28-10-2006
Voy a poner este post en dos partes porque no me cabe.
RAOUL WALLANGER
Solía exponer dos personalidades bien diferentes. La primera era la de una persona tranquila, graciosa, instruida y cálida. Sus compañeros de trabajo dan fe de ello. La segunda mostraba a una persona agresiva que no dudaba en gritar o hasta amenazar a los nazis en ciertas ocasiones, así como adularlos o sobornarlos en otras, según lo requirieran las circunstancias. Wallenberg los impresionaba y por lo general aceptaban sus demandas. Obviamente, uno de los motivos del respeto que le manifestaban era su condición de diplomático sueco, investidura que los alemanes no se atrevían a violar. .
Raoul se vio forzado a arriesgar mucho en una situación en la cual Budapest se estaba convirtiendo cada vez más en un campo de batalla. Llovían bombas y las tropas soviéticas se acercaban a los suburbios. La última vez que vi a Raoul Wallenberg (el 10 de enero de 1945) lo insté a que buscara refugio, especialmente debido al hecho de que los Flechas Gamadas, que eran los nazis húngaros, lo estaban buscando a él en particular. En mi opinión, se estaba arriesgando demasiado al continuar con su trabajo humanitario.
Su respuesta fue típica: "No tengo otra opción. He aceptado esta tarea y nunca podría regresar a Estocolmo sin el conocimiento de que he hecho todo lo humanamente posible para salvar la mayor cantidad de judíos."
Y continuó haciéndolo hasta que fue capturado, no por los nazis, sino por el ejército ruso. Existen diferentes versiones sobre el número de judíos que Raoul Wallenberg rescató en Budapest. Algunas fuentes le adjudican haber salvado 30.000 personas. De acuerdo con otras estimaciones, el número de personas que directa o indirectamente agradece a Wallenberg por sus vidas es de alrededor de 100.000. Sin importar cuál es la cifra correcta, Raoul Wallenberg es, sin lugar a dudas, uno de los héroes más destacados de la Segunda Guerra Mundial.
Sin embargo, Wallenberg no regresó a Suecia como un héroe al finalizar la guerra. En cambio, fue detenido por las tropas soviéticas que marchaban hacia Budapest en 1945. El gobierno ruso ha declarado una y otra vez que está muerto. Sin embargo, numerosos testigos han declarado que Raoul Wallenberg está o estuvo vivo en algún lugar en una prisión soviética o en una institución psiquiátrica.
Raoul Wallenberg es o era miembro de una de las familias más prominentes de Suecia. Los Wallenberg le han dado a su país varias generaciones de importantes banqueros, diplomáticos y estadistas. El padre de Raoul Wallenberg, Raoul Oscar Wallenberg, fue un oficial naval, primo de los hermanos Jacob y Marcus Wallenberg, dos de los más conocidos financistas e industriales durante la mitad del siglo comenzando en 1930. Raoul nació el 4 de agosto de 1912, tres meses después de la muerte de su padre.
Eestuvo en contacto por primera vez con judíos que habían huido de la Alemania de Hitler. Las historias sobre la persecución nazi lo conmocionaron mucho. Quizás no sólo porque tenía una actitud muy humana hacia la vida.
A través de los contactos de Jacob Wallenberg en el mundo de los negocios, le presentaron a un judío húngaro, Koloman Lauer, quién dirigía una empresa de importación y exportación especializada en productos alimenticios.
Debido a que poseía un buen manejo de los idiomas y podía viajar libremente por Europa, era un socio perfecto para Lauer. A los ocho meses Raoul Wallenberg era uno de los más importantes accionistas y el gerente internacional de la empresa.
Sus viajes a la Francia ocupada, y a la misma Alemania, pronto le enseñaron cómo funcionaba la burocracia germana. También había realizado numerosos viajes a Hungría, dónde visitó a la familia de Lauer en Budapest. Hungría era aún un lugar relativamente seguro, aunque estaba rodeada por enemigos.
En la primavera de 1944 el mundo había amanecido y tomaba conciencia de lo que significaba "la solución final del problema judío". Información sobre los campos nazis de la muerte había empezado a llegar desde 1942, pero era considerada tan increíble que al principio no fue tomada en serio por algunos líderes aliados. En mayo de 1944 los aliados reciben las primeras versiones de testigos acerca de lo que realmente estaba sucediendo en el campo de concentración de Auschwitz.
