20-03-2006
El ataque alemán a Noruega, lanzado con gran despliegue de fuerzas el 9 de abril de 1940, causó gran sorpresa general. Tanto el poder político como la población habían confiado en que el país pudiera mantenerse al margen de la contienda, como en la I Guerra Mundial. Se creía, simplemente, que Noruega era un remoto rincón estratégico, protegido por el poderío naval británico, y que su neutralidad en el conflicto armado sería conveniente para los intereses de las naciones beligerantes.
A la ruptura de las hostilidades, en el otoño de 1939, el Gobierno, pues, declaró la neutralidad de la nación noruega. El consenso político era general a este respecto. Los efectivos militares fueron dispuestos con miras a la vigilancia de las fronteras y para impedir la violación de la neutralidad. Todavía durante el primer invierno de la contienda, Noruega mantenía negociaciones sobre acuerdos comerciales con Alemania y el Reino Unido, que finalizaron en febrero de 1940: los británicos consiguieron fletar parte de la flota mercante a cambio de que Noruega siguiera comerciando con Alemania al nivel normal de anteguerra. En cualquier caso, en el supuesto de que la nación no consiguiera mantenerse al margen del conflicto armado, la intención del Gobierno de Nygaardsvold era de no ponerse al lado del Tercer Reich.
La neutralidad no se respeta
La neutralidad noruega no sirvió de mucho. Consideraciones de índole estratégica hicieron que los países beligerantes forjaran planes que presuponían violación de fronteras y operaciones en territorio noruego. Desde mediados de diciembre de 1939, tanto alemanes como aliados planearon acciones bélicas en Escandinavia.
Primeramente, los aliados proyectaron enviar un cuerpo expedicionario a Finlandia a través de territorio escandinavo, pasando por Narvik y los yacimientos minerales de Suecia septentrional. A tal fin, habría que asegurarse puertos noruegos. El plan fue arrinconado al firmarse el armisticio ruso-finés el 13 de marzo de 1940. Las dos divisiones aliadas destinadas a la operación fueron trasladadas a Francia.
Los planes de Alemania eran más ambiciosos. Su objetivo era la invasión de Dinamarca y Noruega. La armada del Tercer Reich deseaba establecer bases en Noruega para sus operaciones navales, y no olvidaba que sus unidades de superficie quedaron bloqueadas en el mar Báltico durante la I Guerra Mundial. Por otra parte, los submarinos podrían ser más eficaces disponiendo de puntos de apoyo avanzados en el Atlántico.
La utilidad de tales bases se puso de relieve en diversas acciones navales de la contienda. En diciembre de 1939, dos buques al servicio del Reino Unido, que transportaban minerales, fueron torpedeados por un submarino alemán frente a las costas noruegas. Todos los barcos participaban en el transporte de mineral de hierro sueco, que se exportaba por la pequeña ciudad noruega de Narvik.
También los alemanes mostraron gran interés en el transporte de mineral de hierro por el puerto de Narvik. Los aliados criticaron duramente la política de neutralidad noruega y sueca con respecto al tráfico de mineral y al tránsito por aguas jurisdiccionales noruegas. La crítica alcanzó su punto álgido cuando un navío de guerra del Reino Unido atacó, en el fiordo noruego de Jøssing, un buque auxiliar alemán, liberando prisioneros británicos. El 8 de abril de 1940, los aliados notificaron que habían colocado minas en aguas noruegas para impedir el transporte alemán de mineral de hierro. Sin embargo, la acción no estaba planeada como primer paso de un eventual ataque aliado a Noruega.
La invasión alemana
Por entonces, la invasión alemana de Noruega ya había empezado. Una poderosa flota había zarpado de puertos alemanes, con tropas y pertrechos. En el ataque participó casi toda la armada del Tercer Reich, además de seis divisiones del ejército y numerosos efectivos aéreos. Los primeros objetivos de las fuerzas invasoras eran ocho ciudades del litoral noruego.
Contra la abrumadora superioridad de la máquina bélica germana, las fuerzas de la defensa noruega resultaron insuficientes. La marina de guerra, en su mayor parte, había sido movilizada, pero sólo para proteger la neutralidad de la nación. Las fortificaciones costeras tenían, por término medio, la mitad de la dotación. En el Sur había 7.000 hombres en pie de guerra, mientras que toda la 6ª brigada, compuesta de 4.800 hombres, se encontraba estacionada en el Norte.
