09-04-2006
Escribo textualmente. Aunque no se si estaría bien aquí:
Una interesante discusión que involucra a hijos de un ofiacial aleman de alto rango. Muy revelador. A ver que les parece. podria indirectamente nutrir lo que se esta discutiendo de Nuremberg. Ademas la discusión es un debate entre hermanos que por momentos difieren sobre el recuerdo de su padre. Puede verse tsambien el vuelco que muchos alemanes dieron al perder la guerra y declararse antinazis "de toda la vida"
Hijos de nazis: la culpa en las venas.
JOAN-CARLES MÈLICH
¿Cómo asumen los hijos de oficiales nazis el pasado de sus progenitores? Lateral publica el impresionante testimonio de varios de estos herederos del horror. Las entrevistas aquí reproducidas se convirtieron, hace unos meses, en la obra Nascuts culpables escenificada en el Moma Teatre de Valencia. En el extremo opuesto, Roman Frister y Paul Steinberg, dos supervivientes de Auschwitz que han dado fin a más de cincuenta años de silencio, son también tema de análisis. "Yo vivo porque otro murió en mi lugar", se llega a afirmar. Este dossier es la prueba de que, en el siglo XX, no hay espacio para el héroe.
Rainer: Me llaman Rainer y ella es mi hermana Brigitte. Somos hijos de una familia nazi. Nuestro padre era...
Brigitte: No somos hijos de una familia nazi, somos hijos de una familia de oficiales. Podemos no tener la misma opinión de nuestro padre, pero tal vez podríamos ponernos de acuerdo y utilizar los mismos términos.
Rainer: Como quieras, a mí me da lo mismo. Si no te gusta, cuentas tú después tu versión. Para mí era una familia nazi. Una familia de criminales de guerra, para ser más exactos. No todos los nazis eran necesariamente criminales, pero nuestro padre consiguió ser las dos cosas.
Brigitte: No quiero entrar en tu juego. Si empiezas así, yo paso. No quiero que me obligues desde el principio a hacer el papel de abogado defensor. Y además, creo que no tiene ningún sentido mostrar nuestras diferencias con respecto a papá delante de un extraño. O dejamos de lado nuestras interpretaciones personales o me voy ahora mismo.
Rainer: ¡De acuerdo, de acuerdo! Seamos objetivos. Nuestro padre era... ¿Cómo podría decirlo? Un oficial de alta graduación del ejército alemán. Desde el Estado Mayor, planeaba junto a sus colegas las campañas necesarias contra las razas inferiores. Para él la guerra era como un juego de mesa con banderitas sobre el mapa: un par de divisiones al norte, un par más al sur; aviones a la derecha, tanques a la izquierda... Y la victoria, algo así como hacer un buen trato, un buen negocio.
Brigitte: El cinismo no te servirá de nada. ¡Era tu padre! ¿Qué sabemos nosotros? Cuando nacimos, la guerra ya había terminado. ¿Qué sabemos de los bombardeos? ¿Del miedo que pasó mamá cuando detuvieron a papá? Y después, la condena. Los vecinos, los viejos amigos... Todos, de repente, eran antinazis. El señor Müller, ese cabrón, vive aún en uno de los chalets requisados a los judíos, junto a nuestra casa, pero en el juicio declaró contra papá. Estuvo cuatro años en la cárcel. ¿Puedes explicarme por qué? Millones de hombres fueron a la guerra. Miles participaron en la persecución de los judíos y se enriquecieron. Papá no aceptó nada de lo que les quitaron a los judíos. Pagó la casa con su propio dinero. Nunca tuvo nada que ver con las SS ni con los campos de concentración... ¡Nuestro padre era un militar, no un criminal!
Rainer: Él no era el padre o el criminal, era las dos cosas. ¿Cómo podía jugar a fútbol conmigo como si no hubiera pasado nada? Eso es lo que no le perdono. ¿Cuántos papeles era capaz de interpretar al mismo tiempo? El general, el padre, el marido, el miembro del Consejo General del banco...
Brigitte: No logro entender cómo puedes hablar de él de esta manera.
Rainer: Mamá nos decía constantemente que no molestáramos a papá, que se alteraría. Así se evitaba cualquier conflicto, cualquier posibilidad de hablar con sinceridad. "Dejad a papá tranquilo, que bastante ha sufrido ya." ¡Pobrecito!, como si la cosa no fuera con él, siempre sentado en su butaca, como si estuviera disecado, como un muñeco.
