El espionaje atómico soviético

Nonsei

11-07-2007

El NKVD comenzó a interesarse por el átomo ya en 1940. En ese año, por orden directa de su director Laurenti Beria, se dieron instrucciones a las redes de espionaje en Gran Bretaña y Estados Unidos de infiltrarse en los centros de investigación atómica de estos países. Al mismo tiempo Beria trataba de convencer a Stalin y al Politburó de la importancia del tema, ya que tenía claros indicios de que la carrera atómica había comenzado: científicos relevantes estaban desapareciendo del mapa, al tiempo que las potencias estaban tratando de acaparar las existencias de materiales necesarios en la investigación atómica, como el uranio y el agua pesada. Sin embargo, hasta 1942, cuando pudo presentar cantidades importantes de información que demostraban la magnitud del proyecto atómico angloamericano, no logró convencer a Stalin de que era necesario que la URSS pusiese en marcha su propio programa nuclear militar, el Proyecto Urania (que quedó bajo el control directo del propio Beria).

La primera fuente de importancia que tuvo el NKVD fue el quinto hombre de “los cinco de Cambridge”, una de las más importantes redes de espionaje de la historia. Se trataba de John Cairncross, que entre 1940 y 1942 consiguió el puesto de  secretario personal de Lord Hankey, ex jefe de los servicios secretos británicos, ex ministro sin cartera del gobierno Chamberlain, y que había recibido el encargo de Churchill de presidir el comité consultivo británico que estudiaba las posibilidades energéticas y militares de la investigación nuclear. Cairncross (de nombre en clave Carelio) tuvo acceso a los primeros informes técnicos hechos por científicos británicos que confirmaban la posibilidad de conseguir la bomba en un plazo relativamente corto, asistió al nacimiento del programa nuclear británico, escondido tras un organismo al que se le dio el inocente nombre de Dirección de Aleaciones Tubulares (Tube Alloys), y asistió también al comienzo de la cooperación angloamericana de la que nació el Proyecto Manhattan.

Unos años más tarde otro miembro del Círculo de Cambridge tuvo también acceso a gran cantidad de información sobre el Proyecto Manhattan: Donald McLean, infiltrado en los servicios diplomáticos británicos, y que a mediados de 1945 fue encargado de la coordinación entre los proyectos nucleares norteamericano y británico, que todavía mantenían una estrecha colaboración. Por sus manos pasaba toda la correspondencia entre ambos países referente a la investigación atómica.

Un tercer miembro del grupo de Cambridge también intervino en esta historia unos años después: Kim Philby, uno de los más grandes espías de todos los tiempos, entre 1949 y 1951 era el agente de enlace del MI-5 en Estados Unidos, cuando se estrechaba el cerco en torno a las redes de espionaje soviéticas en occidente, y logró que parte de ellas lograran escapar (entre los que se salvaron por la actuación de Philby estaba su amigo McLean). La historia de cómo los norteamericanos consiguieron descubrir a muchos de los espías soviéticos que operaron en occidente en los años 40 comienza en 1942, cuando la central del NKVD en Nueva York cometió el error de utilizar códigos repetidos en sus comunicaciones con Moscú. A ese fallo de seguridad se le añadió posteriormente un libro de códigos soviético parcialmente quemado que los finlandeses habían capturado en 1941, y que en 1944 cedieron a los estadounidenses. A partir de pistas como esas la ASA (Army Security Agency) comenzó a trabajar en el descifrado de los mensajes que los agentes del NKVD habían mandado a la Lubianka en los años de la guerra, y que los servicios occidentales conservaban grabados. Fue un trabajo de años al que se le dio el nombre clave de Proyecto Venona. Hacia 1950 el cuadro de las redes soviéticas en occidente estaba más o menos claro, pero Philby, que tenía acceso a Venona, puso sobre aviso a los soviéticos y logró salvar parte de ellas. Pero esa es otra historia.

John Cairncross:

Nonsei

11-07-2007

El Círculo de Cambridge dio mucha información, y de gran importancia, pero los soviéticos estaban más interesados en los aspectos técnicos de la investigación atómica que en los políticos: necesitaban hombres dentro de los centros de investigación y desarrollo.

