07-11-2008
Juntas de Defensa y consecuencias
Despues de lo ocurrido tras el desastre de 1898, el Ejército no fue reformado, y mientras el mundo contemplaba la PGM, tampoco se realizó la más que necesaria reforma. Para 80000 soldados había 16000 oficiales, mientras que en Francia había 29000 oficiales para 540000 soldados, y en Alemania eran 42000 oficiales para 820000 soldados. Tan alto número de oficiales, se llevaban el 60 % de los presupuestos militares, lo que conllevaba falta de material y preparación adecuada para la tropa.
En España no había un solo Ejército, sino varios. Los intereses de la oficialidad de Marruecos y los de la Península sobre los ascensos por méritos de guerra, eran opuestos, y también lo eran los de Artillería frente a la Infantería. La primera, gracias a su organización interna, habían evitado los ascensos por méritos de guerra y mantenía una actitud elitista a menudo envidiada por el resto de armas que habían acabado por copiar su sistema de Tribunales de Honor.
Desde el otoño de 1916, el malestar entre los militares españoles se manifestó con la creación de las Juntas de Defensa. Asociaciones nacidas en Barcelona entre oficiales de Infantería y Caballería y extendidas posteriormente al resto de España, reivindicaban una modernización en la estructura militar. Pero detrás de esta reclamación genérica subyacían intereses corporativos derivados del efecto económico de la inflación entre los funcionarios de nivel medio y de la arbitraria política de ascensos seguida entre los militares africanistas destinados en Marruecos. Los Junteros reclamaban el ascenso por rigurosa antigüedad.
Las Juntas de Defensa ejercieron gran influencia política y provocaron la caída de distintos Gobiernos, hasta que fueron definitivamente disueltas en nov-1922.
Su principal dirigente era el orondo Coronel Benito Márquez, bienintencionado e ingenuo pero con escasa formación. Se formaron en otoño de 1916, y tuvieron su mayor apogeo en el verano de 1917 cuando se trataron de ejecutar unos ejercicios prácticos imprescindibles de acuerdo con una disposición de Luque para conseguir el ascenso dentro de la oficialidad. Los sucesivos ministros liberales Romanones, García Prieto y Aguilera, optaron por una aparente firmeza que pretendía lograr la disolución de las Juntas o su reducción a un carácter menos explícitamente político mediante negociación, para luego acabar dejando el poder.
Los propios capitanes de Barcelona Calfau y Marina, sucesivamente actuaron a la vez como representantes del poder central y como emisarios de las Juntas, mientras que el Rey, consciente del peligro que corría el sistema político, despues de propiciar la disolución de las Juntas acabó teniendo contactos con ellas mediante personas interpuestas.
En jun-1917, los liberales habían demostrado con creces su incapacidad para enfrentarse con la protesta militar, mientras que ésta había obtenido unos apoyos en principio inesperados.
Los militares junteros habían demostrado que no se doblegaban ante los intentos del poder central por disolverlos, pero sobre todo, habían ocultado unas reivindicaciones sectoriales con declaraciones regeneracionistas que daban la sensación de que lo que buscaban eran fundamentalmente una renovación política. Quienes tenían reivindicaciones respecto del Estado, empezaron a organizarse en idéntica manera a como lo habían hecho los junteros, mientras que las personas o grupos que habían ansiado la renovación, vieron en los militares el instrumento que produjera la regeneración.
En sus "Memorias", Francesc Cambó afirma haber pensado sacar a España del punto muerto en que se encontraba encarrilando la protesta militar, que de otro modo, concluiría en anarquía. Por su parte, Ortega y Gasset que había escrito sobre el turno de partidos que..."carecían de una mínima dignidad y compostura literaria que son síntoma de una mente sana y atenta", admitió que los manifiestos de las Juntas vulneraban la Constitución, pero añadió que ..."el poder civil vulnerado no era tal poder civil", y reclamó unas Cortes Constituyentes.
El Rey Alfonso XIII resolvió las discusiones cambiando al partido en el poder, llegando los conservadores de Eduardo Dato. Su programa consistía en evitar los enfrentamientos.
Se formó el Gobierno en junio. Se suspendieron las garantías constitucionales, la prensa no podía informar de la gravedad de la situación en España y tampoco de la situación internacional. Con respecto a las Juntas, el nuevo Ministro de Guerra, Gen. Fernando Primo de Rivera, aceptó su reglamento pero con la intención de irlas sometiendo poco a poco. La crisis interna y la PGM llevaron al fracaso al Gobierno.
Tiempo despues llega un civil (Juan De La Cierva) al cargo de Ministro de Guerra, y se agrava el problema de las Juntas de Defensa, sin resolver los males del Ejército. Las Juntas, al transmitir al Ministro un poder que ellas no sabían administrar, contribuyeron a aumentar el caos, atribuyendo al político murciano un peso que no tenía y una función decisiva en la vida pública española.
La reforma militar de De La Cierva, no fue tal, y sólo confirmó los males endémicos del Ejército. Lejos de disminuir el número de oficiales, aumentaban. Medallas y recompensas obtenidas en el campo de batalla tendrían solo consideración honorífica y los ascensos se producirían por antiguedad excepto en los casos de Capitán y Coronel, grados que serían concedidos por una Junta Clasificadora formada por 5 Tenientes Generales.
De La Cierva quiso conseguir que sus reformas fueran impuestas por decreto, lo que constituyó uno de los factores que explicarían la definitiva crisis del Gobierno. Quiso militarizar Correos cuando allí se quiso formar algo similar a las Juntas de Defensa.
En mar-1918 llegó la definitiva crisis del Gobierno de García Prieto. El Rey amenazó con abdicar y con ayuda de Romanones, se forma un Gobierno Nacional con los políticos más importantes de la época desde Maura a Dato, pasando por Cambó y Alba, Romanones y García Prieto. El Gobierno fue recibido con entusiasmo por la sociedad y la prensa española. Duró 9 meses. José Marina, Ministro de Guerra, logró dinero para financiar las reformas militares, pero eran inapropiadas pese a no ser discutidas para no cabrear al Ejército. El día que se aprobaron, dimitió el Ministro. En las reformas, ni siquiera se nombraba el problema de Marruecos.
En los primeros meses de 1922, las Juntas de Defensa, que parecían haber patrocinado a De La Cierva hasta ese momento, se enfrentaron con él y acabaron convirtiéndose en unas comisiones informativas que desempeñaron un papel burocrático dentro del Ministerio de la Guerra, lo que en última instancia resolvía un problema inmediato pero también institucionalizaba la influencia de los militares sobre la vida política.