Guerra del amazonas (Colombia, Perú; 1932-33)

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20-05-2010

Mapa del area de operaciones

Por: Mariano Ospina Peña

La historia del Putumayo y la Amazonía colombiana es de descuidos, desidia, inoperancia y carencia casi absoluta de Estado. Una falta clara de política de fronteras de Colombia, permitió que la región selvática del sur, hasta el Caquetá, fuera considerada peruana a pesar de los títulos jurídicos que poseía Colombia. El Perú colonizaba mientras Colombia se afirmaba en documentos pero con escasa presencia.

Antecedentes

La traición y explotación económica fueron el diario vivir. Desde las altas esferas del gobierno de turno, estas vastas regiones fueron entregadas dolosamente para su explotación, sin que existiera ninguna clase de presencia del estado. Existen toda suerte de testimonios documentales, hay solicitudes para un comisario de policía que ayude a impedir los constantes abusos desde 1902. Hay acusaciones de la "entrega" de estos territorios en concesiones cuyo fin era traspasar los derechos a la Casa Arana del Perú, estas incluyen y prueban la participación directa de la familia del general Rafael Reyes y al mismo Reyes se le abrió una investigación por "traición a la patria", en consideración a esos mismos hechos, todos ocurridos durante su gobierno. Se demostró su participación y de otra serie de colombianos quienes estaban dispuestos, a cambio de sumas de dinero, entregar la soberanía a la nación vecina.

La decadencia de la quina impulsa a sus explotadores a continuar colonizando las zonas selváticas y dedicarse al caucho. Hacia 1880 el peruano Julio César Arana del Águila llega a la ciudad de Iquitos en el Departamento peruano de Loreto. En los años subsiguientes, Arana se convertirá en la punta de lanza para el despojo de grandes extensiones del territorio colombiano con un soterrado apoyo por el gobierno y las tropas del Perú. Ese despojo incluirá, el asesinato y destierro de cientos de colonos e industriales y de la esclavitud y asesinato de cuarenta mil aborígenes, todos de nacionalidad colombiana.

La falta de presencia institucional y demarcación precisa de límites permite la permanente violación de nuestra soberanía sin que haya ninguna clase de control estatal. Además se presentan permanentes violaciones contra los indígenas. Para 1900, Brasil viola nuestra soberanía y los peruanos esclavizan y asesinaban indígenas en la zona de Loreto.

El presidente Marco Fidel Suárez buscó eliminar los problemas fronterizos y Fabio Lozano Torrijos, Ministro Plenipotenciario en Lima, negoció el tratado Salomón-Lozano en 1922 y logró hacerlo ratificar por los dos países en 1928 por lo que en 1930 fueron entregadas las  tierras correspondientes a cada nación.

El tratado Salomón-Lozano había costado mucho trabajo culminar. En el Perú se rumoraba que el Presidente Leguía había recibido un soborno de siete millones de dólares de manos del negociador colombiano, Fabio Lozano. Estas afirmaciones, sin asidero, habían sido iniciadas por Luis Miguel Sánchez Cerro, militar que había derrocado el gobierno del Presidente Leguía, haciéndose al poder. El fin era iniciar rumores que desprestigiarán a su antecesor y el mismo tratado. Realmente era muy impopular en el Departamento de Loreto. Los loretanos acostumbrados a deambular, colonizar y explotar durante décadas, las regiones colombianas, se consideraban con derechos sobre nuestros territorios.

En el tratado Salomón-Lozano, a Colombia le correspondió el margen norte del río Putumayo y ambas en el Trapecio Amazónico que conocemos en la geografía nacional de hoy. Aún así perdimos enormes cantidades de territorio con los vecinos.

