18-01-2009
La incómoda guerra de 1941
Durante la batalla de Inglaterra. La vida cotidiana de los ciudadanos británicos se vio, naturalmente, perturbada. Esto dio lugar a una serie de situaciones extrañas, curiosas y tragicómicas algunas de las cuales reseño a continuación.
El problema de las campanas.
El 13 de junio de 1941, el gobierno británico anunció que se prohibía a las iglesias tañer las campanas. Se autorizaba solamente a personal del ejército o de la policía ejecutar esta función y únicamente en caso de invasión inminente.
Naturalmente, esta decisión molestó al “Ringing World” órgano oficial de la campanología en Gran Bretaña, quien consideró esta prohibición como “un tremendo golpe asestado a la campanología, golpe del cual, aún cuando la guerra haya terminado, tardaría mucho en recuperarse”.
Algunos periódicos se hicieron eco de estas reclamaciones indicando el peligro que significaba entregar las campanas a neófitos que “podrían considerarse afortunados si luego de ingentes esfuerzos lograban sacar un solo tañido”, además del peligro de que por la inactividad y el mal manejo, la campana les cayese encima.
Aún así, las campanas permanecieron silenciosas. Sólo se echaron al vuelo, torpemente, por cierto, el 7 de septiembre, día en que cundió por toda Inglaterra una falsa alarma de invasión.
Las campanas permanecieron silenciosas por muchos meses más y la gente comenzó a echarlas de menos y a reclamar públicamente, por lo que el 13 de mayo de 1942, el Parlamento se vio en la obligación de enviar una nota al Secretario de Guerra que en algunos de sus párrafos decía:
“Qué clase de incursiones debía señalar el tañido de las campanas; que si el secretario de Estado se daba cuenta de que la gente echaba mucho de menos las campanas; de que esta no era la forma más eficaz de dar la alarma, de que el empleo de las campanas con fines militares podía dar motivo a que el enemigo considerase las iglesias como blancos preferenciales, que cómo daría la alarma si las iglesias resultaran destruidas…etc.”
Las autoridades hicieron oídos sordos a estas consideraciones. Sólo un año después, el 4 de abril de 1943, Churchill admitió en la Cámara de los Comunes, que el tema de las campanas ya era algo superado como sistema de aviso.
Textualmente dijo “Personalmente opino que si se produjese una invasión en serio, la gente, de una forma u otra, terminaría por enterarse”.
Estallaron grandes carcajadas y las familiares campanadas no tardaron en volver a resonar esparciendo sus familiares y añorados aires por los cielos dominicales.
Problemas para el Bridge
El 3 de septiembre, el encargado de la sección de Bridge del Times informaba de los contratiempos que ocasionaban los bombardeos a los aficionados a este juego. “Un lector de Yorkshire nos cuenta que no hace mucho, un bombardeo alemán, interrumpió una muy interesante partida. Los participantes debieron correr en dirección a los refugios y pasar la noche allí. Al reanudar la partida al día siguiente, y luego de retomar las cartas que habían quedado sobre la mesa, se produjeron fuertes discusiones y mutuas acusaciones de trampa por parte de algunos de los jugadores.
También el Cricket
Los ataques diurnos constituían una gran incomodidad para el cricket. El encargado de esa sección en el “Times” se quejaba en estos términos: “Interrupciones como las que ocurren estos días, dan lugar a que los capitanes se vean casi imposibilitados a declarar sus tantos en un momento ni remotamente aproximado a aquel que normalmente permitiría terminar el juego a tiempo” Y puso como ejemplo un partido en que los “Bucaneros” (268 por 9 declarados) se vieron privados de una probable victoria sobre el “Imperio Británico XI” (141 por 6) a causa de un ataque aéreo que interrumpió el encuentro cuando aún faltaba una hora de juego.
La caza del zorro
Este tradicional y pintoresco deporte británico no se vio mayormente alterado por cuanto la temporada de caza se inicia en noviembre, aún así, un periódico recoge las quejas del administrador de las perreras del “East Kent Hunt” por cuanto una bomba cayó en el centro del edificio, soltando los perros los cuales demoraron varios días en recuperar.
El zoo
El director del zoo de Londres temía que en caso de bombardeo se escaparan algunos animales. El principal temor eran las fieras, por lo que contrató algunos tiradores de probada destreza para que en caso de fuga eliminaran el peligro.
La única fuga fue una cebra la que fue recapturada luego de una larga persecución en Regent’s Park.
Los animales resistieron con gran estoicismo el bombardeo, al igual que aquel guardia que en medio de un intenso bombardeo fue lanzado lejos y que al ser reanimado exclamó “sólo faltó la música para que esto pareciera un cuento de hadas”.
Extractado y resumido de:
Operación León Marino: Peter Fleming, Editorial Juventud, Barcelona, 1960
Su hora más gloriosa: Winston Churchill, Ediciones Peuzer, Buenos Aires, 1961
Saludos…