30-12-2008
LOS BOUS ARTILLADOS Y EL COMBATE NAVAL DEL CABO DE MACHICHACO
El bou es un arte de la pesca de arrastre, consistente en una especie de barco tirado por dos barcos. El bou sería, también, el barco poderoso especialmente bien dotado para la pesca. Los bous de nuestra historia son barcos de hierro, grandes rápidos, capaces de afrontar los mares arbolados del Cantábrico o del Gran Sol y los hielos de Terranova.
El Nabarra ya artillado.
Ante la penuria de buques que sufrieron las dos marinas enfrentadas en nuestra guerra civil muchos de estos barcos fueron artillados y empleados como unidades auxiliares. Su peripecia es bien. desconocida, en consecuencia con el escaso relieve que la bibliografía de la guerra civil ha dado a la guerra en el mar.
En su gesta hay casos tan peregrinos como el del Galerna, un bacaladero de 1.204 toneladas, que amenazó al Hood con hundirle si no se apartaba de su ruta. El crucero Almirante Cervera trató de interceptar al mercante británico Mac Gregor cuando se hallaba a 10 millas de la costa. Se lo impidió con su sola presencia el crucero de batalla británico Hood clasificado por entonces como acorazado (41.000 toneladas y 8 piezas de 381 mm.). Intervino en ese momento el bou Galerna, que acompañaba al crucero español.- cortó el rumbo del mercante con un cañonazo a proa y, aunque no consiguió su presa por la intervención del destructor británico Firedrak, asombró al Hood cuando con señales de banderas le pidió que no interceptase su rumbo bajo amenaza de hundirle. Sin embargo, el papel de los bous excedió, a veces con mucho a las esperanzas que sobre ellos se depositaron.
Sin embargo, ninguna acción bélica de los bous puede compararse a la que protagonizaron cuatro pesqueros vascos de la marina auxiliar de Euzkadi el día 5 de marzo de 1937, cuando las tropas de Franco preparaban su ofensiva sobre el frente vasco y cuando Bilbao comenzaba a sufrir los efectos del bloqueo impuesto por los sublevados, por más que tal bloqueo tuviera más agujeros que un gruyere.
El día 4 de marzo se hicieron a la mar rumbo a Bayona los bous Gipuzkoa (1.200 toneladas, 12 nudos de velocidad y 2 piezas de 101 mm.), Nabara (1.200 toneladas, 12 nudos y 2 piezas de 101 mm.), Donostia (287 toneladas, 12 nudos, 1 pieza de 76 mm. y otra de 47 mm.) y Bizkaya (1.200 toneladas, 12 nudos y 2 piezas de 101 mm.) con la misión de escoltar al mercante Galdarnes, un vapor que navegaba bajo la bandera republicana y que embarcaba a unos 200 pasajeros, 5 toneladas de moneda de Euzkadi acuñada en Francia y carga general. A las 20 horas, ya de noche, los 4 bous llegaron frente al puerto de Bayona, de donde salía ya el Galdarnes. Cuando el mercante (3.700 toneladas y 8,5 nudos de velocidad, que con mal tiempo bajaban a 4, llegó a la altura de los bous, éstos se situaron por parejas a babor y estribor: Nabará y Donostía por el Norte; Gipuzkoa y Bizkaya, por el Sur, formando un cuadrado en cuyo centro navegaba el Galdarnes. Estas operaciones de contacto y encuadramiento concluyeron a las 21,10 horas. En este momento, el convoy vasco se encontraba a 3 millas al noroeste de Bayona. El tiempo era tranquilo y los capitanes confiaban en entrar en el puerto bilbaíno de El Abra hacia las 12 de la mañana del día 5, después de una singladura de 90 millas, necesariamente alargada (en línea recta de Bayona a Bilbao no hay más de 70 millas), para alejarse de la costa guipuzcoana ocupada por los nacionales.
Bou Bizkaia.
Bou Donostia.
