12-07-2008
El final de la guerra encontró a la Hochsee Flotte en un estado de caos. El motín que había llevado al levantamiento general y a la revolución había dejado profundas huellas, y los consejos revolucionarios habían usurpado el mando a la oficialidad. La disciplina como tal no existía y las labores de mantenimiento de los buques no se realizaban. Ésta era la situación cuando los aliados exigieron que toda la flota alemana fuera apresada. La flota de submarinos tenía que navegar hasta Harwich, donde los tripulantes pasarían a ser prisioneros de guerra (según el artículo 21 del acuerdo de alto el fuego de noviembre), pero no había acuerdo sobre qué hacer con la Hochsee Flotte, por lo que en un principio se decidió que atracara en puertos neutrales (según el artículo 23).
El gobierno de Alemania no tenía más opción, enfrentado a la posibilidad de una reanudación de las hostilidades, que aceptar la decisión aliada de apresar a la flota alemana y con este fin ordenó al contraalmirante Herman Ludwig Reuter que obedeciera y condujera a sus barcos al internamiento.
El contraalmirante Reuter
Reuter sabía que la misión sería difícil por el amotinamiento de los marineros, pero consideró que era su deber aceptar la misión. Además, como los buques seguirían siendo propiedad alemana durante el internamiento, Reuter esperaba que la flota pudiera ser un punto de negociación en las conversaciones de paz y que parte de ella pudiera conservarse para Alemania.
El 18 de noviembre de 1918 Reuter llegó a un acuerdo con el Almirantazgo y con los comités revolucionarios, para intentar que los oficiales detentaran el mando de los buques de forma efectiva. Al final, Reuter consiguió un compromiso de cierta disciplina por parte de los amotinados, pues éstos no querían tampoco que los buques cayeran directamente bajo el control de los aliados.
Antes de que la flota se hiciera a la mar, se descargaron en los muelles sin ceremonia y con bastante desorden toda clase de equipos de observación, armas, municiones, etc.; además, el aprovisionamiento y la distribución de los mandos fue algo caótica, de forma que una flotilla de torpederos se hizo a la mar finalmente sin oficiales.
Finamente, el 19 de noviembre llegó la hora de que partiera la flota hacia su internamiento. Reuter iba a bordo del buque insignia, el SMS Friedrich der Grosse, en la vanguardia. Reuter avisó a los amotinados de que si seguían navegando con la bandera roja revolucionaria había posibilidad de que los aliados los consideraran como piratas y que les dispararan. Convencidos los revolucionarios, sustituyeron la bandera roja por la imperial alemana, con gran júbilo de la oficialidad.
Setenta y cinco buques se hicieron a la mar: cinco cruceros de combate, once acorazados, ocho cruceros ligeros y seis grupos de otros buques. A la salida del puerto, el V 30 chocó con una mina y se hundió.
Al día siguiente, los alemanes llegaron al Firth of Forth y contemplaron con asombro que casi toda la Grand Fleet les esperaba. Habían formado dos largas filas, entre las cuales debía de pasar la flota alemana. Unos 250 buques, casi la Grand Fleet entera, más varios buques norteamericanos, franceses y de otros países formaban el grupo de recepción al mando del almirante Beatty, a bordo del HMS Queen Elizabeth. Se ordenó por radio a los alemanes que arriaran la enseña imperial y que no se izara de nuevo. Reuter protestó, pero Beatty amenazó con abordar los buques alemanes y hacer cumplir la orden por la fuerza.
Después de echar el ancla en el fiordo de Forth tal y como se les había ordenado, Reuter recibió las instrucciones para la flota apresada: estaban prohibidas las señales entre barcos, se desmantelarían las instalaciones de radio y nadie podría abandonar su barco sin autorización aliada. Reuter pensaba que, tras concentrarse la flota alemana, ésta sería repartida en varios puertos neutrales, tal y como se había acordado inicialmente, pero pronto se dio cuenta que nada iba a ser así cuando los aliados, con una absurda excusa (que estaba soplando un fuerte viento del este), ordenaron que toda la flota navegara hacia Scapa Flow. Reuter protestó de nuevo pero nada podía hacer salvo obedecer y navegar las 280 millas que le separaba de la gran base británica para ser hecho prisionero con sus 20.000 hombres. Los buques alemanes salieron por grupos entre el 22 y el 26 rumbo a Scapa Flow. El día 27 habían llegados todos a su destino.
Situación de los buques alemanes en Scapa Flow
Los británicos exigieron a los alemanes que fueran ellos mismos los que aprovisionaran sus barcos, de forma que barcos alemanes visitaban con regularidad la base, trayendo comida, combustible y material de mantenimiento. Los británicos también exigieron la reducción de las tripulaciones, para lo que se trasladaron a Wilhelmshaven unos 15.000 hombres, quedando el resto para mantener los barcos. Todos los contactos entre Rueter y el Almirantazgo alemán se interrumpieron. Todas las noticias sobre las conversaciones de paz se censuraron. Cualquier mensaje tenía que llegar a través del buque insignia británico. La correspondencia era censurada y la única prensa eran periódicos ingleses con cuatro días de retraso. Sin embargo, Reuter podía obtener información gracias a los tripulantes de los buques de aprovisionamiento que llegaban de Alemania regularmente.
Buques alemanes internados en Scapa Flow
El 13 de diciembre Reuter partió para Alemania. La moral y la disciplina en los buques eran muy malas: cualquier asunto trivial llevaba horas de negociación entre los oficiales y el consejo revolucionario y no se realizaba ninguna tarea de mantenimiento.
Reuter regresó el 25 de enero. Gracias a un decreto del Gobierno Alemán el poder de los consejos de marineros había quedado muy reducido, aunque no suprimido del todo, de manera que la situación casi se normalizó.
