperanza de los defensores radicaba en contener el ataque con la artillería y con una pequeña fuerza defensiva móvil de carros e infantería. Dentro del perímetro defensivo había muy pocos puntos fuertes, e incluso éstos aparecían localizados en los enlaces de carreteras o en puntos destinados a proteger a las principales posiciones de artillería, si bien se habían reforzado con la adición de carros excavadoras que se emplearían como almacenes de repuestos, protegidos por campos de minas y trampas explosivas.

El ataque a Tobruk, pese a todo, no debía ser tomado a la ligera, por mucho que la inexistencia en Cirenaica de otras fuerzas que distrajeran la atención de los atacantes favoreciese a éstos. Ciertamente, en cualquier caso, la guarnición de Tobruk estaba abandonada a su propia suerte.

Ponderando, sin duda, el éxito del ataque a Bardia, O'Connor decidió encomendar la responsabilidad de planear y ejecutar el asalto a Tobruk al general Mackay y su 6.a División australiana.

Mackay planeó iniciar el ataque empleando dos brigadas de infantería con el apoyo de carros y artillería. La 16 Brigada avanzaría antes del oscurecer para colocar un pequeño puente en el perímetro defensivo a unos cinco kilómetros al Este del punto donde la carretera de El Adem penetraba en el mismo y donde la zanja contracarro, todavía sin acabar, presentaba un obstáculo menor. La brigada intentaría avanzar luego hacia el Este y Oeste, a lo largo del perímetro, capturando los puestos de la defensa y desbordando la artillería de campaña situada detrás de ellos, hasta que quedase abierta una brecha de unos trece kilómetros en las defensas exteriores. La 19 Brigada irrumpiría por allí para atacar en dirección Norte-Oeste, hacia la unión de las carreteras de El Adem y Bardia y hacia la ciudad más en profundidad.

La tercera brigada de que disponía Mackay para el asalto, la 17, estaría disponible para unirse al ataque donde fuese necesario. Inicialmente, sería empleada en una maniobra de diversión al Este de la zona por donde se intentaría el ataque, y lo mismo harían unidades de la 7.a División Acorazada al Oeste.

La Royal Navy y la RAF apoyarían los dos esfuerzos de diversión y la operación principal, bombardeando objetivos dentro del perímetro durante las horas de oscuridad. Aunque el plan enumeraba los objetivos para el primer día de ataque, la lista no era restrictiva y los comandantes de brigada tenían libertad  para explotar el éxito al máximo. El general Mackay no dudaba de que sus fuerzas debían y podían tomar Tobruk; lo que deseaba era hacerlo lo antes posible y con el mínimo de bajas. Cuanto más rápidamente alcanzase y capturase la ciudad, menos tiempo tendrían los italianos para llevar a cabo demoliciones, con la consiguiente disminución del número de obras y mejoras necesarias para el inmediato uso por los británicos.

Antes de lanzar el ataque era necesario reconocer minuciosamente un amplio sector de la línea defensiva para descubrir la mejor zona de penetración y, cuando ésta hubiese sido seleccionada, obtener detalles de las defensas en la misma. Pero era esencial enmascarar tales intenciones, a fin de reducir al mínimo los peligros para los atacantes. La intensa actividad de patrullas necesaria para averiguar los muchos detalles requeridos tenia que ser realizada con gran cuidado. En el punto que se escogió finalmente, la zanja contracarro tenía sólo unos cincuenta centímetros de profundidad y los bordes eran tan blandos que podían ser fácilmente recortados para permitir el cruce de los carros y de los vehículos.

Los zapadores reconocieron cuidadosamente los campos de minas italianos y sus trampas protectoras. Se arbitraron medios para neutralizar las trampas y sacar las cápsulas y detonadores de las minas, y se facilitaron aquéllos a la infantería para que practicara antes del ataque. Se construyeron modelos exactos de las defensas italianas y se hicieron experimentos con torpedos Bangalore, construidos con tuberías de acero de tres metros y medio de longitud y tres pulgadas de calibre, rellenas con explosivo, para comprobar su eficacia en la apertura de brechas en las alambradas. No se ahorraron esfuerzos para hacer la ruptura inicial tan rápida y segura como fuese posible.

La misión de la artillería de apoyo era doble: primero, silenciar las armas italianas en la zona inmediata al punto de ruptura y proporcionar en seguida apoyo inmediato a la infantería mientras arrollaba las defensas al Este y Oeste de el sector inicial de asalto y dentro del perímetro. Segundo, proporcionar fuego de contrabatería para reducir la actividad de la artillería italiana. El realizar esta segunda misión era la que constituía un problema.

Había que localizar con exactitud la situación de las baterías italianas. Pudo hacerse gracias a los mapas de las defensas capturados en Bardia, y a la información complementaria proporcionada por el servicio de reconocimiento de la RAF. Los aviones usados, los lentos e incómodos Westland Lysanders, hicieron numerosas pasadas a baja altura, justo por encima de las piezas de la artillería antiaérea pesada, para asegurarse de que las posiciones de las baterías estaban perfectamente localizadas y de que los cañones de los emplazamientos eran reales. La artillería no tenía intención de malgastar sus preciosas granadas, llevadas a vanguardia a costa de grandes esfuerzos, sobre cañones simulados.

Colocando gran número de observadores para controlar los fogonazos de la artillería italiana y la caída de los proyectiles, fue posible determinar qué piezas harían fuego sobre la zona de asalto cuando comenzase el ataque, y fijar como objetivo prioritario para la artillería. Como muchas de las piezas británicas estaban emplazadas cerca de la carretera de Bardia había que trasladarlas a la zona situada al Sur del punto de ataque. Hacer fuego previo significaría indicar a los italianos el sector donde se preparaba el ataque. Fue, pues, desechado el método normal de horquillamiento, siendo sustituido por el de reconocimiento y cálculo matemático.

El ataque comenzaría el viernes 21 de enero a las 05,40 horas e iría precedido por el bombardeo de la artillería, de la Royal Navy y de la RAF. Para no dar motivo de sospecha a los italianos, en las noches del viernes, sábado y domingo precedentes se realizó el mismo programa de bombardeos previsto para la víspera del ataque. En muchos puntos a lo largo del perímetro, los puestos de la defensa fueron sometidos a un intenso fuego por patrullas que se acercaron arrastrándose, y se abrieron algunas brechas en las alambradas con torpedos Bangalore. Estas acciones mantuvieron a los italianos en un estado de constante tensión, pero al mismo tiempo les llevaron a acostumbrarse a la actividad nocturna de los británicos. Se esperaba que de este modo les sería más difícil reconocer el ataque real, cuando se produjese, y retardarían la adopción de contramedidas.

Hasta el último momento se dejó la zona de reunión para el ataque tan despejada como fue posible. Al oscurecer, cuando los buques de la Royal Navy abrieron fuego sobre los objetivos situados dentro del perímetro, los carros y los vehículos se trasladaron a sus posiciones de ataque, aprovechando el ruido que hacían las explosiones de las granadas para ocultar el de sus propios motores. A medianoche, cuando cesó el bombardeo naval y los barcos volvieron a alta mar, todo estaba dispuesto; los cañones habían sido situados y los carros y vehículos de transporte permanecían silenciosos y en espera, con sus tripulaciones al lado.

El asalto de la infantería estaba preparado desde hacía algunas horas. El equipo se había reducido a lo justo para el combate y las cartucheras estaban cargadas de municiones. Los hombres habían recibido un rancho caliente al caer la oscuridad y se les había dado una ración de ron para fortalecer el espíritu y preservarlos del cortante frío de la noche de enero. Mientras los barcos batían las posiciones italianas y las armas de apoyo se desplazaban para ocupar las posiciones previstas, la infantería se acurrucaba en sus mantas, tratando de mantenerse caliente y de disfrutar de un ligero sueño. Lejos de los soldados que aguardaban en el desierto, los aviones de bombardeo cargaban combustible y bombas en los aeródromos de Egipto y sus tripulaciones asistían a las. instrucciones para la ofensiva de la madrugada.

Tal era el panorama antes del comienzo de la batalla de Tobruk. Para unos, la actividad febril que apenas permite advertir el paso del tiempo; para otros, la tediosa espera que convierte los segundos en minutos y las horas en una eternidad. Pero había algunos hombres comprometidos ya en la batalla antes de que ésta comenzase. La suya era una tarea que requería nervios y manos seguras. Eran los zapadores, que se habían arrastrado durante la noche del 20 de enero para desarmar las trampas explosivas que defendían los campos de minas. Actuaban en silencio, con las manos entumecidas por el frío viento, apretándose contra el suelo cuando se acercaban las patrullas italianas y trabajando contra reloj. Su tarea debía ser completada antes de que saliese la luna.