Brigitte: Yo no lo recuerdo así. Éramos una familia feliz. ¿Te acuerdas de cuando le enseñaste, tan orgulloso, la medalla de los campeonatos de natación? Para ti era un modelo, un héroe. Erais uña y carne. Él te quería y fue siempre un buen padre para ti, y también para mí.
Rainer: ¿Crees de verdad que fue un padre para mí?
Brigitte: Creo que tu odio no es contra él, sino contra ti mismo. El pánico a que la culpa de papá llegue hasta ti te ha trastornado. ¿Qué no hiciste para convertirte en víctima? No te engañes. Aunque cada año vayas a trabajar a un kibutz, aunque des maravillosos discursos antifascistas, aunque te pelees en manifestaciones con supuestos neonazis, seguirás siendo, siempre, hijo de un oficial alemán. Hasta pensaste en convertirte al judaísmo. ¿Qué sentido tiene todo esto? ¿Crees que así podrás huir de tu pasado? ¿Por qué no lo comprendes de una puta vez? ¡Eres hijo de un oficial alemán! Lo llevas en la sangre, como yo. Ni haciéndote rabino cambiaría nada.
Rainer: Actúas como si para ti no hubiera sido nunca un problema.
Brigitte: Es que para mí nunca lo fue.
Rainer: ¿Ah, no?
Brigitte: No, porque yo siempre estuve orgullosa de papá.
Rainer: Ah...
Brigitte: Tuvo el valor de unirse a un movimiento que prometía un futuro nuevo. Siempre le defendí porque le entendía. Le defendí ante los profesores hipócritas que, de repente, eran antinazis; le defendí ante mis novios, a los que excitaba mucho acostarse con la hija de un nazi famoso. Yo sé qué ocurrió, de modo que no te hagas el enterado. Y también sé que cuando papá se unió a los nazis estaba convencido de hacer lo conveniente.
Rainer: ¿Qué significa "hacer lo conveniente"? ¿Qué significa "estaba convencido"? ¿No fue capaz, en el año treinta y tres, de ver lo que ocurriría? ¿No pudo dejarlo después de la Noche de los cristales rotos? ¿No le fue posible ni siquiera unirse al movimiento del Veinte de julio? ¿Sabes qué era nuestro padre? ¡Un cobarde! ¡Un criminal cobarde! ¡Un funcionario gallina! ¡Un títere con derecho a pensión!
Brigitte: No tienes ni idea de cuánto os parecéis. Ese fanatismo, ese constante deseo de justicia, tiene algo de inhumano. Papá, en aquel momento, debía hablar como tú ahora. Quizás estés en el otro lado sólo por casualidad. Yo no soy de esa manera. Intento comprender a las personas. Por qué actúan como actúan y por qué se han convertido en lo que son. Tú también quieres un mundo de aliados y enemigos. Dime, ¿qué diferencia existe entre tu padre y tú?
Rainer: ¡Eh, eh, eh! Mi... fanatismo evita un nuevo fascismo. Tu supuesta comprensión, no. Es cierto: yo estoy en guerra con el pasado de Alemania. Espero el día en que el último superviviente del Tercer Reich haya muerto. ¡Que se pudran todos de una vez! Tal vez en ese momento exista la posibilidad de una nueva Alemania.
Brigitte: ¡Tú sueñas! Si tuvieras el poder, tus campos de concentración estarían tan llenos como los suyos. Tú y los tuyos no vais a conseguir engañarme. Desde hace doscientos años, todos los hombres de nuestra familia han sido oficiales. Y todos, excepto tú, fueron hombres de verdad. Papá salió de la cárcel demacrado, pero con la cabeza bien alta.
Rainer: Sí, papá siempre hablaba de la neutralidad de los militares. Para él no existía nada que no fuera el servicio y el deber, así de sencillo. Siempre fiel al gobierno de turno... ¿Y qué pasa con el derecho a la insumisión? ¡Ése no lo conocía! No te equivocas, hermanita... Desde hace doscientos años, en nuestra familia, los padres no han transmitido a sus hijos otra cosa que la sumisión incondicional. Un oficial detrás de otro, primero prusiano y después fascista, todos dispuestos a funcionar según las órdenes. Papá era el último eslabón de esa cadena. Estoy muy orgulloso de haber roto con la tradición familiar.