La Política del Perú

En contraste a la desidia colombiana sobre nuestras zonas selváticas, estaba la importancia que daban los peruanos. La ciudad de Leticia debe su nombre a Manuel Charón, un ingeniero de la Comisión Hidrográfica del Amazonas, entidad peruana fundada en 1867 para levantar modernas cartas de navegación de los ríos de la región oriental al mando del comodoro estadounidense John Randolph Tucker, veterano de la Guerra estadounidense de Secesión. Charón estaba enamorado de una joven de familia anglo-peruana, Leticia Smith Buitrón, hermana del secretario de la Comisión Hidrográfica. Leticia era la mujer más bella de Iquitos y Charón la trataba de enamorar con sus permanentes galanteos. Para los colegas norteamericanos de la Comisión, el nombre Leticia tenía un doble significado, además de ser la causa de los desvelos del ingeniero peruano, era también el nombre de la sobrina de uno de los oficiales. Esta otra, nieta de John Tyler, ex presidente de los Estados Unidos, llamada Leticia Tyler Shands, tan bella, que en 1861, fue quien izó la bandera de la Confederación de Estados Americanos en Alabama, durante la guerra civil en esa nación del norte. A pesar de que la localidad por decreto recibió el nombre de Ramón Castilla, se impuso el de Leticia por la insistencia de los comisionados ya que  ellos la ayudaron a fundar con el propósito de demarcar claramente al Brasil la frontera. Desafortunado Charón, perdió a un comerciante británico de Iquitos, a la bella Leticia Smith Buitrón.

En 1930, la Quinta Región de Montaña, era una unidad militar que tenía jurisdicción sobre el Loreto peruano. Estaba integrada por una división al mando del Coronel Oscar Ordóñez en el puerto Amazónico de Iquitos. Esta guarnición, en Iquitos, tenía un batallón mixto, un grupo de artillería, un batallón de ingenieros, un cuerpo de guardia civil compuesto por 400 hombres, una flotilla de guerra con base en Itaya, compuesta por un comando y los cañoneros América, Napo, Cahuapana, Iquitos y General Portillo. Además una flota aérea compuesta de comando, seis hidroaviones y cuatro aviones. Entre Iquitos y Leticia existía el puerto de Chimbote con una guarnición de cuarenta hombres. Además estaban otras guarniciones sobre el río Putumayo, limite entre ambas naciones.

Para que el lector puede hacer una comparación, la guarnición militar de Iquitos en la selva Amazónica del Perú, estando en tiempo de paz y desde donde se haría la guerra contra Colombia, triplicaba en elementos a la guarnición de Bogotá y la doblaba en hombres. La superioridad militar del Perú era manifiesta. Nuestro vecino tenía un historial y trayectoria militar que incluía conflictos con varios de sus vecinos. Sus fuerzas armadas para la época, alcanzaban más de diez y siete mil hombres. Tenía bien conformada una fuerza aérea y una marina de guerra con cruceros y destructores y modernos submarinos, recientemente adquiridos en los Estados Unidos.

En Leticia existían autoridades civiles peruanas y un capitán al mando de una compañía de tropas, todo bajo la bandera de Perú. Al ratificarse el tratado Salomón-Lozano en 1928, se acordó hacer la respectiva entrega de tierras y demarcaciones internacionales en 1930. Así el 17 de agosto de 1930, a las nueve de la mañana, la delegación del Perú, en cabeza del Coronel Temístocles Molina, Prefecto de Loreto y el Coronel Ordóñez y la delegación colombiana encabezada por el Coronel Luis Acevedo y el Subteniente Alfonso Pinzón Forero hacen entrega de los territorios correspondientes a cada nación. Ese día en solemne ceremonia, Leticia arrió la bandera peruana e izó la colombiana. Las tropas peruanas y autoridades civiles abandonaron el puerto y se trasladaron al otro lado del río, al punto denominado "Ramón Castillo".

Pero la inconformidad en el departamento peruano de Loreto fue enorme ya que sus pobladores durante décadas habían explotado y colonizado el territorio colombiano, sin objeción de las autoridades. Este traspaso generó mucho malestar en la vecina nación y en particular estaba el médico Enrique Vigil, dueño de la hacienda más grande y productiva de la zona, un ingenio azucarero llamado "La Victoria" que quedaba a veinte kilómetros de Leticia. Allí se producía además de azúcar, alcohol para abastecer el Departamento peruano de Loreto, además de explotar las maderas. Tenía unas ochocientas hectáreas de desmonte cultivadas en caña de azúcar cubana de primera calidad, una magnífica fábrica de alcohol y disponía de un gran aserradero. Tenía unos ochenta trabajadores, reservistas del ejército peruano que vivían en cómodos alojamientos. El administrador de la hacienda era el peruano Jorge Giles, gran conocedor de la selva y enemigo acérrimo del tratado de limites con Colombia. Este numeroso núcleo peruano constituía un permanente peligro para Leticia. Sin embargo los colombianos lograron, por un tiempo, mantener buenas relaciones con ellos.