En el Proyecto Manhattan la seguridad llegaba a niveles agobiantes. Como recordó años más tarde Laura, la esposa de Enrico Fermi: “muchos de los europeos se sentían incómodos porque vivir en un lugar rodeado de alambradas les recordaba los campos de concentración” (muchos de ellos eran refugiados políticos, huidos del fascismo, el nazismo y las leyes antisemitas). Pero no sólo afectaba a los europeos: el segundo de Oppenheimer, el doctor Edward Condon (que se haría famoso dos décadas después entre ufólogos y frikis varios de todo el mundo por el “Informe Condon”, la verdad oficial del gobierno USA sobre el fenómeno OVNI) dimitió a las diez semanas porque no podía soportar las estrictas medidas de seguridad. Estas no consistían sólo en controlar las entradas y salidas, y rodear los centros de investigación de alambradas y patrullas militares, también (y especialmente) el FBI y el G-2 (la inteligencia militar estadounidense) interrogaban con frecuencia a los científicos e investigaban sus vidas privadas, sus movimientos y relaciones. Sospechosos no les faltaban, muchos de los principales científicos del Proyecto Manhattan, como Leo Szilard y Enrico Fermi, eran de reconocidas ideas izquierdistas, y no sólo entre los europeos: el mismísimo director científico del Proyecto Manhattan, Robert Oppenheimer, era simpatizante comunista, y entre sus familiares y amistades íntimas había varios militantes del partido comunista. Todos ellos eran sometidos a una estrecha vigilancia por parte de la contrainteligencia norteamericana. Aunque varios de los principales científicos seguramente eran partidarios de compartir sus conocimientos con los soviéticos, por proximidad ideológica o por la creencia de que sólo un control internacional de la nueva arma aseguraría la supervivencia de la civilización, ninguno de ellos pasó información conscientemente a los rusos. El científico de más nivel que lo hizo fue Bruno Pontecorvo, brillante físico discípulo de Fermi y colaborador suyo desde antes de que ambos se exiliaran de Italia, que sorprendió a todo el mundo en 1950, cuando desertó de Gran Bretaña huyendo precipitadamente a la URSS vía Finlandia coincidiendo con la detención de Klaus Fuchs, pero su nivel de implicación con las redes de espionaje soviéticas no está claro.

Uno de los científicos que más activamente colaboraron con la inteligencia soviética fue el británico Alan Nunn May, captado por el NKVD en 1943 cuando se encontraba en Canadá colaborando en el proyecto Tube Alloys, Ya en Estados Unidos pasó información sobre la planta de producción de plutonio en Hanford y sobre la prueba de la bomba de plutonio en Trinity. En Los Alamos, en los laboratorios secretos donde se diseñaron y se fabricaron las bombas, los soviéticos también lograron tener informadores. Uno fue Theodore Hall, jovencísimo físico que a los 18 años comenzó a trabajar en el grupo que diseñaba el mecanismo de implosión de las bombas de plutonio. Pero el principal fue Klaus Fuchs. Alemán de nacimiento, nacionalizado británico, Fuchs fue otro de los científicos que Gran Bretaña envió a los Estados Unidos para colaborar en el Proyecto Manhattan. Dio a los soviéticos gran cantidad de información de diversas áreas, y la mayoría de los científicos e historiadores creen que hizo una gran contribución al desarrollo del programa nuclear soviético. Pero en esto, como en todo, no hay unanimidad. Según Philip Morrison, otro eminente físico que trabajó en el Proyecto Manhattan, “los rusos habían hecho mejor labor por sí mismos que lo conseguido de los estadounidenses vía Fuchs, pero no se atrevieron a poner en práctica su propio trabajo y prefirieron copiarles, por lo que tuvieron que conformarse con un segundo puesto”, opinión compartida, por supuesto, por los científicos soviéticos, que se quejaron de que Beria se fiaba más de las informaciones llegadas de los Estados Unidos que de sus propias investigaciones, y les obligaba a seguir el modelo americano. La opinión más aceptada es que los soviéticos habrían conseguido la bomba por sí solos, pero sin la información enviada por Fuchs y los demás informadores habrían tardado dos o tres años más.

