25-02-2013
Batalla desesperada para recordaer seria para mi lo que hizo Don Cosme Damian Churruca en el San Juan de Nepomuceno en Trafalgar........ no quiso que el barco se rindiera mientras estaba vivo y permaneciera disparando, pese a q los Ingleses estaban haciendo una carniceria abordo y no dejaban de disparar..... noble el buque, noble la tripulaciòn y sobre todo noble el Capitàn...... una batalla realmente desesperada.....
Algo de lo que escribio Benit Perez Galdos en Trafalgar....
"»Churruca era hombre religioso, porque era un
hombre superior. El 21, a las once de la mañana,
mandó subir toda la tropa y marinería; hizo que se
pusieran de rodillas, y dijo al capellán con solemne
acento: «Cumpla usted, padre, con su ministerio, y
absuelva a esos valientes que ignoran lo que les espera
en el combate». Concluída la ceremonia religiosa,
les mandó poner en pie, y hablando en tono
persuasivo y firme, exclamó: <¡Hijos míos: en
nombre de Dios, prometo la bienaventuranza al que
muera cumpliendo con sus deberes! Si alguno faltase
a ellos, le haré fusilar inmediatamente, y si escapase
a mis miradas o a las de los valientes oficiales
que tengo el honor de mandar, sus remordimientos
le seguirán mientras arrastre el resto de sus días miserable
y desgraciado».
»Esta arenga, tan elocuente como sencilla, que
hermanaba el cumplimiento del deber militar con la
idea religiosa, causó entusiasmo en toda la dotación
del Nepomuceno. ¡Qué lástima de valor! Todo se perdió
como un tesoro que cae al fondo del mar. Avistados
los ingleses, Churruca vio con el mayor desagrado
las primeras maniobras dispuestas por Villeneuve, y cuando éste hizo señales de que la escuadra
virase en redondo, lo cual, como todos saben, desconcertó
el orden de batalla, manifestó a su segundo
que ya consideraba perdida la acción con tan torpe
estrategia.
»El Nepomuceno vino a quedar al extremo de la línea.
Rompióse el fuego entre el Santa Ana y Royal
Sovereign, y sucesivamente todos los navíos fueron
entrando en el combate. Cinco navíos ingleses de la
división de Collingwood se dirigieron contra el San
Juan; pero dos de ellos siguieron adelante, y Churruca
no tuvo que hacer frente más que a fuerzas
triples.
»Nos sostuvimos enérgicamente contra tan superiores
enemigos hasta las dos de la tarde, sufriendo
mucho; pero devolviendo doble estrago a
nuestros contrarios. El grande espíritu de nuestro
heroico jefe parecía haberse comunicado a soldados
y marineros, y las maniobras, así como los disparos,
se hacían con una prontitud pasmosa.
ȃstos necesitaron nuevos refuerzos: necesitaron
seis contra uno. Volvieron los dos navíos que
nos habían atacado primero, y el Dreadnoght se puso
al costado del San Juan, para batirnos a medio tiro
de pistola. Figúrense ustedes el fuego de estos seis
colosos, vomitando balas y metralla sobre un buque
de 74 cañones.
»Entretanto, Churruca, que era nuestro pensamiento,
dirigía la acción con serenidad asombrosa.
Comprendiendo que la destreza había de suplir a la
fuerza, economizaba los tiros, y lo fiaba todo a la
buena puntería, consiguiendo así que cada bala hiciera
un estrago positivo en los enemigos. A todo
atendía, todo lo disponía, y la metralla y las balas
corrían sobre su cabeza, sin que una sola vez se in
mutara. Aquel hombre, débil y enfermizo, cuyo
hermoso y triste semblante no parecía nacido para
arrostrar escenas tan espantosas, nos infundía a todos
misterioso ardor sólo con el rayo de su mirada.
»Pero Dios no quiso que saliera vivo de la terrible
porfía. Viendo que no era posible hostilizar a un
navío que por la proa molestaba al San Juan impunemente,
fue él mismo a apuntar el cañón, y logró
desarbolar al contrario. Volvía al alcázar de popa,
cuando una, bala de cañón le alcanzó en la pierna
derecha, con tal acierto, que casi se la desprendió
del modo más doloroso por la parte alta del muslo.
Su decaimiento físico fue rapidísimo:
le vi esforzándose por erguir la cabeza, que se le
inclinaba sobre el pecho, le vi tratando de reanimar
con una sonrisa su semblante, cubierto ya de mortal
palidez, mientras con voz apenas alterada, exclamó:
«Esto no es nada. Siga el fuego».
Saluten