Obviamente Enrique Vigil fue un gran perjudicado pues hasta 1930, La Victoria había estado localizada en territorio que ellos aducían peruano. A raíz de los tratados resultó ser colombiano. La producción de La Victoria se despachaba hacia Iquitos, puerto peruano sobre el Río Amazonas. Una vez colombiano el trapecio, los productos eran imposibles de comerciar en Colombia por las distancias desde Leticia y tampoco en Iquitos por los gravámenes de importación. De allí que a principios de 1932, Vigil ofreció la hacienda al gobierno colombiano en absurda cifra de ochenta mil pesos (la moneda colombiana estaba a la par con el dólar). El gobierno no aceptó la oferta y Vigil comenzó a tramar con algunos otros loretanos la retoma de Leticia, pero esto no fue un secreto, todos sabían que los loretanos urdían contra la soberanía colombiana. Abundantes informaciones diplomáticas, militares y administrativas le advirtieron al gobierno del peligro desde el 19 de enero de 1931.

La Presencia Colombiana

Para estas épocas, Leticia era un triste caserío (unas veinte chozas) de la cual la inmensa mayoría de colombianos jamás habían oído mencionar, ni siquiera sabían donde quedaba. Así a partir de 1930 ingresó en un programa nacional de colonización. Las Fuerzas Armadas fueron encargadas de estos programas y se despacharon unas pocas tropas. Ahora bajo la bandera tricolor, Abdón Villareal quedó como Comisario del Amazonas, Arístides Fernández como el primer Alcalde colombiano, 10 policías bajo ordenes del Comisario, un médico, el Dr. Talero Morales, la maestra Gabriela Marín, el Padre Bartolomé de Igualada, dos oficiales del Ejército, Coronel Luis Acevedo y Subteniente Alfonso Pinzón, sin tropas y varias familias de colonos que habían sido recogidos en las riberas de Amazonas por la comisión de colonización militar.

El Ejército, dentro de este programa de colonización militar, desde 1930 había creado tres pequeñas guarniciones en los puertos sobre el Río Putumayo, Puerto Ospina, La Tagua y Caucayá.

Puerto Ospina, es el segundo puerto sobre el Putumayo después de Puerto Asís, situado frente a la confluencia con el río San Miguel, frontera con el Ecuador y Perú. Allí quedó el subteniente Téllez con doce hombres e investido como autoridad civil. El segundo puesto de fronteras fue Caucayá y el cual se convirtió en la guarnición principal bajo el mando del Capitán Carlos Bejarano Muñoz con veinte hombres. En La Tagua, a un día de difícil camino a pie por entre la selva desde Caucayá se montó la tercera guarnición al mando del Teniente Diego Muñoz con doce soldados, en un caserío donde solo habían tres casas de yaripa y palma sin ningún servicio. Estas guarniciones debían desmontar el monte, crear cultivos, "colombianizar" a los nativos, mantener comunicaciones (fluviales con Florencia y Puerto Asís), formar reservas y la construcción de viviendas, barracas y oficinas.

Así Colombia inició la recuperación de los territorios selvaticos, con tres guarniciones, 44 soldados y 4 oficiales para la vigilancia y control de 1500 kilómetros sobre el río Putumayo y ciento setenta sobre el Amazonas.

El Rompimiento del Tratado

En agosto hubo una insurrección militar en la ciudad de Arequipa que fue secundada por las Fuerzas Militares del Perú. El Presidente Augusto Leguía fue depuesto e instalado Luis Miguel Sánchez Cerro. Leguía era quien había aceptado el tratado con Colombia y hasta el último momento de su gobierno, éste había sido respetado a cabalidad.

