La situación de los británicos en la India no era fácil. Desde el final de la Primera Guerra Mundial el reclutamiento para el Ejército de la India y el Indian Civil Service no había hecho más que disminuir, y en 1939 los pocos miles de funcionarios y oficiales que todavía permanecían en la India tenían que gobernar un país de 400 millones de habitantes. El nacionalismo indio, que hasta hacía unos años estaba reducido a una pequeña elite intelectual, se había convertido en un movimiento de masas.
En 1885 los ingleses habían creado para esa minoría un partido que sirviese para canalizar sus aspiraciones y mantener un diálogo permanente y moderado con los gobernantes ingleses, el Partido del Congreso. Durante la Primera Guerra Mundial sus líderes, como la gran mayoría de los indios, apoyaron el esfuerzo de guerra británico con la esperanza de que tras la victoria serían recompensados y Gran Bretaña aceptaría sus demandas de mayor autogobierno. Pero ocurrió lo contrario, y a partir de 1919 se intensificó la represión de cualquier tipo de manifestación nacionalista. Entonces surgió la figura de Mohandas Gandhi, un abogado que cuando vivía en Sudáfrica había liderado la lucha por la discriminación que sufrían los indios en ese país. Gandhi ideó una serie de campañas de desobediencia civil que tuvieron un enorme éxito, convirtieron al nacionalismo indio en un movimiento de masas, al Partido del Congreso en una fuerza de millones de militantes, y a él mismo en un personaje de fama mundial.
Al comenzar la guerra los dirigentes del Partido del Congreso eran partidarios de la intervención de la India en ella a cambio de un compromiso británico de aceptar su independencia (en contra de la opinión de Gandhi, que rechazaba la guerra, y que rompió temporalmente con el partido). Pero Churchill se opuso totalmente a cualquier cesión. En su opinión, si Inglaterra perdía su imperio, pasaría a convertirse en una nación insignificante, y él iba a defender el Imperio Británico por encima de todo, para impedir que eso ocurriese. Sólo en 1942, cuando los japoneses amenazaban con la invasión desde Birmania, Churchill hizo la promesa de que tras la victoria la India conseguiría el estatuto de Dominio. El Partido del Congreso rechazó la oferta y pidió la independencia inmediata. Nació el slogan “Quit India” y una nueva campaña de desobediencia civil. Muchos creían que si los ingleses se iban los japoneses no tendrían ningún motivo para atacar. Gandhi, desde su ideología radicalmente contraria a la violencia, recomendó a su pueblo lo que ya había recomendado a los ingleses que luchaban contra Alemania: dejarse invadir, ponerse frente a las bayonetas de los invasores, y dejarse matar. Los japoneses acabarían desarmados ante la enormidad de su sacrificio y renunciarían ellos también a la violencia. Los dirigentes de su partido, más pragmáticos, se mantenían dispuestos a apoyar a que la India entrase en la guerra a cambio del compromiso de Churchill de aceptar su independencia. Los ingleses respondieron al desafío arrestando a Gandhi y los demás líderes del Partido del Congreso, y estaban dispuestos a mantenerlos en la cárcel mientras durase la guerra.
La represión contra el Partido del Congreso ayudó al fortalecimiento de otra fuerza política que había apoyado sin reservas a los ingleses y la participación de la India en la guerra: la Liga Musulmana. Casi la cuarta parte de los cuatrocientos millones de indios eran de religión musulmana. En enero de 1933 un indio musulmán llamado Rahmat Ali, un eterno estudiante de 40 años residente en Cambridge, había propuesto la creación de un estado que comprendiera las provincias indias de mayoría musulmana, e incluso inventó un nombre para ese muevo país: Pakistán, el país de los puros. La propuesta fue pronto aceptada por los líderes nacionalistas de la Liga Musulmana, aunque al principio parecía una idea tan utópica como las de Gandhi. Paradójicamente, mientras Gandhi hacía crecer al Partido del Congreso, también provocaba el crecimiento de la Liga Musulmana: Gandhi era “demasiado” hindú. Los musulmanes desconfiaban de un movimiento liderado por hindús y de su papel convertidos en una minoría religiosa en una India independiente. Durante la guerra, aprovechando el vacío dejado por el Partido del Congreso, debido a las detenciones y a la negativa a colaborar con los británicos, la Liga Musulmana aumentó enormemente su poder político.
La guerra provocó el crecimiento del nacionalismo indio y del separatismo musulmán, y aumentó la división entre las dos comunidades. Debilitó a Gran Bretaña, que llegó a 1945 agotada, sin fuerzas para mantener su dominio en un enorme país que parecía que iba a estallar de un momento a otro. El 15 de agosto de 1947, exactamente dos años después del armisticio japonés (no fue casualidad, Lord Mountbatten, comandante en jefe de las fuerzas aliadas en el sureste asiático en 1945 y el último virrey británico de la India en 1947, hizo coincidir las fechas) nacían dos nuevos estados independientes: la India y Pakistán.