Bruno

08-06-2006

TOBRUK - INICIO DE OPERACIONES

A las 02,30 horas del 21 de enero se sirvió otro rancho caliente a las tropas; nadie sabía cuanto tiempo pasaría hasta que pudieran tener de nuevo la oportunidad de tomar alimentos cocinados. A las 03,30 se oyó el ruido de los Wellington y los Blenheim que desde Egipto iniciaban el ataque. Cuando las primeras bombas hicieran explosión en las defensas del interior de Tobruk, la infantería avanzaría a sus líneas de partida; los ateridos cuerpos empezaron a entrar en calor y los ánimos se aprestaron a terminar con el tedioso período de espera.

A las 05,30 horas el bombardeo cesó y el desierto quedó en silencio; después del ruido de la incursión aérea, el silencio parecía algo casi tangible, como la calma que precede a una tempestad. La tempestad estalló exactamente a las 05,40, cuando la oscuridad se vio rota por los brillantes fogonazos de la barrera de artillería y las granadas de los cañones de campaña, medios y pesados empezaron a silbar, camino de su objetivo. De nuevo la Royal Navy prestó su apoyo a la operación de tierra. Desde el mar, más de veinte buques añadieron el peso de sus andanadas a la ya considerable concentración de artillería, disparando granadas de hasta 15 pulgadas sobre las defensas italianas.

Cuando comenzó la barrera, la primera oleada de infantería avanzó a través del desierto abierto acompañada por los zapadores, estos últimos provistos de torpedos Bangalore con los que abrir brecha en las alambradas. Recibió poco fuego artillero y muchas de las granadas dirigidas sobre ella pasaron además por encima, si bien no faltaron las bajas producidas por algún disparo afortunado. Los infantes avanzaban aprisa sobre los campos de minas: limpiadas las trampas, no quedaban ya ingenios que pudieran hacer explosión con el solo peso de un hombre. La unidad de cabeza, el 2/3 Batallón de la 16 Brigada de Infantería, alcanzó la zanja contracarro, relativamente segura, a las 05,55 horas y permaneció a cubierto durante otros diez minutos, mientras los puestos italianos situados sobre la brecha eran sometidos a un intenso cañoneo.

Operaciones sobre Tobruk

Mientras tanto, nuevas unidades de zapadores se lanzaron a la tarea de limpiar los campos de minas para permitir el paso de los carros y vehículos; y terminada ésta rebajaron los bordes de la zanja contracarro en su parte más baja, para formar rampas al objeto de que cruzasen los vehículos. Tan pronto como la barrera dejó de actuar sobre los dos puestos italianos avanzados, los números 55 y 57, los zapadores, con la infantería de asalto, se lanzaron sobre la alambrada llevando consigo los incómodos torpedos Bangalore; varios hombres fueron alcanzados por el fuego que se les hacía desde los puestos o por las granadas que hacían explosión en gran número entre sus filas. A las 06,15 habían sido abiertas cinco brechas en la alambrada.

La acción inmediata representaba una carrera contra el tiempo, ya que sólo quedaban treinta minutos de oscuridad y antes de las primeras luces había que capturar cinco puestos: tres avanzados y dos de apoyo.

La lucha que se entabló en los siguientes veinticinco minutos fue dura y confusa. En la oscuridad, entre los torbellinos de polvo y el humo de las granadas, los australianos llegaron casi a disparar sobre sus propios hombres y las compañías D y C del 2/3 Batallón, a las que se había asignado la captura de los puestos, sufrieron bastantes bajas por el duro fuego defensivo italiano.

Pero a las 06,40 horas los cinco puestos habían caído y la Compañía B estaba establecida en posiciones defensivas unos mil metros al Norte, a lo largo de una escarpa, dispuesta para repeler cualquier contraataque italiano. La «cabeza de puente» era una realidad: tenía más de un kilómetro y medio de anchura y la misma magnitud en profundidad.

Los Matilda del 7.° Regimiento de Carros, los vehículos de transporte sobre orugas, los vehículos sobre ruedas comenzaron a converger hacia la brecha, aclarándose sus siluetas a medida que la oscuridad se alejaba y la sombría luz grisácea de un amanecer de enero tomaba su lugar. Pronto el paso por la brecha comenzó a hacerse en dos sentidos, cuando llegaron los primeros italianos en marcha hacia los campos de prisioneros. La guerra había terminado para ellos y no tenían idea de cuándo podrían retornar a sus hogares, pero daban gracias por estar vivos e ilesos, en lugar de contarse entre los que en camilla aguardaban su traslado al hospital, o entre los cuerpos silenciosos y grotescamente desmadejados en el polvo del desierto.

El 2/1 Batallón de la 16 Brigada de Infantería avanzó hasta la cabeza de puente y se dirigió hacia el Este detrás de tres Matilda para comenzar su operación de limpieza, mientras el 2/3, con otro trío de Matilda, hacía lo mismo hacia el Oeste, en dirección a la carretera de El Adem. La tarea del 2/2, que les seguía dentro del perímetro, era atacar las baterías situadas en el flanco Norte de aquéllos con la ayuda de nueve carros.

Los tres batallones hicieron buenos progresos. Los carros y la infantería avanzaban detrás de la barrera de artillería y tan cerca de ella como podían. Si cuando se levantaba ésta todavía había signos de resistencia por parte de los italianos en algún puesto, los carros lo atacaban mientras la infantería avanzaba para tomarlo finalmente, con granadas de mano y bayonetas.

El 213 Batallón se vio al fin detenido en la vecindad del puesto 45, junto a la carretera de El Adem. Con sus tres Matilda fuera de combate por avería mecánica o por daños del enemigo, la infantería se vio obligada a esperar a que llegaran refuerzos.

Pero en el Este el 2/1 avanzó a buena velocidad y alcanzó la carretera de Bardia a las 09,00 horas. Incluso rebasó varios puestos sin atacarlos, para mantener su rápido avance, dejándolos al cuidado del 2/6 de la 17 Brigada que lo seguía para apoyarlo. Al llegar a la carretera perdió el apoyo de artillería, que se había trasladado para ayudar el ataque de la 19 Brigada de Infantería al Norte del punto de ruptura inicial. Sin ella, quedó frenado justamente al Norte de la carretera de Bardia, hasta que fue reforzado por el 2/7, también de la 17 Brigada, que había pasado al perímetro cerca del Puesto 65 una vez que este sector de la defensa había sido limpiado.

La zona comprendida entre el punto de ruptura inicial en las defensas italianas y el lugar escogido para línea de partida de la 19 Brigada había sido limpiada por una fuerza mixta, compuesta por vehículos de transporte sobre orugas, del 6.° Grupo de Caballería de la división, ametralladoras del 1.0 de Fusileros de Northumberland y cañones contracarro del 3.° de Artillería Real Hipomóvil. A las 08,00 horas había llegado a su objetivo, unos cuatro kilómetros dentro de la línea de defensa, después de haber destruido algunas posiciones de artillería; aquí debía comenzar la segunda fase del ataque.

Los tres batallones de la 19 Brigada comenzaron el asalto a las 08,40 horas con la siguiente formación: el 2/4 en el centro, el 2/11 a la derecha y el 2/8 a la izquierda. El batallón del centro atacó hacia el Norte para capturar el cuartel general del sector oriental italiano, casi dos kilómetros más allá de la carretera de Bardia; el de la derecha debía limpiar los uadis del flanco y encontrarse con el 2/6 a lo largo de la carretera de Bardia; el batallón de la izquierda empujaría hacia la unión de las carreteras de El Adem y Bardia, fuertemente defendidas. Los tres batallones estaban apoyados por vehículos con orugas del 6.° Grupo de Caballería de la División y por carros capturados a los italianos y puestos en servicio por los de caballería.

La 19 Brigada se lanzó hacia adelante detrás de una barrera de fuego de 25 libras que arrasaba el terreno, corriendo los infantes considerables riesgos al seguir a la explosión de las granadas tan cerca como podían. Los batallones se esforzaron por mantener sus líneas en las etapas iniciales del avance y, al cabo de una hora, el 2/4 había tomado su objetivo. Todo fue bien también para el 2/11, mientras que, después de una aproximación fácil, el 2/8 tropezó con las defensas de la unión de carreteras, que, aunque no completas, eran formidables.

Los emplazamientos de las ametralladoras estaban protegidos por campos de minas, trampas explosivas y artillería, pero lo que causó mayores dificultades a la infantería fueron varios carros que habían sido enterrados como piezas en fortines.