Con el nuevo presidente, General Luis Miguel Sánchez Cerro, los colombianos en las zonas selváticas, comenzaron a escuchar rumores insistentes de que las tropas peruanas desconocerían el Tratado Salomón-Lozano y atacarían Leticia. El 28 de agosto en las horas de la tarde arribó a la hacienda La Victoria, la cañonera peruana Iquitos al mando del Teniente Julio Elías. Fue recibida por el subteniente Alfonso Pinzón Forero del Ejército colombiano y autorizada atracar y acodear al buque "Nariño". El subteniente pasó al cañonero donde fue recibido cordialmente por el teniente peruano pero para su sorpresa Elías le informó que abordo traía al Coronel Temístocles Molina, quien venía desterrado del Perú a asilarse en Colombia, declarado como traidor por haber entregado los territorios canjeados en el tratado. A partir de esa fecha, se fue enrareciendo el ambiente en toda la frontera amazónica con el Perú.

El Ministro Plenipotenciario en Lima, Lozano Torrijos, escuchó de la gran inconformidad en Loreto contra el tratado. Sin creer que este pudiera ser roto por los vecinos peruanos, sugirió al gobierno de Bogotá, el envío de tropas y de cañoneros recién adquiridos en Inglaterra a Leticia. El gobierno del Presidente Olaya hizo caso omiso, pero sí envió dos de los tres nuevos cañoneros al río Putumayo, a cientos de kilómetros de distancia.

Los dos militares de Leticia, pidieron a Bogotá el envío de refuerzos con el fin de disuadir cualquier acción contra la población. Tardaron un año en llegar 50 hombres al mando del Teniente Virgilio Barco Céspedes y subteniente Carlos Ayerbe Arboleda. El subteniente Ayerbe fue nombrado para abrir una nueva guarnición en el tristemente celebre puerto de "El Encanto", otrora cede de La Casa Arana. Allí llegó con 15 hombres a su mando. El resto se fueron para Leticia donde la guarnición pasó de dos oficiales, a tres, y treinta y cinco hombres.

A finales de 1931, El subteniente Alfonso Pinzón Forero llegó a Caucayá, procedente de Bogotá, con un refuerzo de 27 hombres que se sumarían a los veinte que ya tenía el Capitán Bejarano.

Ese diciembre atracaron por primera vez los cañoneros fluviales, nuevos, rápidos, pequeños, bien artillados con cañones Bofor de 75mm. y ametralladoras Oerlikon antiaéreas, el Santa Marta y el Cartagena, fabricados en Inglaterra por la casa Yarrow. Para 1932, la colonización militar había logrado algunos avances. Tenían las dos cañoneras, más varias lanchas con motor fuera de borda, 4 guarniciones 7 oficiales y 120 hombres. Sin embargo era demasiado extenso el territorio a controlar y vigilar.

La Política del Gobierno Central en Bogotá

Ahora viene lo absurdo. El Ministro de Guerra Carlos Arango Vélez, ordenó el retiro del contingente de Leticia pues tanto rumor sobre una posible invasión peruana hacía que un contingente militar tan pequeño fuera posiblemente derrotado y con ello lograría el Perú un titulo en virtud de la Debellatio o derecho de la victoria en firme alcanzado por un ejército regular sobre otro (El Ministro estaba muy a la moda europea). Extraña actitud para un ministro de Guerra y Presidente de la República cuyos cargos obligan a la defensa de la soberanía. En lugar de reforzar la guarnición militar objeto de un posible ataque, la desguarnecen. De esta manera Leticia quedó apenas con una pequeña fuerza de policía.

Así en febrero de 1932 el Teniente Virgilio Barco Céspedes, comandante de la guarnición de Leticia, recibió la orden de replegar su unidad hasta "El Encanto", muy cerca de la guarnición peruana de Puerto Arturo y a más de 800 Km. de distancia.

Para 1932, el presidente Enrique Olaya Herrera ya con el sol a las espaldas, y cuya popularidad había decrecido ostensiblemente como consecuencia de los coletazos del "crash del 29" en la Bolsa de Nueva York y una violencia partidista grande en virtud a la transferencia de poder entre partidos políticos. Para Olaya los diferendos limítrofes con Perú no eran cosa nueva. En 1911 había tenido que sortear las difíciles situaciones ocurridas en el Combate de la Pedrera cuya solución dejó mucho que desear y le había costado el puesto de  Canciller.

