02-03-2006
Desde una perspectiva diferente, Rosenberg, el ministro de Hitler para los Territorios Ocupados en el Este compartía la rusofobia de su Führer, pero la combinaba con una apreciación de las diferencias entre las nacionalidades que convivían en el espacio soviético y su utilidad estratégica. Se proponía crear un protectorado sobre Lituania, Letonia, Estonia y Bielorrusia; la expansión de Ucrania; una federación caucasiana; y – rodeada por este cordón sanitario – un Reichskommissariat de un Musckovy renacido y sumamente reducido cuya dinámica se desviaría hacia Asia. Se hicieron proyectos para los Reichskommissariats en el Caúcaso o Mosckovy. Rosenberg y sus expertos en el Este llegaron incluso a fantasear sobre la creación de un Muftiato de Crimea o de un gran bloque panturánico esculpido en la antigua Asia Central soviética, donde habría que modificar pertinentemente la descripción que la propaganda alemana hacía de los tártaros y los turcos (los clásicos Untermenschen).
Fue en esta parte de la URSS – para ser exactos el norte del Caúcaso – donde la política de ocupación alemana intentó con más éxito cosechar los dividendos de las concesiones a la población nativa. El carácter no eslavo de la gente, el hecho de que los chechenios y Karachai se sacudieran el yugo soviético antes de que llegaran los alemanes, la necesidad de casar una impresión favorable a la vecina Turquía y el hecho de que el Ejército siguiera manteniendo el control, todo esto se tradujo en una clara actitud conciliatoria como refleja el tono de las siguientes directivas militares:
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Tratar a la población del Caúcaso como amigos...
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No poner obstáculos a los montañeses que luchan por abolir las granjas colectivas estatales.
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Permitir la reapertura de los lugares de culto de todas las confesiones.
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Respetar la propiedad privada e indemnizar por los bienes requisados.
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Ganarse la confianza de la gente mediante una conducta modélica.
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Explicar las razones de todas las medidas severas que afecten a la población
Las autoridades alemanas reconocieron al Comité Nacional Karachai y le confiaron antiguas empresas y bosques estatales soviéticos. Los balkares musulmanes acogieron a los visitantes alemanes en las ceremonias kurdas regalándoles caballos a cambio de ejemplares del Corán y armas. Cuando el SD se disponía a matar a los Tats, o judíos de las montañas, el comité local intercedió con los militares, quienes pidieron a la SD que desistieran. Se reprivatizaron los ganados y el servicio militar obligatorio de los trabajadores se redujo al máximo. A cambio, una gran cantidad de habitantes luchó en el lado alemán, con lo que Hitler llegaría a declarar: “Pienso que sólo los musulmanes son de fiar”. Junto a otros tres millones y medio de personas, más o menos, a quienes los soviéticos deportaron a Kazajstán y Asia Central, pagarían por eso un precio terrible durante y después de la guerra.
Fuentes: Las conversaciones privadas de Hitler. Editorial Crítica
Una guerra de exterminio. Laurence Rees
Historia Virtual. Niall Fergusson