Por entonces, el apoyo blindado había quedado reducido a un carro, ya que, a pesar de los esfuerzos de los de caballería por mantenerlos en funcionamiento, los carros italianos parecían reacios para con sus nuevos dueños y habían quedado uno a uno fuera de combate, sufriendo una gran variedad de averías.

Los vehículos con orugas armados con ametralladoras Bren, manejados con agresividad, y el carro restante hicieron cuanto pudieron en ayuda de los soldados de a pie.

Era en situaciones como ésta donde los australianos mostraban su superioridad. Afanosos de tomar la iniciativa cualquiera que fuese su grado, emplearon una rica colección de métodos para someter los puntos fuertes. Cuando los infantes no lograban perforar los carros con sus fusiles contracarro Boyes, avanzaban hasta distancias próximas para hacer fuego a través de cualquier abertura en la coraza con sus Bren. Y si ninguno de estos métodos tenía éxito, uno o dos soldados salían a la carrera, se subían al carro e intentaban acabar con él lanzando una granada por la torreta.

Aquel día fueron muchos los actos de heroísmo, ya que los australianos estaban determinados a que ningún puesto de defensa resistiese por largo tiempo el temerario ímpetu del ataque.

A mediodía, los batallones asaltantes se hallaban establecidos en los siguientes puntos: en la unión de carretera El Adem-Bardia el 2/8, que avanzaba en dirección Este, y alineados a lo largo de la carretera de Bardia el 2/4, 2111, 216 Y 2n.

En la Línea de la carretera de El Adem había dos compañías del Real de Fusileros de Northumberland, una del 2/2 y el 2/3 Bata11ón completo. Con estas unidades debían enlazar el 2/1 y el resto del 212, que en ese momento marchaban a través del desierto desde las posiciones que habían capturado sobre la carretera de Bardia, junto al perímetro oriental.

Bruno

08-06-2006

LA CAIDA DE TOBRUK

El comandante de la 19 Brigada, general Robertson, estaba decidido a mantener el ritmo del ataque y confiaba en capturar el cuartel general de la guarnición de Tobruk, que se suponía situado en un viejo fuerte en Solaro, unos cinco kilómetros al Norte-Oeste de la unión de carreteras El Adem-Bardia. El general había sido advertido por la aviación de reconocimiento (la RAF había estado apoyando el ataque durante todo el día con incursiones de bombardeo y con la observación del tiro de los cañones) de una concentración de fuerzas italianas en un lugar denominado Fuerte Pilastrino, con el propósito aparente de montar un contraataque. Pilastrino estaba a unos seis kilómetros de la unión de carreteras, ligeramente al Sur y Este de Solaro. A pesar de la amenaza de las contramedidas italianas, Robertson envió el 2/4 Batallón hacia Solaro, mientras que al 2/8 le ordenó que avanzase por la cima de la escarpa hacia Fuerte Pilastrino. Para proteger el flanco derecho del 2/4, el 2/11 fue dirigido hacia el Norte, hacia la playa Sur del puerto de Tobruk.

Sería una tarde pletórica de acontecimientos para el 218. Primero hubo muchos carros enterrados que silenciar y que produjeron bastantes bajas. Después, la Compañía C fue cogida de lleno por el contraataque italiano. Reforzada por la compañía de la Plana Mayor, hizo frente a varios centenares de infantes italianos apoyados por una docena de carros M13. Por fortuna, los italianos no tenían medios acorazados más potentes que éstos, pero los australianos sufrieron la consecuencia de las deficiencias de su equipo; aquellos lentos carros, con una velocidad campo a través de sólo quince kilómetros por hora causaron problemas a la infantería. Los australianos, no obstante, atacando con los poco adecuados fusiles contracarro Boyes, lograron causar algunas bajas antes de que les llegase ayuda. Esta consistió en un cañón contracarro italiano capturado y puesto en servicio por los infantes; pronto llegaron dos cañones contracarro más del 3.° de Artillería Real Hipomóvil, y se abrió un vigoroso fuego sobre los italianos. Cuando aparecieron dos Matilda, los M13 decidieron retirarse, rehuyendo la confrontación directa con aquéllos, mejor armados.

Las preocupaciones del batallón no terminaron aquí. Al continuar su avance, después de dispersar el contraataque italiano, cayó bajo el fuego de artillería pesada y de cuatro cañones antiaéreos cuyas granadas hacían explosión sobre las cabezas de los infantes. Con la ayuda del certero fuego de la Real Artillería, los cañones italianos quedaron fuera de combate y los australianos continuaron avanzando, aunque todavía bajo el fuego de ametralladora y mortero desde Pilastrino. Al oscurecer estaban cerca del fuerte.

Las cansadas tropas tuvieron todavía que contender con varios puestos de  ametralladoras Y defensas de alambradas, y así la limpieza total de Pilastrino no fue completada hasta que cayó la noche. Pero, al fin, a las 21,30 horas, la compañía de la Plana Mayor se había establecido en el fuerte y el 2/8 estaba libre para hacer recapitulación de sus considerables logros y de las bajas que le habían costado.

Al soportar el 2/8 el peso principal del contraataque italiano, el camino fue mucho más fácil para el ataque del 2/4 sobre Solaro. La infantería había avanzado a una marcha muy rápida, contra la cual el fuego de las ametralladoras italianas no tuvo nada que hacer. Algunos carros italianos que revoloteaban precavidamente alrededor del flanco izquierdo del batallón fueron ahuyentados por los cañones contracarro de la Artillería Real que apoyaban a las compañías de infantería. A las 16,00 los australianos estaban en posesión de la pequeña colina, en cuya cima había apenas un montón de ruinas: el pomposo «fuerte» de los italianos. Debajo, las tropas descubrieron algunos túneles, pero ninguna señal del cuartel general de la fortaleza. El 2/4, pues, siguió presionando hacia el Oeste, con la esperanza de descubrirlo antes de que la oscuridad se hiciese total.

Las compañías de vanguardia tropezaron con la fuerte oposición de varios puestos defensivos cerca de la carretera de Pilastrino a Tobruk; cuando, una vez tomados, se procedió a controlar a los prisioneros, se comprobó que el general Manella, comandante italiano de Tobruk, estaba entre ellos, y con él muchos oficiales de todos los grados y un elevado contingente de soldados. En las últimas horas de lucha se habían rendido al batallón unos 1.600 italianos. Por la tarde, el 2/11 no había encontrado una oposición tan tenaz como la de sus camaradas del 2/8 y el 2/4. Al llegar, a las 16,00 horas, a la cima de la última escarpa que miraba sobre Tobruk, pudo contemplar la ciudad y el puerto que se extendía a sus pies. Anclados en la playa meridíonal había dos buques italianos: el Marco Polo, de pasajeros, que desplazaba 15.000 toneladas y el Liguria, de carga; ambos ardían de proa a popa.

En la playa Norte estaba el crucero San Giorgio, con los cañones silenciosos. Bombardeado por la RAF el tercer día de combate había resultado tan fuertemente averiado que hubo de ser encallado; desde entonces se utilizó como buque antiaéreo.

El Puerto de Tobruk - Al fondo, gravemente dañado, el Crucero San Giorgio

Sobre la ciudad se levantaban aislados penachos de humo, que atestiguaban las destrucciones que los italianos estaban llevando a cabo. Cada pocos minutos se oía el golpe seco de una detonación, y una nueva columna de humo negro venia a unirse a las anteriores, enroscándose y retorciéndose. De particular importancia para los atacantes era la planta de potabilización de agua, que estaba cerca de la playa Sur, a sólo un kilómetro de las avanzadillas del 2/11, en la zona de tierras altas. Se envió, pues, una sección con órdenes de abrirse paso lo más rápidamente posible, antes de que los defensores tuviesen tiempo de destruirla. El éxito le acompañó, pues sorprendió a los italianos comiendo; los hombres capturados fueron enviados a retaguardia, a engrosar el torrente cada vez mayor de prisioneros, mientras los captores daban rápidamente cuenta de los restos de la comida.

El 2/3 Batallón había soportado combates muy duros el primer día. Se recordará que, forzado a detenerse por la mañana, se había visto obligado a esperar refuerzos. Después de una espera de unas cuatro horas y media, apareció una fuerza de carros Matilda del 7.° Regimiento Real de Carros. Apoyados por el fuego de los cañones de 25 libras y Vickers del Real de Fusileros de Northumberland, el 2/3 y los carros reanudaron el ataque a las 13,30 horas. Capturaron varios puestos después de activos combates, que continuaron incluso después de que los carros se retiraron para repostar. El batallón continuó su acción hasta la caída de la noche.