Las cosas comenzaron a complicarse poco después. A unas 8 millas de Bayona se levantó marejadilla del Oeste y comenzó a menguar la velocidad del convoy. Una hora más tarde, hacia las 23, el mar estaba ya en fuerte marejada, evolucionando hacia mar gruesa. El Galdarnes apenas puede ya rebasar los 4 nudos de velocidad y deriva lenta, pero inconteniblemente, hacia el Norte, obligando a los bous Donostia y Nabará a perder el rumbo original para mantenerse en escolta. Entre tanto, el Bizkaya y el Gipuzkoa, que seguían la derrota prevista, perdieron el contacto con el convoy al no poder romper el silencio radiofónico. Pero el temporal era esa noche menor enemigo que el cazador que a esas horas abandonaba la base naval de El Ferrol. El espionaje franquista acababa de informar que el mercante Mar Cantábrico navegaba cargado de armas hacia un puerto republicano del Norte y se envió al Canarias, la más potente unidad naval española de la época (10.000 toneladas, 30 nudos de velocidad, 8 piezas de 203 mm., artillería secundaria de 120 y 102 mm. ), a interceptarle
El crucero y los bous protagonizarían la batalla del cabo Machichaco, en la que también hubiera podido intervenir el destructor republicano José Luís Diez (1.536 toneladas, 36 nudos de velocidad, 5 piezas de 120 mm. y 6 tubos lanzatorpedos), que se desentendió de la defensa del convoy vasco. . El José Luis Díez se refugió en el puerto francés de Burdeos, donde desertó la oficialidad y se pasó a Franco, lo que aclara su actuación en el combate de los bous. El 5 de marzo amaneció frío, el cielo estaba nuboso y el viento aún era fuerte, aunque en disminución. Hacia las nueve de la mañana se avistaron los bous Bizkaya y Gipuzkoa a unas 14 millas al nordeste del cabo Machichaco. Para no romper el silencio radiofónico ambos se aproximan y los capitanes respectivos, Bilbao y Galdós, se comunican mutuamente haber perdido al resto del convoy y acuerdan comenzar su búsqueda sin romper el silencio de la radio, salvo acontecimientos extraordinarios. Bilbao, con el Bizkaya, rehace su andadura hacia el Este, mientras Galdós, con el Gipuzkoa, se desplaza hacia el Oeste por si el convoy hubiera rebasado El Abra en medio del temporal.
En realidad, el convoy se encontraba a unas 45 millas al nordeste del cabo Machichaco, mientras el Canarias avanzaba a una velocidad de 20 nudos por las aguas de la costa santanderina. Van pasando las horas y en Bilbao comienzan las preocupaciones. Los bous tardan demasiado. La inquietud se convierte en angustia hacia las 12,30, cuando los observadores de la batería costera de Punta Galea (equipada con piezas Vickers de 152,4/50 milímetros modelo 1923) localizan una gran unidad naval a unas 18 millas al Norte. El Canarias aún no había sido identificado y en Bilbao se quería creer que era algún buque del Comité de no Intervenci6n, pero a las 13 horas el buque fue identificado. El convoy estaba en peligro de perderse por completo. Quien primero vio lo que se le venía encima fue el Bizkaya, que a las 13,10, tras haber buscado inútilmente al convoy, por la proa a la ría bilbaína. En aquel momento caía un chubasco, pero de pronto se abrió un claro en el cielo y el Bizkaya se vio a unas 4 millas del Canarias. El capitán Bilbao puso en marcha la radio y dio la alarma, que sonó en todas las cabinas del convoy. El Canarias, por casualidad, se había colocado en el centro del disperso convoy vasco: Al Oeste tiene al Gipuzkoa; enfrente al Bikkaya, y a babor, al Nabara, Galdarnes y Donostia, todos al alcance de su artillería, aunque sólo pueda ver al Bizkaya. El crucero, a 20 nudos, gana sobre el bou, que, ha tocado zafarrancho de combate al tiempo que, a toda máquina, navega hacia la costa. Sólo 3 millas separaban a ambos buques y, ante el asombro de los vascos, el Canarias no hace fuego. En el crucero también había problemas. Su precipitada salida de El Ferrol había impedido el reglaje de su artillería principal. El director de tiro, Manuel Calderón -tercer comandante del Canarias- había estimado en 6 horas el tiempo que precisaba para el reglaje, en vista de lo cual el comandante de navío Salvador Moreno, ordenó levar anclas, sabiendo que esas 6 horas eran vitales para el cumplimiento de su misión. Ahora, con el Bízkaya bajo la sombra de sus cañones, se acercaba rápidamente para no marrar sus disparos. Otra preocupación del Canarias era el mercante Yorkbrook, al que, al parecer, había apresado cuando navegaba hacia un puerto republicano y que ahora, bajo la amenaza de sus cañones, marchaba mansamente hacia Pasajes.