Brigitte: Sí, te comportaste como un animal salvaje. Humillaste a papá sin tener en cuenta que era un viejo.
Rainer: Se ha acabado mover divisiones encima de la mesa.
Brigitte: ¿Qué tiene de heroico humillar a un hombre viejo y enfermo?
Rainer: Mil muertos por aquí, mil muertos por allá...
Brigitte: ¿Crees que fue un asesino de masas?
Rainer: ¿Qué debía pasarle por la cabeza?
Brigitte: ¿Siempre lo has visto al mismo nivel que a un vigilante de un campo de concentración o a un asesino de las SS?
Rainer: No logro entender cómo pudo hacer todo aquello.
Brigitte: ¿O acaso todo esto no es más que un perfecto montaje tuyo?
Rainer: ¡Brigitte!
Brigitte: Mira, no me lo creo. Esa indignación tan artificial no me la creo. Tu entusiasmo por la izquierda es sólo una reacción de rabia contra papá. Basta con ver la decoración de tu habitación; ¡sencillamente ridícula! Cuadros de Mao, de Lenin, un busto de Marx, una estrella de David al cuello y un pañuelo palestino... ¿Qué más le falta a tu disfraz? ¿Quieres que continúe? Mírate, eres patético.
Rainer: Mira, hermanita... He tratado siempre, de verdad, de renovarme. Ser un alemán distinto. No quiero parecerme a mi padre. ¿Qué tiene esto de malo?
Brigitte: Tendría que haberlo visto... Por ejemplo, las mujeres que traía: para mearse de risa. Las chicas más enrolladas. Salían de su habitación con un porro en la boca, en bragas y con las tetas al aire. En el fondo era divertido. Siempre he tenido ganas de preguntarte si lo tenías todo planeado, como ahora... Si era parte de la estrategia para demostrarle a papá que eras diferente. ¿O querías darnos miedo con un par de tetas y un culo? Rainer: ¡el terror de la sociedad! En lugar de hacer el payaso, ¿por qué no te fuiste a otro sitio y empezaste una nueva vida de verdad? Entonces sí me lo hubiera creído. Pero tus protestas estaban financiadas por papá. Las biblias de Mao, los porros... todo. No has ganado un duro en toda tu vida. En el fondo me das pena.
Rainer: Es una lástima, hermanita. Me alegro de darte pena. Aunque no te servirá de mucho. Claro que a mí tampoco. Porque le odio hasta más allá de su muerte. Cada cosa que hacía, por ridícula que fuera, era un intento de defenderme de él. Yo al menos lo intenté, no como tú. No sólo trataste de gustarle, sino que además intentaste seguir su camino. ¡Mira a tu marido! No es más que una ruin copia de papá. Trabaja en un banco, y llegará lejos si sigue lamiendo todos los culos importantes. Cuando venís a visitar a mamá, es como si le viera entre vosotros. Nada ha cambiado. Puedes estar orgullosa de tu vida: es la absurda repetición de una vida sin sentido. Y es posible que tengas razón. Yo he fracasado. Todos los ridículos intentos -por decirlo con tus palabras- de convertirme en alguien distinto han sido inútiles. ¿Sabes por qué? Porque mamá y tú no me habéis ayudado, sobre todo tú; al fin y al cabo mamá era su esposa. ¿Pero tú? Es como si de repente no tuviera que luchar contra uno solo sino contra los tres...
Brigitte: Deja de lamentarte, ¿quieres? Ya vuelves a hacerte la víctima. Y no lo eres.
Rainer: No, ahora estoy resignado. No tengo fuerzas para comenzar de nuevo. Vivo como un niño en casa de mis padres, con mi madre, y tengo miedo de que me echen. Se ha terminado. ¿Mi futuro? No quiero ningún futuro, ya no me interesa. Si no puedo superar a mi padre, no tengo futuro. No puedo asumir su vida. ¿Qué te parece? ¿Crees que también yo debería buscar un trabajo en un banco?
Brigitte: Todos hemos perdido, no sólo tú. No es nada fácil escapar de este vacío. Algunas heridas cicatrizan rápidamente, otras nunca llegan a curarse...