Turquía: Mucho antes del fin de la guerra, se habían firmado toda una serie de acuerdos secretos y cerrado varios pactos entre la Entente y sus aliados para el reparto del Imperio Otomano. Aparte del Acuerdo Sykes-Picot franco-británico para el reparto de Próximo Oriente, Grecia tenía el apoyo británico para expandirse a costa de los turcos, y los armenios el apoyo francés para la creación de un estado armenio. Tras el Armisticio de Mudros, Estambul fue ocupada el 12 de noviembre por el Ejército Francés, seguido después por los británicos. El 15 de mayo de 1919 fuerzas griegas entraban en Izmir y unos días después los italianos hacían lo propio en Natalia. Pero el intento de los ocupantes de mantener el control del Ejército Turco se hizo casi imposible, pues lo viejos generales no tenían ningún respaldo y sí lo tenían hombres como Mustafá Kemal o Ali Fuat Cebesoy. La resistencia a la ocupación no tardó en organizarse secretamente e incluso el general Cebesoy llevó todo un cuerpo de ejército de Siria a Ankara, constituyéndose el centro de la resistencia en Anatolia Central. El gobierno del sultán, que carecía del poder real en el territorio, intentó durante meses apaciguar los ánimos y reconducir el creciente movimiento nacionalista, y en diciembre de 1919 hubo elecciones al parlamento, pero la nueva cámara quedó en la práctica bloqueada y deslegitimada, pues cualquier resolución debía de ser ratificada por el comandante británico de la ciudad, lo que no hizo más que indignar aún más a los nacionalistas. El 28 de enero de 1920 el parlamento aprobó un acuerdo de autodeterminación incompatible con la presencia extranjera en el país. El 15 de marzo los británicos decidieron acabar con el movimiento nacionalista y comenzaron las detenciones y los choques armados. Un centenar de parlamentarios que pudieron escapar de Estambul, junto con otros representantes, formaron en Ankara la Gran Asamblea Nacional, y el 23 de abril Mustafá Kemal fue designado presidente. La guerra había empezado. En Anatolia se encontraban varios batallones británicos, además de las tropas del sultán y de varios señores de la guerra que los británicos habían puesto de su parte. Las fuerzas nacionalistas fueron ganando terreno tras los primeros choques, además de unirse a ellas gran parte de las fuerzas del sultán. La petición de refuerzos realizada por el general británico Milne cayó en saco roto: de nuevo las grandes potencias no estaban dispuestas a emplear a sus propios ejércitos; la única opción para aplastar la sublevación era emplear a los enemigos tradicionales de los turcos: los griegos.
Mientras, se firmaba el Tratado de Sevres el 10 de agosto de 1920, con lo que terminaba formalmente la Gran Guerra para el Imperio Otomano, y que significaba el reparto del Imperio entre los ganadores de la guerra, la creación de “zonas de influencia” en la propia Turquía y la creación de un nuevo estado: la República Democrática de Armenia. Francia, Gran Bretaña y sus aliados creían que podían desmembrar Turquía con la misma facilidad con que se habían repartido su imperio, y además sin enviar sus tropas.
En junio de 1920 comenzaron los choques entre irregulares armenios y turcos en Oltu, que no tardó en ser ocupada por los armenios, que fueron desalojados en septiembre por los nacionalistas turcos. De nuevo el avance turco estuvo acompañado de masacres entre la población armenia, que fueron respondidos por matanzas de musulmanes a manos de armenios en Yerevan y Kars. La ayuda aliada a los armenios se quedó en casi nada, pues los aliados ya tenían sus propios problemas en otros frentes. La toma de Kars por los turcos fue seguida de más matanzas de armenios. Mientras se negociaba un final de la guerra entre armenios y turcos, el 29 de noviembre los soviéticos invadieron Armenia. La firma del Tratado de Alexandropol entre armenios y turcos supuso la pérdida de la mitad de territorio de la república armenia. El final de la nación armenia llegó cuando los soviéticos entraron en Yerevan, el 4 de diciembre. Ninguno de los firmantes del Tratado de Sevres hizo realmente nada por salvar a la nueva nación que habían creado.
Mientras, en el oeste, los griegos, animados por la ambición de construir un pequeño imperio a costa de Turquía en regiones pobladas por cristianos y animados con el respaldo franco-británico, desembarcan su ejército en Esmirna el 15 de mayo de 1919 y desde el primer momento corrió la sangre. A lo largo del siguiente año los griegos se movieron hacia el oeste y el noroeste, y en octubre de 1920 hacia el interior de Anatolia para derrotar a los nacionalistas turcos. No fue hasta el 11 de enero de 1921 que los griegos fueron derrotados en la batalla de Inonu. Entonces aparecieron las desconfianzas tradicionales entre franceses y británicos y estos últimos retiraron casi toda su ayuda militar a los griegos para no irritar a los franceses, todo ello mientras los nacionalistas turcos seguían recibiendo ayuda de Rusia, con quien en esos momentos compartían intereses. En septiembre de 1921, y ya cerca de Ankara, los griegos fueron derrotados en el río Sakarya. La posterior petición de ayuda de Grecia a sus antiguos aliados cayó en saco roto, y los militares griegos quedaron abandonados y aplastados en la batalla de Dumlupinar y hasta Esmirna fue conquistada por las fuerzas de Kemal (septiembre de 1922), con el consiguiente exterminio de casi todos los cristianos de la ciudad y el incendio de ésta. El deseo francés de proteger a los cristianos que había empleado para “fabricar” Líbano no se vio aquí por ninguna parte. El Tratado de Lausana acabaría finalmente con la guerra y daría paso a la moderna Turquía.
Antes de 1914 los judíos de Palestina eran menos de 100.000, concentrados en Jerusalén, Haifa y en varias colonias agrícolas, recibiendo ayuda económica del Fondo Nacional Judío, que tenía sus principales apoyos y benefactores dentro de Alemania, Rusia y Austria-Hungría. Con la Gran Guerra el peso del movimiento sionista se movió hacia Gran Bretaña. Dirigentes sionistas de Inglaterra, como Chaim Weizmann y Nahum Sokolow se movieron políticamente y consiguieron que el 2 de noviembre de 1917 el ministro de exteriores británico Arthur Balfour declarara que el Gobierno Británico veía con buenos ojos el establecimiento en Palestina de una nación para los judíos, sin perjuicio de los derechos de otras comunidades. Esta doctrina se ratificaría en 1920 en el Tratado de San Remo y en 1922 la Sociedad de Naciones concedió a Gran Bretaña el mandato sobre Palestina. Pronto comenzaron a emigrar miles de judíos (más de 450.000 de 1919 a 1940), construyendo la infraestructura social y política para un futuro estado. Los británicos optaron por una política neutral entre judíos y árabes (cuyos sentimientos nacionalistas habían azuzado los británicos durante la Gran Guerra), lo que era completamente ilusorio. En 1921 y 1929 estalló la violencia antijudía, pero el gran estallido árabe fue en 1936 contra los judíos y los británicos; este levantamiento no fue sofocado del todo hasta 1939.