23-09-2007
Creo que casi 26 días después de que el Sargento Rohde iniciase su muy insegura y temeraria aventura, su mando le comisionó una misión de la misma naturaleza en el frente de las Árdenas. Esta vez el 10 de enero de 1945, cuando, todos ya sabemos, la ofensiva alemana en en sector había sido controlada totalmente y se hallaba en retroceso. Según mi libro, de los 16 intrépidos sobrevivientes se formaron 3 grupos mandados respectivamente por el Kapitänleutnant Schmidt, el capitán Stielau y el sargento Rohde.
Copio a continuación un párrafo a modo introductorio que considero importante y luego el relato de nuestro sargento. <<1
Esta vez formarían tres gruppos, y el traslado sería a pie. Los aviones de reconocimiento alemanes ya no podían efectuar sus vuelos normales en busca de datos sobre los movimientos del enemigo, sobre todo en las zonas donde era probable que se iniciase la contraofensiva aliada.
Al grupo del sargento Rohde pertenecían el brigada Moorhaupt, que como sargento americano sería el portavoz del grupo, y el teniente Petter, arqueólogo, en calidad de soldado de primera estadounidense.
Como de ordinario, llevaban los encendedores con la cápsula de veneno, píldoras estimulantes (¿qué será eso? <<14), fusiles norteamericanos y pistolas alemanas "Walther".
Ahora, el relato del sargento Heinz Rohde <<1:
Sobre la medianoche nos trasladaron muy cerca del frente de batalla, dejándonos frente a un alto y macizo edificio donde se alojaba la plana mayor del batallón. Antes tuvimos un incidente: el fusil de Moorhaupt se había disparado, ocasionándole una leve herida en la cabeza.
Nos internamos unos seiscientos metros en el bosque. A la derecha corría un arroyo; si no recuerdo mal, el Ruth. Llegamos al Puesto de Mando del batallón, cuyo comandante, Appel, y su ayudante Kocherscheidt, nos acompañarían hasta los puestos de escucha. Tan pronto como estuviésemos en territorio enemigo y nos interrogasen, diríamos que íbamos buscando al capitán Keatner, de la compañía E de la 82.ª División Aerotransportada. Como santo y seña elegimos la doble expresión "House-mouse"; no sabíamos la consigna norteamericana del día. La noche era oscura y muy fría. Sobre nuestras posiciones caían las granadas enemigas. Por unos momentos nos refugiamos en el bosque; después salimos al descubierto y salvamos el arroyo avanzando sobre unas heladas tablas, adentrándonos de nuevo en la espesura. Habíamos rebasado ya nuestras avanzadillas y marchábamos hacia los puestos de escucha. Por cierto que los dos hombres no estaban cumpliendo con su deber, y el comandante Appel los sacó de sus agujeros, en los que se hallaban escondidos como ratas.
Caminábamos siempre en fila india. Stielau iba en cabeza, y yo cerraba la marcha. Convinimos en separarnos después de cruzar las avanzadillas enemigas; el grupo de Stielau seguiría en línea recta, Schmidt lo efectuaría a la derecha y yo, con mis hombres, por el lado opuesto. Pasaban quince minutos de la medianoche. Nos encontrábamos junto a un pequeño grupo de abetos. Vi que el capitán Stielau se tendía sobre la nieve, para reincorporarse seguidamente y marchar con su gente al encuentro de una patrulla enemiga, a unos 60m de distancia. De pronto alguién gritó: "Who is that?" Todos estábamos a cubierto. Moorhaupt, nuestro portavoz, se incorporó y se dirigió hacia el centinela norteamericano, situado a unos metros de distancia hacia la derecha. "Who are you?" Respuesta: "Who are you?" Moorhaupt le informó que éramos una patrulla de la 82.ª División Aerotransportada, y que nos dirigíamos a nuestra unidad. El americano insistió: "¿82? ¡81!" "No, 82." En realidad, la 81 no existía. Vimos a otros dos norteamericanos salir de una trinchera. Nos indicaron el camino que llevaba hacia una carretera situada a poca distancia. Moorhaupt se metió apresuradamente en la maleza, tal vez apremiado por una urgente necesidad.