Klaus Fuchs:

continuará...

Nonsei

12-07-2007

Antes de que el proyecto Venona empezase a dar resultados el FBI estuvo dando palos de ciego en su búsqueda de espías en el proyecto Manhattan. Un ejemplo: Los norteamericanos habían enviado a Europa un pequeño grupo de científicos dirigido por el físico de origen holandés Samuel Goudsmit con la misión de seguir a las tropas aliadas en su avance por Europa y buscar pruebas que determinasen la situación de la investigación atómica alemana. La misión recibió el nombre de operación Alsos. Cuando los aliados tomaron Estrasburgo, en noviembre de 1944, encontraron lo que buscaban: los trabajos de los científicos de la universidad, entre ellos Weizsäcker (uno de los pocos físicos que por su nivel necesariamente tenían que ser los responsables de cualquier programa nuclear alemán), que demostraban que el proyecto alemán se encontraba aún a nivel académico. En diciembre algunos de los científicos del Proyecto Manhattan empezaron a tener noticias de los descubrimientos de Alsos, y varios de ellos se encontraron con que el motivo por el que habían apoyado la fabricación de la bomba (conseguirla antes que los nazis) había desaparecido. Uno de ellos era un polaco de nacimiento llamado Josep Rotblat, que dimitió del proyecto. El hecho de ser polaco unido a que el FBI descubrió que sabía pilotar aviones le convirtió en el gran sospechoso de espionaje, y durante meses se centraron en investigarle y buscar pruebas contra él, que nunca consiguieron. Al parecer no tuvieron en cuenta que no era muy probable que un espía atómico abandonase el proyecto en el momento más importante alegando razones morales (como curiosidad, Rotblat se hizo famoso muchos años después, en 1995, cuando recibió el Premio Nobel de la Paz por su labor como presidente de la Conferencia Internacional Pugwash, el grupo pacifista promovido por Albert Einstein y Bertrand Russell).

En septiembre de 1945 un agente destinado en la embajada soviética en Ottawa llamado Igor Gouzenko desertó y dio las primeras pistas auténticas sobre las redes de espionaje soviéticas en Norteamérica. Gracias a él, el contraespionaje aliado supo que tenía que buscar a un espía con el nombre en clave Alec, que había estado en la misión científica británica en Estados Unidos, y anteriormente en los laboratorios de Tube Alloys en Montreal. Se trataba de Alan Nunn May. En 1946 fue detenido en Inglaterra, juzgado por espionaje y condenado a 10 años de cárcel. Por entonces ya había dejado de colaborar con la inteligencia soviética, y había vuelto a Inglaterra para dedicarse a la física experimental en el King’s College de Cambridge (igual que Philby y compañía, había estudiado en Cambridge en los años treinta y allí había sido “seducido” por las ideas comunistas, pero no tuvo ninguna relación directa con el Circulo de Cambridge). El primer espía atómico importante había sido capturado.

Alan Nunn May:

Una rectificación: Kim Philby pertenecía al MI-6, no al MI-5, como escribí ayer.

Continuará...

Nonsei

12-07-2007

Un artículo sobre Alan Nunn May publicado con motivo de su muerte en enero del 2003. Muy bueno el detalle de los 200 dólares y la botella de whisky:

*No será por sus estudios con radares ni por sus trabajos con reactores nucleares por lo que el mundo recordará al profesor Nunn May, un físico de 91 años que hace unos días murió en Cambridge rodeado del más absoluto silencio. Irremediablemente, el nombre de Alan Nunn May siempre estará unido al de Alek, el alias que este británico utilizó para pasar a los rusos información sobre el programa científico puesto en marcha por EEUU para conseguir la bomba atómica. También fue uno de los primeros espías en ser desenmascarados durante los años de la Guerra Fría.