La mole del crucero parecía ya a punto de aplastar al bou cuando los observadores del Canarias avistaron en un abierto del día al Gipuzkoa, que marchaba a toda máquina hacia El Abra. Las cuentas fueron rápidas en el buque de guerra: primero, el Gipuzkoa, antes de que entre en Bilbao; luego el Bizkaya, que -no tendrá tiempo de ponerse a cubierto. Así, cuando el capitán Alejo Bilbao esperaba la andanada de 4 piezas del 203 a una distancia mortal de necesidad, vio con asombro cómo el crucero viraba en redondo.
La casi milagrosa liberación del Bizkaya significaba una sentencia de muerte para el Gipuzkoa, que se hallaba a unas doce millas de Bilbao y a 8,del Canarias. Eran las 14 horas. El crucero acorta distancias y abre fuego con su artillería pesada. En ese momento la falta de reglaje de las piezas del crucero salvaron al bou. Comienza la carrera de la muerte: el Gipuzkoa ha de pasar 20 minutos de fuego y angustia antes de hallarse bajo la protección de los cañones de costa de Punta Galea. Serán los 20 minutos más largos de la vida del capitán Galdós y sus hombres. El bou salta entre las olas, mientras los disparos del Canarias le siluetean por babor y estribor. Al fin, una granada alcanza la popa del Gipuzkoa, desmonta el cañón y mata a tres de sus servidores. La artillería secundaria del crucero entra en acción; uno o dos proyectiles alcanzan al bou, que comienza a arder. La metralla que lanzan los cañones mal afinados acribilla los costados del bou, que mantiene su rumbo envuelto en humo. El capitán Galdós es herido; también su segundo, Badiola,. Pero ya los telémetros de la batería de Punta Galea comienzan a funcionar: 21.000 metros, 20.000, 19.000..., la distancia es demasiado larga para las piezas que manda el comandante Francisco Gutiérrez; de cualquier forma ordena hacer fuego para evitar el hundimiento inminente del bou, y el Canarias no quiso exponerse y viró en redondo a las 14,30, mientras su jefe de tiro, el teniente de navío Faustino Ruiz, lamentaba la falta de reglaje de sus piezas y mientras el Gipuzkoa, convertido en una hoguera flotante, era auxiliado por las mangueras del remolcador Altsu. A las 4 de la tarde fue por fin amarrado a los chicotes de El Abra, con 5 muertos y 12 heridos a bordo.
Cubierta del Guipuzkoa
El Bizkaya mantuvo su rumbo hacia Bermeo, su única oportunidad de salvación antes del regreso del crucero. Pero ese día el capitán Alejo Bilbao tenía la suerte de cara: no sólo había escapado de los cañones del Canarias, sino que en su desesperada marcha hacia Bermeo localizó al Yorkbrook, al que obligó a entrar en puerto. Eran las 16 horas. El buque estoniano fue descargado durante la tarde mientras a lo lejos continuaba el cañoneo: el Canarias tenía otras presas. Efectivamente, a las 14,30, cuando el comandante Moreno hizo virar al crucero para eludir el fuego de Punta Galea, su Estado Mayor comenzó a valorar la situación: primero, capturar al Mar Cantábrico; segundo, escoltar al Yorkbrook,- tercero, capturar o hundir al bou Bizkaya. Se imponía, pues, un rumbo de intercepción hacia el cabo Machichaco. Pero en ese momento, los vigías del Canarias detectaron la presencia de barcos a proa: 5 buques sin identificar. El Bizkaya, que en aquellos momentos estaba apresando al Yorkbrook, se salvaba por segunda vez el mismo día. La alarma dada por el Bizkaya había sonado en la radio del resto del convoy vasco hacia las 13,30. Los capitanes de los tres buques advierten que entre el muelle salvador de El Abra y ellos -en esos momentos a unas 25 millas al norte del cabo Machichaco- están los cañones del Canarias,- por tanto, en vez de mantener la maniobra Oeste-Suroeste, recién comenzada, dieron orden de poner proa al Norte buscando la proximidad de la costa francesa para escapar del crucero. Pero el temporal que amainaba y permitía al Galdarnes una velocidad de unos 6 nudos también dio al Canarias la opción de localizar al convoy al aumentar la visibilidad. Cuando el Galdarnes y los dos bous iban en dirección Oeste-Suroeste hallaron a dos pesqueros, el Pantzezka y el Josefa-Mike1, que se unieron a los barcos armados suponiendo que estarían más protegidos en su compañía. Su sorpresa fue mayúscula cuando hubo banderas ordenando virar al Norte. En ese momento, el Canarias se hallaba a unas 15 millas. Durante 30 minutos los 5 buques vascos aumentan la distancia a unas 17 millas; luego, cuando el crucero elude las baterías de El Abra, la distancia vuelve acortarse, aunque el Canarias aún no hubiera avistado a los buques vascos. Eso ocurrió hacia las 14,20 y a las 14,40 abrió fuego el crucero, ordenando con sus señales que se parase el convoy. Obedece el mercante y también los pesqueros que, sin banderas de señales, sufren otra andanada antes de que el Canarias advierta la situación.
