22-05-2006
Es interesante repasar estas anotaciones, aún cuando personalmente dude de su completa autenticidad en vista de todo lo que suele atribuirse a Hitler. De cualquier manera, resultan curiosas excusando el repulsivo antisemitismo obvio, habida cuenta su procedencia.
PLÁTICAS CON MEFISTO
(Anotaciones tomadas al dictado por Martin Bormann en el bunker del Führer,
de febrero a mayo de 1945).
-No hay nada más desnaturalizado que un alemán desnaturalizado.
-El orgullo de raza en el alemán, cuando adopta un aire agresivo, no es más que una reacción compensadora del complejo de inferioridad que padecen muchos de ellos.
-El sentimiento de superioridad por el solo hecho de ser alemán, no implica ningún deseo de aplastamiento en relación a otros. Si exaltamos ese sentimiento con cierta exageración es porque se necesitaba empujar a los alemanes, un poco brutalmente, a la buena vida.
-Soy prisionero de la fatalidad de estar al servicio de un pueblo con un pasado trágico, de un pueblo tan inestable y versátil como el alemán, que pasa de un extremo a otro con una facilidad desconcertante.
-No le puedo perdonar a Franco el no haber sabido, en cuanto terminó la guerra civil, reconciliar a los españoles.
-Nos han engañado, porque jamás hubiese yo aceptado, sabiendo de qué se trataba en realidad, que nuestros aviones sirvieran para aplastar a pobres muertos de hambre, y para restablecer en sus privilegios horribles a los curas españoles.
-Uno de mis errores: mi amistad respecto a Italia.
-Podemos profetizar desde hoy cual será el destino del Imperio Británico: se encuentra herido de muerte. El porvenir del pueblo inglés es morirse de hambre en su maldita isla.
-Quiero hablar de ese monstruo que lleva por nombre Estados Unidos. ¡Y verdaderamente es un monstruo!
-Trasplanten un alemán a Kiev: permanece un alemán perfecto. Trasplántenlo a Miami, y lo convertirán en un degenerado absoluto, es decir: en un norteamericano.
-Todo debería llevar a Alemania y a USA, si no a comprenderse y simpatizarse, al menos a soportarse, ya que los alemanes han contribuido poderosamente a poblar América del Norte. Alemania no espera nada de USA y estos no tienen nada que temer, en absoluto, de Alemania. Todo concuerda para que coexistamos en perfecta armonía. Lo que nos echa a perder todo es la judería mundial, que ha escogido aquel país para implantarse con su bastión más fuerte.
-¿Qué razón tendrán los norteamericanos que no son judíos para compartir los odios de los judíos y caminar como remolques de ellos?
-Los judíos han suscitado siempre el antisemitismo.
-Si yo pierdo esta guerra, será el fin del judío vergonzante, al que reemplazará el judío glorioso.
-Nuestro racismo no es agresivo más que con la raza judía.
-Los universalistas, los idealistas, los utopistas, apuntan demasiado alto. Al prometer un paraíso inaccesible engañan a todo el mundo. Sea cual sea su marbete: llámense cristianos, comunistas o humanitaristas, ya sean sinceros o estúpidos, manipuladores o cínicos, en realidad, todos no son más que fabricantes de esclavos.
-Dentro del orden de lo posible, yo siempre he concebido un paraíso a nuestro alcance. Esto significa un mejoramiento de la suerte del pueblo alemán. Me he limitado a prometer lo que podía cumplir. Esa una de las razones del odio universal que me he concitado… por mantenerme distante del sindicato de los conductores de pueblos cuya meta, tácita e inconfesable, es la explotación de la credulidad humana.
-La doctrina nacionalsocialista, lo he proclamado siempre, no es una doctrina de exportación. Fue concebida para el pueblo alemán.
-Durante todo un año he alimentado la esperanza de que un entendimiento sincero, si no amigable, podría establecerse con la Rusia soviética y el III Reich. Me imaginaba que el realista Stalin se desembarazaría de la brumosa ideología marxista y que no la conservaría más que como un veneno reservado exclusivamente para uso externo. Yo pensaba que no quería permitirles a esos intelectuales judíos que descompusieran su Imperio heredero del de Pedro el Grande, como hicieron con el de los zares. Él y yo hubiéramos podido crear las condiciones de un entendimiento durable: delimitando las zonas de influencia y definiendo rigurosamente nuestra colaboración económica a fin de que fuera ventajosa para ambos. En suma: ¡un entendimiento con los ojos muy abiertos y el dedo en el gatillo!
-Si hemos de ser vencidos, no se puede tratar más que de una derrota total.
-Me imagino con horror a nuestro Reich descuartizado, nuestra población entregada a los salvajes bolcheviques y a los gansters norteamericanos. Pero cuanto más suframos, ¡más esplendorosa será la resurrección de la Alemania eterna!, aunque yo, personalmente, no podré soportarlo. ¿Cómo concebir que el pueblo alemán, privado de la elite que lo condujo a las cimas del heroísmo, pueda revolcarse en el fango durante años y años?
-La primera preocupación en semejantes circunstancias será resistir un mundo cada vez más pervertido, y la segunda, consistirá en el mantenimiento de la unidad indisoluble de los alemanes.
-En cuanto al extranjero, no podemos regirnos por principios rígidos porque hay que adaptarse a las circunstancias. Será cierto que Alemania reclutará a sus amigos más seguros entre los pueblos resistentes al contagio judío. Estoy convencido de que los japoneses, los chinos y los musulmanes estarán siempre más cerca de nosotros que Francia, pese al parentesco de la sangre que corre por nuestras venas, porque Francia está condenada, por su republicanismo, a hacer una política judía.
-En el caso de la derrota del III Reich, y en espera del levantamiento nacionalista de asiáticos, africanos y quizá sudamericanos, no quedan más que dos potencias: USA y Rusia, y tratarán de asegurarse el apoyo del único gran pueblo europeo: el alemán. Lo proclamo con toda la fuerza de que soy capaz: es indispensable que, a ningún precio, los alemanes acepten representar el papel de peón en el juego de los rusos y los americanos.
-En cuanto a los americanos, si no logran sacudirse el yugo de los judíos newyorkinos y no maduran, no tardarán en hundirse en la decadencia, como un niño que padece gigantismo, desapareciendo tal vez su civilización con la misma velocidad con que se formó. Así se habrá demostrado que ese gigante con pies de barro, apenas era capaz, después de crecer como una flecha, de impedir su propia autodestrucción. ¡Qué magnífico pretexto para los pueblos asiáticos y las razas oscuras ese súbito derrumbe! Tendrán entonces el mismo derecho que los europeos del siglo XVI para invadirlos, el único derecho que reconoce la historia: ¡el derecho de los hambrientos de calmar su hambre, así sea por la fuerza!
Adolfo Hitler.