03-06-2010
El 9 de enero de 1917 tuvo lugar en el castillo alemán de Pless una reunión que decidiría el destino de la guerra. El Alto Mando Supremo trataba de convencer al Kaiser Guillermo II de que había llegado el momento de iniciar la guerra submarina sin restricciones. Alemania estaba construyendo una flota de doscientos submarinos nuevos con los que esperaban poder cortar las líneas de suministros aliadas y forzar a los británicos a la rendición por hambre en menos de seis meses. El mariscal Hindenburg y Von Capelle, sucesor de Von Tirpitz al frente de la Marina alemana, aseguraban al Kaiser que los nuevos submarinos podían hundir 600.000 toneladas de barcos al mes. Pero la guerra submarina total, y el inevitable ataque a barcos civiles neutrales, provocaría casi con seguridad la entrada de Estados Unidos en la guerra, algo que ya había estado a punto de ocurrir dos años antes, tras el hundimiento del transatlántico Lusitania. En aquella ocasión se había evitado cuando los alemanes se comprometieron a abandonar la guerra submarina sin restricciones que practicaban en torno a las Islas Británicas, pero si los alemanes rompían su compromiso iba a ser muy difícil mantener una vez más a Estados Unidos fuera de la guerra. Por eso la victoria tenía que ser rápida, antes de que la fuerza militar norteamericana pudiese hacerse notar en Europa. Los responsables de la Marina de Guerra le aseguraron al Kaiser que sería así, que el colapso británico se produciría en pocos meses. El Kaiser acabó convencido de sus argumentos, a pesar de la oposición de varios de los principales miembros de su gobierno, y decretó el comienzo de la guerra submarina sin restricciones, que entraría en vigor el 1 de febrero. Uno de los asistentes a la reunión, el ministro de Asuntos Exteriores del gobierno del Kaiser, puede que pensando que las previsiones de los militares eran demasiado optimistas, comenzó a preparar un plan para retrasar la intervención militar de los Estados Unidos en Europa, o, con suerte, llegar a evitarla completamente. Sin embargo, el resultado de sus acciones acabaría siendo el contrario del que pretendía conseguir.
Arthur Zimmermann llevaba poco tiempo en el cargo cuando se celebró la reunión de Pless (había sido nombrado ministro de Asuntos Exteriores en noviembre de 1916), aunque llevaba años ocupándose de hecho del ministerio desde su cargo de secretario de estado. Siendo el primer ministro de Exteriores del Imperio Alemán que no provenía de la aristocracia, internacionalmente era considerado un progresista y aperturista, y su nombramiento causó nuevas expectativas sobre la posibilidad de un acuerdo de paz. La prensa estadounidense celebró su nombramiento llegando a decir que con él se abría una nueva era en las relaciones germano-estadounidenses. Pero tras la decisión de iniciar la guerra submarina sin restricciones Zimmermann era consciente de que iba a ser muy difícil que la diplomacia evitase la implicación estadounidense en el conflicto. Así que pensó que sería más útil dedicar sus esfuerzos a mantener a los Estados Unidos alejados de Europa. Su plan era proponer una alianza a México, por la que se comprometían a dar a los mexicanos apoyo militar y económico si éstos invadían los Estados Unidos para recuperar antiguos territorios mexicanos (Texas, Nuevo México y Arizona, perdidos a mediados del siglo anterior). Además, Zimmermann pretendía que el presidente mexicano hiciese de mediador con el Imperio del Japón para proponerle unirse a la alianza y atacase también a Estados Unidos en el Pacífico. Con tantos frentes simultáneos los estadounidenses no se podrían permitir enviar tropas ni suministros a Europa y darían a los alemanes el tiempo suficiente para ganar la guerra gracias a sus submarinos.
El ministro de Asuntos Exteriores alemán Arthur Zimmermann
El 16 de enero Zimmermann envió su propuesta al gobierno mexicano. Lo hizo mediante un telegrama dirigido al embajador alemán en Washington, el conde Johann von Bernstorff, que a su vez lo reenviaría al embajador en México, Heinrich Von Eckhardt, quien lo entregaría en mano al ministro de Asuntos Exteriores del gobierno mexicano presidido por Venustiano Carranza. Este era el texto del telegrama:
*Nos proponemos comenzar la guerra submarina sin restricción el 1 de febrero. A pesar de ello, procuraremos mantener neutral a Estados Unidos. En caso de que esto no tenga éxito, hacemos a México una propuesta de alianza con la siguiente base: hacer la guerra juntos, hacer la paz juntos, ayuda económica generosa y el entendimiento por nuestra parte de que México reconquistará los territorios perdidos de Texas, Nuevo México y Arizona. El acuerdo detallado se lo dejamos a usted.
