05-03-2006
En el frío Atlántico norte se gestaría la entrada en guerra de EEUU. Mercantes norteamericanos transportaban materiales del Prestamo y Arriendo a Gran Bretaña, pero corrían el riesgo de ser atacados por submarinos alemanes, que entonces hacían estragos en las vías marítimas. En abril de 1941, Roosevelt estableció bases militares en Groenlandia y extendió la zona de seguridad panamericana desde la longitud 60 grados oeste hasta los 28 grados este. Esto penetraba profundamente en el Atlántico, hasta cerca de Islandia, que entonces tenía guarnición británica, e involucró a EEUU en la vigilancia del Atlántico. Y aquel julio, marines norteamericanos empezaron a relevar a la guarnición británica de Islandia. Los buques de guerra americanos ya tenían una justificación para escoltar barcos hasta tan al este.
Hitler estaba muy irritado por las acciones norteamericanas en Atlántico Norte, pero todavía se mostraba cauteloso ante la posibilidad de atraer a otro miembro a los aliados. Con sus panzers avanzando hacia el interior de Rusia, no deseaba que se le distrajera de la invasión de la URSS. Por ello dio a las tripulaciones de sus submarinos estrictas instrucciones de no atacar buques norteamericanos.
Las tensiones entre EEUU y Alemania aumentaron en septiembre con el primer choque entre un buque de guerra estadounidense, el destructor Greer, y un submarino. Roosevelt advirtió a las potencias del Eje de que si sus buques de guerra entraban en la zona de seguridad panamericana lo harían bajo su responsabilidad. Además, los buques estadounidenses escoltarían cualquier barco que, en esta zona, transportara Préstamo y Arriendo. Los aviones y tanques que llevaban estos buques eran muy valiosos para mantener las fuerzas británicas en Oriente Medio y en las Islas Británicas. Además, los suministros norteamericanos aliviaron cierta presión sobre la industria armamentística británica, que operaba a su máxima capacidad. Este hecho y la advertencia de Roosevelt incrementaron la irritación de Hitler y la de las tripulaciones de los u-Boote, para los que era difícil identificar a los buques de guerra norteamericanos en medio de una acción contra un convoy. Pero, desesperado por alcanzar Moscú antes de la llegada del invierno, Hitler todavía se negó a que sus submarinos atacarar a los buques estadounidenses en el Atlántico norte.
A pesar de ello, a medida que transcurría el otoño de 1941, hubo choques entre ambos, con destructores americanos dañados e incluso hundidos. En China, los japoneses seguían apoderándose de partes cada vez más grandes del país.
El sentimiento opuesto a la guerra seguía siendo fuerte en EEUU, a pesar de los choques producidos en el Atlántico y de la situación en China. Roosevelt se vio obligado a aceptar las desmovilizaciones de las divisiones de la Guardia Nacional. Pero la creciente preocupación estadounidense por la amenaza de la política japonesa contra los intereses de EEUU en el Pacífico permitió a Roosevelt la revocación de las Actas de Neutralidad, aunque por un margen muy estrecho. La posición estadounidense era que las fuerzas japonesas debían retirarse de China. Con este fin, desde julio de 1940 estaba en vigor un embargo limitado en la exportación a Japón de materias primas vitales.
En otoño de 1941, los japoneses se mostraban más y más exigentes en sus tratos con Estados Unidos. Una guerra entre ambos países parecía cada vez más posible. Irritados por el embargo comercial de EEUU, los japoneses se convencieron de que la Flota del Pacífico americana era el mayor obstáculo para la creación de su imperio en el sudeste asiático y el Pacífico.
El objetivo de Japón era la base de la Flota del Pacífico en Pearl Harbour (Hawai), pero no informaron a Hitler acerca del plan. Los japoneses deseaban evitar cualquier peligro de que sus intenciones se filtraran a los americanos por descuido. Al final sorprendieron a todos. El bombardeo del 7 de diciembre por la mañana pilló a casi toda una flota dormida y amarrada; un viejo barco que servía de barco flotante, el UTA, fue hundido por error, pero también lo fueron el Arizona y el Oklahoma; el California empezó a hundirse, y otros cuatro acorazados sufrieron graves daños, todo ello en la primera oleada de bombardeos japoneses. Un segundo ataque llegó al cabo de una hora: el acorazado West Virginia fue destruido y el Maryland, el Tennessee y el Pennsylvania resultaron dañados de gravedad; otros 11 buques fueron tocados, a los que hay que añadir unos 200 aviones destruidos, en su mayoría en el suelo. En los siguientes días caerían entre otras las islas de Wake y Guam en manos japonesas.
