La "Ofensiva Kerensky": la última batalla de Rusia

Dan Daly

08-02-2009

Cuando Alexander Kerensky se hizo cargo del gobierno provisional de Rusia tenía claro que la guerra contra las Potencias Centrales no debía acabar por el hecho de que Rusia hubiera cambiado de régimen. La Revolución de Febrero había acabado con la dinastía de los Romanov, aunque no había acabado con lo que la había generado: el hastío y el agotamiento que la guerra había producido en la mayor parte de la población rusa, incluidos los soldados. Kerensky, diputado en la Duma y gran orador, había sido Ministro de la Guerra en el gobierno del príncipe Lvov (el primer gobierno revolucionario) y ese era el motivo principal por el que se le había confiado la jefatura del nuevo gobierno, lo que no dejaba dudas sobre las intenciones del nuevo régimen de continuar con la guerra.

En su primera reunión como jefe del gobierno, Kerensky nombró al general Brusilov comandante en jefe del Ejército Ruso. Lo hizo porque unos días antes ambos habían mantenido una breve reunión y habían decidido lanzar una ofensiva contra los austro-alemanes en verano. Como Brusilov escribiría posteriormente, en realidad daba igual ganar o no esa batalla porque lo importante era en ese momento que las tropas lucharan y no permanecieran a la defensiva meses y meses en sus trincheras, pues cuanto más estuvieran en la pasividad de sus refugios más se descompondría el ejército.

Una de las principales consecuencias de la Revolución fue la quiebra de la disciplina en el ejército. Casi todos los soldados eran campesinos analfabetos o semianalfabetos, mientras que la mayoría de los oficiales (y casi todos los generales) eran aristócratas y gente de clase acomodada. Las diferencias sociales y de cultura entre estos dos grupos eran insalvables. Con la caída del zar la indisciplina y la falta de orden se adueñaron de la mayoría de las tropas en los frentes. Muchos oficiales fueron asesinados por sus propios soldados y cientos más tuvieron que huir por miedo a sus hombres. Las órdenes ya no se cumplían. La oficialidad fue sustituida en la mayoría de los lugares por los “comités de soldados”, grupos de soldados revolucionarios que funcionaban por su cuenta. Estos grupos serían legalizados rápidamente por el gobierno para no perder del todo el control de la situación (aunque oficialmente era para “democratizar el ejército”). La confraternización con el enemigo se hizo habitual: se invitaba a oficiales y soldados alemanes a pasar al lado ruso a charlar y beber. Los oficiales alemanes no perdieron la ocasión de dar numerosas charlas y discursos a los soldados rusos, animándoles a la deserción y al abandono de la guerra, todo ante la impotencia de la oficialidad rusa.

Dan Daly

08-02-2009

Uno de los casos más escandalosos de confraternización fue la protagonizada por el teniente Bauermeister al sur de Galich. Sus charlas antibelicistas frente a los rusos fueron tan efectivas que en todo el sector se izaron banderas blancas y el teniente dio una de sus charlas varios kilómetros dentro de las líneas rusas, ¡nada menos que frente al cuartel general del VII Ejército!

Para suavizar las relaciones entre los comités de soldados y los oficiales se instituyó oficialmente a finales de marzo la figura del Comisariado Militar. El Comisario solía ser un suboficial veterano que simpatizaba con los principios de la Revolución de Febrero, pero que entendía la necesidad de una organización y cierta disciplina. Tiempo después, muchos de estos comisarios se unirían a los bolcheviques.

Cuando Brusilov llegó al estado mayor en Moguilev la hostilidad con que fue recibido por los generales fue total, no ya por apoyar al gobierno revolucionario sino por admitir los comités de soldados (Brusilov pensaba que se podían adaptar estos comités y mantener la disciplina necesaria).

Posteriormente se acusaría a estos comités y a los soldados revolucionarios de ser bolcheviques y trabajar para Lenin (sólo los bolcheviques pedían la paz inmediata y a cualquier precio), pero la realidad era que, en ese momento, la mayoría de los soldados no pertenecían a ningún partido y que los bolcheviques eran un grupo minoritario que apenas tenía implantación entre las tropas del frente. Los soldados sólo querían volver a sus aldeas, a sus tierras, y participar en el reparto de tierras ocupadas a los terratenientes. Cuando Brusilov preguntó a un grupo de ellos qué sería de Rusia si se perdía la guerra y los alemanes entraban en Petrogrado, los soldados le contestaron que a ellos eso les daba igual.

Pero Rusia debía de lanzar una ofensiva importante en verano, pues la legitimidad del gobierno revolucionario frente a los aliados así lo exigía, y la pasividad sólo aceleraría la descomposición del ejército.

Hubo una gran campaña propagandística a favor de la ofensiva en la prensa pro-Kerensky. El gobierno llevó a cabo una gran llamada al patriotismo de toda la nación para ganar la guerra. Tanto Kerensky como Brusilov dieron muchos discursos a las tropas del frente, animándolas a la lucha (más Kerensky, que era un buen orador). Estas charlas dieron al jefe del gobierno una imagen irreal de la verdadera situación, pues la mayoría de su auditorio eran siempre oficiales o soldados “seleccionados” que casi siempre le aplaudían y vitoreaban. Brusilov empezó a darse cuenta de la verdadera situación de las tropas. En su sector de origen (el frente suroccidental) la situación no era tan mala, pero al visitar los frentes norte y oeste vio que la desmoralización era casi total. Brusilov vio la realidad más cruda: su público no solía estar seleccionado y en no pocas ocasiones le abroncaron, abuchearon y le hicieron callar.