Un calificativo, el de espía, que Nunn May siempre rechazó con visibles muestras de enfado. «Todo aquel asunto fue muy dañino para mí, y me embarqué en él sólo porque sentí que así contribuía a la seguridad de la humanidad», dijo en una ocasión. «Desde luego, no lo hice para sacar provecho personal», recalcó. De hecho, y aunque los rusos recompensaron a Nunn May por sus servicios prestados con 200 dólares y una botella de whisky, el científico se sintió ofendido al recibir el dinero y lo quemó. Parece ser, sin embargo, que aceptó la botella.

Nacido en Birmingham, Alan Nunn May siempre fue un alumno aventajado.Logró una beca para estudiar Física en la Universidad de Cambridge y, tras graduarse, comenzó a dar clases en el King's College de Londres, donde también dedicó buena parte de su tiempo a la investigación. Corrían los años 30 cuando decidió afiliarse a una organización comunista.

Al estallar la II Guerra Mundial, dejó sin renovar su carné del Partido Comunista y se unió al programa británico de investigación del radar. En 1942 fue reclutado para el Tube Alloys, el programa secreto nuclear del Reino Unido. Al año siguiente, se trasladó a Montreal, donde se incorporó al equipo de Cambridge que trabajaba en el Proyecto Manhattan, destinado a dotar a EEUU de armamento nuclear. Fue en la ciudad canadiense donde Nunn May fue reclutado como espía por los servicios de inteligencia soviéticos.

El físico británico cumplió las expectativas que los rusos habían depositado en él. Pasó a Moscú información técnica relacionada con la primera explosión atómica llevada a cabo en Nuevo México y sobre la bomba que fue lanzada en Hiroshima. Asimismo, puso en conocimiento de los soviéticos que EEUU producía material nuclear en Oak Ridge, en Tennesse, y en Hanford, en el estado de Washington. El 9 de julio de 1945, justo una semana antes de que los americanos probaran una bomba atómica, incluso hizo llegar a los rusos una pequeña cantidad de uranio enriquecido.

Fue poco después del fin de la II Guerra Mundial cuando sus tejemanejes como espía salieron a la luz. Su desenmascaramiento corrió de la mano de Igor Gouzenko, un miembro de los servicios de inteligencia soviéticos que trabajaba como administrativo en la embajada rusa en Ottawa quien, un buen día, decidió pasarse al enemigo, delatando de paso a varios espías, incluido el profesor Nunn May.

Para entonces, el científico se encontraba de vuelta en Gran Bretaña, donde fue detenido, juzgado y condenado a 10 años de trabajos forzados, de los que cumplió seis. A pesar de ello siempre se negó a ser considerado un espía, asegurando que si había compartido información científica con los rusos había sido para evitar, por el bien de la humanidad, que Estados Unidos se hiciera con el monopolio nuclear.

(http://www.elmundo.es/papel/2003/01/26/opinion/1321215.html)*

Nonsei

17-07-2007

El 29 de agosto de 1949 la Unión Soviética hizo su primera prueba atómica. Fue una sorpresa total el occidente. La caza del espía se intensificó, con la ayuda que los datos que estaba dando Venona sobre la actividad de los informadores de los servicios secretos soviéticos en el Proyecto Manhattan. Gracias a Venona el FBI pudo informar a los británicos de que un científico de esa nacionalidad había estado pasando información a los rusos desde dentro de Los Alamos. Los servicios de seguridad ingleses investigaron a los posibles informadores hasta que acabaron centrándose en Klaus Fuchs como principal sospechoso. Le presionaron haciéndole saber que iban a por él hasta que en un interrogatorio confesó, y fue detenido en febrero de 1950. Fue condenado a catorce años de prisión, la máxima pena que establecía la ley de secretos oficiales británica.