Usted informará al presidente* [de México] *sobre esto en el mayor de los secretos, en cuanto el estallido de la guerra con Estados Unidos sea seguro, y añadirá la sugerencia de que él podría, por iniciativa propia, invitar a Japón a adherirse inmediatamente y, al mismo tiempo, de mediar entre Japón y nosotros.
Por favor, señale al presidente el hecho de que el uso sin restricción de nuestros submarinos ofrece ahora la perspectiva de obligar a Inglaterra a firmar la paz en pocos meses. Acuse recibo.
Zimmermann*
Las comunicaciones telegráficas entre Alemania y América, aun partiendo desde un país neutral como Suecia, obligatoriamente tenían que pasar por Inglaterra, así que el telegrama llegó sin problemas a los criptoanalistas ingleses de la Sala 40, la agencia de cifrado del Ministerio de Marina. Los alemanes sabían que era inevitable que los ingleses se hiciesen con el telegrama, pero confiaban en su clave. Los criptógrafos ingleses pronto se dieron cuenta de que se encontraban con un mensaje cifrado que utilizaba una clave diplomática de alto nivel, por lo que dieron prioridad a su descodificación. El código utilizado, una clave usada en las comunicaciones de la oficina de Asuntos Exteriores del gobierno alemán, ya había sido anteriormente descifrado en parte por los ingleses. Dos hombres fueron los encargados de la tarea de descifrar el telegrama: el reverendo William Montgomery, destacado traductor de obras teológicas alemanas, y el editor Nigel de Grey (en aquella época los criptoanalistas eran principalmente lingüistas; hasta la generalización del uso de máquinas de cifrado, bastantes años después, no fueron sustituidos por matemáticos). Antes de que acabase el día habían descifrado lo suficiente del texto como para comprender los detalles del plan de Zimmermann. El 17 de enero el almirante sir William Hall, director de la Inteligencia Naval británica, ya tenía conocimiento de las intenciones alemanas. Pero los británicos no comunicaron su descubrimiento a los estadounidenses. La declaración de guerra submarina total iba a tener lugar en pocos días, y hacer público el telegrama no cambiaría nada, pero alertaría a los alemanes de que sus comunicaciones no eran seguras y les llevaría a cambiar sus claves. Así que se quedaron esperando acontecimientos, con el telegrama parcialmente descifrado guardado en la caja fuerte del almirante Hall, mientras De Grey y Montgomery continuaban con su trabajo de descifrar completamente el mensaje.
Documento original con pruebas hechas por los criptógrafos británicos
El 1 de febrero, como se había decidido semanas antes, el gobierno del Kaiser anunció el inicio de la guerra submarina sin restricciones. El mundo se quedó esperando la respuesta estadounidense. El 3 de febrero el presidente Wilson anunció ante el Congreso la ruptura de relaciones diplomáticas con Alemania, pero añadiendo que su gobierno había decidido permanecer neutral y que su política seguiría siendo la de buscar pacíficamente el fin de la guerra en Europa. La decisión no era la esperada por los británicos, que decidieron entonces que había llegado el momento de echar mano del telegrama Zimmermann para convencer a los estadounidenses de las verdaderas intenciones alemanas. Pero antes había que solucionar un problema. Tenían que hacerlo evitando que los alemanes pudiesen sospechar que los británicos estaban descifrando sus claves. Hall pensó que la solución sería que, en lugar de hacer público el texto del telegrama enviado por Zimmermann al embajador alemán en Washington, había que hacerse con el texto del que remitió éste al embajador en México. Tenía que haber pequeñas diferencias, como las instrucciones que iban dirigidas a Washington, que se eliminarían del segundo telegrama. Este tenía que ser descifrado y entregado sin codificar por el embajador Von Eckhardt al ministro de Asuntos Exteriores mexicano. Si el texto que se hacía público era ese, los alemanes sospecharían que el origen de la filtración estaba dentro del gobierno mexicano. Hall encargó la misión a un agente británico en México, conocido únicamente como “Señor H”, Los británicos supusieron con razón que el telegrama entre Washington y México había sido enviado sin prestar mucha atención a las medidas de seguridad, utilizando la red comercial de telégrafos y con una clave antigua. El Señor H consiguió lo que se le pedía, una copia de la versión mexicana del telegrama, en la oficina de telégrafos de la Western Union en Ciudad de México, que fue descifrada sin problemas por los analistas británicos.
