Inventario del museo soñado por Hitler

TITUS20050

22-07-2009

Este articulo lo recogi del blog que figura como fuente al final del articulo y ,me parecio muy interesante publicarlo

pues nos muestra otros de los fantasticos robos efectuados por los Nazis en todos los paises ocupados inclusive en Alemania, y del reparto que se hicieron los ladrones con las obras de arte.

La II Guerra Mundial está a punto de terminar y las tropas aliadas se preparan para batirse en retirada. Hitler ha muerto. Berghof, su casa, ya no es más que una ruina, pero una ruina cargada de historia.

Entre sus escombros, un soldado norteamericano con base cerca de Berchtesgaden (Alemania) se empeña en buscar un souvenir que llevarse  a casa como prueba de que él estuvo allí y sobrevivió.

Ve dos álbumes de cuero. Los abre y encuentra en sus páginas la prueba del expolio artístico perpetrado por los nazis durante los primeros días de la ocupación de París en 1940.

Cuadro a cuadro. Con fotografías, con inscripciones. Con referencias a sus víctimas, grandes coleccionistas del momento como Wildenstein, Kahn, Seligmann, Rothschild. Tras la muerte del soldado anónimo, décadas después, sus familiares descubren los libros en el ático de su domicilio.

Ahora, desde principios de noviembre, están a disposición de los investigadores en el Archivo Nacional de Estados Unidos y en The Monuments Men Foundation for the Preservation of Art."Es uno de los hallazgos más significativos relacionados con el expolio artístico de Hitler desde los juicios de Núremberg", sostiene el archivista Allen Weinstein.

Su importancia es en todo caso más testimonial, documental y simbólica que otra cosa, porque la mayoría de obras artísticas registradas en los libros han sido ya restituidas a sus dueños originales. "Lo que prueban los álbumes es el expolio sistemático y premeditado impulsado por el führer", apunta Robert Edsel, responsable de Monuments Men Foundation.

Ya en 1937 habían comenzado en Alemania las primeras expropiaciones de colecciones judías. Por razones económicas. Y por xenofobia. "Querían destruir artísticamente esa cultura", afirmó Inge Reist, investigadora del Center for the History of Collecting in America, recientemente en Sevilla, en unas jornadas sobre Expolios artísticos en Occidente organizadas por la Fundación Abengoa. "Pero también enriquecer las propias colecciones de los oficiales nazis y, sobre todo, la del Museo del Führer", la perversión artística que Hitler jamás logró materializar -se calcula que se llegaron a reunir 10.000 obras-.

Con el amparo de Reichskammer der bildenden Kunste, creada por Josef Goebbels en 1933 para controlar quién operaba en el mercado del arte, rescindieron licencias a galeristas como Marx Stern hasta ahogarlos. Y, a partir de 1940, siguiendo los dictados de la Einsatzstab Reichleiter, robaron en iglesias, en museos; se cebaron con particulares que habían abandonado sus casas para huir, estaban en campos de concentración o buscaban dinero rápido para comprar visados y con ellos su libertad... Se apropiaron además de importantes pinturas de arte degenerado. La importación de este arte moderno proscrito Monet, Renoir y Matisse estaba prohibida en Alemania, pero a ellos les servía para financiar su guerra.

"Las estadísticas varían. No obstante, se calcula que se expoliaron más de 650.000 obras antes del fin de la guerra", asegura Reist. En ocasiones, los robos eran a la carta. "Algunos miembros del círculo de Hitler y Goering llegaron a hacer listas de la compra con instrucciones. Kajetan Muhlamann, por ejemplo, preparó un catálogo con obras a obtener.

Entre ellas, había dos de Rafael de la colección Zartoriski de Cracovia". Los nazis fueron sistemáticos, obsesivamente cuidadosos en documentar sus robos. Debían dejar constancia de su eficacia expoliadora y presentárselos al führer para que eligiera sobre el papel las obras que quería para su museo.

Tras la capitulación, se encontraron 39 libros que se utilizaron como prueba en los juicios de Núremberg. Pero el responsable de la puesta en marcha de ese sistema de control de piezas robadas, Robert Scholtz, dijo en 1945 a los norteamericanos que se llegaron a crear más de cien, apunta Greg Bradsher, del Archivo Nacional de Estados Unidos.

Los dos que aquel soldado anónimo se llevó (su familia ha querido que permanezca en el anonimato) eran los números 6 y 8; el primero lo tiene The Monuments Men Foundation y está a disposición de escolares e investigadores; el segundo, lo ha depositado Edsel en el Archivo Nacional estadounidense.

Los dos cayeron en sus manos, y no por casualidad. Se los ofrecieron previo pago de una cantidad que no quiso desvelar por honrar con su trabajo la memoria de los hombres y mujeres que, tras finalizar la guerra, ayudaron a recuperar parte de lo expoliado y continuar con su labor.

