08-09-2007
Sin los fotógrafos y camarógrafos de combate no tendríamos el legado gráfico que poseemos sobre la II guerra mundial. Pocas veces pensamos al contemplar una fotografía o documental que detrás de lo que vemos existieron unos hombres que estaban en medio de la acción, despreciando el peligro, para que pudiéramos tener el registro fotográfico más completo que el de cualquier otra conflagración. Las fotos y filmaciones nos transportan al ahora del conflicto, y sin ellas no hubiera sido posible imaginar la magnitud, las grandezas y las miserias que vivió el mundo entre 1,939 y 1,945 y menos la gran influencia en la percepción de la guerra que nos ha causado. Da la impresión, todavía hoy, 54 años después de su conclusión, que ha sido la mas reciente. Basta observar la ingente cantidad de libros profusamente ilustrados que se editan continuamente, ver documentales en televisión, o acercarnos a establecimientos de venta de películas, para darnos cuenta que el caudal de información gráfica sobrepasa con creces a las de otros conflictos. En catálogos de empresas extranjeras dedicadas a documentales históricos, aparecen varias decenas de paginas dedicadas a la II guerra mundial, mientras que solo hay pocas dedicadas a la I guerra mundial, Corea, Vietnam, Centroamérica, oriente medio, etc. Parece como si las posteriores no hubiesen casi existido.
En este articulo se hablará básicamente de los fotógrafos militares de combate, aunque se mencionarán también a algunos civiles. Las diferencias entre los primeros y los segundos son mayores de lo que a primera vista parece, y aunque los primeros fueron mucho más prolíficos, no obstante conocemos muy poco de ellos. Asimismo, se centrará básicamente en el lado aliado, ya que del lado del eje la información es escasa, habiendo quedado la mayoría enterrada entre las ruinas de su derrota. Este articulo pretende acercarnos a su historia, entrenamiento, técnicas, el equipo que utilizaron y sobre todo servir de homenaje a estos héroes anónimos que disparaban con cámaras.
LOS ORÍGENES
La idea de documentar gráficamente una guerra no nace con la fotografía, sino que es mucho más antigua. En los días anteriores a la misma, los hombres ya deseaban llevar a la posteridad las hazañas bélicas de las que formaban parte. Los artistas inmortalizaban escenas en pinturas, jarrones, tapices y cualquier otro medio artístico al alcance. Sin embargo, las motivaciones de estos primeros ilustradores fueron románticas y grandilocuentes. La idea no era enseñarla tal y como se desarrollaba en el campo de batalla, sino dar lustre y fama a personajes y jefes relevantes de la época. Gran parte de los que plasmaron en un lienzo una batalla o escena bélica, jamas estuvieron en el lugar de los acontecimientos, sino que se basaron en relatos más o menos parciales de lo ocurrido, por lo que generalmente carecen de valor documental. Tampoco se reflejaban las fatigas a las que estaba sometido un soldado o marino en las campañas que tal idílicamente pintaban.
Las primeras imágenes bélicas que existen son los daguerrotipos de la guerra mexicano-estadounidense de 1.846-47, sin embargo, se puede decir que la primera aproximación a lo que es la fotografía de combate nació con Roger Fenton, que en el año de 1.855 fue enviado por su país, Inglaterra, a cubrir el conflicto de Crimea. Fenton tomó fotos de los lugares donde se desarrollaban las campañas, pero siempre tuvo la precaución de no mostrar ni los horrores ni las autenticas e infernales condiciones en las que sus compatriotas vivían en el frente, por lo que no se puede hablar de autentica fotografía de combate.
En la guerra de secesión estadounidense se produjeron millares de fotos, muchas de ellas realizadas por artistas locales, los cuales hacían una o dos de las zonas de combate de su región, conformándose con eso. Pero Hubo uno que la siguió y tomó la mayoría de las imágenes más famosas que conocemos de dicho conflicto. Mathew Brady viajó por todos los frentes. Entre las mas conocidas se encuentra la titulada “la cosecha de la muerte”, tomada poco después de la batalla de Gettysburg en la que aparece un brumoso campo sembrado de cadáveres. Aunque su trabajo fue tolerado por el gobierno, no le proporcionó ayuda de ningún tipo. Brady financió a su grupo de su propio bolsillo y terminó en la bancarrota.
Fenton en su carromato-laboratorio.
