09-02-2009
Conocí esta historia hace unos meses, cuando vi una película británica titulada Two Men Went To War (Dos hombres van a la guerra), que según se decía estaba basada en hechos reales, así que investigué un poco en internet para saber hasta qué punto era cierto lo que se contaba en ella. No encontré mucha información, más que algunos comentarios en foros en inglés, así que puede que la historia no fuese exactamente como la cuento aquí. Lo que es seguro es que hay diferencias importantes entre la historia auténtica y lo que se cuenta en la película, que se basa en un libro titulado Amateur Commandos (Comandos aficionados), de Raymond Foxall.
Situémonos un poco. Los hechos tuvieron lugar en la primavera de 1942. El Imperio Británico vivía entonces sus días más difíciles. Los submarinos alemanes amenazaban con asfixiar a Inglaterra. En el norte de Africa las fuerzas británicas estaban a la defensiva, incapaces de derrotar a Rommel. En Asia, Singapur había caído, y la India y Australia estaban amenazadas por el rápido avance japonés, aparentemente imparable. Europa continental estaba en manos de Hitler, y cualquier operación a gran escala al otro lado del canal habría sido suicida. Sin embargo, Churchill se resistía a dejar la iniciativa en manos de los alemanes, e impulsó la creación del Mando de Operaciones Combinadas, con la misión de realizar incursiones en la costa atlántica europea y obligar a los alemanes a destinar a la defensa el mayor número posible de fuerzas. Las tropas del Mando de Operaciones Combinadas, los comandos, pronto se hicieron populares, por sus primeras acciones en Noruega, y, sobre todo, por su espectacular operación contra el puerto de Saint-Nazaire, en la desembocadura del Loira.
Mientras todo esto ocurría, dos soldados del Cuerpo Dental del ejército británico (yo ni me imaginaba que tal cosa existía) se aburrían en su cuartel de Aldershot, al oeste de Londres. Eran el sargento Peter King, de 27 años, y el soldado Leslie Cuthbertson, estudiante de mecánico dental de 19 años. Frustrados por la falta de acción en un destino sin importancia mientras la nación luchaba por su supervivencia, un buen día de abril decidieron imitar a sus admirados comandos y realizar por su cuenta una incursión en la Francia ocupada. Armados de dos revólveres y una bolsa con una decena de granadas, abandonaron el cuartel sin permiso y se dirigieron a Cornualles, en el suroeste de Inglaterra. Allí pasaron al parecer un par de semanas, buscando los medios para llegar a Francia. Al fin consiguieron hacerse con un pequeño barco pesquero con el que cruzaron el Canal de la Mancha. Sin conocimientos marineros, y navegando únicamente con la ayuda de una brújula y un atlas, a punto estuvieron de ser arrastrados al Atlántico por las fuertes corrientes del Canal. Finalmente llegaron a la costa francesa, en la región de Cherburgo. No estuvieron mucho tiempo en tierra. Cuando estaban saliendo de la playa al parecer oyeron unas voces hablando en alemán, y decidieron que sería más prudente reembarcar e intentar el desembarco en otro lugar. Pero una tormenta los alejó de la costa, se agotó el combustible de su barco, y tuvieron que pasar dos semanas a la deriva en aguas del Canal. Cuando su situación era ya desesperada, después de agotar el agua y la comida, tuvieron la suerte de ser avistados por un avión inglés de reconocimiento costero que estaba haciendo unas prácticas. Tras ser rescatados por un destructor, y al no poder confirmar su identidad, comenzó una investigación para saber quiénes eran y cómo habían llegado hasta allí. Los interrogadores no sabían si se encontraban ante unos torpes desertores que se habían perdido tratando de llegar a Irlanda o ante unos astutos espías alemanes haciéndose los tontos. Finalmente tuvieron que creer su historia, aunque eso no les libró de ser juzgados por un tribunal militar, acusados de ausentarse sin permiso durante cinco semanas y de robo de armas del ejército. El castigo no fue demasiado severo: el sargento King fue degradado a cabo, y el soldado Cuthberson condenado a 28 días de prisión.
Después del juicio los dos hombres nunca volvieron a verse. Peter King logró finalmente ser destinado a los Comandos, donde sirvió el resto de la guerra. Al terminar la guerra emigró a Nueva Zelanda y continuó allí su carrera militar. En Corea ganó una Orden de Servicios Distinguidos, y se retiró como mayor del ejército neozelandés. Después se dedicó a la silvicultura, y murió en 1962 en un accidente de tráfico. Leslie Cuthberson fue destinado a la Infantería Ligera de Durham, y tras la guerra se convirtió en un hombre de negocios de éxito. En 1967 fue elegido teniente de alcalde de Newcastle. Murió en 1995.
En la película la historia es bastante diferente. Entre otras cosas, el guión convirtió al sargento King en un veterano de la Primera Guerra Mundial de 55 años, medio chiflado, envidioso de los suboficiales más jóvenes que eran destinados a Africa. Cuando llegaron a Francia, después de una serie de peripecias (una de ellas hacer descarrilar accidentalmente un tren militar alemán) encontraron un objetivo digno de ser atacado, una estación de radar, y por supuesto tuvieron éxito en el ataque. Cuando estaban siendo juzgados por deserción les salvó la intervención directa de la oficina de Churchill, que conoció su historia por una carta que King y Cuthberson tuvieron la prevención de enviarle antes de partir.