Muchos de los batallones asaltantes pudieron gozar de una noche tranquila, aunque en conjunto no cesó la actividad. Hubo que enviar patrullas y en el sector de un batallón se capturaron dos puestos más. Las explosiones que se oyeron durante toda la noche provenientes de la ciudad acreditaban que los italianos seguían dedicados a su orgía destructiva. Desde todos los puntos de vista, la lucha por Tobruk estaba ganada; con todo, era indudable que si los defensores decidían seguir combatiendo, costaría muy caro a los británicos el inevitable final.

El miércoles, el general Mackay dictó sus órdenes para continuar las operaciones: la 19 Brigada tomaría Tobruk y el saliente situado detrás. La 17 limpiaría la zona entre la carretera de Bardia y el mar en el sector Este y la 16 haría lo mismo en el sector Oeste. Pero antes de iniciar el avance esa misma mañana, se envió a dos escuadrones de vehículos con orugas en cabeza del 2/4 Batallón a Tobruk, y éstos alcanzaron el centro de la ciudad prácticamente sin incidencias. Al fin encontraron un oficial italiano, quien les informó que el almirante estaba aguardando en la Comandancia de Marina, en el puerto, para rendirse formalmente. El mensaje fue enviado sin demora al general Robertson, comandante de la 19 Brigada, que pronto estuvo en camino hacia la ciudad, acompañado por una pequeña comitiva en la que figuraban algunos corresponsales de guerra ansiosos de asistir al acto final.

El almirante Massimiliano Vietina deseaba efectuar la rendición de los 1.500 oficiales y hombres de la guarnición naval y aquélla le fue aceptada por el general Robertson. Concluida la breve ceremonia, un oficial salió al patio de la Comandancia y disparó media docena de bengalas para indicar el fin de la resistencia dentro de la ciudad. La pequeña exhibición pirotécnica señaló la conclusión de la operación de Tobruk, aunque quizá fue un símbolo más evidente el sombrero australiano izado en el mástil del mismo edificio.

Marineros italianos prisioneros - Los ingleses en Tobruk

La redada de prisioneros fue, nuevamente, inmensa. Por otra parte, a pesar del programa de demoliciones realizado por los italianos, no pudieron éstos destruir las grandes existencias de municiones que habían almacenado en Tobruk. Inutilizaron muchos cañones con explosivos y otros los dejaron inservibles quitándoles piezas vitales; pero una búsqueda detenida permitió después, en muchos casos, encontrar las piezas enterradas en la arena y poner rápidamente las armas en condiciones de ser utilizadas por sus nuevos propietarios.

Cañones italianos. Botín de Guerra para los ingleses

La antaño acicalada ciudad de Tobruk estaba ahora desfigurada por las feas cicatrices de la guerra; objetos caseros aparecían esparcidos por las calles y numerosos incendios contribuían a avivar la capa de humo que era alejada lentamente por el viento. Los soldados, libres, por el momento, de los peligros del combate, cocinaban sus comidas en edificios que habían sido la avanzada y el signo visible de la prosperidad del nuevo Imperio italiano.

En el puerto yacían despojos de quizá una docena de barcos; algunos hundidos, mostrando sólo la parte superior de sus fanales y mástiles; otros, a flor de agua, con sus obras muertas visibles; el fuel manchaba el agua, rezumando de los cascos de buques hundidos como sangre de criaturas marinas mortalmente heridas.

Bruno

08-06-2006

**AVANCE BRITANICO A TRAVES DE CIRENAICA

LA CAIDA DE DERNA - EL OCASO ITALIANO SE INICIA EL AVANCE A BEDA FOMM

**

El 21 de enero, el mismo día que comenzó el ataque a Tobruk, el jefe de Estado Mayor indicó a Wavell que la toma de Bengasi era de la mayor importancia. Aunque el XIII Cuerpo de Ejército llevaba un mes ininterrumpido de acción ofensiva, no había tiempo para descansar. Los fatigados hombres y las forzadas máquinas tenían que seguir al ejército italiano en retirada. Alentadas por sus éxitos y por la posibilidad de continuar el avance fácilmente a través de Cirenaica, posibilidad que se hacía más y más probable con cada nuevo kilómetro, las tropas renovaron, pues, sus esfuerzos.

El general O'Connor, comandante del XIII Cuerpo, tenia sus planes preparados. La 7.a División Acorazada presionaría a lo largo de la costa hasta Derna, mientras la 4.a Brigada australiana atacaba tierra adentro hacia Mechili. En la noche del 22 de enero, la 7.a Acorazada estaba a sólo treinta kilómetros de Derna, mientras que los australianos habían lanzado sus  patrullas a lo largo de las pistas que irradiaban desde Mechili hacia el Oeste, Sur y Sur-Este. Los británicos marchaban por la parte de Cirenaica que hace una gran curva en el Mediterráneo, bañada en su parte Oeste por las aguas del golfo de  Bomba y en el Este por las del golfo de Sidra. Aquí finalizan las ondulaciones interminables del desierto y el terreno sube hasta la zona conocida como Yebel Ahbar (Montañas Verdes), algunos de cuyos puntos se elevan por encima de los 600 metros. El Yebel había atraído a muchos colonizadores italianos, que con el paso de los años habían creado una importante comunidad de agricultores en sus fértiles tierras. En el extremo Oeste del Yebel están el puerto y la ciudad de Bengasi, que en aquel tiempo tenia una población de unos 65.000 habitantes, un tercio, aproximadamente, italianos.

Dos carreteras importantes penetraban en esta región desde el Este y eran de importancia táctica. La primera seguía la costa y después de dejar Tobruk pasaba por Gazala, Tmimi, Martuba y Derna. Girando hacia el Oeste-Sur-Oeste cruzaba las ricas tierras de Barce y Benina y terminaba en Bengasi. La segunda carretera iba desde la unión con la de Adem, al Sur de Tobruk, hasta Mechili; aquí giraba hacia el Sur-Oeste hasta Msus, Antelat, Agedabia y El Agheila. Una pista dejaba esta carretera en Msus, dirigiéndose hacia el Oeste, a través de Sollum, para unirse a la costera de Bengasi a Agedabia.

La 7.a División Acorazada realizó uno de sus primeros combates de carros del desierto en Mechili, el 24 de enero. Ocho carros medios italianos fueron destruidos y uno capturado; los ingleses perdieron un crucero y seis ligeros. O'Connor esperaba entablar una batalla decisiva en esta zona, por lo que, dejando dos brigadas de la.6.a División australiana para contener a los italianos en Derba, envió la tercera para enlazar con la 7.a División Acorazada y el Grupo de Apoyo, con órdenes de evitar que los italianos abandonasen Mechili. Estas instrucciones fueron dadas el 25 de enero, pero por entonces los británicos empezaban a sufrir los efectos de su rápido avance, hasta el punto de que no había combustible para efectuar movimientos hasta la mañana del día 27. Mientras tanto, para consternación de O'Connor, los italianos escaparon de Mechili hacia el Norte. La 4.a Brigada Acorazada logró darles caza después y la RAF atacó sus columnas con bombas y fuego de ametralladora, pero después de dos días de persecución la 4.a Brigada se vio obligada a detenerse, vencida por el duro caminar, el mal tiempo, la falta de combustible y las cada vez más frecuentes averías mecánicas.

Los australianos iniciaron el avance hacia Derna el 30 de enero. Al principio se pensó que los italianos intentarían una lucha defensiva en las altas tierras del Yebel Achbar; como, por el contrario, su oposición no hizo más que debilitarse, se hizo obvio que estaban en plena retirada. Los informes de reconocimiento señalaban que estaban abandonados sus aeródromos en aquella zona; largas columnas de vehículos se dirigían  hacia Barce y en la estación de esta ciudad se procedía a cargar a los carros en los vagones del ferrocarril. En una conferencia celebrada el 31 de enero con asistencia de los generales Harding, el jefe de su Estado Mayor, y O'Moore Creagh, O'Connor expuso su opinión de que aquellos signos indicaban una retirada italiana de toda Cirenaica. Si esto era cierto, los británicos tendrían que actuar rápidamente y, lo que era más importante aún, enviar una fuerza campo a través en un movimiento envolvente, a fin de cortar la línea de retirada enemiga.

Operaciones Británicas sobre Derna

Un oficial de enlace del general Wavell, el general Eric Dorman-Smith, que había asistido también a la conferencia, voló hacia El Cairo para obtener la aceptación de su jefe a estas propuestas.  A su regreso al cuartel general de O'Connor con el permiso de Wavell y sus deseos de éxito, advirtió que ya se habían dado las órdenes a la 7.a División Acorazada y que ésta se hallaba en movimiento. El 4 de febrero, el propio Wavell voló hasta el desierto para ver cómo iban las cosas y por la noche telegrafió al jefe del Estado Mayor Imperial la noticia de que la ya muy mermada 7.a División Acorazada, con el Grupo de Apoyo, estaría en Msus esa misma noche.

