03-03-2006
El 27 de mayo de 1943 el comandante de la 617 Escuadrilla de Bombarderos de la RAF. Guy Gibson tuvo una increíble visita. Su majestad el rey Jorge VI acudió en persona hasta su base. A partir de aquel día la unidad de Gibson sería conocida como la Escuadrilla Rompe-presas.
En julio de 1913 se había inaugurado la presa más grande de Europa en el pantano de Mönhe en la cuenca del Ruhr. Dos años más tarde, la presa de Eder completaba lo que era una increíble potencia cara al suministro de energía eléctrica en la principal región industrial de Alemania.
El doctor ingeniero Link constructor de la presa de Mönhe publicó en julio de 1932 un artículo con toda suerte de por menores, sobre todo los trabajos de utilidad de la magna obra. Poco después del comienzo de la II Guerra Mundial, el profesor británico Barnes Wallis leía el artículo y concebía la idea de destruir las presas alemanas.
¿Cómo hacerlo? Para destruir la presa de Mönhe se necesitaba una bomba de 40 toneladas, sin embargo, el bombardero inglés, de mayor capacidad sólo podía transportar 10 toneladas de explosivos. Era imprescindible inventar algo nuevo.
La solución fue la llamada bomba esférica. El profesor Wallis, sostenía que una bomba de ese tipo, lanzada con la suficiente velocidad, salvaría los obstáculos que pudiesen encontrarse en el agua, y al chocar con el muro se hundiría poco a poco por efecto de la fuerza centrífuga. Si se graduaba la espoleta de manera que la bomba estallase al llegar junto al zócalo, la onda expansiva sería aprovechada al máximo practicando una brecha en el muro de la presa.
Cuando Gibson recibió la visita del Rey, la operación ya contaba con el visto bueno del Alto Mando. Se había pensado en él como el más joven y eficiente de los pilotos de la RAF. En apenas dos días, había reclutado a la flor y la nata de sus compañeros, explicándoles que tenían encomendada una misión secreta que tal vez acelerara el final de la contienda.
Mientras las tripulaciones ensayaban el vuelo rasante sobre diversas zonas, Gibson estudiaba con el profesor Wallis los detalles de la operación. Wallis le mostró una película de algunos experimentos realizados por su cuenta, manifestándose que la altura óptima para lanzar la bomba, era de 18 metros sobre el nivel del agua.
Gibson comprendió entonces toda la dificultad de la operación: soltar una bomba – de la cual no existía prototipo - , cuya acción en tales circunstancias se desconocía, a una velocidad de 355 km/h y desde 18 metros de altura en un lugar muy determinado.
Los cristales de la cabina del bombardero se pintaron de azul, a fin de asimilar durante las horas de luz el entrenamiento nocturno, ya que el ataque debería efectuarse con luna llena, y en Inglaterra es muy difícil encontrar noches con estas características.
En la madrugada del 16 de mayo se procedió a colocar las bombas en los aviones, la Escuadrilla compuesta por 19 aparatos, se dividiría en tres formaciones.
Por la tarde se cerraron los accesos a la base; se prohibió el envío de cartas y la celebración de conferencias telefónicas. Para las tripulaciones, esta era la señal de que la partida era inminente,
Mientras Gibson y sus hombres posaban para una fotografía recordatoria, los mecánicos repasaron hasta el último detalle los aparatos. El propio comandante Gibson ha contado en sus memorias los pormenores del desarrollo de la operación:
“Nos situamos en posición de ataque y volamos por encima de las colinas, en dirección a la ribera occidental del lago. Los alemanes abrieron fuego y el momento fue terrible para nosotros. Todavía estábamos a varios centenares de metros de la costa. Ya había empezado a funcionar el mecanismo especial que haría caer la bomba con efecto giratorio”.
“Había algo sobrecogedor en toda la operación. Mi aparato parecía un insecto comparado con la inmensa presa. Olí a pólvora quemada y ví las balas trazadoras pasar junto a la cabina. Luego escuché una orden: “¡Bomba fuera!” Mientras volábamos en círculo, vimos como la bomba, al tocar el agua, elevaba una columna líquida de unos cien metros de altura. Al principio creímos que el muro de la presa ya estaba destruido.”
“Si la teoría de Wallis era cierta el muro de contención tenía que haberse resquebrajado; sin embargo esto no se logró hasta después de la sexta explosión. Di la vuelta y no pude creer lo que veían mis ojos. En el muro había una enorme grieta de casi cien metros, y el agua se precipitaba hacia el valle. Los antiaéreos enemigos habían dejado de hacer fuego. Se habían cumplido los objetivos.”
“Más de 330 millones de toneladas de agua destrozaron puentes, líneas férreas, fábricas, arrastrando consigo a personas y animales domésticos.
Los alemanes tuvieron que retirar a numerosas brigadas de trabajadores, empleados en las obras de fortificación de la Muralla del Atlántico, para reconstruir las presas destrozadas.