La detención de Fuchs, unida a la deserción de Bruno Pontecorvo en las mismas fechas (ambos trabajaban por aquel entonces en Harwell, el centro donde los británicos fabricaban sus propias armas atómicas) provocó un efecto inesperado: el enfriamiento de las relaciones entre Estados Unidos y Gran bretaña a causa de las criticas recibidas desde ciertos sectores estadounidenses, según los cuales por culpa de las deficientes medidas de seguridad británicas los rusos habían conseguido robar “el secreto de la bomba”. El director militar del Proyecto Manhattan, el general Lesley Groves, llegó a decir que si hubiese dependido de él no habrían intervenido extranjeros en el programa, unas declaraciones sorprendentes de quien conocía mejor que nadie la decisiva contribución de muchos extranjeros, y no sólo británicos, a la bomba atómica estadounidense.

Pero las críticas eran injustas: Venona también permitió descubrir que el otro gran espía en Los Alamos era el estadounidense Theodore Hall. Pero en este caso no lograron ninguna confesión ni ninguna prueba que presentar, a excepción de las comunicaciones descifradas por Venona, una información reservada que no podía darse a conocer en un juicio. No hay unanimidad sobre lo que supuso para el programa soviético la información que les facilitó Ted Hall (igual que pasa con Klaus Fuchs, como ya expliqué), y hay quien piensa que su contribución fue más importante aún que la de Fuchs, sobre todo por lo que se refiere al mecanismo de implosión de las bombas de plutonio, un problema que dio mucho trabajo a los científicos del Proyecto Manhattan (probarlo fue la principal razón por la que se hizo la prueba Trinity, la explosión de prueba de Alamogordo). A pesar de eso, Ted Hall nunca fue procesado, y su caso no se conoció hasta 1997, tras la desclasificación de los archivos Venona.

Continuará...

Nonsei

17-07-2007

Otro artículo, este publicado en noviembre de 1999, cuando murió Ted Hall:

*Theodore Hall, que ha fallecido a los 74 años, fue un hombre con suerte. Investigado por Washington por haber trabajado para el Kremlin, pudo acabar en la silla eléctrica, pero se libró porque los norteamericanos prefirieron no presentar cargos contra él.

Su vida tiene los ingredientes de una historia de Le Carré. Era un científico especializado en energía nuclear, y formó parte del cóctel de espías y contraespías de la Guerra Fría.

La información que Hall entregó a Moscú fue tan importante, al menos, como la que llevó a Julius y a Ethel Rosenberg al corredor de la muerte. Pero las autoridades estadounidenses prefirieron no presentar cargos contra él por los problemas legales que entrañaba hacer público que habían interpretado algunos de los códigos diplomáticos más seguros de la Unión Soviética. En consecuencia, y con el tácito consentimiento de las autoridades británicas, Hall pasó más de 30 años trabajando como un respetado investigador en la Universidad de Cambridge, hasta que se jubiló en 1984 a los 59 años.

Theodore Hall nació en Estados Unidos el 20 de octubre de 1925. Era un talento para las matemáticas y la física. A los 14 años superó las pruebas de acceso a la Universidad, con las notas más altas jamás logradas, pero le hicieron esperar porque era demasiado joven. Estudió en Harvard y, a través de un eminente físico, John van Vleck, fue contratado por Robert Oppenheimer para formar parte del equipo que diseñó la bomba atómica. En 1944, comenzó a pasar información a un agente ruso, llamado Kornilov. Hall le dio una lista con los nombres de los científicos que trabajaban en Los Alamos. El interés de Moscú por la tecnología atómica se acrecentó cuando EEUU lanzó las bombas de Hiroshima y Nagasaki, y automáticamente asignaron a una agente la única misión de servir de contacto con Hall. Era una mujer, Lona Cohen, que reapareció en Gran Bretaña en 1961, bajo la identidad de Helen Kroger, y que fue condenada a 20 años de cárcel por delito de espionaje.

Hall mantuvo el contacto con la agente durante varios años, después de que finalizara la II Guerra Mundial, pero su creciente rechazo por la aplicación militar de la física nuclear comenzó a dañar su relación a finales de 1949. En una entrevista radiofónica que concedió años más tarde, Hall declaró que no tenía intención de ayudar a la Unión Soviética, sino de ayudar al mundo. Desde entonces, dedicó sus esfuerzos a la biología.

