12-02-2014
[left]****[left]Berlin,8 de noviembre de 1942[/left]"Siempre se ha hecho burla de mí como profeta.
De los que antaño se rieron, hoy son incontables los que cesaron de reír, y tal vez dejen también de hacerlo en un plazo muy breve quienes ríen todavía. Esa noción se propagará por toda Europa y trascenderá al mundo entero. Se reconocerá en todo su alcance el peligro demoníaco del judaísmo internacional; nosotros, los nacionalsocialistas, nos ocuparemos de que así sea. Europa ha vislumbrado ya esa amenaza y sus Estados se adhieren uno tras otro a nuestra política.
Así pues, esta formidable pugna sólo presenta una disyuntiva: el triunfo absoluto. Ahora es cuestión de saber si en realidad existen razones para dudar de ese triunfo. Si uno sigue de cerca la propaganda de nuestros adversarios sólo encuentra una expresión para describirla (...) Apenas se registra la victoria más íntima dondequiera que sea, el regocijo les hace desatarse en auténticas zapatetas. Dan ya por supuesto nuestro exterminio. Y entonces se vuelven las tornas..., y caen de nuevo en profunda congoja y postración.
Para ilustrarlo puedo citar un ejemplo: si alguno de ustedes ha examinado los partes de guerra soviéticos desde el 22 de junio de 1941, observará que cada día se lee lo siguiente (...) Siempre multiplican por tres la cifra de aviones alemanes derribados. El número de toneladas hundidas por ellos en el mar Báltico supera ya considerablemente la totalidad del tonelaje que poseía Alemania antes de la guerra. Han aniquilado ya tantas de nuestras Divisiones que nos es imposible imaginar cómo pudimos poner en pie semejante Ejército. Pero, sobre todo, esto: el escenario de su lucha es siempre el mismo.Sin embargo, su lucha se desarrolla invariablemente en el mismo lugar desde el 22 de junio, y siempre coronada por el éxito: se nos bate sin cesar sobre el terreno, y ahora, entre un revés y otro, nos aproximamos despacio al Cáucaso.
Quisiera señalar que lo digo para conocimiento de mis enemigos y no de nuestros soldados. Pues el ritmo de marcha que han seguido allí nuestros soldados es gigantesco. Asimismo, las etapas cubiertas este año representan un esfuerzo grandioso y único en la Historia. Es cierto que no siempre resuelvo las cosas como los otros quisieran…, sí, suelo reflexionar sobre las probables expectativas de los otros, y entonces hago algo diametralmente opuesto. Es decir, cuando el señor Stalin esperaba que escogiéramos el centro para nuestro ataque…, me negué absolutamente a atacar en el centro. No tan sólo porque tal vez fuese eso lo que creyese el señor Stalin, sino también porque no me convenía. Yo quise llegar al Volga, y por cierto a un lugar determinado, a una ciudad determinada. Quiso la casualidad que ésta tuviese incluso el nombre de Stalin.
Ahora bien, no vayan a suponer que me dejé guiar por ese motivo cuando decidí marchar hacia allí – nada cambiaría aunque la ciudad se llamase de otro modo - ; obré así porque aquél es un punto importantísimo. Se calcula que por allí pasan de tránsito treinta millones de toneladas, correspondientes al tráfico comercial. Casi nueve millones de ellas son petróleo. Allí afluye todo el trigo de regiones colosales, como Ucrania y Kubán, para ser transportado hacia el norte. Allí se expide la mena de manganesa; aquello es un gigantesco emporio. Por eso quise tomarlo, y…¿no saben…?, nosotros somos también discretos, ¡pues en estos momentos lo tenemos ya prácticamente! Sólo faltan un par de reductos insignificantes. Ahora me dicen los otros: "¿Por qué no avanza con más rapidez?" Porque no quiero tener allí un segundo Verdún, porque prefiero actuar con fuerzas de choque muy reducidas. El tiempo no desempeña papel alguno en este caso. A todo esto, los vapores ya no surcan el Volga. ¡Eso es lo importante! También nos han reprochado nuestra larga espera en Sebastipol. Y todo porque no quiero provocar allí una tremenda degollina en masa. Pero Sebastopol ha caído en nuestro poder, Crimea ha caído en nuestro poder, y con perseverancia y coraje hemos conseguido un objetivo tras otro. Si el enemigo decide ahora amagar un ataque…, no vayan a creer que pienso anticiparme a sus movimientos. Le dejaremos atacar donde quiera, pues de esa forma nos resultará más económica la defensa. Puede atacar cuando le parezca: no hará sino desangrarse. Hasta ahora siempre hemos sabido taponar las brechas. Después de todo, los rusos no acampan en los Pirineos ni ante Sevilla…, y esa es justamente la distancia que nos separa hoy de Stalingrado o, digamos, de Terek. Allí nos mantenemos en pie, cosa que al fin y al cabo nadie puede negar puesto que es un hecho palmario.
Naturalmente cuando falta la base para argüir uno se planta de súbito y dice: Es un craso error enviar alemanes Narvik. O como ahora, por ejemplo, a Stalingrado. Se debería esperar a que llegase la ocasión de decidir si se trata realmente de un error estratégico.Fue en verdad un craso error ocupar la región de Kubán, ese inmenso granero, tal vez el mayor del mundo? ¿Se pudo hablar de error cuando destruimos o tomamos las cuatro quintas partes o cinco sextas partes de todas las refinerías, cuando requisamos o inmovilizamos, según los casos, una producción petrolífera de nueve a diez millones de toneladas, o cuando impedimos el paso por el Volga a un cargamento de siete, ocho o tal vez nueve millones de toneladas? En realidad no sé si todo eso fue sólo un error.El desenlace de esta guerra está en manos de quien aseste el golpe definitivo. ¡Y pueden tener la certeza de que seremos nosotros quienes lo hagan![/left]
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[b]Fuente: "La Segunda Guerra Mundial en Fotografías y Documentos"** Tomo II.