En realidad, los vehículos blindados británicos realizaron la ocupación en la hora prevista, pero la 7.8 Acorazada sólo pudo informar de su llegada a una posición al Este de Msus al amanecer del 5 de febrero. Durante el día continuó la persecución. Los hombres tenían raciones para dos jornadas y los carros habían sido cargados con munición suficiente para sus necesidades. Pero una duda flotaba en el ambiente: ¿cuánto duraría el combustible y cuántos carros y vehículos podrían continuar sin un mantenimiento adecuado? Al concluir la jornada, los ingleses avanzaban libremente por la zona Sur y Oeste de Cirenaica y la 4.a Brigada Acorazada estaba cerca de Beda Fomm, entre Agedabia y Solluch.

Bruno

08-06-2006

BEDA FOMM - PRIMERA PARTE

Al amanecer del 4 de febrero la 4.a Brigada se encontraba encabezando la división. Con una pantalla de vehículos blindados  delante, los carros avanzaban por el desierto a buena velocidad para sacar el máximo provecho posible de cada tramo de buen camino. A los pocos kilómetros, el terreno se hizo movido, con amplias zonas rocosas que había que rodear cuidadosamente evitando se perdiese el camino. Las tropas de vanguardia eran urgidas por los comandantes de escuadrón, éstos eran azuzados por los comandantes de regimiento y así hasta llegar a la cumbre de la escala, en un esfuerzo para obtener la mayor velocidad posible de avance. Después de todos los esfuerzos de la persecución, la visión del ejército italiano, empujado hacia el Sur desde Bengasi por los australianos y retirándose a la mayor velocidad posible para rehuir la trampa, agobiaba la mente de los hombres de la 7.a División Acorazada.

Avance Británico a través de la Cirenaica hacia Beda Fomm

El día terminaba. Las dotaciones de los carros se afanaban en evitar daños a sus fatigados vehículos y en elegir un buen camino a través del increíble terreno.  Donde la superficie del desierto lo permitía, se aumentaba la velocidad al máximo posible y los hombres, zarandeados, eran arrojados de un costado a otro de las ruidosas cajas de acero, en un agonía de incomodidad; cuando, como ocurría demasiado a menudo, el terreno era accidentado y salpicado de grandes rocas, los jefes de los carros y los conductores tenían que hacer grandes esfuerzos  para dominar su impaciencia y dirigir los vehículos tan cuidadosamente como los navegantes llevan sus barcos por los pasos desconocidos y traicioneros. La velocidad media mantenida durante el día fue probablemente sólo un poco mayor que la marcha al paso.

Los vehículos blindados tomaron Fuerte Msus después de un vigoroso combate e hicieron prisioneros a sus ocupantes. Al caer la noche, la 4.a Brigada continuó su marcha a la luz de la luna. Para muchos tripulaciones, el movimiento de noche era una nueva experiencia y, en las mismas condiciones, nada deseable de repetir. La temperatura bajó tanto que los jefes de los carros apenas podían sacar la cabeza por la torreta; debían retirarla al instante, aterida y entumecida. Dentro del carro, el conductor escudriñaba a través de su estrecha mirilla y el artillero observaba el mundo exterior a través del telémetro del cañón, con la cara apretada contra el anillo de goma que protegía los ojos. El radio-operador, que en combate pasaba a ser cargador del cañón, permanecía en un mundo de silbidos en el oscuro interior, con la visión limitada al espacio iluminado por el tenue resplandor de la luz del aparato de radio. En las primeras horas de la madrugada se hizo alto. La luna se había puesto ya y era imposible continuar la marcha en la oscuridad. Las tripulaciones tuvieron que realizar entonces las operaciones rutinarias de mantenimiento de los carros y, en los casos necesarios, sustituir las piezas averiadas. A pesar del frío, no había posibilidad de comida o bebida caliente, ya que no se podía encender fuego. Los hombres tuvieron que pasar con un rancho frío; los pocos apetecibles alimentos, lavados con agua áspera, no lograron quitarles el sabor a rancio que había dejado en sus bocas un: día entero de respirar el aire humeante del interior del carro.

Para empeorar las cosas, el viento acre trajo consigo una pesada lluvia y, a pesar de su fatiga, pocos hombres pudieron disfrutar de algo más que unos momentos de sueño en lo que quedaba de noche.

Al amanecer, la división fue dividida en tres grupos. El Grupo Uno, formado por la mitad del regimiento de vehículos blindados, un batallón de infantería motorizada y dos baterías de artillería, tenía la misión de presionar con toda prontitud para cortar la carretera principal al Sur de Bengasi. El Grupo Dos, constituido por la 4.a Brigada Acorazada, seguiría al Grupo Uno, manteniéndose a la expectativa, hacia la costa. El Grupo Tres, la 7.a Brigada Acorazada con el resto del Grupo de Apoyo, se dirigiría hacia Bengasi. Los carros y vehículos reanudaron la marcha; para las fatigadas tripulaciones, era como si no hubiesen conocido otra existencia que la de esta caza a través del desierto abierto, ni sus cansadas mentes podían concebir otro futuro que el de la continuación de su persecución de pesadilla. A las 12,30 horas llegaron noticias por la radio a los grupos Dos y Tres de que el Grupo Uno había logrado cortar la carretera en un punto principal, así como una pista secundaria que iba cerca de la costa. No habían llegado con demasiada antelación; apenas se habían establecido en sus posiciones cuando la punta de las fuerzas italianas en retirada se hizo a la vista.

La fuerza de bloqueo abrió fuego con tal efecto que la vanguardia italiana creyó que se enfrentaba con una poderosa formación y se rindió sin ofrecer apenas resistencia. La 4.a Brigada Acorazada, que al atardecer estaba ya cerca de la carretera, recibió la orden de permanecer inmóvil hasta que se aclarase cuál sería la reacción italiana ante el bloqueo de la carretera. Después de una noche de descanso, la 4.a Brigada Acorazada se aproximó a la carretera de la costa en la zona de Beda Fomm. Los mensajes de radio aclararon que el Grupo Uno mantenía con dificultades el bloqueo de la carretera y que los italianos trataban desesperadamente de romperlo para escapar a sus perseguidores. Por mucha presión que se ejerciera sobre el flanco italiano, era sólo cuestión de tiempo el que, ante la comparativa débil fuerza de bloqueo, los italianos se abriesen camino. El Grupo Dos se lanzó, pues, a gran velocidad hacia el Oeste y, tras coronar una colina a unos tres kilómetros de la carretera, se halló ante un atasco de tráfico. Hacia el Sur, el ruido de los cañones y la explosión de las granadas revelaba que se mantenía el bloqueo de la carretera, pero detrás de la línea de combate todo era quietud y los soldados italianos aguardaban pacientemente a que se reanudase el tráfico. Los carros británicos avanzaron con firmeza hacia la atestada carretera, aproximándose hasta que la columna quedó dentro del alcance eficaz de sus ametralladoras. Algunos carros italianos que se habían adelantado a la fila de vehículos para atacar a las fuerzas de bloqueo viraron en redondo para salir al encuentro de los nuevos agresores y abrieron fuego con su armamento principal. El ruido de la lucha en el flanco de la columna atrajo la atención de la artillería italiana, que reaccionó rápidamente y pronto hizo fuego sobre los británicos en apoyo de sus propios carros. El combate fue extendiéndose hacia el Norte a todo lo largo de la columna, como una llama que corre inexorablemente por un fósforo; a medida que los carros británicos alcanzaban la carretera, inmediatamente entraban en acción.

Bruno

08-06-2006

BEDA FOMM - SEGUNDA PARTE: SE CIERRA LA TRAMPA

La retirada italiana bloqueda, es Beda Fomm

El ruido de fondo de la artillería podía oírse desde veinticinco kilómetros de distancia, punteado por las agudas e intermitentes detonaciones de los carros y de los cañones contracarro. Cualquiera que fuese su nivel de combate en acciones precedentes, las formaciones italianas que hacían frente a los británicos luchaban ahora con un valor rayano en la desesperación. Sabían que sólo rompiendo la línea de bloqueo que se interponía entre ellas podrían escapar y con este ánimo lanzaron reiterados ataques contra el cordón británico, especialmente en el punto de su unión con las fuerzas de bloqueo de la carretera. Los M13 formaron fuera del alcance de los cañones de los carros británicos e iniciaron un ataque precedido por un denso fuego de artillería contra las posiciones británicas.