En seguida tuvieron lugar cruentos enfrentamientos. Efectivos de la armada británica trabaron combates encarnizados con tropas alemanas, produciéndose numerosas bajas por ambas partes, especialmente en la zona de Narvik. Al cabo de un tiempo, también intervinieron en las acciones bélicas otras unidades británicas, francesas y polacas. No obstante, la capacidad de resistencia a la bien organizada campaña alemana no fue suficiente. Al cabo de 24 horas, los ochos primeros objetivos fueron conquistados, y también caería la base naval de Horten. La ocupación del resto del país tardó algo más. La fortaleza militar de Hegra, en la provincia de Trøndelag, fue el último bastión que resistió el empuje del enemigo en la Noruega meridional.
A principios de mayo, toda resistencia militar en el Sur había sido aplastada. En la zona de Narvik, por el contrario, las tropas alemanas, en inferioridad numérica, se vieron obligadas a retroceder hacia la frontera sueca. Sin embargo, los aliados decidieron retirarse debido a las derrotas sufridas en el frente occidental. Al cabo de 62 días de campaña, la victoria alemana era completa... y la política noruega de defensa y seguridad había sufrido una derrota equivalente. El 7 de junio de 1940, el Rey y su Gobierno abandonaron el país a bordo del crucero británico "Devonshire". Y no regresarían a Noruega hasta cinco años después.
Las bajas de guerra en 1940
Las acciones bélicas en territorio nacional causaron bajas numerosas: 850 muertos noruegos, 4.000 británicos, 530 franceses y polacos. Los alemanes tuvieron 1.300 muertos y 1.600 heridos.
Posteriormente, la campaña alemana en Noruega sería considerada como una acción extraordinariamente afortunada y audaz -para su tiempo-. Era la primera operación combinada de la historia militar donde actuaban conjuntamente fuerzas de tierra, mar y aire; y la primera vez que se transportaban considerables efectivos militares en buques de guerra, y que se enviaban tropas por avión hasta el mismo campo de batalla.
La guerra continúa desde Londres
El Gobierno noruego reanudó sus actividades en Londres. Inmediatamente después del ataque alemán, la Asamblea Nacional (Storting) otorgó los necesarios poderes al Gobierno para seguir las operaciones militares. La rotunda negativa del rey Haakon VII y el Gabinete Nygaardsvold a las exigencias de sumisión del invasor, al principio de las hostilidades, significó mucho para la capacidad de resistencia del pueblo noruego.
De la derrota sufrida, sólo se salvaron insignificantes efectivos militares noruegos. El poder disponer de la flota mercante –a la sazón, la tercera del mundo– proporcionó al Gobierno cierta libertad de acción. Con los ingresos derivados del negocio naviero, se pudo poner en pie de guerra nuevas unidades. Por otra parte, la aportación de la flota mercante contribuyó a fortalecer la posición del Gobierno en el exilio ante los aliados, además de procurar afluencia de divisas, tan necesitadas para la reconstrucción del país en la posguerra.
Con el tiempo, el Gobierno conseguiría reunir fuerzas armadas de tierra, mar y aire. Al final de la guerra, la armada noruega contaba con 52 buques, que habían tomado parte en operaciones navales y servicio de convoy, así como en la invasión de Normandía. El destructor noruego "Stord", por ejemplo, desempeñó un papel importante en el hundimiento del acorazado alemán "Scharnhorst", de 26.000 toneladas, al N. del Cabo Norte, en diciembre de 1943. Una unidad naval noruega, popularmente conocida como "Shetlandsbussen", facilitó, durante todo el tiempo que duró la contienda, una ruta de transporte secreta entre las Islas Shetland y la Noruega ocupada.
En Canadá se estableció un centro de entrenamiento de aviadores noruegos, "Little Norway", y pilotos y aviones noruegos tomaron parte en operaciones aliadas, desde Islandia al Reino Unido, y en la última fase de la guerra, también en Francia.
Se organizaron contingentes armados noruegos en Escocia, reservados para acciones bélicas en Noruega, y comandos noruegos participaron en misiones especiales, como el "raid" de Dieppe y el ataque a la isla belga de Walcheren, en 1944.
Con todo, la aportación más significativa del frente "exterior" noruego a la estrategia aliada fue la de las tripulaciones de los buques mercantes que arriesgaron sus vidas navegando en tiempo de guerra. La moderna flota mercante noruega transportaba petróleo, material bélico y víveres para los combatientes y la población civil de todos los frentes, y por todos los mares. Unos 4.000 marineros perdieron la vida en la II Guerra Mundial.