Los planes de Hitler para la aniquilación de la población judía en los países ocupados por Alemania se hicieron públicos. Hungría, que había unido fuerzas con Alemania en la guerra contra la Unión Soviética -iniciada en 1941-, contaba con 700.000 residentes hebreos a principios de 1944.
Cuando los alemanes perdieron la batalla de Stalingrado en 1943, Hungría quiso seguir el ejemplo de Italia y pedir la paz en forma independiente. Hitler, entonces, convocó al Jefe de Estado húngaro, Miklós Horthy, y le exigió solidaridad con Alemania.
Cuando Horthy se rehusó a aceptar estas demandas, Hitler ordenó la ocupación de Hungría, la cuál comenzó el 19 de marzo de 1944. Pronto los trenes de deportación empezaron a llevar judíos húngaros a los campos de concentración de Auschwitz y Birkenau en el sur de Polonia. Allí los esperaba una muerte segura.
La evacuación de los judíos húngaros comenzó por el campo. Los judíos de las ciudades, en especial los de Budapest, sabían que su fatídico turno llegaría pronto. Desesperados, muchos de ellos buscaron ayuda en las embajadas de Estados neutrales. Las embajadas emitieron pasaportes temporarios para judíos que tenían lazos especiales con estos países.
Mientras tanto, el Congreso Mundial Judío celebraba una reunión en Estocolmo. El tema más importante en el orden del día era organizar una acción de rescate para los judíos de Hungía.
Solicitó autoridad plena para tratar con quién quisiese; aún sin necesidad de informar de antemano al jefe de la Legación. También solicitó se le permitiese utilizar el servicio de correo diplomático por fuera de los canales normales.
Su pedido era tan inusual que el asunto llegó hasta el Primer Ministro Per Albin Hansson, quien consultó con el Rey Gustav V antes de informarle a Wallenberg que se habían aceptado sus condiciones.
El tiempo corría en su contra. Cuando Raoul Wallenberg llegó a Budapest en julio de 1944, Adolf Eichmann -personalmente a cargo de la solución final en Hungría- ya había ordenado deportar a más de 400.000 judíos, hombres, mujeres y niños. Entre el 14 de mayo y el 8 de julio habían sido evacuados en 148 trenes de carga. Cuando Wallenberg llegó a Budapest, sólo quedaban 200.000 judíos en la capital.
Eichmann preparaba un plan para limpiar a toda la población judía de Budapest en un período de 24 horas. En un informe a Berlín, había escrito que "los detalles técnicos tomarían unos días."
Sorprendentemente, los alemanes aprobaron la detención de las deportaciones. La razón podría ser que durante ese período uno de los máximos líderes nazis, Heinrich Himmler, estaba comprometido en un juego muy arriesgado. Alemania perdía la guerra y Himmler creía que podría negociar una paz por separado con los aliados Occidentales. Quizás, su anhelo era mejorar su posición de negociación reduciendo la presión sobre los judíos. Mientras tanto, en Hungría, Adolf Eichmann esperaba una nueva oportunidad.
Wallenberg no recurrió a los usos y costumbres de la diplomacia internacional. Sorprendió a sus colegas suecos con métodos poco convencionales. Utilizó desde sobornos hasta amenazas. Cuando sus pares diplomáticos comprobaron el éxito de las gestiones de Wallenberg, se unieron a él con ahinco y dedicación.
En un comienzo Wallenberg sólo tenía permiso para emitir 1.500 pasaportes. Sin embargo, logró persuadir a las autoridades húngaras para que le permitieran emitir otros 1.000 y, a través de amenazas vacías al Ministerio de Relaciones Exteriores de Hungría, logró elevar la cantidad a 4.500 ejemplares.
Para cumplir con su misión contó con la ayuda de cientos de personas. Todos eran judíos, pero al trabajar para Wallenberg estaban exceptuados de lucir la Estrella de David. En agosto de 1944 el jefe de estado húngaro, Horthy, despidió a su primer ministro pro alemán y nombró al General Lakatos para sucederlo. La situación de los judíos mejoró sustancialmente. Debido a la presión diplomática, orquestada y ampliada por Raoul Wallenberg, Adolf Eichmann ya no podía "resolver el tema húngaro" tal como lo había planeado.