En mayo, Reuter se enteró que, según las conversaciones de paz, los aliados pretendían reducir la flota alemana al mínimo. Además, los marineros revolucionarios pretendían dar un golpe y apoderarse del mando de los buques, lo que daría a los británicos la excusa perfecta para abordarlos y hacerse con ellos. No es de extrañar por tanto que aceptara encantado la propuesta británica de reducir aún más el número de tripulantes, quedando apenas 1.750 hombres.
Reuter ya se estaba convenciendo de que nunca regresaría a la patria con los barcos. Temía que su gobierno entregara la flota a los aliados a cambio de alguna otra compensación. Además, se rumoreaba que los británicos iban a apoderarse de la flota antes de acabar las negociaciones, por lo que todos los oficiales debían de estar alerta para barrenar los barcos ante cualquier intento británico de abordar las naves. Pero el 31 de mayo Reuter se enteró de que su gobierno había rechazado el día anterior la propuesta de paz de los aliados. Temiendo que los británicos entraran en acción en cualquier momento, Reuter confirmó su orden anterior y dio instrucciones de que se barrenaran los barcos, aunque las tripulaciones no debían de ser avisadas para evitar filtraciones. Estaba convencido de que las hostilidades iban a reanudarse y de que era su deber que sus barcos no cayeran en manos enemigas.
El 17 de junio un barco de aprovisionamiento trajo noticias: los aliados habían dado un ultimátum a Alemania para que antes del 21 de junio ésta aceptara las condiciones de paz. Reuter decidió barrenar sus buques ese mismo día, convencido de que los británicos tomarían los buques por la fuerza ante la negativa alemana. Lo que Reuter no podía saber, porque los británicos se lo ocultaban, era que el Reichstag aceptó las condiciones aliadas por 237 votos contra 138. Tampoco sabía que los aliados habían ampliado el plazo del ultimátum hasta el día 23.
Por fin amaneció el último día de la antes orgullosa Hochsee Flotte alemana, en el cual se llevaría a cabo su autodestrucción para mantener el honor de la armada alemana. Reuter apareció en el puente de su buque insignia bien temprano y se sorprendió al no ver ninguna señal de la flota británica. Y es que los británicos habían elegido ese día para realizar unos ejercicios y pensaban regresar el día 23, cuando expiraba el ultimátum, para ocupar los buques alemanes.
Reuter ordenó izar las banderas de señales D y G, con lo que ordenaba que los oficiales ocuparan sus puestos y esperaran órdenes. A continuación se dio la orden de “ataque”, con lo que ordenaba abrir las válvulas. Minutos después envió la señal de “confirmación de párrafo once”, refiriéndose al párrafo de las órdenes escritas en las que ordenaba el hundimiento de los buques.
Una hora más tarde, a las 12:10, la tripulación del SMS Friedrich der Grosse arrió sus botes y en pocos minutos el buque se hundió. Barco tras barco, todos fueron zozobrando. La Hochsee Flotte estaba librando su última batalla. Ya no caería en manos enemigas.
Los británicos de la base por su parte avisaron por radio al almirante Fremantle para que regresara inmediatamente. Cuando llegó a las 14:00 horas pasadas, sólo quedaban diez barcos. De los demás sólo eran visibles sus chimeneas y sus mástiles. El agua estaba llena de botes salvavidas alemanes.
El SMS Seydlitz
El SMS Bayern hundiéndose
Hubo disparos desde algunos buques británicos, matando a nueve alemanes e hiriendo a dieciséis. Los británicos consiguieron varar el acorazado Baden y los cruceros Nürnberg, Emden y Frankfurt, además de otros seis buques menores, pero a las 17:00 el SMS Hindenburg se hundió hasta el fondo. Fue el último en hundirse. En total se habían hundido:
Diez acorazados: SMS Bayern, SMS Kronprinz Wilhelm, SMS Markgraf, SMS Großer Kurfürst, SMS Prinzregent Luitpold, SMS Kaiser, SMS Kaiserin, SMS Friedrich der Große, SMS König Albert y el SMS König.
Cinco cruceros de batalla: SMS Hindenburg, SMS Derfflinger, SMS Seydlitz, SMS Moltke y SMS Von der Tann.
Cinco cruceros: SMS Cöln, SMS Karlsruhe, SMS Dresden, SMS Brummer y SMS Bremse.
Cuarenta y cuatro destructores y torpederos:
Primera Flotilla (G 40, G 38, G 39, V 129, S 32).
Segunda Flotilla (G 101, G 103, V 100, B 109, B 110, B 111, B 112).
Tercera Flotilla (S 53, S 54, S 55, S 91, V 70, V 73, V 81, V 82).
Sexta Flotilla (V 43, V 44, V 45, V 46, S 49, S 50, V 125, V 126, V 127, V 128, S 131).
Séptima Flotilla (S 56, S 65, V 78, V 83, G 92, S 136, S 137, S 138, H 145, G 89).
Decimoséptima Flotilla (S 36, S 51, S 52).
Los alemanes fueron apresados. Reuter fue acusado de romper la tregua, pero respondió diciendo que sus órdenes eran que los barcos no cayeran en manos enemigas. Fremantle le acusó de mala fe y de traición, pero Reuter le respondió que cualquier oficial británico en la misma situación hubiera actuado de igual forma.
La Hochsee Flotte, el orgullo y la esperanza de la nación alemana, la creación del almirante Tirpitz, el sueño del káiser, había acabado en el lecho de Scapa Flow.
Fuentes:
“La I Guerra Mundial en imágenes”, de J. H. J. Andriessen.