16-02-2008
Los relatos y testimonios quiero ir plasmando en este post, estan sacados del libro Heroismo en el pacifico, libro que acabo de terminar de leer y que me ha parecido de lo mas interesante (probablemente relea algunos de sus capítulos dentro de un tiempo). Transcurren en diferentes batallas de la guerra del Pacífico, para mi la gran desconocida aunque fué un "teatro de operaciones" que a todo el mundo le suena haber oido.
Quiero dejar el post como tributo a los heritos y muertos en los diferentes bandos. :)
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[size=15pt]Sodado John Cole[/size]**
Cuerpo de Marines.
*(Iwo Jima, 18 dias despues del dia D)
9 de Marzo de 1945*
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La mayoría de nosotros llevábamos solo 6 u 8 meses en los marines. Cuando yo desembarqué, era el sexto dia de la batalla. La cabeza de playa había sido ocupada menos de una semana antes. bajé de vuelta a la playa, donde los primeros suministros que se descargaron fueron municiones; balas de ametralladora, balas para fusiles, proyectiles de mortero y obuses. Después de eso, toda clase de raciones de comida.
Tras unas semana de acción en la playa, nos mandaron salir a varios regiminetos de la 3ª Division de Marines. Tuvimos que pasar bajo fuego de mortero casi inmediatamente, lo que era una experiencia aterradora.
Algunos de nosotros salimos con un suboficial y abrimos fuego contra las cuevas. Nuestra tarea consistía en coger granadas de fósforo blanco, tirarlas dentro de las cuevas por cualquier abertura que hubiera y lanzar luego cartuchos de TNT, que usábamos para derrumbar y cerrar las aberturas de las cuevas. Si eso no acababa con ellos, el humo y los gases los asfixiarían.
A unos cuantos nos asignaron las tareas de registro de detalles forenses. No excavábamos las tumbas ni metíamos a la gente en ellas, nunca veíamos las fosas en las que acababan los cuerpos. Nuestra tarea consistía en sacar los cadáveres del campo de batalla y llevarlos de vuelta al cuartel general del regimiento, donde podrían ser identificados, cuando era posible. Comprobábamos sus placas identificativas, el apellido que estaba escrito en una plantilla sobre el bolsillo del pecho de sus uniformes y, algunas veces, su equipo, mochilas y demás. Por todo eso, y por medio de sus efectos personales, la identificación era casi siemrpe efectiva.
Teniamos un camión con tracción a las cuatro ruedas, con una cama en la parte de atrás. Llevábamos también cerca de una docena de camillas, las cuales estaban tan llenas de sangre y de fluidos corporales de los heridos que ya no servían para llevarlos en ellos. nos las dieron para transportar los cadáveres. Así que nuestra tarea consistia en subir al camión y conducir tan cerca de la línea de combate como pudiesemos. Despues lo aparcábamos y preguntabamos donde habian matado al último hombre. Cogíamos las camillas y caminábamos hasta encontrarlos.
Mientras hubiera luz y cuerpos que pudiéramos sacar, íbamos a por ellos. Llevar a los cadáveres cuesta abajo era dificil. El suelo estaba completamente destrozado, lleno de agujeros de proyectiles. El terreno era escarpado y duro, de modo que llevar a estos tipos era un auténtico suplicio. Los levantábamos para subirlos a la camilla, normalmente dos en cada una. Luego volvíamos al camión y cargábamos los cuerpos, quizás unos 8 hombres; durante la marcha, teníamos que sujetar y equilibrar la carga porque el camión iba dando botes.
Generalmente, los cuerpos que recogíamos llevaban muertos entre tres y seis dias, puesto que nadie había podido entrar a recoger los cadáveres hasta que se tomó y aseguró aquella zona.
A causa de esa tardanza, estaban hinchados y llenos de gusanos. Los gusanos estaban bajo la piel y retorciéndose en sus ojos; además, los fluidos corporales goteaban y la piel estaba separándose. **Si tenias mala suerte, te manchabas el cuerpo y el uniforme. Y sólo podíamos lavarnos una vez cada treinta dias. Así que aprendimos a vivier en aquel ambiente, a comer sin hacer caso de las moscas que salían volando de los cadáveres y se posaban en nuestra comida.
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Pero el olor era probablemente lo peor. Era tan intenso que a veces te entraban ganas de vomitar. Debías olvidarte de tus emociones y sentimientos, porque tenías un trabajo que hacer. Es espantoso, y en algún momento u otro te dices a ti mismo: **"Me pregunto si me mandarán a la línea de combate, quizas fuera mejor morir que estar haciendo esto".
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Es espeluznante contemplar la destrucción. Te da la sensación de que la vida no tiene ningún valor. Y como yo sólo trataba con muertos, todo lo que veía era lo inevitable de la muerte.
Hice todo aquello desde el 3 de Marzo hasta el 27 de ese mismo mes, el día en que abandoné la isla. Cuando llegamos bajo el fuego y empezamos a ocuparnos de los muertos, la idea de la guerra como una aventura romántica habia desaparecido hace tiempo. Aunque sé que si hubiera sido uno de los muchachos que terminó en una compañía de la línea de combate, la probabilidad de que hubiera sido herido o muerto habría sido diez veces mayor.
Si, lo peor es el olor. Cuando finalmente dejé la isla, pude librarme del olor, pero no del recuerdo del olor. Me prometí a mí mismo no olvidarlo, no olvidar jamás a aquellos hombres, y no dejar nunca que algo así ocurriese de nuevo.
VIDA POSTERIOR: Tras servir durante dos años y medio en los marines, El soldado John Cole volvió a casa para luchar en otra batalla; encontrar trabajo. Como muchos otros veteranos de diecinueve años, no había sido entrenado para nada más que para el combate, y le costó bastante tiempo encontrar otra cosa que hacer. En en año 2000, Cole volvió a Iwo Jima, donde visitó las tumbas que él, junto a otros componentes del destacamento de entierros, había llenado. Lamentó que no hubiese nadie más para llorar a los valientes hombres que habían muerto y ahora descansan en esta solitaria y maltratada isla.
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Espero que os haya gustado leer este relato tanto como a mi, espeluznante a la vez que revelador. Pensé al leerlo que merecería la pena compartirlo con todos vosotros :)