Se formaron nuevos batallones de choque para iniciar la ofensiva. La mayoría estaba formada por gente que había huído de sus regimientos por miedo a ser asesinados (oficiales y algunos suboficiales, principalmente), pero la unidad más famosa fue el Batallón Femenino de la Muerte, organizado por María Bochkareva. Esta mujer se había alistado en 1914 tras solicitarlo al propio zar y en febrero de 1917 era sargento, con el cuerpo lleno de heridas y el pecho lleno de medallas. Pidió a Brusilov que le dejara formar un batallón de mujeres para avergonzar al resto de soldados y hacerles luchar. A Brusilov le encantó la idea y el batallón partió para el frente en junio.

Al acercarse la ofensiva aumentaron las deserciones en masa. La cifra oficial reconocida fue de 170.000, pero es seguro que la real fue muy superior. Muchos desertores se agruparon en retaguardia y se dedicaron al bandidaje, adueñándose de regiones enteras durante meses. En vísperas de la ofensiva aumentaron los motines, incluso en retaguardia. Varias unidades tuvieron que ser disueltas. El V Ejército (en el frente norte) se amotinó casi al completo. Pero para entonces la ofensiva ya no se podía parar.

El principal ataque se lanzó contra las fuerzas austro-germanas del general Bothmer el 1 de julio (calendario occidental), cerca de Brody; 31 divisiones rusas (el VII y el XI ejércitos) se lanzaron en dirección a Lemberg en un largo frente de casi 60 km. En el extremo sur, el general Kornilov (VIII Ejército) consiguió los mejores resultados, avanzando desde Stanislau y sorprendiendo al III Ejército austríaco, llegando a penetrar casi 30 km. En general, las cosas no parecían ir mal del todo. La prensa pro-Kerensky se apresuró en anunciar la gran victoria en Petrogrado. Pero el 19 de julio los alemanes contraatacaron con energía en el sector de Brody: después de un bombardeo de siete horas siguió el asalto de infantería, que rompió las líneas rusas para girar al sudeste posteriormente y conseguir un avance de 15 km en un solo día. La resistencia rusa se desmoronó inmediatamente. No hubo retirada, sino simple huida. Hasta el Batallón de Mujeres echó a correr después de sufrir grandes bajas. La huida duró dos semanas y los alemanes se detuvieron más allá de la línea de partida inicial rusa. El frente no se estabilizó hasta bien entrado agosto, y sólo por falta de suficientes tropas alemanas.

El fracaso ruso tuvo varias razones: insuficientes transportes, escasez de ametralladoras, falta de entrenamiento de las tropas (muchas granadas de mano rusas se lanzaron sin quitarles el seguro porque los soldados ni siquiera sabían eso)… Pero la causa principal fue el deseo de no luchar por parte de los soldados, sobre todo los que no eran de la primera línea. En un solo día, el XI Ejército arrestó a 12.000 desertores cerca de la ciudad de Volochnisk; los desertores se dedicaron al pillaje y aterrorizaron a la población.

Era el final de Ejército Ruso, de Rusia en la guerra y del gobierno de Kerensky. Todavía habría algunos combates locales en setiembre, pero el Frente Ruso ya no existía. El caos se adueñó del país: las deserciones, los motines, las huelgas, la criminalidad y la anarquía se apoderaron de Rusia. Kerensky pasó el resto de su precario mandato intentando buscar apoyos políticos y militares para continuar en el poder (consiguió acabar con un intento de golpe militar de Kornilov en setiembre), pero todo estaba perdido.

Unos meses después la milicia del pequeño partido de Lenin se lanzaría a la toma del poder en Petrogrado y comenzaría entonces para Rusia una tragedia mucho mayor que la Primera Guerra Mundial.

Dan Daly

08-02-2009

Fuentes principales:

"La Revolución Rusa", de Orlando Figes.

"La I Guerra Mundial", Ed. Carroggio.

Doctor Oskar

10-02-2009

Muy buen articulo Dan

El batallon de la muerte femenino lucho muy bien...eran magnificas guerreras.

Dan Daly

14-02-2009

Muy buen articulo Dan El batallon de la muerte femenino lucho muy bien...eran magnificas guerreras.

Bueno, eso es opinable.

Cuando los bolcheviques asaltaron el Palacio de Invierno en Petrogrado iniciando así la Revolución Bolchevique habían un par de compañías de este batallón femenino guardando el palacio, pues bien, en cuanto empezaron los tiros la mayoría de las mujeres se pusieron histéricas y hubo que encerrarlas en el sótano.

MIGUEL WITTMAN

14-02-2009

¿Qué fue de esas mujeres?.

Saludos.

Dan Daly

14-02-2009

¿De las de Petrogrado? Pues no lo sé. No he encontrado ningún sitio donde haya información fiable sobre qué fue de los defensores del palacio. Puede (esto ya es una suposición mía) que a muchos de los del palacio no les pasara nada serio porque, contrariamente a la propaganda bolchevique, casi no hubo lucha y fue más una manifestación ruidosa que una batalla.

Imagino que las mujeres lo pasarían algo peor porque los bolcheviques odiaban el Batallón de Mujeres desde el principio de su existencia. Se sabe de muchas mujeres que pasaron por este batallón que fueron torturadas y asesinadas por los bolcheviques, antes y después de su revolución.

Saludos.

MIGUEL WITTMAN

14-02-2009

Vaya historia. Ya empezaba la propaganda alejada de la realidad.

Te saludo.

kater

16-04-2010

Muy interesante este relato, sabia del desordel del ejercito Ruso al desplome del Zar, pero nunca me imagine que llegara a semejante nivel.

Saludos

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