En mayo, el Ministro de Guerra Arango Vélez fue reemplazado, sin previo aviso, en altas horas de la noche, lo que era poco menos que una destitución y por la puerta de atrás. Asumió el Ministerio Carlos Uribe Gaviria, el hijo de Rafael Uribe Uribe.

Según afirma Uribe Gaviria, recibió un Ejército en estado deplorable: el Estado Mayor General era un depósito de oficiales inválidos en lo físico y en lo intelectual; la fábrica de municiones no las producía; y el ejército ni siquiera servía para acompañar las procesiones religiosas porque los soldados andaban desarrapados. La verdad es que era una fuerza paupérrima de 6200 hombres.

En junio el nuevo Ministro de Guerra había querido volver a enviar las guarniciones militares al Amazonía y Putumayo con el fin de tener un pie de fuerza que defendiera la soberanía en la frontera sur. Así ordenó el desplazamiento de 50 hombres, al mando del Teniente Virgilio Barco Céspedes a Leticia, pero en forma sospechosa, nuevamente, ésta vez el Canciller Roberto Urdaneta Arbeláez se opuso, pues consideraba que ello traería "mal entendidos y  resentimiento con Perú". Al canciller le preocupaba el vecino con el cual las tropas colombianas ya se habían encontrado en dos oportunidades anteriores, 1829 en Portete de Tarqui y mucho más reciente, en junio de 1911 en La Pedrera, siempre por cuestiones limítrofes. De hecho, Urdaneta también propuso apostar policías, declarando en forma ingenua, que un asalto peruano "se arreglaría con tres notas diplomáticas".

Para entonces, como ha sido muy usual durante toda la historia colombiana, el país estaba totalmente desprotegido. El Ejército colombiano compuesto por 6000 hombres y 200 oficiales distribuidos en cinco brigadas combinadas, que no lo eran, pues no todas tenían caballería, artillería e ingenieros. Con este escaso pie de fuerza había necesidad de controlar el orden público alterado en Santander, Norte de Santander, Boyacá, Cundinamarca y Valle donde los partidos políticos se encontraba enfrentados. Por fortuna, unos años antes, el ejército a pesar de sus restricciones económicas había logrado adquirir 5.000 fusiles Máuser, 10 ametralladoras pesadas cal. 7mm Schwarzlose, 2 fusiles ametralladoras gemelos Madsen para la aviación, 2 fusiles ametralladores Madsen para infantería, 1.000 granadas para los cañones Ehrhardt, 8 aviones de observación y combate Wild, equipados con ametralladoras Darne, 4 aviones Curtiss, dos de ellos anfibios, 3 cañoneros, construidos por la Casa Yarrow y Co. Ltda de Inglaterra, equipados con cañones Bofor y ametralladoras Schwarzlose, de último modelo, y repuestos y accesorios para los fusiles y carabinas Máuser modelo 1912, de dotación del Ejército desde 1914.

A más de todo lo anterior, una purga que el gobierno consideró urgente pues era un ejército conservador. En agosto de 1932, Uribe Gaviria había dado de baja a 2 generales de 8, 3 coroneles de 18, 8 teniente coroneles de 34, 6 mayores de 45, 14 capitanes y 5 tenientes. 38 oficiales, ¡casi el 20% de la oficialidad!

En marzo de 1932, el General Amadeo Rodríguez es nombrado nuevo Jefe de Fronteras, cargo que asume en Florencia, Caquetá. Investido de amplias facultades y más importante, recursos suficientes, llegó para impulsar el desarrollo de la colonización, fomentar la navegación en los ríos Caquetá, Putumayo y Amazonas para enlazar las diferentes guarniciones y colonias agrícolas, establecer comercio entre ellas y abastecer las tropas que guarnecen las fronteras.

Continuara...