Sin embargo, y justo cuando los rusos hicieron estallar su primera bomba atómica en septiembre de 1947, las sospechas del FBI recayeron sobre Hall. Le descubrieron tras haber descifrado una serie de códigos secretos soviéticos, en el curso de un ambicioso proyecto denominado Venona. Pero en aquel momento el FBI concentraba sus esfuerzos en investigar a los colaboradores de los Rosenberg. El físico lo negó todo. Para entonces había roto todo vínculo con los rusos y se involucró de forma abierta en la política de izquierdas, una actitud nada normal para un agente secreto de la URSS. El FBI aún sospechaba de él, pero no tenía ninguna prueba para procesarlo al margen de las transcripciones, frecuentemente ambiguas, de Venona, así que en 1951 se cerró el caso.

En 1962 lo contrató un laboratorio de Cambridge. Un año después, cuando Hall pidió la renovación de su permiso de trabajo en Gran Bretaña, los servicios de seguridad británicos lo interrogaron. Pero posteriormente le renovaron el permiso sin más explicaciones, y no volvieron a interrogarlo nunca más. Con el tiempo su historia se fue olvidando. El resto de su existencia fue apacible y aburrida. Era lo mejor que le podía pasar.*

(http://www.elmundo.es/1999/11/17/opinion/17N0026.html)

El artículo se equivoca cuando afirma que la información que dio Hall a los rusos fue "al menos" tan importante como la que llevó a los Rosenberg a la silla eléctrica. En realidad fue muchísimo más importante. Pero eso lo contaré en la próxima entrega.

Nonsei

23-07-2007

La obsesión que se desató en Estados Unidos por cazar espías rusos llevó a investigar a muchos de los participantes en el Proyecto Manhattan, algunos sospechosos evidentes, como el izquierdista Robert Oppenheimer, y otros sorprendentes, como Edward Teller, el padre de la bomba H y de ideología muy conservadora, pero que al parecer había recomendado a Hall para un trabajo de postgrado en la Universidad de Chicago, y además él y su esposa habían sido muy amigos de los Fuchs en Los Alamos. Finalmente el FBI encontró espías para presentar a la opinión pública: Por Klaus Fuchs sabían que su enlace con Moscú era un norteamericano al que conocía con el nombre de Raymond. En 1949 una importante agente del espionaje soviético en Nueva York llamada Elizabeth Bentley se entregó al FBI, y entre otros espías identificó a Raymond, que resultó ser un químico estadounidense llamado Harry Gold. Se demostró que Gold tenía otro informador en Los Alamos, un mecánico llamado David Greenglass. Ambos fueron detenidos y confesaron, y Greenglass inculpó a su hermana y su cuñado, Ethel y Julius Rosenberg, acusándoles de haber sido ellos quienes le captaron para la red. Todos los demás detenidos llegaron a tratos por los que consiguieron librarse de la silla eléctrica, pero los Rosenberg fueron condenados a muerte en 1951, en un juicio lleno de irregularidades. Eran los tiempos del terror atómico y de las campañas paranoicas del senador MacCarthy, y no estaba el ambiente como para mostrarse blandos con unos agentes comunistas. El juez que leyó la sentencia llegó a responsabilizarles de la guerra de Corea y de las 50.000 bajas estadounidenses.

Después de la desclasificación de los archivos Venona se ha podido conocer el verdadero grado de implicación de los Rosenberg en el espionaje atómico: Julius Rosenberg, un ingeniero que trabajaba como inspector de armamento, había pasado información a los rusos, pero de poca importancia y nada que tuviese que ver con la investigación atómica, y Ethel no habría pasado de ser una colaboradora insignificante en la red, si no era inocente. Era cierto que Gold había contactado con Greenglass a través de los Rosenberg, pero era absurdo presentarles como los cabecillas de la red, y más aún pensar que la información que hubiese podido dar un empleado insignificante de Los Alamos como Greenglass pudo tener alguna importancia en el programa nuclear soviético. Paradójicamente el secreto de Venona, que permitió a Ted Hall quedar impune, impidió a los Rosenberg librarse de la silla eléctrica.

