14-02-2010
Checos, eslovacos y el Imperio Austro-Húngaro
Desde el siglo XVI, checos y eslovacos eran gobernados desde Viena por los Habsburgo. Pese a ello, la identidad de estos pueblos pervivió al mantenerse sus idiomas y sus tradiciones. En la primera mitad del siglo XIX una hola de nacionalismo recorrió Europa, sustentada en la idea de que, independientemente del estado al que pertenezcan, los pueblos se asientan sobre su idioma y sus características culturales. En 1848 los checos se alzaron contra sus gobernantes, como lo hicieron otros pueblos europeos, sólo para ser aplastados por la fuerza de las armas. Sin embargo, a pesar del absolutismo de Francisco José de Habsburgo, la decadencia y debilidad de su imperio le empujaron en 1867 a establecer el Imperio Austro-Húngaro, uniendo dentro del imperio a dos reinos: Austria (que gobernaría a los checos) y Hungría (que haría lo mismo con los eslovacos). En este contexto, el nacionalismo checo no dejó de crecer.
A finales del XIX los contactos entre checos y eslovacos se intensificaron, especialmente en círculos intelectuales y universitarios. La figura más destacada era el profesor Tomas Masaryk, fundador del Partido Progresista Checo y diputado en el parlamento. Otras dos figuras fundamentales en futuros acontecimientos serían el profesor Edvard Benes (propagandista de la idea de que checos y eslovacos constituían la misma etnia) y Milan Stefanik (filósofo y astrónomo, propagandista a nivel internacional de la idea de una nación checoslovaca). No obstante, el nacionalismo checoslovaco era básicamente checo. El Reino de Austria era reaccionario pero no totalitario, por lo que no impidió en la práctica el auge nacionalista en las industriales Bohemia y Moravia. La situación era distinta en Eslovaquia, región agrícola y más atrasada, donde los húngaros controlaban más férreamente cualquier movimiento nacionalista. No es por tanto de extrañar que en la posterior Legión Checa menos del 10 % de los legioarios fueran eslovacos.
Con el estallido de la guerra en 1914, los nacionalistas checoslovacos comprendieron enseguida que si querían una nación propia debían de unirse a la Entente y hacer un esfuerzo de guerra sustancial que contribuyera a la victoria de ésta para que sus aspiraciones fueran internacionalmente reconocidas.