09-04-2016
Justificando….
Cada cierto tiempo, repaso los trabajos publicados por el prolífico escritor italiano Francesco Lamendola, teniendo la certeza de que, entre el gran número de los aparecidos desde mi anterior visita, y que pueden tratar de Historia Antigua, Sociología, Arqueología, Poesía, Crítica del Arte, … y cualquier otra materia que os podáis imaginar, encontraré algún trabajo de tema bélico, y lo que es más importante, que trate de la Segunda Guerra Mundial, y como podéis ver, así ha sido…
De este artículo, del que he seleccionado la parte que corresponde al periodo de la Segunda Guerra Mundial, (dejando aparte las cuestiones de política interna actual) y dado que siempre me ocurre con los trabajos del Sr Lamendola, que despierta el interés sobre el tema que trate, “forzándote” a saber más del tema en cuestión, he buscado “complementar” el mismo, como podréis ir comprobando...
I.- Origenes.
Además, el título promete….
[font=arial][size=14pt]Quando la Marina italiana progettava l'attacco di New York.[/size][/font]
Resulta hoy difícil de imaginar que en pleno 1943, cuando ya la sombra de la traición y la derrota se cernía amenazante sobre nuestro país, y una clase dominante estaba pronta para dar la bienvenida con los brazos abiertos al enemigo, al que califica de "liberador", no hubiera, en nuestras Fuerzas Armadas, hombres que no sólo continuaran cumpliendo con su deber, sacrificándose todos los días para defender la integridad de la patria, pero que fueron aún más lejos y, sin ningún complejo de inferioridad hacia los aliados y su fuerza industrial y militar aplastante, seguían planificando operaciones, cada vez más audaces, para llevar la guerra hasta la misma casa del adversario.
Incluso después de que Sicilia hubiera caído, (un hecho poco glorioso para nuestro ejército), en manos de los ejércitos anglo-americanos, y después de que Badoglio hubiera tomado el puesto de Mussolini como jefe de gobierno, y empezaron de inmediato las negociaciones secretas para un armisticio con el enemigo, se daba la paradoja de que, al mismo tiempo, los jefes del ejército y la marina continuaban exhortando a los oficiales y soldados a luchar hasta el último sacrificio para repeler al invasor, incluso entonces hubo quienes, después de las acciones espectaculares y gloriosas de nuestro hombres-rana contra la flota Inglesa en el Mediterráneo, estudiaba y ponía a punto, aunque precisaran una intensa y difícil preparación, objetivos estratégicos aún más distantes de lo que había sido Alejandría, en Egipto: Malta, Gibraltar, Freetown, en la costa de África Occidental (base naval de la escuadra británica del Atlántico Sur) e incluso Nueva York.
La acción contra Nueva York, ( que fue examinada, en su tiempo, incluso por la aviación ) debería haber tenido lugar a principios de diciembre 1943; su diseño nació como proyecto de guerra psicológica, en lugar de los efectos materiales que causaría (que habrían sido escasos o mínimos) y su preparación ya estaba bastante avanzada cuando, como un rayo caído del cielo, se produjo el anuncio del armisticio, dada vía radio, y no mediante la debida comunicación interna del Comando Supremo, o del Gobierno, o del Soberano, y que dejó helados a los valientes y puso la palabra fin a sus audaces proyectos.
Mariscal Badoglio.
La operación se hubiera llevado a cabo de la siguiente manera: un submarino oceánico habría transportado hasta la desembocadura del río Hudson un sumergible de asalto, el cual habría penetrado en el gran puerto americano, para atacar a los barcos que se encontraran en el mismo y provocar la máxima desorientación y confusión en un enemigo que, seguro de sí mismo y de sus inagotables reservas de hombres y materiales, nunca había tenido que lidiar con la guerra en su territorio, y nunca llegó a tener la experiencia de ser atacado en su propia casa (a excepción de la ocupación de los islotes de Attu y Kiska, en el extremo de las Aleutianas, en Alaska, por parte del ejército japonés, y sin tener en cuenta los ataques de submarinos alemanes e italianos, contra los buques y convoyes estadounidenses, frente a la costa atlántica de Norteamérica Norte) .