Y en ese momento, cuando el crucero inmovilizaba a mercante y pesqueros, el Nabara abrió fuego. Eran, aproximadamente, las 15 horas y la distancia entre ambos buques unas 5 millas, distancia que superaba las posibilidades artilleras del bou. Enrique Moreno, capitán del Nabara -dos Moreno frente a frente, uno con un crucero, otro con un bacaladero-, un murciano de la Unión, treinta años de edad, decidió sacrificar su buque y tripulación para alejar al crucero de sus presas. Había comenzado la desigual batalla. El bou, casi siempre fuera de distancia, dispara sin cesar mientras corre zigzagueando rumbo Noroeste. El Nabara comienza a lograr su propósito. A las 17,30, el Canarias, que ya ha incendiado el bou, está a unas 6 millas del Galdarnes y de los pesqueros. Los tres buques a poca máquina se van alejando del crucero, pero los observadores del Canarias advierten la maniobra y, en un viraje, el crucero lanza una salva que alcanza al mercante. El Galdarnes se detiene resignado, mientras los pesqueros terminan por escapar. Aquello no es una tregua para el Nabara, sobre el que llueve la metralla del crucero, que le controla, le acosa y le acribilla casi siempre fuera del alcance de las dos piezas de 101 mm. del bou, que disparan cada tres minutos (la de proa se agarrota tras una hora de lucha). Hay fuego a bordo y también una docena de muertos. Algunos tripulantes abandonan el bou perdido que sigue luchando ante el asombro del Canarias: “No he conocido hombres más valientes que aquellos. El bou ardía por los cuatro costados; parecía que no podía quedar nadie vivo a bordo, pero cuando nos acercábamos para el remate nos soltaban otro cañonazo”, diría Manuel Calderón.
Precisamente, en uno de esos acercamientos, un proyectil del Nabara alcanzó al Canarias, causando un muerto y varios heridos. Pero el bou estaba irremediablemente perdido: media tripulación muerta o herida, incendios por todos los lados, una explosión en calderas...; a las dos horas de combate, tras haber disparado un centenar de cañonazos, el capitán Moreno dio permiso para abandonar el casco que aún cortaba las olas atemporaladas. Se fletaron dos botes y en ellos se salvaron 19 marineros, aunque algunos estaban gravemente heridos.
El Canarias observó el lanzamiento de los botes y dio por finalizada la lucha. Se acercó al bou y le remató con una andanada que le envió a pique. Con el Nabara se hundieron el capitán Moreno y su segundo, Sarasola, que no quisieron abandonar el casco moribundo. Entre tanto, el cuarto bou, Donostia, que había seguido el combate sin poder intervenir por su pobreza artillera, intentó recoger uno de los botes del Nabara, pero hubo de alejarse por los ruegos de los tripulantes del bote cuando ya el Canarias estaba sólo a 2 millas. Al final, mientras el Canarias recogía los botes del bou hundido, el Donostia pudo escabullirse protegido por las sombras de la noche y entró en el puerto de Arcachón.
Los 19 prisioneros lograron sobrevivir a sus heridas. Recibieron un trato humanitario del Canarias, que les entregó en el puerto de Pasajes. Fueron juzgados y condenados a muerte en San Sebastián, pero antes de que se cumpliese la sentencia intervino Manuel Calderón, el que fuera director de tiro del Canarias y que, en 1938, había pasado a ayudante naval de Franco en el Cuartel General de Burgos. Calderón, admirador de aquellos adversarios que tanto trabajo le dieron el 5 de marzo de 1937, logró el indulto para todos y se convirtió en su protector durante la posguerra.
Saludos