Parte II:
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Los Ustachas.
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La Ustacha (croata: Ustaša; en español pronunciado Ustasha o Ustashá) fue una organización terrorista basada en el nacionalismo religioso croata, aliada del nacional socialismo por razones tácticas y, fue fundado el movimiento en 1929 por Pavelić. Se fundó después del asesinato del líder croata Stjepan Radić en el Parlamento de Belgrado por extremistas serbios. Se caracterizó por el uso continuado de la violencia terrorista con crueldad extrema para alcanzar su fin último: la independencia de Croacia y la formación de un Estado croata, basando su política en la diferenciación racial y la supremacía étnica del pueblo croata sobre el serbio, al que consideraban germano. La organización, como otras formaciones nacionalistas de la época, se vio influenciada por el fascismo italiano, ya que residía en Italia, y ésta la protegía.
La organización se fundó oficialmente en 1930 como un grupo nacionalista radical dedicado a la consecución de la independencia de los territorios de población o historia croatas y el fin era la liberación de la opresión serbia en Yugoslavia. A diferencia del principal partido del momento entre la población croata, el Partido Campesino Croata, los ustachas aceptaban el uso de la violencia para lograr sus fines políticos y el respaldo de naciones extranjeras. Pavelic planeaba establecer un Ejército revolucionario en el extranjero, con el apoyo de Mussolini, que veía a la organización como un medio de debilitar a Yugoslavia y poder realizar sus sueños expansionistas en el Adriático y los Balcanes, dada la debilidad militar de Italia.
Fundada a finales de los años veinte tras el asesinato de Radić y la proclamación de la dictadura real del rey Alejandro, la formación nunca fue un movimiento de masas sino que se asemejó más a una organización terrorista clandestina, lo que facilitó los actos terrorista pero perjudicó la consecución de su objetivo principal: la independencia de Croacia. Éste error se pagará bien caro al lograr la independencia de Serbia al carecer de los cuadros partidistas y mandos para dirigir el Estado Croata y el Ejército, en su lucha contra los comunistas.
Huida al extranjero:
Poco después de la proclamación de la dictadura del rey Alejandro I de Yugoslavia el 19 de enero de 1929, Pavelić, ya destacado opositor y paladín de la independencia croata, huyó a Viena burlando la vigilancia policial y fue condenado posteriormente a muerte por rebeldía en Belgrado al participar en las manifestaciones antiserbias organizadas en Sofía por los rebeldes búlgaros y macedonios, en abril de 1929, en las que firmó un manifiesto antiyugoslavo.
Pavelić y otro de sus asociados fueron condenados por la Ley de protección del Estado, al considerárseles culpables de alta traición y sedición. En Austria se le unieron otras figuras del Partido por los Derechos del que Pavelić había sido diputado, donde era vigilado por Policía Secreta Yugoslava y la Gendarmería Austriaca. Tras su regreso de Bulgaria y por las protestas del Gobierno de Belgrado, las autoridades austriacas le prohibieron el regreso.
Tras tratar de obtener en vano un visado húngaro, pasó a Alemania, donde nuevamente fue rechazado y obligado a abandonar el país. Antes de abandonar Múnich, contactó con los italianos, que le concedieron un visado y organizaron su traslado a Verona donde se empapó del Fascismo italiano, percatándose que ese tipo de organización era la única capaz de enfrentarse al Estado Multiétnico Yugoslavo donde predominaban los Serbios, en su beneficio.
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Asentamiento en Italia y relaciones internacionales:**
Mussolini, dictador fascista italiano, fue fundamental en la formación y mantenimiento de la nueva organización ustacha de Pavelić, al que acogió y financió pero también controló y utilizó para sus propios intereses durante la década de 1930. Poco después fundó la organización nacionalista Ustaše (los «alzados» o «insurrectos»), con ayuda italiana. Con subsidios de Italia y una pequeña red de colaboradores de su antiguo partido comenzó a formar su nueva organización; ya había ofrecido a Italia concesiones territoriales en la costa dálmata y Bosnia-Hercegovina a cambio de su apoyo, acción indispensable si quería lograr su objetivo.
Sus relaciones con el Gobierno húngaro, también revisionista, mejoraron con el tiempo. Del rechazo a concederle la residencia en 1929 el Gobierno de Budapest pasó a permitir el asentamiento de una célula ustacha, primero en Pecs y más tarde en la aislada granja de Janka Puszta, cerca de la frontera Yugoslava.
Las protestas del Gobierno yugoslavo, informado por su contraespionaje de Viena, no se hicieron esperar, ya que le seguía los paso para asesinarlo o deportarlos a Belgrado, laCancillería Yugoslava fracasó al lograr detener a Pavelic en Hungría, por la alianza de los ustachas con los nacionalistas húngaros, ya que sus intereses no se contraponían y tenían un mismo enemigo en común: Los Serbios.
En marzo de 1933 el ministro de Exteriores húngaro organizó una reunión entre Pavelić y el dirigente del «comité de Kosovo» albanés, de la que resultó un compromiso de las dos organizaciones para cooperar contra el Gobierno de Belgrado. Pavelić no logró, sin embargo, el acuerdo entre los nacionalistas albaneses y los macedonios de la OIRM por las diferencias de los dos grupos acerca de la división territorial de Macedonia. En julio de 1933, la Liga Revisionista húngara, contraria a los tratados de paz de Versalles, firmó un acuerdo con Pavelić, obteniendo reconocimiento diplomático de Budapest.
En él Pavelić se comprometía a aceptar un plebiscito en la región de Međimurje, húngaro hasta 1918 pero yugoslavo desde entonces, así como a la futura anexión húngara del sur de Baranya, de mayoría croata. Como en el caso italiano en 1927, Pavelić se mostraba dispuesto a ceder territorio de población croata a cambio del apoyo extranjero. El objetivo húngaro era el uso de la organización de Pavelić para desestabilizar Yugoslavia, aunque las relaciones entre Pavelić y las autoridades húngaras se limitó, al menos hasta 1933, a los militares magiares, sin conocimiento del Gobierno.
En Italia Pavelić y sus asociados quedaron controlados estrechamente por funcionarios del ministerio del Interior y por la policía, que controlaban su abastecimiento, financiación y la instrucción de los reclutas de la organización. Los italianos veían a los ustachas como un instrumento auxiliar de su política exterior, sin autonomía alguna respecto de las decisiones de Mussolini.