Avanzaban campo a través a la mayor velocidad que les era posible, cuando cayeron bajo la acción de la artillería británica, primero, que disparó bien y con precisión, y después de los cañones de los carros. Una y otra vez fueron deshechos sus ataques. Los británicos esperaban incluso, en algunos casos, a que llegasen cerca de sus líneas, para lanzar entonces una serie de carros, desde una posición un poco distante de la línea principal, que cargaban de flanco sobre ellos y sembraban el mayor desorden en sus filas.

La lucha duró todo el día. Periódicamente, los británicos reiteraban sus carros de la línea de combate para reponer la munición y el combustible, momento éste que las cansadas tripulaciones aprovechaban para comer algo y gozar de un breve descanso, aunque no pocas veces se veían obligadas por las exigencias del combate a montar rápidamente a sus vehículos y regresar antes de completar la comida. Con el paso de las horas, el hastío invadió a los hombres.

Después del ejercicio físico de la marcha campo a través, la continuada concentración necesaria en el combate les llevó hasta los límites de la resistencia. Los estómagos estaban vacíos y las bocas resecas por el acre humo de los cañones.

Cuando los ataques de los carros italianos empezaron a perder su inicial determinación, los británicos efectuaron varios ataques cortantes con sus blindados sobre la columna. Fue ésta la gota que colmó el vaso para muchos soldados italianos y, al terminar el día, elevado número de ellos dejaban de lado sus armas y se rendían. Al anochecer, lo que quedaba de la fuerza de ataque británica se retiró a su zona de reunión; las tripulaciones saltaron rápidamente de sus carros, con el cuerpo pidiendo a gritos el descanso. Pero antes había que cumplir gran número de tareas que exigía la preparación de los indispensables carros para el día siguiente.

De nuevo había pocas oportunidades para descansar. Con los italianos tan cerca y en tan elevado número, estaba latente la posibilidad de un ataque nocturno para romper el delgado cordón que les separaba de la libertad. Pero la noche, una vez completadas las reparaciones de los carros, transcurrió pacíficamente.

Antes del amanecer, los hombres estaban en pie y haciendo los preparativos para la lucha del día, de modo que, cuando los primeros y pálidos rayos de luz aparecieron en el horizonte, aquéllos ocupaban de nuevo en sus posiciones a lo largo de la carretera.

Durante toda la noche, los británicos habían mantenido continuos contactos con la columna italiana. Patrullas de infantería habían impedido a ésta conciliar el sueño y la artillería había mantenido su fuego durante las horas de oscuridad.

Por la mañana, todo hacía presagiar un nuevo día de duros combates y, en efecto, con las primeras luces los italianos lanzaron un fuerte ataque de carros contra las fuerzas que bloqueaban la carretera. El ataque fue superado, pero una valoración comparativa de la fuerza de sitiados y sitiadores no auguraba nada bueno para la victoria británica.

Reducidos numéricamente por los anteriores días de combate, exhaustos por los esfuerzos de los muchos y continuados días de marcha, sin reservas y con los suministros reducidos, los británicos no estaban en una situación adecuada para resistir un intento decisivo de ruptura.

Los centinelas de las dunas conocían su estado de debilidad y el probable resultado en caso de lucha abierta, pero en un instante se olvidaron sus temores: la columna había roto en un estallido de pañuelos blancos. Los italianos se rendían en masa.

EL precio de la Derrota - Prisioneros Italianos

En lugar de combatir, las tropas británicas se encontraron así comprometidas en la recuperación de la enorme cantidad de material y equipo abandonado en el campo de batalla. Había miles de italianos a los que ordenar en columnas y conducir en largas jornadas hasta los campos de prisioneros, y centenares de vehículos que esperaban sustituir a los camiones ingleses, casi destruidos por las inmisericordes exigencias de la persecución realizada.

Los carros italianos M13 capturados debían ser puestos en servicio rápidamente, ya que por aquel entonces el equipo de la 7.a División Acorazada estaba en malas condiciones. Mientras tanto, la 6.a División australiana había avanzado por la carretera principal Barce-Bengasi hasta Ghemines, la Noroeste de Solluch, completando así el cerco del ejército italiano.

Bruno

08-06-2006

EPILOGO.

Era una completa victoria para los británicos, que el general O'Connor pretendió explotar al completo continuando el avance hasta Trípoli. Si habría tenido éxito nunca podrá saberse, ya que no se le dio la oportunidad de probarlo. Se le ordenó volver a El Cairo, donde asumió el cargo de comandante general de las tropas británicas en Egipto; sus victoriosas pero cansadas fuerzas fueron retiradas y reemplazadas por nuevas unidades; sólo se dejó una pequeña guarnición para proteger la enorme área del recién capturado territorio.

Con los italianos expulsados de Cirenaica, la crisis que empezaba a desarrollarse en Grecia reclamaba la atención principal. No obstante, estaban en vías de ejecución ciertos movimientos que devolverían al Norte de Africa su condición de escenario primordial en las hostilidades y que significarían el nuevo comienzo de una serie de arduas campañas en el desierto.

Mapa general de las operaciones - Avance Italiano a Sidi Barrani - Contraofensiva Británica

Bruno

08-06-2006

CONSIDERACIONES FINALES

Hitler no estaba contento con el rendimiento de su aliado en el Norte de Africa. El 5 de febrero, el primer día de la Batalla de Beda Fomm, le escribió a Mussolini expresándole su desagrado. Ofreció, a condición de que los italianos se mantuviesen firmes y no retrocediesen hasta Trípoli, enviar una división Panzer para ayudarlos. Con una demora de cinco días, Mussolini aceptó la oferta  y el 11 de febrero de 1941 llegó a Roma el general Erwin Rommel, a quien se le aseguró que la primera línea italiana de defensa estaría en Sirte. Casi inmediatamente desembarcaron en Trípoli los primeros elementos de la prometida contribución alemana al tambaleante ejército italiano. Era una fuerza destinada a cambiar radicalmente la forma de la guerra del desierto.

Pero esa es otra historia…

Lenz Guderian

08-06-2006

Despues de este muy completo y bien ilustrado recorrido de la guerra Italo Britanica en Africa  por parte de Bruno, me permito colocar el capítulo V de las memorias de Rommel. Aqui se ofrece una opinion de Rommel sobre las causas de la derrota italiana, y ofrece un pefirl muy cercano sobre el estado de las tropas y la moral de los aliados alemanes al llegar él al teatro de operaciones

CAUSAS Y EFECTOS DE LA DERROTA DE GRAZIANI (La Opinion de  de Rommel)

En un discurso pronunciado en febrero de 1941, el Duce manifestó que, entre 1936 y 1940, Italia había mandado a Libia un Ejército de 14.000 oficiales y 327.000 soldados, provisto de enormes cantidades de material. Sus palabras sonaron impresionantes y magníficas, pero la triste realidad era que aquel Ejército se mantuvo siempre muy por debajo del nivel requerido en una guerra moderna. Estaba pla-neado para una contienda de tipo colonial contra tribeños insurgentes, por el estilo de los Senusis o los etíopes, combatidos por Graziani. Sus tanques y vehículos blindados eran demasiado ligeros; sus mo-tores, de escasa potencia, y su radio de acción, muy corto. La mayoría de los cañones con los que estaban equipadas las unidades artilleras databan de la guerra del 1914-18, y eran de muy corto alcance. El Ejér-cito poseía un número muy bajo de antitanques y antiaéreos, e incluso fusiles y ametralladoras eran de modelos-anticuados o inservibles para la guerra moderna.

Pero lo peor de todo era el que la mayor parte del Ejército italiano consistiese en infantería sin motorizar. En el desierto norteafricano dichas tropas carecen prácticamente de valor contra un enemigo me-canizado, ya que éste posee la ventaja de realizar movimientos fluidos, maniobrando hacia el sur, cualquiera que sea su posición. En seme-jantes operaciones la infantería sólo utilizable a la defensiva, y en posiciones preparadas, no resulta problema para el adversario. En una campaña móvil, la superioridad se inclina hacia aquel bando que esté sujeto a menos inconvenientes tácticos a causa de sus tropas no mo-torizadas. En consecuencia, la desventaja de los italianos frente a los ingleses se basó en que gran parte de su ejército estaba sin mecanizar.