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20-05-2010

Parte II

La Toma de Leticia

Con violentos ataques dirigidos por Laureano Gómez, el conservatismo denunciaba atropellos de la policía liberal creada por Olaya. Al asumir en 1930, Olaya desconfiaba profundamente del Ejército. Decía que era un ejército conservador, lo cual probablemente era cierto, pues estos llevaban gobernando casi cuarenta años, así que implantó una policía liberal que comenzó a cometer toda suerte de atropellos y barbaridades. Todos estos factores van minando seriamente la gobernabilidad, pero cuando todo parecía que el Presidente Olaya estaba arrinconado, se le atraviesa milagrosamente el Perú:

El primero de septiembre de 1932, a las 5:40 de la mañana, el secretario de la alcaldía de Leticia estaba acabando de vestirse cuando sintió que algunas personas andaban en carrera suelta. El secretario, un huilense cincuentón, acudió a la puerta y vio a 12 civiles armados de carabinas que apuntaban a la casa de la vecina Nazareth Pinto. Cuando les preguntó qué querían, escuchó esta respuesta: "Somos peruanos que hemos venido a tomar a Leticia". Los intrusos rodearon la casa del funcionario y cuando se cercioraron que era colombiano lo llevaron preso al resguardo de aduanas. Allí se encontraban detenidos el intendente del Amazonas, Alfredo Villamil Fajardo, el administrador de aduana Alberto Prieto, los 18 colonos-policías asignados al puerto, otros empleados y particulares colombianos.

Roberto Arcila, oficial mayor de la Intendencia, había salido a las 5:35 de la mañana de su casa hacia la del peruano Adán Bermeo, situada a 30 metros de distancia. Como al llegar al frente de la puerta oyó detonaciones le dijo a Bermeo: "Estará el señor Uribe (el alcalde) dándoles instrucción de tiro a los colonos-policías?". Bermeo le contestó: "Qué polígonos ni qué instrucción de tiro. Los peruanos se nos entraron". En ese momento, Humberto Villacorta, juez de la vecina localidad peruana de Caballococha, le gritó: 'Venga aquí, Arcila, ríndase".

Los asaltantes, que dispararon muchos tiros pero no hirieron a nadie, no tuvieron mayores dificultades en apoderarse de la capital de la Intendencia esa madrugada del primero de septiembre. Armados con carabinas Winchester y fusiles Máuser que colocaban contra el pecho de los colombianos que iban encontrando en su camino, fueron haciendo la ronda de los funcionarios, que finalmente quedaron concentrados todos en la que se convirtió en cárcel provisional, la casa del comerciante italiano Fortunato Mauro, frente a la cual habían emplazado una ametralladora de cinta. No fue necesario usar los dos cañones que colocaron en la playa frente a Leticia.

Aparte de los 18 colonos-policías y del puñado de trabajadores municipales, las autoridades de Leticia incluían 18 empleados de la Intendencia, 1 telegrafista, 1 mecánico, 1 administrador de aduana y 3 guardas, así como 9 maestros. Nadie intentó oponerse a la invasión. Al telegrafista, el boyacense José María Plazas, que inicialmente aceptó recibir mensajes pero no enviarlos, lo amenazaron con una pistola en la sien para que transmitiera telegramas a Iquitos en los cuales se daba parte de victoria.

Los habitantes de Leticia reconocieron con facilidad a los cabecillas del asalto. El ingeniero Oscar H. Ordóñez de la Haza era conocido por sus visitas a la hacienda La Victoria y al segundo jefe, el alférez Juan de La Rosa, muchos lo habían visto antes en persona pues como comandante de la pequeña guarnición peruana de Chimbote, río arriba de Caballococha, era quien visaba los pasaportes de los viajeros que visitaban Iquitos o regresaban de ese puerto hacia Leticia. La Rosa, que participó en la toma no con su uniforme militar sino vestido de saco y pantalón oscuro y con sombrero de fieltro, marchó además con algunos de sus soldados. Los demás invasores eran civiles peruanos.

La ocupación por la fuerza sorprendió el día que se realizó, aunque no se puede decir que no la anunciaron los rumores. La maestra huilense asignada a La Victoria, lugar situado a pocos kilómetros del poblado de Leticia, supo por sus alumnos que el alférez La Rosa se iba a tomar el puerto. Los niños pintaban en sus cuadernos lanchas, cañones, soldados y fusiles y le pedían a la maestra que no les enseñara geografía de Colombia porque Leticia iba a ser de los peruanos. Los decires llegaron también a oídos del alcalde de Leticia, el socorrano Heriberto Uribe Guerrero. Un peruano le contó que el 28 de julio, día de la independencia peruana, se reunieron en una casa de Caballococha el ingeniero Ordóñez, el juez Humberto Villacorta, el alférez La Rosa y Jorge E. Giles, administrador de la hacienda La Victoria. En medio de las libaciones, hablaron del rescate de Leticia.