Copia del telegrama conseguida en México por el Señor H
El 23 de febrero el Secretario de Estado de Asuntos Exteriores británico, Arthur Balfour, convocó al embajador estadounidense en Londres, Walter Page, y le entregó el telegrama. Así tuvo conocimiento el gobierno norteamericano de que los alemanes estaban preparando una agresión directa contra los Estados Unidos. El texto se publicó en la prensa norteamericana el 1 de marzo, y, aunque sería exagerado decir que fue la causa de la entrada de Estados Unidos en la guerra, como mínimo contribuyó a que la opinión pública abandonase la creencia de que su país podía mantenerse indefinidamente aislado y al margen de una guerra “mundial”. Se había demostrado que los alemanes estaban conspirando a sus espaldas (y utilizando la propia embajada alemana en Washington, lo que fue considerado especialmente traicionero) para formar una coalición contra los Estados Unidos. La guerra submarina total ya había empezado a causar graves problemas entre Alemania y los Estados Unidos, como se esperaba, con incidentes como el del vapor Vigilentia, que fue hundido por un sumergible alemán el 19 de marzo en una acción muy similar a la del Lusitania que tuvo mucha repercusión en la opinión pública norteamericana. Estados Unidos ya había armado a sus mercantes para enfrentarse a los submarinos alemanes. La entrada en la guerra posiblemente era cuestión de tiempo. El telegrama Zimmermann, si no fue en sí mismo un casus belli, contribuyó mucho a crear un clima antialemán que hizo cambiar definitivamente a la opinión pública norteamericana a favor de la guerra. Hay historiadores que opinan que el telegrama causó más indignación entre los estadounidenses que los distintos casos que hubo de hundimientos de buques y la muerte de ciudadanos estadounidenses por los submarinos alemanes.
El documento entregado por Lord Balfour al embajador estadounidense,
con el texto del telegrama descifrado y traducido
Por otro lado, no parecía muy probable que las gestiones de Zimmermann hubiesen tenido éxito y que México y Japón se hubiesen unido en una alianza con los imperios centrales para atacar a los Estados Unidos, aunque el gobierno de Carranza esperó para comunicar al gobierno alemán que rechazaba su oferta hasta mediados de abril, cuando los estadounidenses estaban ya en guerra, al tiempo que enviaba a Washington un diplomático en misión especial para calmar los ánimos. Parece que al menos los mexicanos consideraron la propuesta alemana. El año anterior una importante fuerza militar estadounidense había entrado en territorio mexicano con el objetivo de capturar a Pancho Villa y había tenido enfrentamientos con tropas gubernamentales mexicanas. Entonces Estados Unidos y México ya habían estado al borde de la guerra. Pero Zimmermann fue demasiado ingenuo si pensaba que los mexicanos estarían dispuestos a entrar en guerra contra los Estados Unidos en un momento de enorme inestabilidad interna.
En Estados Unidos muchos tuvieron la sospecha de que el telegrama Zimmermann podía ser una trampa preparada por los británicos para implicarles en el conflicto. Se extendió rápidamente la opinión de que el telegrama podía ser una falsificación. Pero cualquier duda que hubiese la disipó el propio Arthur Zimmermann en una rueda de prensa el 3 de marzo, tan sólo dos días después de que el telegrama se hiciese público, y lo volvió a afirmar en un discurso el 29 de marzo. Según Zimmermann se trataba de un documento privado sin ningún valor que sólo tenía que haber sido entregado a Carranza en caso de que Estados Unidos entrase en la guerra. No está claro qué pretendía Zimmermann con su confesión, pero lo único que consiguió fue aumentar la indignación estadounidense.
Portada del New York Times informando del descubrimiento
de los planes alemanes
Finalmente, el 2 de abril de 1917 el presidente Wilson solicitó al Congreso que aprobase el estado de guerra contra Alemania, lo que hizo cuatro días después.
*Fuentes principales:
Simon Singh: Los códigos secretos
http://sites.google.com/site/anilandro/06110-cripto-historia-01
http://www.ea1uro.com/Telegrama_Zimmerman.htm
http://es.wikipedia.org/wiki/Telegrama_Zimmermann
http://www.hislibris.com/el-telegrama-zimmerman-barbara-w-tuchman/*