Una entrevista con el Fuhrer para salvar al VI Ejercito

Matias

12-02-2014

[left]Hola a todos![/left][left]El general Paulus,luego del cerco de su Ejercito,envió a un representante del mismo a conferenciar con Hitler acerca de su delicada situación.Llego a la conclusión de que sólo un joven guerrero con muchas condecoraciones podía evocar las condiciones románticas e idílicas que tanto fascinaban a Hitler, y por tanto, estar en una posición para persuadirlo de que escuchara la verdad de lo desesperada que era la situación. Paulus tenía un candidato obvio para esta misión en el capitán Winrich Behr,cuyo uniforme negro de blindado con la Cruz de Hierro probablemente produciría el efecto deseado en el Führer. [left]Y Behr, responsable de poner al día no sólo la situación en el mapa, sino también todos los hechos y las cifras en los informes, era uno de los oficiales mejor informados en el cuartel general del VI ejército.[/left]Empaquetó el diario de guerra del VI ejército en sus pertenencias para ponerlo a buen recaudo, luego corrió al aeródromo de Pitomnik. Un coche del estado mayor estaba esperándolo y lo llevó al cuartel general del mariscal de campo Von Manstein. Manstein reunió a algunos de sus oficiales y pidieron a Behr que informara de la situación. Behr describió todo: el hambre; la tasa de bajas; el agotamiento de los soldados; los heridos yaciendo en la nieve con la sangre congelada a la espera de ser evacuados; la lamentable escasez de alimento, combustible y municiones. Cuando Behr hubo acabado, dijo Manstein: «Preséntele a Hitler la misma descripción que me ha dado». Se ordenó que un aeroplano lo llevara a Rastenburg (Prusia Oriental) a la mañana siguiente. El Führer lo estaba esperando.Behr finalmente llegó a la Wolfsschanze (Guarida del Lobo) por la noche temprano. Le pidieron su cinturón y su pistola en el cuarto de guardia. Desde allí fue escoltado al centro de operaciones, adonde dieciocho meses después Stauffenberg llevaría un maletín repleto de explosivos. Había de veinte a veinticinco altos oficiales presentes. Al cabo de diez minutos, las puertas se abrieron y Hitler apareció. Saludó al joven capitán de blindados. -Heil Herr Hauptmann!

-Heil mein Führer! –replicó Behr, en rígida posición de firmes con su uniforme negro con la Cruz de Hierro en el cuello. Behr ya sabía por su cuñado, Nicolaus von Below, que era ayudante de Hitler de la Luftwaffe, cuáles eran las tácticas del Führer cuando una «Casandra» traía malas noticias. Siempre trataba de controlar la conversación, imponiendo su versión de los hechos y abrumando a su interlocutor,que sólo conocía un único sector en el frente, con la imagen poderosa de la situación general. Esto fue exactamente lo que ocurrió.Cuando Hitler terminó de contar sus planes para la operación Dietrich, una gran contraofensiva con las divisiones blindadas de las SS que convertirían la derrota en victoria, dijo a Behr: «Herr Hauptmann, cuando vuelva donde el general Paulus, dígale esto y que todo mi corazón y todas mis esperanzas están con él y su ejército». Pero Behr, muy consciente de que éste era el «truco» de Hitler, sabía que no debía permitir ser silenciado.«Mein Führer –respondió-, mi comandante en jefe me ordenó informarle de la situación. Por favor, déme usted permiso para dar mi informe». [left][left][left]Hitler, frente a tantos testigos, no podía negarse.Behr comenzó a hablar, y Hitler, para su sorpresa, no hizo ningún intento de interrumpirlo. No ahorró a sus oyentes ningún detalle, incluidas las crecientes deserciones de soldados alemanes en favor de los rusos. [/left][/left][/left]El mariscal de campo Keitel,incapaz de soportar tal franqueza en presencia del Führer, golpeó con el puño a Behr a espaldas de Hitler en un intento de acallarlo. Pero Behr continuó implacablemente con su descripción del ejército extenuado, hambriento y aterido, frente a abrumadores obstáculos, y sin el combustible ni las municiones para repeler una nueva ofensiva rusa.Behr tenía todas las cifras de los despachos aéreos diarios en la cabeza. Hitler le preguntó si estaba seguro de esas estadísticas, y cuando Behr contestó que sí, se volvió a un alto oficial de la Luftwaffe y le pidió que explicara la discrepancia.

-Mein Führer –replicó el general de la Luftwaffe-.*Tengo aquí la lista de aviones y carga despachados por día.

-Pero mein Führer–interrumpió Behr-, para el ejército lo importante no es cuántos aviones fueron enviados, sino los que efectivamente recibimos. No estamos criticando a la Luftwaffe. Sus pilotos son verdaderamente héroes,pero hemos recibido sólo las cifras que he mencionado.Algunos altos oficiales trataron de desviar las críticas de Behr con «preguntas idiotas», pero Hitler resultó sorprendentemente colaborador.Sin embargo, Hitler una vez más recurrió a su mensaje de transformar toda la situación con una brillante contraofensiva.Incluso proclamó que todo el ejército blindado de las SS estaba ya concentrándose alrededor de Jarkov, a punto para atacar en dirección a Stalingrado."Vi que había perdido contacto con la realidad. Vivía en un mundo de fantasía de mapas y banderas". Para Behr, que había sido un «joven oficial alemán nacionalista» y entusiasta, la revelación fue un shock. "Fue el fin de todas mis ilusiones sobre el Fuhrer".[/left]                                                                                                                        **Fuente:"Stalingrado"*,de Antony Beevor y "La Batalla por Stalingrado",de William Craig.**

Sikorski

12-02-2014

Buen aporte, Matias.

Es sabido del pensamiento paranoico de Hitler, y más en aquel momento histórico. Cualquier dato objetivo lo convertiría, como así hizo, en reforzar precisamente su pensamiento alejado de la realidad.

Lo malo es que suspuso el sufrimiento de millones de personas.

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