[color=blue]Vida y muerte de la Luftwaffe[/color]
Nosotros volamos, y en el firmamento olvidamos los horrores de la guerra y de la muerte, y la destrucción que sembramos con sólo apretar un botón. No tenemos voz en los sucesos que sacuden la Tierra, nuestra misión es volar y cumplir órdenes –sostiene el general alemán Werner Baumbach, uno de los principales actores de la Luftwaffe cuyas interesantes memorias han servido para reconstruir la historia de la aviación alemana.
Werner Baumbach
Al terminar la Primera Guerra Mundial –año 1918- el tratado de Versalles disolvió la fuerza aérea alemana, dejándole solamente 140 aviones y 169 motores, únicamente para uso comercial.
Poco a poco y gracias a nuevos tratados internacionales que levantaron muchas prohibiciones a la derrotada Alemania, se fue consolidando la industria aeronáutica civil y, posteriormente, en forma semiclandestina, la de guerra.
En 1935, Adolf Hitler anunció públicamente que había creado la Luftwaffe, cuando ya ningún otro país estaba en condiciones de reclamar contra ese armamentismo. Los primeros modelos fabricados por el gobierno alemán fueron bombarderos medianos con un radio de acción de 1.600 kilómetros y capacidad para transportar 2.200 libras en bombas. Así nacieron el Heinkel He 111 y el Dornier Do 17M, además del modelo Junkers Ju 87, conocido como Stuka.
Con estos aparatos la Luftwaffe adquirió mucha experiencia como ya lo dijimos durante su intervención en la Guerra Civil Española (1936-1939). Nada mejor que un racimo de bombas para hacer blanco seguro. Era necesario, por lo menos cuatro bombas de 550 libras cada una para destruir objetivos industriales. Además, practicaron los bombardeos en picada, con un ángulo de 20 a 30 grados, que hacía casi inefectiva cualquier acción antiaérea del enemigo.
Con este tipo de bombarderos, el Alto Mando alemán pensaba alcanzar cómodamente los objetivos situados en los países vecinos, incluyendo París en Francia. Pero, antes de estallar la Guerra Mundial, ya se perfeccionó un nuevo modelo, el Junkers Ju 88, equipado con dos motores, capaz de dar casi 600 km/h, por lo que fue bautizado como el "bombardero maravilla".
Al comenzar las hostilidades, la Luftwaffe se transformó en una fuerza avasalladora e invencible.
Polonia, Dinamarca y Noruega fueron invadidas en operaciones relámpago –la Blitzkrieg-. A ellas siguieron Holanda, Bélgica y Francia, donde la superioridad de la aviación alemana fue evidente. Los aviones de bombardeo, caza y transportes alemanes formaron el techo protector bajo el cual pudieron avanzar sin contratiempos las divisiones blindadas del ejército.
Pero el entusiasmo del Ministro Göring, responsable de la Luftwaffe, se enfrió a partir de 1940, luego de la famosísima Batalla de Inglaterra, donde los Spitfires británicos lograron detener, por primera vez en la contienda, a las entonces imbatibles águilas alemanas.
En el frente soviético las victorias de la fuerza aérea de Hitler fueron relativamente fáciles, hasta que los rusos pudieron perfeccionar sus propios modelos, contando con la imponderable alianza del factor climático, el "General Invierno" que los salvó.
En agosto de 1941, los bombarderos Heinkel He 111 tuvieron que ser retirados del Frente occidental, ya que los aviones de caza enemigos les causaban demasiadas bajas. La autonomía de vuelo de los cazas Messerschmitt Me 109 resultó muy corta como para poder escoltar a los bombarderos en sus incursiones y darles suficiente protección sobre territorio enemigo.
Cuando Estados Unidos entró en la guerra, y comenzó enviando a Europa 700 bombarderos de gran alcance –las "Fortalezas Volantes"- con sus correspondientes aviones de escolta, la Luftwaffe debió duplicar sus esfuerzos. Al principio el Ministro Göring menospreció el aporte norteamericano, afirmando muy suelto de cuerpo que "Estados Unidos podían producir Fords y Chevrolets, pero que no podían nunca fabricar buenos aviones". La realidad desmintió esta idea, y a partir de entonces, la aeronáutica alemana intentó obtener una producción frenética, que fuera capaz de hacer frente a la cada vez más numerosa aviación aliada.
Este esfuerzo se hizo sin control ni planificación. La Messerschmitt no sólo siguió fabricando sus excelentes modelos de combate, sino que también intentó producir bombarderos, prototipos de reconocimiento y aún planeadores gigantes. La Junkers, famosa por sus primeros Stukas, se dedicó a hacer aviones de caza y de instrucción, con una variedad de modelos que llegaba a ser confusa.
En septiembre de 1944, la producción de mensual de aviones llegó a un máximo de 3.129 unidades, incluyendo los primeros modelos cohete y de reacción. La Luftwaffe, planificada para ser una destructora arma de ataque, comenzó a fracasar cuando se trató de defender al propio territorio alemán, amagado por incursiones aéreas en aumento.
Hacia fines de la guerra, los ingenieros alemanes ya habían perfeccionado el Komet -el caza cohete- y las bombas voladores V-1 y V-2. Pero ya era demasiado tarde para equilibrar el tremendo peso de las victorias aliadas, y prácticamente no tuvieron oportunidad para demostrar su eficacia. Si se hubiesen anticipado unos meses antes, la Luftwaffe se habría convertido en una apocalíptica máquina demoledora, pero el destino no lo quiso así, decretando la derrota definitiva del colosal imperio nazi.
Fuentes: Articulo original de Miguel Angel Tolosa
Las imágenes fueran todas añadidas por mi