El Ejército de Graziani se puso en movimiento en septiembre de 1940, en una época en la que los ingleses nada tenían en Egipto que pudiera detenerlo. Partiendo del sector de Bardia, las divisiones italianas cruzaron la frontera egipcia por Sollum, prosiguiendo a lo largo de la costa hacia Sidi Barrani. Las débiles fuerzas inglesas no entablaron una lucha decisiva, sino que retrocedieron hábilmente hacia el este, ante el empuje de sus adversarios. Tras alcanzar Sidi Barrani, Graziani no prosiguió su avance, sino que empezó a fortificar el territorio conquistado, tendiendo, además, una línea de comuni-cación a lo largo de la costa. Luego acumuló víveres y pertrechos, y organizó el suministro de agua, intentando continuar su ofensiva desde la nueva base.

Si se deja el asunto de los aprovisionamiento a intendentes y personal civil, lo más natural es que aquéllos afluyan con suma len-titud. Los primeros suelen trabajar sobre teorías, y basan sus cálculos en situaciones precedentes, quedando satisfechos si su actuación es comparable a otras similares, ocurridas en tiempos anteriores. Ello puede conducir a espantosos desastres, cuando al otro lado se encuentra un hombre capaz de realizar sus planes de manera decisiva y a mayor velocidad. Planteada así la situación, el jefe ha de mostrarse implacable en sus peticiones, exigiendo un esfuerzo extraordinario. Si alguien, situado en una posición clave, despliega menos energía de la que se esperaba de él, o carece de sentido común para resolver ciertos pro-blemas de organización, se le debe eliminar de su cargo sin pérdida de tiempo. Todo jefe ha de acostumbrar a sus colaboradores a un ritmo acelerado, ya desde el principio, manteniéndolo de manera continua. Si alguna vez se contenta con normas vulgares, o todo cuanto no represente un vigor poco corriente, abandona la compe-tición desde el principio, y más tarde o más temprano, recibirá un duro golpe de un enemigo más veloz, viéndose obligado a abandonar todas sus ideas preconcebidas.

Transcurrieron semanas y meses, pero Graziani siguió en Sidi Barrani. Los ingleses, que, por regla general, poseen inteligencia e iniciativa, se preparaban, entretanto, para resistir cualquier ulterior avance y organizar la defensa de Egipto. Fueron reclutadas fuerzas en todo el Imperio, y lo que es aun más importante, pasaron a Egipto tropas mecanizadas modernas, con numerosos tanques, muy supe-riores en calidad a los italianos.

Aunque el Ejército inglés resultaba menor en número, estaba mejor equipado que su oponente, poseía una más nutrida y moderna fuerza aérea, tanques más veloces, artillería de mayor alcance, y sus columnas de ataque disfrutaban de una completa mecanización. Por otra parte, la flota inglesa dominaba el Mediterráneo occidental, sin que la Escuadra de Combate ni el Grupo de Cruceros italianos se hicieran a la mar para barrer a navíos inferiores en número Finalmente —y esto fue de importancia decisiva en la campaña de África—, los ingleses poseían un ferrocarril costero, hasta Marsa Matruh, co-nectado con el sistema ferroviario egipcio, por el que era posible transportar al frente toda clase de material. Egipto podía quedar convertido en inmenso arsenal de armas y pertrechos de todo género.

A finales de noviembre, el General Wavell lanzó un ataque por sorpresa. (Su fecha exacta es la del 9 de diciembre.) Su fuerza aérea descargó el primer golpe. Cada aparato inglés en condiciones de volar, desde el más viejo al más moderno, lanzó sus bombas sobre las posi-ciones italianas en Sidi Barraní y los aeródromos avanzados. Simultá-neamente, las piezas de los buques de guerra tronaron desde el mar, cubriendo Sidi Barraní y la carretera de la costa con sus proyectiles da mayor calibre.

En una noche de luna llena tuvo lugar un ataque de flanco contra las posiciones italianas de Sidi Barraní, tomando parte en él ingleses, australianos, franceses, polacos e hindúes. Todas las unidades eran motorizadas. Tras una breve lucha se arrollaron las fuertes posiciones italianas a 24 Km. al sur de Sidi Barraní, haciéndose 2.000 prisioneros, que pasaron a los campos de concentración.

La mayor parte de las fuerzas atacantes eran británicas; el grueso de las reservas, hindú. Las de infantería estaban compuestas por la 7.a División Acorazada, la 4.ª División Hindú (en parte inglesa) y dos brigadas de infantería británica, con un total de 31,000 hombres. Las fuerzas italianas en la zona de vanguardia se elevaban a 80.000 sol-dados, pero poseían sólo 120 tanques contra los 275 ingleses, 35 de los cuales pertenecían al tipo pesado «Matilda», del 7.° Batallón del Real Regimiento de Carros.

El ataque inicial se lanzó contra el campamento de Nibeiwa, donde se hicieron 000 prisioneros (no 2.000 corno asegura Rommel). La 9.a División hindú, a cuya cabeza formaba el 7.º del R.R.T., prosiguió hacia el norte, contra las posiciones italianas del sector de Sidi Barraní propiamente dicho.

La columna motorizada inglesa se dividió entonces; una parte continuó hacia el norte contra Sidi Barraní, mientras la otra se movía hacia occidente, penetrando profundamente en la zona de retaguardia.

Al propio tiempo, oleadas de infantería inglesa, acompañadas de tanques de apoyo, avanzaron desde el este contra la posición de Sidi Barrará, en acción combinada con las columnas que ahora atacaban desde retaguardia. Contra el tronar de las baterías navales, mezclán-dose al furor de la batalla, las fuerzas atacantes barrieron a los italianos como en una tormenta, y al final de aquella breve acción, las tres divisiones italianas de infantería que se encontraban en Sidi Barraní habían quedado eliminadas.

Wavell continuó su ofensiva, tropezando muy pronto con una di-visión de Camisas Negras, que se rindió tras una corta lucha, en la que los italianos actuaron con gran valor. El 16 de diciembre, Wavell llegaba a la frontera de Libia, y derrotaba a las tropas de Graziani en Capuzzo.

Los tanques ligeros italianos se partieron literalmente por la mitad, ante el fuego británico. Maletti, el valiente jefe del Cuerpo Acorazado italiano en África, murió en acción y se captu-raron 30.000 prisioneros italianos. El 10." Ejército había dejado virtualmente de existir.

En total, los ingleses habían hecho 38.000 prisioneros, apoderán-dose también de 400 cañones y de 50 tanques, al precio de apenas 500 bajas.

Los éxitos ingleses estaban consiguiendo un efecto paralizador sobre sus adversarios, que se retiraron a sus fortificaciones de Bardia y Tobruk, esperando ver lo que el enemigo haría a continuación.

El 19 de diciembre, las fuerzas de Wavell aparecieron ante Bardia, y empezaron su cerco. Bajo cubierta de las bombas de la aviación y de la artillería naval, la soberbia infantería australiana arrolló la fortaleza, obligando a rendirse a 20.000 italianos. Su Comandante logró escapar hacia Tobruk.

Sólo la 7.ª División Acorazada siguió la ruta de retirada italiana apareciendo ante Bardia, ya que la 4.a División hindú había sido en-viada al Sudán, después de la batalla de Sidi Barraní. El cerco-asalto de Bardia fue retrasado hasta la llegada de una división de infan-tería de refresco, la 6.a Australiana. El ataque se inició, por fin, el día 3 de enero, formando en vanguardia los tanques «Matilda» del 7." Batallón R.R.T. A la tercera jornada la fortaleza había caído en manos de los británicos, que hicieron 45.000 prisioneros y tomaron 462 cañones.

El Ejército inglés continuó su avance hacia el oeste, y el 8 de enero de 1941 envolvía Tobruk. A pesar de sus extraordinarias de-fensas, su guarnición de 25.000 hombres, las poderosas formaciones artilleras y los inmensos almacenes, esta fortaleza de primera clase sólo se sostuvo quince días, tras de los cuales se derrumbó durante un ataque conducido especialmente por tanques de infantería. Las tropas italianas no tenían medios de defenderse contra los carros ingleses, fuertemente blindados.

Tobruk quedó cercada el 6 de enero por la 7.a División Acora-zada, pero la 6.a Australiana no estuvo concentrada por completo y dispuesta para el asalto hasta dos semanas más tarde. El ataque se inició el 21, y a la mañana siguiente toda resistencia había cesado. Cerca de 30.000 prisioneros y 236 cañones cayeron en poder de los británicos.

