27-04-2008
Todas las miserias, desastres y tragedias que vivió Rusia durante la década que abarcó desde el inicio de la 1GM hasta el final de la Guerra Civil se cobraron un precio social terrible: hambre, muerte, enfermedad, decomposición social, criminalidad, corrupción, etc. El drama ruso afectó a toda la sociedad: nadie, ningún sector o grupo se libró de la muerte, la miseria o de la brutalidad. Pero si hubo un grupo inocente que sufrió duramente todo este horror fue el de la infancia.
La miseria, la horfandad y la destrucción de los valores familiares y sociales generaron un auténtico ejército de huérfanos por toda Rusia, una legión de niños vagabundos que vivía en las calles y que sobrevivía de la mendicidad, el delito y la prostitución. Sus padres habían muerto en algunos casos, en otros eran ellos los que se habían marchado de casa, pero en otros casos eran sus padres o familiares los que les habían echado por no poder o no querer mantenerles. Solían agruparse en bandas o grupos, durmiendo en edificios abandonados, estaciones o alcantarillas, y comiendo gracias al robo, al hurto, la mendicidad o protituyéndose.
La actitud social hacia ellos era, en la mayoría de los casos, de abierta hostilidad. Más de uno fue linchado o golpeado hasta la muerte al ser sorpredido robando algo de comida. Tanto niño hambriento en las calles hizo proliferar la pedofilia, siendo frecuente encontrar niños y niñas prostituyéndose en muchas esquinas e incluso en burdeles para pedófilos.
Ya en 1919 se fundó la Liga para el Rescate de los Niños, que creó algunos albergues y casas de acogida. Pero fue completamente insuficiente y en el verano de 1920 se estableció una comisión para estudiar el problema. Un estudio para la comisión mostró que el 88 % de las niñas vagabundas se había prostituido en alguna ocasión.
El poeta bolchevique Jodasevich visitó en 1920 uno de los albergues (era más un reformatorio) para chicas menores de 15 años. Lo que vió le llenó de horror: la mitad estaban embarazadas, todas eran ladronas y prostitutas, llenas de sífilis, piojos y sarna. Pero lo que más le impresionó fue su comportamiento: algunas no dudaron en remangarse las faldas y ofrecerle sus “servicios” en medio de los pasillos.
El problema siguió aumentando: ya en 1922, y según datos oficiales, había en Rusia 7.000.000 de niños vagabundos. Ante el tamaño del desastre y la incapacidad de los albergues, el Estado decidió tomar otras medidas para sacar de las calles a los niños:
1)Penales: Aunque la edad penal en Rusia era de 14 años, las prisiones y campos de trabajo se llenaron de niños menores de esa edad. El paso por las cárceles no hizo otra cosa que embrutecer aún más a los que sobrevivieron.
2)Laborales: Se consideró que era mejor que los niños estuvieran en una fábrica que en las calles, por lo que en la práctica desaparecieron las leyes de protección al trabajo infantil. Especialmente durante la Guerra Civil era frecuente ver en las fábricas trabajar a niños a partir de los séis años de edad. Se suponía que una parte de su jornada debía de ser dedicada a la educación, pero esto raramente se cumplió y las jornadas de trabajo de diez o más horas fue lo habitual.
3)Militares y paramilitares: El Ejército Rojo reclutó a millares de niños-soldado, aún después de la Guerra Civil. Y más fueron reclutados por organizaciones del partido bolchevique, como el Komsomol. Estas instituciones, donde lo que primaba era la disciplina más brutal y el adoctrinamiento político, fueron lo más parecido a una familia que tuvieron millares de huérfanos. Para estos niños, el Estado y el partido eran su único hogar. Nos es de extrañar por tanto que en los años 30, cuando Stalin decidió “purgar” el partido y eliminar a cualquiera que pudira ser una amenaza, una gran parte de los ejecutores y verdugos fueran antiguos huérfanos criados y adoctrinados por el régimen.
Fuente principal:
“La Revolución Rusa”, de Orlando Figes.
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