Mito 7: El hijo de una campesina francesa (Primera Guerra Mundial)
Ahora, según la referencia publicada por «The Sunday Times», el historiador alemán Werner Maser asegura haber comprobado la existencia a un hijo de Hitler, nacido aproximadamente en 1918. y que reside en una localidad del norte de Francia, cerca de la frontera germana. Maser no es un oportunista del sensacionalismo, sino un historiador serio que, como Bernhard Koerner, Norman Cohn, J. F. Neurohr. etcétera, han intentado estudiar el Tercer Reich entre bastidores, con incursiones e la vida privada del Führer, es de suponer que le reciente hipótesis de la existencia de un hijo de Adolf Hitler se basa en un acontecimiento admitido por la mayoría de los biógrafos.
Durante la Primera Guerra Mundial, en 1915, el regimiento List, del que Hitler formaba parte, estuvo en el frente del Aisne, cerca de Saint Quentin, durante cierto tiempo. Allí, el futuro dictador conoció a una campesina francesa, con la que llegó a tener relaciones íntimas. Luego, el regimiento fue enviado a Neuve Chapelle, frente a los ingleses, y en 1916 tomó parte en los terribles combates del Somme. El día 7 de octubre, Hitler, herido en una pierna, hubo de ser trasladado a Alemania. En el verano de 1917, ascendido ya a cabo de lanceros, regresó a la línea de fuego, tomando parte en el tercer encuentro de Yprés. Y aquel invierno el regimiento List volvió a acampar en el Aisne, cerca de Lizy, de manera que las relaciones entre el «cabo austriaco» y la hermosa campesina se reanudaron.
Años después, cuando el nombre de Hitler., aparecía ya con cierta frecuencia en la prensa europea, la francesa contó a sus amistades que su antiguo novio alemán era un hombre «muy cariñoso, muy dulce y muy artista...». En 1940, la campesina de nuestra historia, ya casada y madre de familia, que tenía a un hijo soldado, prisionero en el Reich, se decidió a escribir al Führer -sin consultarlo a nadie-, recordando las buenas horas que pasaron juntos e interesando la libertad de su primogénito. Una semana después, el soldado francés estaba ya en su hogar. André Guerber y Guy Breton, dan este extraordinario hecho como perfectamente verídico y comprobado. Habida cuenta de la coincidencia de fechas y lugares, cabe suponer que las investigaciones llevadas a cabo por Werner Maser se refieren al episodio sentimental de la granja cerca del Aisne, en los sombríos inviernos de 1915 y 1917.