18-03-2006
A pesar de la poca confianza de los generales alemanes y del conocimiento del enemigo de los planes que el OKH había trazado para la toma de lo petróleos del Caucaso, a punto estuvieron de ganar la batalla de Stalingrado los alemanes. Que se perdió en los dos últimos días de agosto, el 30 y el 31, por un error garrafal e incomprensible del general Paulus.
La Stavka poco tuvo que inquietarse en un principio. Los objetivos alemanes, conocidos por los soviéticos al milímetro gracias a la inestimable colaboración de la Orquesta Roja. Se trataba de fijar al Ejército Rojo en Voronezh, y de lanzarse de golpe contra Rostov. La maniobra no valió de nada, ya que el enemigo había evacuado Rostov y se dirigió a Stalingrado. No se desbordó Voronezh y el mariscal Von Bock quiso tomar la ciudad a pesar de las recomendaciones de Hitler de que cortara el camino al XL Ejército soviético que se afanaba por llegar a Stalingrado a lo largo de la orilla izquierda del Don. Sin embargo los alemanes se quedaron en Voronezh pensando Bock que había llegado el fin.
Se equivocaba. Mientras Timochenko se apresuraba hacia el Sur, tres divisiones blindadas alemanas quedaban enclavadas en Voronezh y el XL Cuerpo Blindado alemán en Rossoch, solo conquistaron el vacío.
Era más que evidente que los rusos conocían el plan alemán. Con esto se explican los cambios de directiva de Hitler, que en pleno combate modificó algunos detalles desconcertando a la Stavka por completo. Hitler ordenó que Manstein mandara a su XI Ejército al Norte, a Leningrado. En la desembocadura del Don había caído Rostov tras sangrientos combates y con el se abrían las puertas del Caúcaso. Entonces Hitler dio ordenes para combatir en dos frentes, el Grupo de Ejércitos Sur quedó dividido en dos grupos. El grupo B, compuesto por el VI Ejército tendría que llegar a Stalingrado y tomarlo, destruyendo a ser posible las tropas del Ejército Rojo en desbandada, mientras tanto el grupo A que estaría compuesto por el XVII Ejército y los I y IV blindados tenían que tomar los pozos petrolíferos del Caúcaso y eliminar a los soviéticos estacionados allí. Pero en aquel momento, uno de esos magníficos “informes” que Hitler recibía le avisó de que era inminente un desembarco en el Oeste, así que Hitler retiró a siete divisiones del Grupo de Ejércitos Sur, entre ellas se encontraban la Leibstandarte y la Gross Deustchland de las SS que fueron enviadas a Francia. Así que como Hitler no tenía el lujo de saber lo que el enemigo pretendía, temió que los rusos quisieran proseguir su ofensiva invernal en dirección a Smolensko. Una vez más estos datos eran verificados por uno de los informes del contraespionaje. Pero eran falsos, el frente no sufrió ninguna modificación.
En el transcurso de las primeras fases de la Operación Azul, los rusos se negaron a combatir, llevando a cabo penosas retiradas y practicando una auténtica política de tierra quemada, mientras las líneas de abastecimiento alemanas se dilataban peligrosamente. Por el Sur llegaron hasta el monte Elbrus y en la costa del mar Negro hasta el puerto de Novorissiisk, continuando la costa: Turquía, a 700 kilómetros: Stalingrado.
Halder creyó necesaria la destrucción de las fuerzas soviéticas concentradas en la parte alta del Don y la toma de la ciudad tártara de Stalingrado. Hitler hizo notar que el VI Ejercito no bastaría para completar semejante empresa. Se añadieron unidades del grupo A, que se dirigía al Caucaso a toda velocidad, con esto quedó frenado su avance por el montañoso desierto. A pesar de todo, aunque los petróleos de Bakú quedaron a unos 400 kilómetros, los alemanes se apoderaron de los petróleos de Maikop que tenían una producción anual de 2.600.000 toneladas, quedando a unos 80 kilómetros de los pozos de Grozny y a 60 del mar Caspio. A esto debemos añadir que Hitler quedó muy desilusionado cuando se entero de que los soviéticos habían arrasado Maikop antes de irse, es más, los alemanes no obtuvieron ni un sólo barril de crudo soviético, los soviéticos destruyeron los pozos tan concienzudamente que no se pudieron volver a utilizar hasta 1948.