El hecho de que, en la Italia agotada por tres años de guerra durísima y de privaciones inauditas, todavía había hombres y materiales para pensar y poner en práctica semejantes planes de operaciones ; que había, es decir, los recursos materiales, aunque muy limitados, ya que la voluntad de continuar la lucha y llevarla hasta el mismo corazón de la potencia enemiga , sugiere qué resultados podrían haber conseguido nuestras Fuerzas Armadas, si en junio de 1940 - cuando la situación estratégica global en Europa y en África, era tan diferente, y claramente a favor del Eje - se hubieran empleado con determinación y un poco de audacia por nuestro alto mando, aprovechando la caída de Francia y las serias dificultades que atravesaban el ejército y la flota británica.
En particular, la no ocupación de Malta - que, a principios del verano de 1940, estaba prácticamente desguarnecida - tuvo a la larga, consecuencias incalculables en el desarrollo de las futuras operaciones: sin exagerar, podemos decir que fue el origen de la derrota final de las fuerzas italo-alemanas en la campaña del desierto norteafricano, la derrota que, en el verano de 1943, abrió las puertas de Sicilia, y de la Italia entera, a la invasión anglo-americana y selló el destino político y militar de nuestro país.
Es posible que, en la decisión de no atacar ni Malta, ni ningún otro objetivo sensible Inglés, en los meses de junio a diciembre de 1940, cuando tuvo inicio la contraofensiva Inglesa de Sidi el Barrani (la llamada Operación Compasss), que marcó, para nosotros, la pérdida de la Cirenaica y el fin de las “veleidades” de Mussolini a llevar una "guerra paralela" con Alemania, pero autónoma con respecto a ésta; es posible, decíamos, que, en la decisión lamentable e incomprensible para ir a la guerra, pero sin querer luchar en serio, simplemente esperar a que el enemigo se rindiera a causa de los éxitos ajenos, no sólo hubo un mal cálculo político, sino algo tal vez peor. Es posíble , en resumen, que tras los bastidores de la diplomacia oficial, hubiera una petición británica de no pasar al ataque, ni en el este de África, ni en Libia ni en el tablero naval del Mediterráneo , insinuando ante Mussolini, la perspectiva de un posible consentimiento tácito a la anexión de las colonias francesas, y la posibilidad de que las fuerzas británicas, a su vez, no atacaran nuestras posiciones, al estar a la vista de una paz negociada que pudiera llegar en un momento posterior. El curso de las negociaciones a tal efecto, fueron abiertas por los británicos, por las posesiones del África Oriental, donde eran más vulnerables (se estima que tenían algo así como 3.000 hombres en todo el Sudán, contra los 300.000 que nosotros teníamos en Etiopía); y es igualmente cierto que el Virrey Amedeo di Savoia cayó de lleno en la trampa que le tendió su viejo amigo de la infancia Lord Rennell, cuando le ofreció dejar las armas quietas, a cambio de una neutralización "de facto" del Imperio, cuyo destino sería decidido sólo después de la guerra, en la mesa de la paz. La disparatada decisión de no atacar Sudán cuando la superioridad italiana era tan abrumadora, y, a continuación, ir a encerrarse en el “reducto” indefendible de Amba Alagi, sólo se puede explicar de la siguiente manera: y no se trata de cavilaciones más o menos fantasiosas sino de datos de hechos ya aclarados, sobre todo gracias a los eruditos inconformistas como Franco Bandini, que han reconstruido todas las implicaciones de la "guerra psicológica" hecha de engaños, falsas promesas y traiciones por una parte, y, la ingenuidad macroscópica (por lo menos) por la otra.
