28-11-2013
LA OPERACIÓN TRUBIA
El 23 de Mayo de 1944, un pelotón de fusilamiento está formado delante de la tapia sur del cementerio de San Salvador, en Oviedo. Van a ejecutar las penas de muerte dictadas por la Causa 558/43 llevada por la Capitanía Militar de la Séptima Región Militar y el Juzgado Especial de Espionaje. Cuando todo acaba, los cadáveres de cuatro informadores afectos al servicio secreto británico yacen en burdos ataúdes de madera. Esos hombres serían los únicos condenados a muerte de un total de 57 agentes que, durante un tiempo, conformaron una de las redes de espionaje más amplias del norte de España.
Tapia del cementerio de Oviedo en donde se efectuaban las ejecuciones.
LORENZO SANMIGUEL MARTÍNEZ
Antes de meternos en el asunto, debemos hablar un poco del cabecilla de la red: Lorenzo Sanmiguel Martínez (en unas fuentes, el apellido está escrito unido y en otras, viene como San Miguel). Éste hombre nació en León en 1913. De su juventud podemos decir que estuvo muy implicado en organizaciones de izquierda, militando en el comunismo. Emigró a Méjico y en 1935 volvió a España, ingresando voluntario en el Regimiento de Infantería Burgos nº 31 (que tenía un batallón en Astorga), en donde fue detenido y procesado por sedición al repartir hojas de carácter revolucionario dentro del cuartel. Al comenzar la guerra civil, logra escapar y se refugia en Asturias hasta 1939, (en otras fuentes se dice que desertó de su regimiento en 1937 y que se pasó al bando republicano), año en el que viaja hasta León (disfrazado de mujer) y se esconde en casa de sus padres.
Foto de Lorenzo.
En 1941 cruza de “estranjis” la frontera con Portugal y se presenta en las Embajadas cubana , mejicana y británica de Lisboa, ofreciendo sus servicios a la causa contra el fascismo y declarándose afecto a la “Causa Roja”. Después regresa a Madrid, en donde se dirige a la Embajada del Reino Unido. Poco después y en un tiempo muy breve, comienza a dirigir la mayor organización de espionaje del Norte de España, supeditada a los servicios secretos británicos.
A uno le cuesta creer que un individuo sin posibles, perseguido y condenado, pudiera moverse con toda facilidad por esa España de postguerra, financiándose sus viajes y estancias fuera de la casa de sus padres. También es raro que pudiera sobrevivir en la Asturias “nacional” durante los tres años de la Guerra Civil (si es cierto que logró escapar al principio de ésta), teniendo en cuenta que el control represor que hicieron los vencedores desde 1937 fue tremendo y eficaz. Extraño también es que las fuentes no se pongan de acuerdo en esa etapa de su vida, escondiéndole unas y haciéndole desertar en el 37 (antes de unirse a los republicanos) otras. Como chocante es que cualquiera se presente en las referidas embajadas declarándose defensor de una causa (la “roja”), que a esas alturas de la guerra mundial seguro importaba menos a los británicos que añadir dos o tres cucharadas de azúcar al té. A falta de más datos y particularmente, todo lo anterior me parece un poco sospechoso y estoy seguro de que esta historia esconde algo mucho más interesante... Pero, ¡ en fin!, sigamos con ella...
LA RED
Lorenzo Sanmiguel (cuyo nombre en clave era Juan Martínez Martínez), logró organizar en un tiempo increíblemente corto una extensa red de información que llegó a contar con 57 agentes, la mayoría de ellos establecidos en Galicia, Asturias, Santander y el País Vasco; con la excepción de 19 leoneses y un segoviano. La recluta la efectuó Lorenzo entre los amigos ideológicamente afines, familiares y algunos conocidos de toda confianza o recomendados, entre los que había trabajadores de instalaciones portuarias, fábricas de armas e incluso tres militares. Desde León, el cabecilla recibía regularmente de sus agentes “fijos” informes sobre producciones de industrias civiles y militares, su situación, distribución de fuerzas y emplazamientos de baterías de costas, tráfico mercante y militar de los puertos de la Coruña, El Ferrol y Santander; información sobre elementos políticos, sobre el suministro de productos de primera necesidad en la población, así como su racionamiento... Cada quince días, Lorenzo, haciéndose pasar por un comercial, visitaba al resto de agentes para recabar datos o impartir instrucciones. Así, tenía en sus manos todo un compendio de información que posteriormente codificaba y hacía llegar a la Embajada británica mediante un enlace: la misma persona que luego se encargaba de darle las órdenes pertinentes y las pesetas necesarias para su subsistencia y la de la red.
Durante casi dos años, cientos de informes en clave se enviaron regularmente a la Embajada británica en Madrid...y la cosa parecía funcionar sin problemas, hasta que en Octubre de 1943 sonó la alarma en el pequeño puesto de la Guardia Civil del pueblo de Grado (Asturias)...