Primero, quisiera hacer una pequeña introducción sobre el personaje que fue Paulus. Este no merece el apelativo de Von, ya que su padre no era más que un contable, se le dio este titulo por su compromiso matrimonial con la rumana Helena Rosetti – Solesco, heredera de una gran fortuna. Fue titulado de Estado Mayor. Ya coronel hizo las campañas de Francia y Polonia como ayudante de Reichenau. Ya general por obra y gracia de Halder preparó activamente la operación Barbarroja. El jefe del OKH lo envió a Rommel para hacerle entrar en razón en abril de 1941, el zorro del desierto fue duramente criticado por el general Halder; y Paulus estaba de acuerdo con su superior. Sustituyó a Reichenau en el mando del VI Ejército cuando este murió a causa de una congestión, gran amigo de Hitler resultó una terrible pérdida para la Werhmacht, por no decir irreparable.
Paulus fue el autor de la última gran victoria de la Werhmacht, en mayo de 1942 en Jarkov aplastó a Timochenko llevándose por delante a seis ejércitos soviéticos, 409.000 prisioneros, 3.159 cañones y 1.508 carros. Fue condecorado con la Cruz de Caballero.
Aquella victoria llenó de esperanza el corazón de los necesitados oficiales y soldados alemanes. Hitler ordenó a Paulus que acelerara la marcha hacia Stalingrado. Perdió dos semanas de oro, pues el carburante tenía preferencia para el Ejército del Caucaso. Así pues, la persecución no continuó hasta el 20 de julio, después de la guerra Kleist declaró que “A finales de julio, el IV Ejército blindado podía haberse apoderado de Stalingrado sin demasiado esfuerzo. Yo no lo necesitaba en absoluto para cruzar el Don, pero cuando volvió a emprender la marcha quince días más tarde, hacia Stalingrado, era demasiado tarde. Por el contrario si hubiese conservado aquel Ejército Blindado, habría podido alcanzar los pozos de petróleo de Grozny”. Desde el 11, Stalin había ordenado la creación del Grupo de Ejércitos de Stalingrado. A pesar de la victoria del 8 de agosto en el Tchir donde 1.000 carros soviéticos fueron capturados o destruidos y 750 cañones, Paulus no pudo asaltar la ciudad hasta el 23 de agosto.
Los rusos se veían ahogados en el caos, hubiera bastado con lanzar un sólo ataque conjuntamente preparado y decidido para barrer a los desconcertados rusos, pero el ataque alemán se llevó a cabo con grandes vacilaciones. Hitler llegó a la conclusión de que Paulus era buenísimo en los mapas pero muy precavido en el campo de batalla, Hitler se resignó pensando que esperaba a Hoth. Este llegó con su IV Ejército Blindado por el Sur y atacó al LXIV Ejército de Chuikov por el flanco. Era 31 de agosto. Antes Paulus había recibido la orden de reanudar la marcha lo antes posible para unirse a Hoth. Puede que nunca sepamos las causas de su retraso: no salió en dirección Sur hasta el 2 de septiembre por la tarde. Así que Paulus perdió la batalla aquel día, a Chuikov y a sus generales les dio tiempo a sacar de la trampa a los LXII y LXIV ejércitos.
A pesar de todo la situación en la ciudad era desesperada. Lopatin, jefe del LXII Ejército era partidario de evacuarla. Entonces apareció Krutchev, que siguió el ejemplo de Bulganin un año antes en Moscú. Armó a 50.000 civiles, 7.000 Komsomols (juventudes comunistas) y tomó medidas brutales contra los especuladores y los traidores. Lopanin fue inmediatamente destituido. Los alemanes entraron en Stalingrado el 14 de septiembre. Chuikov recibió refuerzos y fue nombrado comandante en jefe de Stalingrado. A pesar de disponer de dieciséis divisiones contra diez siguió retrocediendo. Se disputaba la posesión de la gran fábrica de cañones y tanques Barrikadi y el enorme silo del sur de la ciudad. La lucha cuerpo a cuerpo comenzó a ser brutal. El enemigo se retiró sobre las fábricas Octubre Rojo y Dzerzhinki. Peleaban cada palmo de terreno, cada sótano, cada ruina, se luchaba en las cloacas. Los alemanes no estaban entrenados para esta sangrienta lucha cuerpo a cuerpo, muchas veces he imaginado lo que hubiera podido cambiar la batalla si en ella hubieran participado alguna de las divisiones SS que habían marchado a Francia. De noche y sin que los alemanes pudieran hacer nada por impedirlo, los soviéticos recibían suministros y refuerzos por el Volga.
