28-02-2006
El sistema de equilibrio político conocido como paz armada había convertido a Europa en un campo minado que podía explotar en cualquier momento.
El estallido se produjo en la península de los Balcanes y el detonante fue el asesinato del archiduque Francisco Fernando (sobrino del emperador Francisco José y heredero del trono de Austria-Hungría) en Sarajevo, capital de la provincia de Bosnia (28 de junio de 1914).
El crimen fue obra de militantes de un grupo terrorista servio conocido como "La Mano Negra", cuya cabeza principal era el jefe del Servicio de Inteligencia del Estado Mayor servio. Es decir, el hombre que tenía por misión descubrir a los espías.
Francisco Fernando había viajado a los Balcanes para participar en las maniobras militares del ejercito austriaco en Bosnia, territorio de población eslava anexionado por Austria en 1908.
El 28 de junio, ya finalizadas las maniobras, el archiduque y su esposa asistieron a una ceremonia en la alcaldía de Sarajevo. Cuando el cortejo que lo acompaña cruzaba la ciudad en dirección a ese lugar, un nacionalista servio infiltrado en Bosnia lanzó una bomba contra el carruaje que lo conducía, pero sólo dañó al coche que iba tras el del archiduque. El agresor fue detenido mientras gritaba: "¡Soy un héroe, soy un héroe!"
En la alcaldía, durante la ceremonia, el alcalde leyó un discurso donde cantó la lealtad de los bosnianos al imperio. El archiduque no se contuvo y le interrumpió: "¿Cómo? ¡Vengo como visitante y se me recibe con bombas!"
Para prevenir otro atentado se cambió la trayectoria de regreso, pero desgraciadamente se eligió una calle en que había apostado otro nacionalista servio, que disparó contra el archiduque y repitió el tiro contra su esposa, que recibió la bala en el estómago. Agonizante, Francisco Fernando balbuceó a su mujer:"¡Sofía, Sofía, no te mueras, por nuestros hijos!".
Sarajevo recibió la noticia del atentado con estupor, sin alegrarse por la muerte del archiduque. Tanto fue así que el asesino casi fue linchado por la multitud, debiendo ser rescatado por la policía.
En cambio, en Viena la noticia fue recibida con alivio, pues nadie quería al archiduque. Hasta muerto, el odio de la corte se ensañó con él. Como último gesto de menosprecio, se le organizó "un entierro principesco de tercera clase".