En esta época los mandos todavía no se daban cuenta de la importancia de documentar gráficamente las guerras en las que combatían.El caso de Cuba fue diferente. John Hemment fue enviado por el gobierno estadounidense para tomar imágenes del Maine, hundido en la bahía de La Habana. Al terminar su trabajo, decidió quedarse, esta vez patrocinado por el magnate Hearst, propietario del New York Journal. Sus fotografías de los restos del Maine, Teddy Roosevelt y sus “rough riders” en San Juan, las fortificaciones españolas y navíos estadounidenses se hicieron famosas.
Varias cosas tuvieron en común los profesionales gráficos del siglo pasado. Las condiciones en las que tuvieron que realizar su labor y los equipos con que contaban . Estos eran grandes y pesados, llevarlos en grandes caminatas hasta el lugar donde se producían los combates era una tarea muy compleja. Otro inconveniente eran los tiempos de exposición; hacía falta tener abierto el obturador durante varios segundos para obtener una fotografía, por lo que era imposible obtener escenas de acción. Muchas eran tomadas con soldados posando o en apariencia de combate simulada. Había ocasiones en que algún fotógrafo pedía a un grupo de hombres sirviendo cañones que se quedaran quietos durante unos largos segundos para poder realizar una foto de grupo que no apareciera borrosa. El problema continuaba con el revelado. En las condiciones de la mayoría de los conflictos, era muy difícil tener un cuarto oscuro donde revelar las fotos para enviar a la metrópoli. Algunos tenían carros de mulas cerca del lugar de la batalla. Llevar las placas de cristal, los productos químicos, y revelarlas en medio de fuego francotiradores y artillería, teniendo cuidado de que una mota de polvo o un cambio de humedad no arruinara todo el trabajo era una verdadera aventura. Aun así sorprende ver la calidad de algunas hechas en esa época, que no desmerecen de ningún modo a otras realizadas con mucha mejor tecnología.
Los últimos años del siglo diecinueve iban a dar un giro al concepto de la fotografía de combate. La mentalidad de los militares cambió. Se dieron cuenta de la importancia de la fotografía como apoyo de la sección de inteligencia, una forma de registrar la guerra para la posteridad, como soporte al entrenamiento de futuros soldados y más adelante como medio propagandístico. En Francia, Austria y los Estados unidos se crearon escuelas de fotógrafos castrenses. A partir de entonces, hemos tenido el registro gráfico más extenso de los conflictos bélicos ocurridos hasta nuestros días.
En la I guerra mundial, todas las naciones enviaron fotógrafos militares, aunque también estuvieron presentes, lógicamente, fotógrafos civiles cubriendo el conflicto que desgarró el continente entre 1.914 y 1.918. Aunque apoyados por el mando, algunos oficiales de las zonas de guerra daban mas prioridad al envío de comida y municiones que a los equipos fotográficos, pero aun así se tomaron cientos de miles de fotografías. Los equipos habían mejorado su calidad, aunque tenían un grave inconveniente: debían enfocar mirando hacia abajo, lo que suponía que exponían peligrosamente la cabeza al fuego del enemigo.
Fue también en esta época en la que se perfeccionó la fotografía para fines estratégicos. Ya Napoleón III había usado globos para tomar imágenes de las posiciones austriacas durante la batalla de Solferino. Los aviones, nueva arma desarrollada con fines militares en esta guerra, jugó un papel en la fotografía de inteligencia. A finales del conflicto, se habían desarrollado sofisticados sistemas que se montaban en los aviones. Las lentes eran más potentes y podían fotografiar objetivos desde gran altura, fuera del alcance de los antiaéreos. Estos debían llevar aparatos de escolta, ya que el peso del equipo los hacia lentos y los convertía en blancos fáciles para los cazas enemigos. Las primeras fotos aéreas eran bastante borrosas debido al traqueteo de los motores, pero más adelante se desarrollaron métodos ingeniosos sobre la marcha como por ejemplo acoplar pelotas de tenis entre la base de la cámara y el avión para absorber las vibraciones. En algunas ocasiones, las fotos hechas desde el aire tenían tanta importancia para el desarrollo de planes de batalla o por el descubrimiento de un movimiento enemigo no previsto, que los fotógrafos metían las placas en una bolsa y las lanzaban en pequeños paracaídas pasando en vuelo rasante sobre la base, y a continuación volvían al frente a tomar más.
La fotografía de combate alcanzo su mayoría de edad en este conflicto, con cuerpos de fotógrafos de guerra que habían perfeccionado la técnica hasta convertirla en un arte. Las unidades de fotógrafos eran tomadas en cuenta, y se les incluía como parte importante de la acción bélica. Se movían junto con los soldados, hacían largas marchas, montaban en sus camiones, comían del mismo rancho, se agazapaban en las trincheras, y sufrían como ellos.