El general Wolfram Von Richthofen, comandante en jefe de la IV Luftflotte se quejaba en su diario el 16 de septiembre, diciendo lo siguiente: “La limpieza de Stalingrado no adelanta más que a paso de tortuga, a pesar de que el adversario es débil y se muestra poco combativo... Si se pusiera un poco más de ímpetu, la ciudad caería en dos días”.
Goebbels se apresuró a declarar ante el pueblo alemán: “Stalingrado ya es prácticamente nuestro. Nuestras tropas liquidan en el nordeste de la ciudad los últimos grupos sitiados”. La única diferencia que aquello tuvo con Verdun fue que los niños y mujeres rusos luchaban codo con codo con los soldados. Los soldados rusos transformaron la derrota en victoria. Stalin supo sacrificar tres ejércitos en aquella maldita ciudad hasta el último hombre, para asestar a los alemanes el golpe final.
¿Que diría hoy en día el mundo de haber retirado Hitler al VI Ejército de Stalingrado en septiembre – octubre? A pesar de todo, es lo que debería haber hecho, según parece.
No duden señoras y señores que Hitler hubiera tomado aquella decisión de haber estado convenientemente informado. Pero no lo estuvo. Un año antes en noviembre y en Orcha, Halder reunió a todos los jefes de ejércitos y grupos de ejércitos para explicarles con seguridad que para tomar el petróleo del eje Maikop – Grozny tan necesario para continuar la guerra, había “que dirigirse por todos los medios hacia Stalingrado”. En junio – julio de 1942, Halder seguía rotundamente convencido de que esa era la decisión correcta, para que los ejércitos del Caúcaso no fueran aislados y cortados en dirección Rostov. Pero sorprendentemente Halder cambio de opinión. Bruscamente le dijo a Hitler que debía ordenar la retirada de Stalingrado del VI Ejército. Pero por aquel entonces ya estaban en Stalingrado ganando terreno poco a poco. Muy pronto los soviéticos vieron reducidos sus dominios a un puñado de metros cuadrados y sin esperanza alguna. Es sorprendente la actitud de Halder, parecía como si supiera lo que iba a ocurrir dos meses mas tarde. Todo hacía pensar que los alemanes acabarían triunfando en Stalingrado. Hitler ordenó el cese de Halder, que fue reemplazado por el general Zeizler.
Durante cuatro años, Halder, que quería asesinar a Hitler, (lo quiso hacer un par de veces con sus propias manos, cosa que Hitler ignoraba como imaginarán) y que lo odiaba profundamente, había trabajado al lado de Hitler. Se supone que Halder tenía conciencia ¿Como podía un hombre con conciencia, un soldado que había prestado juramento de fidelidad a Hitler dar muestras de tal duplicidad? ¿Como podemos creer que cumplió las órdenes de Hitler y que le aconsejó convenientemente? Su conciencia se acomodó a aquélla falsa apariencia, traicionó a su honor, a su Führer y lo que es peor, a su patria y a todos los alemanes de buena fe. Poco después fue acusado de conspirar contra el Estado y el gobierno y recluido en el campo de concentración de Dachau. Fue tratado correctamente por orden expresa de Hitler. Muchos de sus actos permanecerán encubiertos por las tinieblas para siempre.
En octubre el VI Ejército no se encontraba en una situación peligrosa. El 12 de septiembre, Hitler recibió a Paulus en Rastenburg, que no le pidió como se ha dicho que retirara a su ejército de Stalingrado, pero se mostró inquieto por su flanco izquierdo. Hitler se mostró de acuerdo con este, para tranquilizarlo le enseñó un informe de la sección Este del OKH, que demostraba que los rusos carecían de reservas. Tras el desastre de Stalingrado fue imposible descubrir la fuente del informe, cosa que parece inverosímil si se quiere ignorar la existencia de la Orquesta Roja y de los generales culpables de altas traiciones. Paulus regresó a su puesto de mando y tras la caída del distrito de Spartakovka y de la fabrica de tractores Dzerzhinki, le envió a Hitler un telegrama afirmando que Stalingrado sería tomada “el 10 de noviembre a más tardar”. Por entonces se acababan de dividir en dos las fuerzas de Chuikov. Hitler creyó en Paulus firmemente.