EL FIN
El Capitán de la 1ª Compañía de la 117º Comandancia Rural de la Guardia Civil con destino en Grado, Hermenegildo Ferreras Villar, había recibido un chivatazo denunciando la existencia, en la fábrica de armas de Trubia (Oviedo), de “una serie de individuos extremistas y contrarios al régimen que se dedicaban a ejercer cierto espionaje sobre la producción de cañones, proyectiles y cartuchos”. Inmediatamente comenzó la investigación sobre el hecho, descubriendo la Guardia Civil que, efectivamente, había una serie de trabajadores que llevaban un nivel de vida superior al que deberían de tener con el sueldo que cobraban en la fábrica.
Una vista de la fábrica de armas de Trubia.
La primera detención se produjo el día 17 de Octubre. Un operador de grúa de la fábrica de Trubia, José Libertario García, reconoció (desconocemos si voluntariamente o un poco “apretado”), que cobraba 250 pesetas mensuales (de entonces) por dar información sobre la producción de la fábrica a un tal Juan Martínez Martínez, de León. El Gobernador Militar de Oviedo tomó cartas en el asunto...y como Libertario “cantó” la Traviatta, a su detención se sumaron las de muchos agentes de la red en Asturias, incluyendo una de las muchas novietas que Lorenzo (soltero y amador empedernido), tenía por la geografía norte española. Así, pronto se supo que el tal Juan Martínez era en realidad Lorenzo Sanmiguel, residente en León y que vivía en una habitación alquilada en el Paseo de la Condesa de Sagasta, nº 34, 5º piso.
Paseo de Sagasta, cerca del nº 34...
Tres días más tarde, el Delegado de Orden Público de Asturias, Teniente Coronel José Blanco y el Cabo de la Guardia Civil y Comandante del puesto de Trubia, Teófilo Rodríguez, se presentan en el domicilio de Lorenzo Sanmiguel. Entran en su habitación y le encuentran en la cama, pues eran las nueve de la mañana. Parece ser que Lorenzo les apuntó con un arma y el Cabo le disparó, hiriéndole de muerte. Aunque se pidió un médico, no se pudo hacer nada por él. En el registro de la alcoba se encontraron varias armas de fuego, munición, dinamita; mucho dinero en metálico y numerosa documentación con fotografías y planos relativa a puertos, playas y aeródromos; documentación que incluía varios informes quinquenales sobre la distribución de baterías y defensas de costa, partes que los agentes deberían rellenar, libros de claves, etc. También se descubrió lo más importante: una agenda con todos los agentes de la red, sus claves identificativas y las gratificaciones que recibían por sus servicios.
Le tocó al Tecol el clasificar los documentos, estudiarlos, descodificar los papeles y capturar a los restantes miembros de la red. E hizo su trabajo: el Consejo de Guerra se reunió en Oviedo el 16 de Marzo de 1944 y comenzó el juicio a 56 personas imputadas por la supuesta trama de espionaje (uno de los agentes logró escapar). Las sentencias fueron muy variadas: cuatro condenas a muerte, una prisión perpetua, doce condenados a 20 años, cinco a 12 años y un día, diez a 6 años; dos a 3 años y uno a 6 meses y un día. También hubo dos penas de 12 años de presidio mayor, una de 6 años de presidio menor y cuatro de 2 años de presidio menor. Se absolvieron a doce personas.
ACABAMOS
Hay una cosa que también quiero comentaros. Se dice que Lorenzo Sanmiguel dió a los británicos información sobre las instalaciones portuarias situadas en Caranza (El Ferrol), sitio de aprovisionamiento de sumergibles alemanes. En la madrugada del 22 de Junio de 1943 se inició un incendio en uno de los polvorines próximos al muelle, sucediéndose varias explosiones que destruyeron dichas instalaciones. Pero es una teoría sin demostrar.
Montaje fotográfico de la situación de los polvorines en Caranza...
Todo este artículo viene por una noticia que leí hoy en el periódico “la Nueva España”, titulada “Espías para un día D en Asturias” (que podéis ojear en las fuentes). Trata sobre la historia que os he contado, pero la cosa tiene más fondo, ya que habla de la presentación en León del libro “Una alternativa al desembarco de Normandía en Asturias”, escrito por la “fallecida Encina Cendón, Maxi Rey y las periodistas Tania López Alonso y Silvia Gallo Roncero, bajo los auspicios de la Asociación de Estudios sobre la Represión en León (Aerle) y el Ministerio de Presidencia del anterior Gobierno”. El volumen será presentado en León el viernes día 29 de Noviembre, por el ex presidente del Gobierno José Luis Rodríguez Zapatero, dice la prensa.
¿De verdad creéis, foreros, que esta historia fue (o podría haber sido), el germen de esa alternativa al desembarco del día-D?...¿O es que últimamente se magnifican ciertos hechos de tal manera, que vale cualquier cosa para vender en determinados círculos?.
Un saludo!!
Fuentes:
http://www.lacronicadeleon.es/2008/10/12/leon/el-espia-que-surgio-de-leon-13575.htm
http://www.elmundo.es/elmundo/2011/10/08/leon/1318072446.html
http://www.lne.es/asturias/2013/11/28/espias-dia-d-asturias/1506743.html