El nombre de Rose Valland sonó con fuerza en las jornadas organizadas por Abengoa. Fue trabajadora del Museo del Louvre de París y la única francesa en el Jeu de Paume, pinacoteca a la que se trasladaban las piezas robadas.

Esta mujer se dedicó a catalogar este hurto masivo de forma clandestina, arriesgando su propia vida, para pasar después las listas ala resistencia Su información sirvió para recuperar una vez finalizada la II Guerra Mundial un buen número de pinturas, esculturas y otras obras de arte.

Pero otros miles, de valor incalculable, quedaron dispersas por el mundo. En colecciones privadas. O colgadas de paredes de museos y de otras instituciones. Algunos de sus dueños legítimos, herederos de las víctimas de los nazis como María Altmann, han recuperado lo que moralmente era suyo: en este caso, el retrato Adele Bloch Bauer I, de Gustav Klimt, restituido por el Estado austriaco y después vendido por la sobrina de la retratada.

Otros han acabado por desistir en la búsqueda. Y algunos más persisten y viven obsesionados con recuperarlas.

No hace falta buscar ejemplos de batallas legales en el extranjero. Están en casa. En enero, la Corte de Apelación de Estados Unidos debe resolver el litigio que enfrenta a la Fundación Thyssen con la familia judía Cassirer, que reclama Rue St. Honore, Apres-Midi, Effet de Pluie (1897), de Camille Pisarro.

El cuadro, que sus ancestros dieron a los nazis a cambio de los visados para salir de Alemania, fue adquirido por el barón Thyssen hace tres décadas en una galería en Nueva York.

Ejemplos como éste, llenos de connotaciones éticas, los hay por decenas. ¿Hasta dónde llega el derecho de las familias expoliadas? ¿Y el de las personas que adquirieron las obras a precio de mercado con buena fe?

Nadie tiene una respuesta clara, porque tampoco existe una legislación uniforme para este problema de alcance internacional -en algunos países, fundamentalmente europeos, se da el delito por prescrito-.

Así que casi siempre, la resolución de estos conflictos de intereses depende del talante de las partes enfrentadas. El día que el Museo de Carolina del Norte constató que tenía un Lucas Cranach expoliado por los nazis, lo devolvió. ¿Qué hicieron los dueños? Vendérselo de vuelta a un precio razonable.

"Los museos y las grandes casas de subastas están cada vez más concienciados de que tienen que investigar el origen de las obras que son de su propiedad. Aunque España no es precisamente el mejor ejemplo", afirma Sarah Jackson, de la empresa The Art Loss, con sede en Londres. Desde hace 10 años, esta mujer se dedica, junto a un selecto equipo de abogados, historiadores e investigadores, a seguir la pista de pinturas robadas por Hitler.

"Muchas veces nos vienen únicamente con una foto, con la imagen de un determinado cuadro en el salón de su casa. Y a partir de ahí nos ponemos en marcha". Buscan para empezar, dice, en los catálogos de los más de 200.000 lotes que se subastan cada año.

Con suerte, tardan meses en dar con una pieza. Pero lo normal es que la investigación se prolongue durante años, exija un cansino periplo por distintos países y un importante desembolso económico. Y los países, subraya, no tienen consignados fondos para rastrear los horrores del expolio nazi.

En todo caso, su trabajo se ha vuelto algo más fácil en los últimos años. Primero, porque en 1998, durante la Conferencia de Washington, 44 países se comprometieron a publicar una lista con las obras adquiridas por sus instituciones en los cinco años anteriores y a impulsar otras medidas para favorecer la identificación, localización y recuperación de materiales artísticos.

Segundo, porque Internet ha democratizado el acceso a los registros que han ido creando museos, asociaciones vinculadas con el Holocausto y otros organismos de las piezas con origen desconocido o espacios en blanco en su historial. "La tecnología está jugando un papel importantísimo para la devolución de estas propiedades a sus dueños", afirma Shauna Isaac, responsable de la compañía Sage Recovery de Londres. Pero no es la panacea. Las dificultades para verificar la autenticidad de las reclamaciones siguen siendo las mismas, y la letanía para hallar las obras que Hitler quiso para su museo, igual de larga.

Fuentes 2GMblog

josmar

22-07-2009

Muy interesante y aleccionador, Titus...

ULRICH

28-07-2009

El mayor ladrón de obras de arte de la SGM fué Göring. Arrasaba con todo. Intentaré buscar un articulo que leí hace un par de años en una de mis revistas de historia, .......si la encuentro.

Lenz Guderian

29-07-2009

Cierto Ulrich el Mariscal del aire ademas tuvo la pretensión de hacer conocer su acervo como "la coleccion Hermann Goering". Si Alemania hubiese ganado la guerra tal vez este señor se hubiese destacado como gran conocedor

ULRICH

09-08-2009

Datos sobre H.Göring.