La Reacción Colombiana

El Presidente Olaya Herrera ingenuamente confía en las declaraciones del Presidente peruano quien culpa a los Apristas de la toma con el fin de desestabilizar su gobierno de facto. Espera pacientemente a que el Perú "desautorice" la toma y trata de mantener en secreto los hechos, los oculta del pueblo colombiano. Sin embargo ya para el cuatro de septiembre la noticia se filtra y debe hacer una declaración.

Ante los hechos el país fuertemente dividido, se unió. El líder conservador y jefe de la oposición, Laureano Gómez Castro desde el senado clamó "Paz, paz, paz en lo interior. Guerra, guerra, guerra en la frontera contra el enemigo felón".

Se hacía el milagro, se salvó Olaya. Los nueve millones de colombianos rodean y apoyan al presidente. El congreso autoriza la emisión de bonos por 10 millones de dólares para la defensa nacional. En un mes es suscrito en exceso y aparecen miles de manifestaciones de apoyo. César García Álvarez propuso que los casados, los viudos y quienes hubieran contraído matrimonio -un millón de personas estimaba él- regalaran sus argollas de oro que serían reemplazadas por otras de plata con la leyenda "Pro Patria". 400 kilos de oro se recaudaron por este medio.

Mientras en Bogotá se desarrollaba la parte política del conflicto que se iniciaba, en el sur, colonia militar del Puerto de Caucayá (hoy Puerto Leguizamo) sucedían preparativos para alertar las tropas del ataque peruano. Lógicamente no había medios de comunicación así que era necesario enviar emisarios.

Alfonso Pinzón Forero: El 3 de septiembre de 1932, al medio día, sentimos el ruido de motor de un avión, sobre Caucayá; en ese momento nos encontrábamos reunidos con los oficiales peruanos y naturalmente surgieron los comentarios. El teniente Cavero decía que posiblemente se trataba de un avión peruano de visita a las guarniciones de su país. Los colombianos convencidos de nuestra pobreza aérea militar, 6 ó 7 aviones Wild que era lo único que teníamos para instrucción de pilotos militares, en la base de Madrid, sin mayor autonomía de vuelo, desechamos la idea que el avión que se oía era nuestro. De pronto la nave aérea acuatizó frente a Caucayá y se acercó a la orilla de un pequeño muelle de madera construido sobre canoas.

Qué sorpresa y alegría la nuestra cuando vimos la bandera colombiana pintada en los flancos del avión y el nombre "CUCUTA". Se trataba de uno de los magníficos hidroaviones de la famosa Cía. Colombo-Alemana de transporte aéreo Scadta fundada en Barranquilla. Apareció en la puerta de la nave el Coronel Luis Acevedo y le seguían el Capitán Enrique Santamaría Mancini y el Capitán Alemán Hans Werner von Engel. No pudimos contener nuestra alegría y los vivas a Colombia.

Los oficiales peruanos se unieron a nosotros para darle la bienvenida al Coronel Acevedo y sus acompañantes. Los invitamos al casino y el coronel acompañado del capitán Carlos Bejarano, el Capitán Von Engel y los dos oficiales peruanos se dirigieron a ese lugar, detrás los seguimos el Capitán Santamaría y yo.

El Coronel Acevedo nos dijo que venía a establecer una línea aérea al Putumayo y Amazonas, para intercambiar servicios de sanidad, relato que hizo tranquilo y sin la menor manifestación de contrariedad. En cambio el Capitán Santamaría venia enardecido y me dijo al oído, quedándonos un poco atrás: "estamos en guerra con los peruanos. Se tomaron a Leticia, el Coronel ya les dirá detalles". Fuerte emoción sentí con la noticia.