Amedeo di Savoia
Puede ser, por lo tanto, que la decisión de Italia de no aprovechar el momento propicio, en el verano de 1940, se diera como consecuencia de estas tramas ocultas; ya que es más que probable que, en ella, también hubiera pesado la presencia activa de un grupo de traidores, (almirantes y líderes políticos y militares pro-británicos), en absoluto dispuesto a dirigir la guerra en serio y, por el contrario, deseosos de promover la derrota de su propio país, con el fin de provocar una agitación política y "deshacerse" de la dictadura fascista; ya que es posible, si no probable, que en la famosa correspondencia secreta entre Churchill y Mussolini, que el estadista británico se preocupó mucho en recuperar, contuviera material extremadamente delicado sobre este tema. El hecho es que, a partir de ese comienzo infeliz de 1940, todos ellos entendieron, amigos y enemigos, que Italia había entrado en la guerra sin la determinación necesaria de hacerla de verdad; un Almirante de la Marina de Guerra japonesa, por ejemplo, dijo lo siguiente: "Cuando Italia declaró la guerra a Francia y Gran Bretaña, nosotros esperábamos que sus fuerzas armadas se incautaran de inmediato, con una operación relámpago, de Malta, para neutralizar la presencia de la flota británica en el Mediterráneo; y nos quedamos muy sorprendidos al constatar que nada de esto se llevó a cabo, incluso que la operación de desembarco, continuamente pospuesta, finalmente fue dejada de lado "; y esto incluso cuando el bombardeo aéreo del Eje y el bloqueo naval había casi reducido a cero las posibilidades de defensa de su pequeña guarnición.
Así, entre la ambigüedad, las traiciones y las oblicuas negociaciones de trastienda, se arrastraron las cosas durante tres años, mientras nuestros soldados, aviadores y marineros, escribían páginas gloriosas en todos los teatros de operaciones, pero sufriendo amargas derrotas, a causa de la ineptitud del alto mando; y mientras el sacrificio de hombres como Carmelo Borg Pisani, un patriota maltés que fue ahorcado por los británicos por haber luchado para favorecer la conquista italiana de la isla, quedaba subestimada, no solo entonces, sino incluso tiempo más tarde, en Italia,… ¡ que diferencia con lo que había ocurrido con Filzi, Batisti y Chiesa durante la Primera Guerra Mundial !. Sin embargo, parece difícil argumentar que Malta, en 1940, era una tierra italiana menos "irredenta" que en 1915, eran Trento y Trieste, que nunca habían sido parte de la República de Venecia (mientras que Malta había sido parte, al menos nominalmente, del Reino de las Dos Sicilias). Esto, a nuestro juicio, demuestra que, si los objetivos de guerra italianos, en la Segunda Guerra Mundial, comprendian la realización de la unidad nacional (el mismo discurso de Malta, vale para Niza, Saboya, Córcega y Dalmacia) y la puesta en seguridad de un área estratégica, que debería comprender Gibraltar, Suez, las Islas Jónicas, Yibuti, Tánger… Pero si todo ello, no fue explicado adecuadamente a la población, no se hicieron "populares", como fueron los de 1915, y qué, exactamente, tal vez porque nuestras clases dirigentes, o una parte importante de ellos - las finanzas, la industria, la diplomacia, el ejército…- o no creían en la victoria, o incluso no la deseaban, pero si esperaban y perseguían, para la protección de sus particulares intereses y de sus privilegios, una agitación política como consecuencia de la derrota militar.
Es aún más notable, pues, que en un contexto general tan sombrío y desalentador, en medio de tanta ineficiencia, cobardía y traición ( si pensamos en el General Graziani que se quedó a esperar la contraofensiva Inglésa de Sidi el Barrani, durante muchas semanas, prudentemente encerrado en su puesto de mando enterrado a prueba de bombas, o bien con los almirantes que, en el verano de 1943, primero entregaron al enemigo la isla de Pantelleria, y después, la plaza fuerte de Augusta, sin disparar un solo tiro de cañón), hubiera muchos hombres, hombres como Junio Valerio Borghese, que pensaban en cualquier cosa antes que rendirse, y que se dedicaron en cuerpo y alma a tratar de impedir o retrasar con la máxima dureza el avance del enemigo en el suelo de la patria.
Continua....