El pánico casi se apoderó de la costa occidental estadounidense, donde se temía una invasión japonesa. En Washington DC, Roosevelt declaró la Guerra a Japón el día siguiente. En Berlín, el embajador japonés, Oshima, pidió a Hitler que declarara la guerra a los EEUU, citando los artículos del Tripartito. El Führer suavizó las restricciones impuestas a los submarinos en los ataques a buques de guerra norteamericanos, pero dudaba en llevar a cabo el paso decisivo. Ribbentropp le recordó que el pacto sólo le obligaba a ayudar a Japón en caso de que Estados Unidos fuera el agresor, hecho que, evidentemente, no se había producido.
Mientras tanto, Hitler era consciente de sus Ejércitos se habían atascado a poca distancia de Moscú. En parte debido a la llegada del invierno, pero los problemas de Hitler no habían hecho más que empezar. Sin la esperada invasión japonesa por el Este de la URSS, los refuerzos acudían en masa al frente ruso-germano. Y el embajador japonés insinuó que Japón podría involucrarse en la guerra de Rusia si Hitler declaraba la guerra a EEUU. Esto era suficiente para Hitler si lo unimos a las provocaciones estadounidenses en el Atlántico.
Convencido de que era un paso necesario para ganar la guerra, el 11 de septiembre de 1941, Hitler al fin se dicidió. En un discurso en el Reichstag, acusó a Roosevelt de iniciar la II Guerra Mundial y declaró la guerra a los Estados Unidos. Este había de ser uno de sus mayores errores, pero la única posibilidad que tenía para llevar a cabo una guerra submarina total. Pero no sólo liberaría a Roosevelt de sus dificultades, sino que permitió que los aliados pusieran en práctica su acuerdo previo de que las derrotas de Alemania e Italia tenían prioridad sobre la de Japón. El potencial estadounidense en hombres y material iba a ser uno de los factores decisivos en la derrota final del III Reich.
Pero desgraciadamente para Alemania, la esperanza de Hitler de que Japón denunciaría su pacto de no agresión con la URSS quedó en nada. Eso significa que la enorme maquinaria de guerra soviética podía dedicar todos sus esfuerzos a derrotar a Alemania, sin tener que desplegar parte del potencial en la frontera oriental. Y aunque era inevitable que probablemente Estados Unidos entrará al final en guerra con Alemania, es evidente que el hecho de que el esfuerzo de guerra estadounidense pudiera desplegarse desde el principio contra Japón y Alemania ahorró tiempo y vidas y todavía más disputas diplomáticas.
Hitler cometió una serie de errores, desde calcular mal la voluntad de Japón de declarar la guerra a la URSS hasta permitir que Göring intentara derrotar a Inglaterra con bombardeos y pensar que podría derrotar a Rusia antes del invierno. Pero la mayor equivocación fue que cometió todos estos errores prácticamente al mismo tiempo.
Pero antes de juzgar esta actitud, al parecer estúpida, tengo que añadir algo más. Roosevelt tenía un plan trazado desde hacía tiempo. Lo hizo todo para hacer que Alemania se encontrara en estado de guerra con Estados Unidos. Desde septiembre de 1940, habían entregado a Gran Bretaña cincuenta destructores, lo que según Churchill afirma en sus memorias era una violación caracterizada de la neutralidad de los Estados Unidos. Según todas las reglas históricas, Alemania estaba en el derecho de declararles la guerra. Pero Hitler se guardó de provocarles y proclamó que el Reich no tenía la menor intención de amenazar al país americano. El 1 de febrero de 1941 el gobierno estadounidense había declarado que las tres quintas partes del océano Atlántico eran zona de seguridad, en la que la flota propia colaboraría con la británica para localizar los navíos alemanes. El 7 de junio de 1941, los navíos americanos asumieron la seguridad de Islandia en sustitución de los ingleses. Hitler ordenó, a pesar de todo, que los submarinos alemanes, evitaran cualquier incidente con Estados Unidos. El 4 de septiembre de 1941, un destructor americano, el Greer persiguió y atacó al submarino alemán U-625, que replicó, lo que Roosevelt se tomó como una ofensa. El 15 de septiembre de 1941, Knox, ministro de la Marina de los Estados Unidos, dio orden de capturar o destruir a cualquier navío alemán que se pusiera a tiro. Dos días después, los almirantes Raeder (jefe de la marina alemana) y Dönitz (jefe de la flota de submarinos), le dijeron a Hitler sin más reparos, que los americanos les estaban haciendo la guerra. “Nuestra situación es insostenible - dijeron -, si nos atacan los navíos estadounidenses, es necesario que nos defendamos. Nuestros marinos no comprenderían que les prohibieran la respuesta... En tales condiciones, todo combate para ellos sería un verdadero suicidio.”
A pesar de todo mantuvo su prohibición de no responder a las provocaciones. Pero, en plena batalla del Atlántico, ¿cómo iba a distinguir de noche o en nieblas un submarino, si el navío que le atacaba era británico o estadounidense? Del 17 al 31 de octubre, dos destructores estadounidenses fueron hundidos por submarinos alemanes.
Cuatro días después de la entrada de Japón en guerra, declaró una guerra que Estados Unidos venía haciendo desde hacía dieciséis meses.