06-09-2008
Al final de la guerra, un millón doscientos mil combatientes rusos y casi un millón de civiles igualmente rusos, musulmanes procedentes del Asia Central sometida a la URSS y ucranianos, se entregaron a los angloamericanos. Unos doscientos mil croatas, por su parte, se dirigieron a Austria y se entregaron a los ingleses. También se entregaron a los ingleses los soldados cosacos que, a los órdenes de von Pannwitz, lucharon contra los soviéticos hasta el final de la guerra. Naturalmente, prefirieron entregarse a los británicos, cuyo General en Jefe, Montgomery, les prometió que serían tratados como combatientes regulares, y de acuerdo con las leyes de la guerra.
La realidad, empero, fue muy otra. Por encima de las promesas de Montgomery y de los mandos políticos y militares occidentales, estaba el Plan Morgenthau, por el que, entre otras cosas, se había decidido entregar a los soviéticos el mayor número posible de anticomunistas. Así se concibió la Operación Keelhaul. De acuerdo con su programa, los mandos militares Aliados debían aceptar la rendición de todas las unidades específicamente anticomunistas, aún cuando debieran prometer que los que se rindieran serían tratados como prisioneros de guerra y respetados como tales, y nunca serian entregados a los soviéticos. Debe tenerse muy presente que en el frente del Este lucharon, única y exclusivamente contra el Comunismo, soldados procedentes de todos los países del área racial blanca, voluntarios alistados en la SS, ya ex prisioneros occidentales, ya procedentes de países neutrales. Así hubo una legión de San Jorge, formada con ingleses y norteamericanos; una Brigada Carlomagno, de franceses; una división flamenca y otra valona; y unidades croatas, eslovenas, estonianas, letonas, polacas, noruegas, danesas, holandesas; incluso españolas y portuguesas. Hubo, como hemos dicho, representantes de todos los pueblos de Rusia: ucranianos y georgianos; bielorrusos, cosacos, tártaros de Crimea y azerbayanos; hubo un batallón armenio y rara avis musulmanes blancos de la India.
Hasta el verano de 1947, todos los desertores del Ejército Rojo eran entregados por los occidentales a los soviéticos, a sabiendas de que a los pocos días iban a ser fusilados por éstos.
El caso de otros europeos entregados por los occidentales a los comunistas para ser ejecutados no es, numéricamente, tan importante como el de los rusos, pero, tal vez, es aún más inhumano. Tal es el caso de los croatas, el que sobre todo, es dantesco. Acá intervinieron los ingleses, quienes al parecer no les interesó el respeto de los Derechos Humanos y no les importó que sus prisioneros fueran a parar a las manos del sanguinario dictador yugoslavo mariscal Tito. Los británicos omitieron toda consideración hacia sus prisioneros y no les interesó cooperar para que todos sus prisioneros tomados en esa zona, fueran a parar a poder de los comunistas, aun sabiendo que los mandaban a una muerte segura. Pasando por alto toda norma humanitaria, entregaron a 37 generales, 167 oficiales, cerca de 5.000 suboficiales y unos 200.000 soldados croatas, acompañados de una masa de civiles igualmente croatas que huían del “Paraíso” de la Yugoeslavia de Tito, se habían concentrado en el Valle del Drava, en Carintia y Tirol Meridional, poniéndose bajo la protección de los ingleses. El Alto Mando Británico les dijo que podrían elegir entre regresar a su país, emigrar a otros países que quisieran admitirlos, o permanecer en Alemania o Austria, como refugiados. Pero, de acuerdo con el programa del Plan Keelhaul se decidió la entrega en masa de los croatas y sus familias el 23 de Mayo de 1945. A los jerarcas británicos les importó mas cumplir convenios con sus aliados que salvar la vida de sus prisioneros.
Tal actitud tuvo las repercusiones lógicas ya que en los inmensos campos donde habían sido amontonados millares de soldados, mujeres, niños y ancianos croatas se extendió el terror. Los terroristas no eran, por esta vez, los sicarios de la policía militar soviética, sino los de Su Majestad Británica. Las escenas que se produjeron fueron espantosas. Hombres que se abrían las venas; madres que ahogaban a sus hijos o los arrojaban al río Drava; escenas increíbles de soldados croatas atacando desarmados a los tanques británicos, que abrieron fuego causando la muerte de millares de inocentes que se oponían a ser enviados a los campos de tortura de Tito. Este macabro espectáculo duró días enteros. Croatas abatidos como perros rabiosos por las balas británicas cuando intentaban huir, mientras muchos otros se suicidaban para escapar a su suerte. Escenas semejantes se registraron en los demás campos de concentración donde se encontraban los croatas, en Manheim, Dachau, Deggendorff, Platting, etc. A los croatas que no se suicidaron les esperaba una suerte horrible al llegar a Yugoslavia.
La flor y nata de ellos fueron inmediatamente ejecutados, mientras que los demás, sin distinción de sexo ni edad, fueron destinados a los trabajos forzados de por vida. Según el escritor francés Fabrice Laroche, el número de croatas asesinados por los sicarios de Tito en Mayo y Junio de 1945 llegó a los 280.000. Estaban amparados por las Convenciones de Ginebra y La Haya y, por consiguiente, tenían derecho a un trato correcto. No obstante, en el curso de los tres primeros meses que siguieron al final de la guerra fueron liquidados sin ninguna acusación y sin ningún proceso, ya por medio de matanzas sistemáticas en los alrededores de Bleiburg ya en el curso de la "marcha de la muerte", de Maribor a Ursac, como habitualmente procedían los comunistas con sus prisioneros.
Los historiadores de tal episodio, refieren que “En esa época estaban en la zona austriaca las tropas británicas, que contra los reglamentos de la Convención de Ginebra recibió las armas y luego, ante la insistencia de un emisario rojo, entregaron a todos los soldados y muchos civiles, mujeres y niños, que se retiraban junto con su ejército, al enemigo "yugoslavo", cuando todos sabían lo que hacen los comunistas con sus enemigos. Y ocurrió lo peor.”
“Enseguida se escucharon centenares de metralletas matando sin ningún juicio previo, a mansalva, a la mayoría de los soldados y los que aún sobrevivieron fueron llevados en las famosas "columnas de la muerte", donde los mataban al menor movimiento en falso. Los comunistas expresaban así su odio al ejército al que nunca pudieron vencer en la guerra, ya que los croatas sabían que defendían la libertad y la soberanía de su pueblo, mientras en el ejército comunista nadie sabía por qué luchaba".........
Una pena...