Al entregarse al 7º Ejército americano poseía : 1.375 cuadros, 250 esculturas, 108 tapices, 200 piezas de mobiliario de época, 60 alfombras persas y francesas, 75 vidrieras y 175 objetos de arte diferentes más.

En Carinhall, su finca privada, llenaba sus habitaciones con todo lujo, hasta el punto que el propio Führer dijo : Mi refugio de montaña, naturalmente, no puede conpararse a esto. Quizás pueda servir de pabellón.

Göring para salir de las críticas decía que aquello quedaría para el Reich.

Vista del interior de la finca Carinhall.

En sus jardines había tallas de cupidos franceses, sátiros griegos, bustos de matronas romanas, jarrones de alabastro, relojes de sol renacentistas, toneladas de erosionadas antigüedades y un sinfín de adornos.

Un ejemplo lo constituye el banquero y marchante de arte holandés Alois Miedl. Su esposa era judía, y Göring conocedor de ello, guardó el secreto a cambio de que el hombre registrara todos los rincones de Holanda para comprar y requisar obras de arte de incalculabre valor para el dirigente nazi, incluido la colección "Goudstikker".

Göring y Hitler observan una obra de arte requisada.

Hitler dedicó 3 organismos del Reich para organizar la confiscación de arte en Francia:

1- Dependía de la Wehrmacht.

2- La embajada en Francia.

3- El ERR, un destacamento dirigido por Alfred Rosenberg, que pronto cayó en manos de Göring.

En los primeros días de la ocupación de París, el ERR canalizaba las confiscaciones en bibliotecas y archivos. Pero hubo una ordenanza que fué decisiva: la promulgada por Göring el 5-11-1940, que otorgaba al ERR plenos poderes para requisar todas las obras de arte de familias judías.

Así nombres ilustres como Rothschild, Rosenberg, Bernheim-Jeune, David-Weill o Schloss entre otros,que habían reunido excepcionales colecciones de arte se vieron obligados a sacar de sus marcos, telas de entre otros muchos, de Rembrandt, Velázquez, Goya, Degas, Monet, Cézanne, Van Gogh, Picasso, Vermeer, Matisse o Braque.

Las obras requisadas eran posteriormente destinadas al museo Jeu de Paume donde eran inventariadas, catalogadas y fotografiadas. Luego viajaban en tren a Alemania y se almacenaban en el castillo de Luis II de Baviera, en Neuchwanstein.

En el proceso de selección, el llamado arte "degenerado", era excluido y destinado a mercados europeos donde eran canjeadas por obras de arte convencional.

Los responsables del ERR avisaban en Berlín a Göring cuando requisaban una colección y éste se presentaba en Jeu de Paume para verlo antes que nadie y así quedarse con las mejores para su finca.

Facilitaba aviones, trenes y todo lo necesario para el transporte. Nunca pagó ni un marco alemán por las obras , pese a que había firmado un contrato inicial en el que se comprometía a ello.

Rosenberg alarmado por tanto expolio le hizo saber de su exceso , y Góring le escribió una carta en la que le decía que no se preocupara, pues quedaba gran número de objetos para ser utilizados en la decoración de edificios del partido, Estado y para llenar museos.

Cuando París se liberó , 100.000 obras de arte, 500.000 muebles y más de 1.000.000 de libros y manuscritos habían sido robados.

En Enero de 1945 con los soviéticos cerca de Carinhall, transladó su enorme colección. Muchos objetos fueron enterrados en su extensa finca y un impresionante cargamento fué embalado en camiones de la Luftwaffe que lo transladó a una estación de tren. Una vez cargado el tren, se movió por Alemania despistando a soviéticos y americanos.

Camiones de la Luftwaffe.

Gran parte del tesoro se guardó en un túnel del puesto de mando subterráneo de Stabsamt, situado junto a la carretera de Berchtesgarden. En esta población se quedaron 3 vagones con muebles, la biblioteca de Góring y piezas de arte. Otros 5 vagones se enviaron a Unterstein, donde algunos se almacenaron en una residencia de trabajadores del ferrocarril.

Acopio de obras escondidas.

Tropas francesas abrieron fuego contra los 3 vagones de Berchtesgarden, destrozando su interior. En Unterstein, la población tomó por asalto los convoyes y los objetos que no fueron rapiñados fueron destruidos.

El puesto de mando subterráneo de Stabsamt, fué descubierto por soldados de la 101 Aerotransportada de EE.UU, que asombrados por el descubrimiento llamaron al lugar "la cueva de Aladino".

La mayoría de los objetos no se recuperaron jamás.

Cueva de Aladino.

Fuentes:

Wilkipedia.

Revista Clio.

TITUS20050

09-08-2009

Ulrich fantastico tu aporte es un muy buen detalle de estas rapiñas que estos locos efectuaron en toda Europa

ULRICH

09-08-2009

Gracias, lo peor las miles de piezas perdidas que ahora podríamos disfrutar en cualquier museo, una pena.

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