Uno de los casos más escandalosos de confraternización fue la protagonizada por el teniente Bauermeister al sur de Galich. Sus charlas antibelicistas frente a los rusos fueron tan efectivas que en todo el sector se izaron banderas blancas y el teniente dio una de sus charlas varios kilómetros dentro de las líneas rusas, ¡nada menos que frente al cuartel general del VII Ejército!
Para suavizar las relaciones entre los comités de soldados y los oficiales se instituyó oficialmente a finales de marzo la figura del Comisariado Militar. El Comisario solía ser un suboficial veterano que simpatizaba con los principios de la Revolución de Febrero, pero que entendía la necesidad de una organización y cierta disciplina. Tiempo después, muchos de estos comisarios se unirían a los bolcheviques.
Cuando Brusilov llegó al estado mayor en Moguilev la hostilidad con que fue recibido por los generales fue total, no ya por apoyar al gobierno revolucionario sino por admitir los comités de soldados (Brusilov pensaba que se podían adaptar estos comités y mantener la disciplina necesaria).
Posteriormente se acusaría a estos comités y a los soldados revolucionarios de ser bolcheviques y trabajar para Lenin (sólo los bolcheviques pedían la paz inmediata y a cualquier precio), pero la realidad era que, en ese momento, la mayoría de los soldados no pertenecían a ningún partido y que los bolcheviques eran un grupo minoritario que apenas tenía implantación entre las tropas del frente. Los soldados sólo querían volver a sus aldeas, a sus tierras, y participar en el reparto de tierras ocupadas a los terratenientes. Cuando Brusilov preguntó a un grupo de ellos qué sería de Rusia si se perdía la guerra y los alemanes entraban en Petrogrado, los soldados le contestaron que a ellos eso les daba igual.
Pero Rusia debía de lanzar una ofensiva importante en verano, pues la legitimidad del gobierno revolucionario frente a los aliados así lo exigía, y la pasividad sólo aceleraría la descomposición del ejército.
Hubo una gran campaña propagandística a favor de la ofensiva en la prensa pro-Kerensky. El gobierno llevó a cabo una gran llamada al patriotismo de toda la nación para ganar la guerra. Tanto Kerensky como Brusilov dieron muchos discursos a las tropas del frente, animándolas a la lucha (más Kerensky, que era un buen orador). Estas charlas dieron al jefe del gobierno una imagen irreal de la verdadera situación, pues la mayoría de su auditorio eran siempre oficiales o soldados “seleccionados” que casi siempre le aplaudían y vitoreaban. Brusilov empezó a darse cuenta de la verdadera situación de las tropas. En su sector de origen (el frente suroccidental) la situación no era tan mala, pero al visitar los frentes norte y oeste vio que la desmoralización era casi total. Brusilov vio la realidad más cruda: su público no solía estar seleccionado y en no pocas ocasiones le abroncaron, abuchearon y le hicieron callar.
Se formaron nuevos batallones de choque para iniciar la ofensiva. La mayoría estaba formada por gente que había huído de sus regimientos por miedo a ser asesinados (oficiales y algunos suboficiales, principalmente), pero la unidad más famosa fue el Batallón Femenino de la Muerte, organizado por María Bochkareva. Esta mujer se había alistado en 1914 tras solicitarlo al propio zar y en febrero de 1917 era sargento, con el cuerpo lleno de heridas y el pecho lleno de medallas. Pidió a Brusilov que le dejara formar un batallón de mujeres para avergonzar al resto de soldados y hacerles luchar. A Brusilov le encantó la idea y el batallón partió para el frente en junio.
Al acercarse la ofensiva aumentaron las deserciones en masa. La cifra oficial reconocida fue de 170.000, pero es seguro que la real fue muy superior. Muchos desertores se agruparon en retaguardia y se dedicaron al bandidaje, adueñándose de regiones enteras durante meses. En vísperas de la ofensiva aumentaron los motines, incluso en retaguardia. Varias unidades tuvieron que ser disueltas. El V Ejército (en el frente norte) se amotinó casi al completo. Pero para entonces la ofensiva ya no se podía parar.
El principal ataque se lanzó contra las fuerzas austro-germanas del general Bothmer el 1 de julio (calendario occidental), cerca de Brody; 31 divisiones rusas (el VII y el XI ejércitos) se lanzaron en dirección a Lemberg en un largo frente de casi 60 km. En el extremo sur, el general Kornilov (VIII Ejército) consiguió los mejores resultados, avanzando desde Stanislau y sorprendiendo al III Ejército austríaco, llegando a penetrar casi 30 km. En general, las cosas no parecían ir mal del todo. La prensa pro-Kerensky se apresuró en anunciar la gran victoria en Petrogrado. Pero el 19 de julio los alemanes contraatacaron con energía en el sector de Brody: después de un bombardeo de siete horas siguió el asalto de infantería, que rompió las líneas rusas para girar al sudeste posteriormente y conseguir un avance de 15 km en un solo día. La resistencia rusa se desmoronó inmediatamente. No hubo retirada, sino simple huida. Hasta el Batallón de Mujeres echó a correr después de sufrir grandes bajas. La huida duró dos semanas y los alemanes se detuvieron más allá de la línea de partida inicial rusa. El frente no se estabilizó hasta bien entrado agosto, y sólo por falta de suficientes tropas alemanas.
El fracaso ruso tuvo varias razones: insuficientes transportes, escasez de ametralladoras, falta de entrenamiento de las tropas (muchas granadas de mano rusas se lanzaron sin quitarles el seguro porque los soldados ni siquiera sabían eso)… Pero la causa principal fue el deseo de no luchar por parte de los soldados, sobre todo los que no eran de la primera línea. En un solo día, el XI Ejército arrestó a 12.000 desertores cerca de la ciudad de Volochnisk; los desertores se dedicaron al pillaje y aterrorizaron a la población.
Era el final de Ejército Ruso, de Rusia en la guerra y del gobierno de Kerensky. Todavía habría algunos combates locales en setiembre, pero el Frente Ruso ya no existía. El caos se adueñó del país: las deserciones, los motines, las huelgas, la criminalidad y la anarquía se apoderaron de Rusia. Kerensky pasó el resto de su precario mandato intentando buscar apoyos políticos y militares para continuar en el poder (consiguió acabar con un intento de golpe militar de Kornilov en setiembre), pero todo estaba perdido.
Unos meses después la milicia del pequeño partido de Lenin se lanzaría a la toma del poder en Petrogrado y comenzaría entonces para Rusia una tragedia mucho mayor que la Primera Guerra Mundial.