TITUS20050

23-07-2007

Estos ultimos articulos son tambien my interesantes y descubren para gente como uno cosas ignoradas del espionaje.

Como todos conocia el principio y el fin de los Rosenber pero no el tema de Hall , pero todo esto me lleva a pensar que los Americanos , Ingleses , Franceses , israelies ,cada uno creo su propio desarrollo y en definitiva ,si no hubieran obtenido informacion que creo bastante pobre

atravez del espionaje (salvo en el caso de Israel que si robo casi todo el sistema de produccion de la bomba de los Americanos cosa que obligo a EE.UU. a colaborar luego en este tema con Israel para poder tenerlos controlados) , hubieran llegado al desarrollo definitivo del arma por sus propios medios.

Los sistemas de enriquesimiento de uranio por ejemplo ,los Iraquies en su intento por desarrollar un arma nuclear lo adquirieron con el sencillo tramite de recurrir a la biblioteca del Congreso de los EE.UU y, leyeron todo el desarrollo de ese sistema de centrifugado del mineral de uranio

para enriqueserlo en los diseños y planos que existian publicados y desclasificados del proyecto Manhattan debido a que eran totalmente obsoletos ya que el sistema que se emplea es via reactor atomico.

Argentina creo la CNEA en los años 60 y realizo un desarrollo propio sin espiar a nadie de sus reactores y tambien los reactores atomicos para submarinos en la epoca de la ultima dictadura militar de un submarino que quedo en las gradas al caer el regimen y nunca fue terminado.

Tambie el presidente Menem de comun acuerdo con los EE.UU destruyo todo lo que la Argentina habia desarrollado en el proyecto propìo de una bomba atomica trasportable en avion o en el misil Condor cuyo desarrollo se vendio primero a Egipto (misil de alcance medio Al-Aram)y luego fueron entregados los planos y todo el desarrollo de ingenieria a los americanos.

Creo que el desarrollo tecnologico por mas complejo que sea depende de los cintificos exclusivamente y de los presupuestos que las naciones quieran poner en el desarrollo de proyectos

Nonsei

24-07-2007

Yo pienso que en la actualidad cualquier país medianamente desarrollado podría fabricar armas nucleares sin necesidad de robar tecnología a otros países. Las dificultades ya no están en conseguir los conocimientos técnicos para hacerlo, sino en burlar todas las medidas de control internacional para conseguir los materiales necesarios.

Como todos conocia el principio y el fin de los Rosenber pero no el tema de Hall , pero todo esto me lleva a pensar que los Americanos , Ingleses , Franceses , israelies ,cada uno creo su propio desarrollo y en definitiva ,si no hubieran obtenido informacion que creo bastante pobre atravez del espionaje (salvo en el caso de Israel que si robo casi todo el sistema de produccion de la bomba de los Americanos cosa que obligo a EE.UU. a colaborar luego en este tema con Israel para poder tenerlos controlados) , hubieran llegado al desarrollo definitivo del arma por sus propios medios.

Como aclaración, la bomba atómica israelí se construyó en buena parte gracias a Francia (y en contra de la política estadounidense, que como dices se vio arrastrada a colaborar con ellos a posteriori). El reactor de Dimona es de fabricación francesa.

TITUS20050

24-07-2007

Nonsei estoy de acuerdo son vos  el reactor de Dimona es de fabricación francesa , pero todos los diseños de ensamblado y recubrimiento del material  de uranio enriquecido y las cargas que producen la implosion que detona el nucleo de uranio y el detonador son de factura americana sin ninguna duda

debido a las dificultades que tuvo Israel para violar ese tipo de secretos , fue mas facil el trabajo de los espias de Israel en USA

Nonsei

27-07-2007

También conozco una operación del MOSSAD en la década de los 60 con la que robaron 50 Kg de uranio enriquecido de una empresa estadounidense. No recuerdo bien cómo era la historia, los contenedores se enviaban en aviones de carga de Elal supuestamente transportando material médico, el FBI tenía más que sospechas de que no era eso lo que llevaban realmente, pero no recuerdo por qué motivo no podían intervenir.

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