Tras la conquista de Tobruk, los ingleses penetraron aún más en Cirenaica, librando breves encuentros en Derna y Mechili. A pesar de las desigualdades del terreno, que ofrecían excelentes oportuni-dades para la defensa, la columna inglesa que avanzaba por el norte con los australianos a la cabeza, realizó espléndidos progresos. Ben-gasi cayó en sus manos el día 7 de febrero. Entretanto, una po-derosa fuerza acorazada inglesa había avanzado por Msus, sin que, al parecer, los italianos se dieran cuenta. La columna atacó la carre-tera de la costa, a 50 Km. al sudoeste de Bengasi, obligando a la batalla a los restos del ejército de Graziani, que se retiraba por aquélla. La acción librada a ambos lados de la Vía Balbia terminó con la destrucción de más de 100 vehículos de combate italianos, mientras 10.000 prisioneros pasaban a los campos de concentración ingleses.

En esta batalla, cerca de Beda Fomm, el total de hombres captu-rados fue de 20.000, así como 216 cañones y 120 tanques, la mayoría del nuevo tipo «Crucero». Las fuerzas inglesas estaban compuestas por parte de la 7.a División Acorazada y sumaban tan sólo 3.000 hombres y 32 tanques «.Crucero». Pero los tanques italianos se retiraban por la carretera en pequeños grupos, que fueron destruidos por los carros ingleses, los cuales habían maniobrado hábilmente para situarse en posiciones de flanqueo. La infantería italiana y otras tropas ofre-cieron poca resistencia, una vez sus tanques de protección quedaron destruidos.

El 8 de febrero, unidades de vanguardia del Ejército inglés ocu-paron El Agheila, situándose en la frontera entre Cirenaica y Tripolitania. El ejército de Graziani había dejado virtualmente de existir. Todo cuanto quedaba de él eran unas cuantas columnas de cañones y hordas de soldados desarmados en plena huida hacia el oeste. La convicción de que sus armas eran inútiles contra las inglesas había fomentado el miedo y la inestabilidad en el Ejército italiano. Habían perdido 120.000 hombres, que quedaron prisioneros, sin contar a los muertos y heridos, así como 600 vehículos acorazados, y casi toda su artillería, transportes y depósitos. Las fuerzas aéreas italianas en África habían sufrido una aplastante derrota, frente a la R.A.F., perdiendo la mayoría de sus aparatos y quedando destruida su orga-nización de tierra.

Las cifras globales que Rommel aporta respecto a las capturas inglesas, se acercan más a la realidad que las citadas en las diversas batallas. El total, durante la campaña, ascendió a más de 130.000 prisioneros, 1.300 cañones y 400 tanques, sin citar vehículos blindados y autoametralladoras.

Si Wavell hubiese continuado su avance hacia Tripolitania, no habría tropezado con resistencia digna de este nombre, hasta tal punto triunfó su bien planeada ofensiva.

Con el fin de retrasar el avance de Wavell, los italianos minaron la carretera, entre El Agheila, Arco dei Fileni y Sirte, y destruyeron varios puentes sobre los torrentes. Pichas demoliciones significaban un obstáculo relativo, por ser posible su rodeo. Una débil fuerza de retaguardia italiana, consistente en un regimiento de artillería refor-zado, se encontraba en Sirte. Miles de extraviados recogidos en Homs, y los restos de las fuerzas italianas en Tripolitania, rodearon Trípoli y ocuparon sus líneas de defensas interiores —un semicírculo trazado a 20 Km. al centro de la ciudad— para defender el puerto. Esta línea, construida en terreno arenoso, consistía en un amplio y pro-fundo foso antitanque, de paredes parcialmente reforzadas, a causa de la inestabilidad del terreno, posiciones protegidas por alambradas y torres de observación de cemento ligero, que podían ser vistas desde muchos kilómetros de distancia. Comparadas con las de Tobruk y Bardia, las defensas de Trípoli eran totalmente inadecuadas. Hubieran podido ser defendidas con alguna esperanza de éxito contra senusis o árabes rebeldes, pero nunca contra los ingleses.

Sin embargo, éstos detuvieron su avance, pensando probablemente que Trípoli caería en sus manos, más tarde o más temprano, como una fruta madura. Sin duda deseaban ganar tiempo para orga-nizar depósitos y suministros, antes de proseguir. Sin embargo, al obrar de este modo el Eje disfrutó de una posibilidad para prepararse a reanudar la lucha.

El avance fue detenido por el Gobierno inglés, con él fin de mandar fuerzas expedicionarias a Grecia, bajo la creencia de que podía crearse en los Balcanes una poderosa amenaza de flanco contra Alemania. A principios de enero, Mr. Churchill había presionado cerca de los griegos, ya en guerra con Italia, para que aceptaran la ayuda de un contingente inglés. Pero el General Metaxas, jefe del Gobierno, había declinado la proposición, basándose en que ello pro-vocaría la invasión alemana, sin disponer de fuerzas suficientes para contenerla.

Aquel cortés desaire coincidió con la toma de Tobruk, y en vista de ello, el Gobierno inglés decidió permitir a Wavell continuar su avance por el norte de África y conquistar Bengasi. La nueva fina-lidad pudo ser conseguida, quedando aniquilados los restos del Ejér-cito italiano en Cirenaica. Pero, entretanto, el General Metaxas había muerto el 19 de enero, y Mr. Churchill renovó su oferta al Gobierno griego, el cual fue esta vez persuadido a aceptar. En consecuencia, el Gobierno inglés ordenó a Wavell detener su ofensiva en África, dejando un mínimo de fuerzas para guarnecer la conquistada Cire-naica, y preparar el envío del contingente mayor posible a Grecia.

La aventura balcánica duró poco. Las fuerzas inglesas empezaron a desembarcar en Grecia el 7 de marzo, pero los alemanes la inva-dieron el 6 de abril, y antes de que acabara dicho mes, los británicos se vieron obligados a retirarse. Aquel costoso desastre fue seguido en mayo por una expulsión todavía más rápida de Creta, tras un ataque aéreo germano.

El General O'Connor, jefe ejecutivo del victorioso avance en el norte de África, sentíase deseoso de proseguir desde Bengasi a Trípoli, y estaba convencido de que ello podía conseguirse con una pequeña preparación para efectuar el aprovisionamiento de las fuerzas. Muchos otros oficiales relacionados con el planeamiento de la ope-ración compartieron su punto de vista. Rommel lo confirma.

Cuando un jefe ha ganado una victoria decisiva — y la de Wavell sobre los italianos podía considerarse así —, comete un error si queda satisfecho con un éxito estratégico de tan cortos alcances. Es éste el momento de explotar la ventaja. Durante la persecución, el enemigo se siente desanimado y desorganizado, y pueden capturarse más nú-mero de prisioneros y de botín que antes. Las tropas que huyen a la desbandada, presas de pánico, pueden rehacerse y presentar otra vez batalla, a menos que se vean acosadas continuamente por el adversario.

El motivo para interrumpir una persecución se basa casi siempre en las dificultades de la intendencia, para alargar cada vez más las rutas de suministro con los transportes de que se dispone. Como, por regla general, todo jefe presta gran atención a su intendencia, y per-mite que ésta determine su plan estratégico, los intendentes han adquirido el hábito de quejarse de todas las dificultades, en vez de realizar su tarea sin interrupciones, poniendo en juego cuantos medios estén a su alcance. Generalmente, el jefe poco enérgico acepta la situación y se comporta de acuerdo con la misma.

Cuando, tras una gran victoria que ha conseguido el aniquila-miento del enemigo, se abandona la persecución a causa de los con-sejos de la intendencia, la historia demuestra de manera casi inva-riable que dicha actitud resulta errónea, habiéndose perdido tremendas oportunidades. Existen, desde luego, militares de academia dispuestos a demostrar con estadísticas que dicho parecer es falso. Pero los acontecimientos prueban lo contrario, porque en el pasado ocurrió con frecuencia que un general prestigioso se vio derrotado por un enemigo menos inteligente, pero más voluntarioso.

Lo mejor para un jefe es poseer un panorama claro de la poten-cialidad real de sus aprovisionamientos, basando sus demandas sobre sus propios cálculos. Ello obligará a la intendencia a desarrollar su iniciativa, y aunque a regañadientes, rendirá mucho más que si se la hubiera dejado a su propio albedrío.

Lo peor de la derrota italiana fue su efecto sobre la moral de las tropas. Éstas habían perdido, y con motivo, la confianza en sus armas, adquiriendo un serio complejo de inferioridad, que no les abandonaría durante el curso de la guerra, ya que el Estado fascista no pudo nunca equipar de manera conveniente a sus soldados en el Norte de África. Psicológicamente constituye una desgracia el que la primera batalla de un conflicto armado termine en un desastre, especialmente cuando se ha emprendido con tan halagüeños pronós-ticos, ya que es muy difícil restablecer la resquebrajada confianza de los hombres.

Haz login o regístrate para participar