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El 15 de octubre, Miklós Horthy anunció que estaba buscando la paz por separado con los rusos. Pero, apenas finalizó su discurso radial las tropas alemanas tomaron el control de la situación. Horthy fue derrocado y reemplazado por el líder de los nazis húngaros, Ferenc Szálasi, líder de los "Cruz Gamada", tanto o más temidos que los nazis por sus crueles métodos en el trato de los judíos. Adolf Eichmann pudo así retomar su labor inconclusa.
Wallenberg debió retomar su lucha sin descanso. Con frecuencia fue testigo inoportuno de atrocidades. En muchos casos logró salvar a sus propios colaboradores judíos de las manos de los ejecutores. Sus únicas armas eran su coraje y su conducta inquebrantable.
Multiplicó las "Casas Suecas" hasta el número de treinta. Se trataba de edificios situados en el distrito de Pest, donde los judíos podían buscar asilo. Una bandera sueca ondeaba sobre la puerta de las viviendas, cada una de ellas declarada por Wallenberg como territorio sueco. En estos refugios llegaron a residir 15.000 personas.
Hacia el final de la guerra, cuando las condiciones eran totalmente desesperantes, Wallenberg emitió una versión simplificada de su pasaporte de seguridad, una página de mimeografía que sólo contenía su firma. En el caos prevaleciente hasta eso era útil.
El nuevo gobierno nazi-húngaro anunció que todos los pasaportes de protección eran inválidos. Wallenberg no bajó los brazos. Conoció y sedujo a la Baronesa Elizabeth "Liesel" Kemény, esposa del ministro de Relaciones Exteriores. Con su ayuda logró reinstaurar la validez de los pasaportes.
Mientras esto sucedía, Eichmann comenzó sus brutales marchas de la muerte. Llevó a cabo su prometido programa de deportación al forzar a grandes contingentes de judíos a abandonar Hungría a pie. La primera marcha comenzó el 20 de noviembre de 1944. Las condiciones a lo largo de la ruta de 200 kilómetros entre Budapest y la frontera austriaca eran tan espantosas que incluso algunos nazis protestaron.
Miles de judíos marcharon en columnas sin fin, hambrientos y con grandes sufrimientos. Raoul Wallenberg permaneció con ellos continuamente, distribuyendo pasaportes de seguridad, comida y medicina. Se turnaba para amenazar y sobornar a los nazis hasta que logró asegurar la liberación de aquellos que poseían pasaportes suecos.
Cuando Eichmann comenzó a deportar a los judíos húngaros en trenes de carga, Wallenberg intensificó sus acciones de rescate. Mientras los vagones estaban detenidos en la estación, trepaba, corría sobres sus techos y entregaba pilas de pasaportes de seguridad a los ocupantes. En una ocasión soldados alemanes recibieron la órden de dispararle, pero estaban tan impresionados por el coraje de Wallenberg que descargaron sus armas apuntando hacia arriba en forma deliberada. Lejos de amilanarse, Wallenberg bajó ileso de los vagones y reclamó airadamente la liberación inmediata de los judíos que tenían pasaportes de seguridad para que regresaran a la ciudad junto a él.
Wallenberg buscaba desesperadamente gente que pudiera ser sobornada. Encontró un aliado muy poderoso en Pa´l Szalay, un oficial de alto rango en la fuerza de policía que también pertenecía a los Cruz-Gamada. Luego de la guerra, Szalay fue el único miembro de esa fuerza pro-nazi que no fue ejecutado. Por el contrario, fue liberado en reconocimiento por sus esfuerzos para proteger judíos ayudando a Wallenberg.
Durante la segunda semana del mes de enero de 1945, Raoul Wallenberg supo que Eichmann estaba por poner en práctica una masacre total de los judíos que vivían en el mayor ghetto de Budapest. La única persona que podía evitarlo era el General August Schmidthuber, comandante de las tropas alemanas en Hungría.
Szalay se encontró con Schmidthuber y le entregó una nota que declaraba que Raoul Wallenberg se aseguraría de que el general sería considerado enteramente responsable por la masacre y colgado como criminal de guerra al finalizar la contienda. La masacre fue cancelada a último momento como resultado de esta intervención.
Dos días después llegaron los rusos y encontraron 97.000 judíos vivos en los dos ghettos de Budapest. Junto a otros que pudieron evitar el exterminio, el número aproximado de judíos sobrevivientes se estimó en 120.000.