Sin embargo controlé el enardecimiento que me contagió Santamaría. Pasaron por mi mente las horas de preocupación que afrontamos con el Coronel Acevedo dos años antes en Leticia, cuando el Mayor Sánchez Cerro tomó el poder en el Perú y corrían insistentes rumores que los peruanos se tomarían a Leticia y recuperarían el trapecio Amazónico.

También vino a mi memoria aquella visita que nos hizo en la hacienda "La Victoria" arriba de Leticia, el cañonero peruano "Iquitos" al mando del teniente Julio Elías, para hacernos entrega del Prefecto de Loreto (Gobernador) Coronel Temístocles Molina Derteano, desterrado por habernos entregado a Leticia.

En esa interesante visita del cañonero peruano, recordé igualmente al distinguido agente de la Policía Nacional Néstor Córdoba, quién formaba parte de la tripulación del buque colombiano "Nariño" y mantenía ferviente anhelo de cumplir la consigna impartida por el Coronel Acevedo, de encender la carga de dinamita y hundir el "Nariño", antes de dejarlo remolcar por los peruanos. Córdoba, oriundo del Departamento de Nariño, vivía obsesionado por cumplir esta consigna.

Ahora, en este 1º de septiembre de 1932, se convertía en realidad aquel propósito de los peruanos. Reunidos en el casino de oficiales, y después de almorzar, el Coronel Acevedo, se retira a descansar, fingiendo hallarse indispuesto por el vuelo. Los oficiales peruanos se retiraron inmediatamente y se dirigieron hacia la Waina-Capac a preparar su viaje a Puerto Asís, esa misma tarde. Momentos después el Coronel Acevedo reunió a los oficiales colombianos y nos comunicó que los peruanos se habían tomado a Leticia el 1º  de septiembre y por lo tanto nos hallábamos en estado de guerra con ese país e impartió las siguientes órdenes:

  1. Preparar el alistamiento para la defensa de Caucayá y la seguridad de la vía de comunicación con La Tagua. Por lo tanto debíamos movilizar al personal de colonos aptos para el manejo de armas y reforzar los cincuenta soldados que teníamos en Caucayá.

  2. Al Capitán Carlos Bejarano le ordenó trasladarse a La Tagua a recibir al señor Coronel Roberto D. Rico designado como nuevo Comandante de frontera quién viajaba en canoa y se encontraba a la altura de Curiplaya, sobre el río Caquetá, debiendo llegar a La Tagua al día siguiente.

El Capitán Bejarano debía preparar en ese puerto la recepción de una compañía de Infantería que viajaba al mando del Capitán Julio Guarín, procedente de Florencia con destino a Caucayá.

  1. Al teniente Alfonso Pinzón F., le ordenó que tan pronto decolara el avión hacia Puerto Asís a donde se dirigía, capturara la lancha Waina-Capac, a los oficiales y todo el personal a bordo de dicha embarcación y dar parte al Coronel Rico tan pronto llegara a Caucayá.

  2. El mismo día tres de septiembre, se entrevistaría con el señor General Rodríguez y dispondría la captura de la lancha Sinchirroca y el inmediato regreso al cañonero "Cartagena" a Caucayá.

Tan pronto el avión decoló cumplí la orden de abordar la Waina-Capac con un grupo de combate de 16 soldados, dando captura a los oficiales Del Águila, Cavero, un Sargento 1º. y 25 hombres de tripulación de la citada embarcación, quienes quedaron en tierra bajo rigurosa vigilancia.

A mediados de septiembre se inicia un intenso movimiento de tropas hacia la frontera. El Coronel Roberto D. Rico es trasladado como comandante a la guarnición de Caucayá y llega con el Capitán Julio Guarín una compañía de infantería de Florencia y otra compañía de Puerto Asís.

El día siete de septiembre el Intendente del Amazonas, Alfredo Villamil Fajardo, envió el siguiente informe al Presidente Olaya Herrera sobre los hechos acontecidos el primero de septiembre.

República de Colombia

Intendencia Nacional del Amazonas

Leticia

Benjamín Constant, Boca del Yavarí, Septiembre 7 de 1932.

Excelentísimo señor Presidente de la República. Bogotá.

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Confirmo a S.E., en todas sus partes, mis radiogramas y cables dirigidos a S.E., del primero de los corrientes en adelante, directamente unos y por conducto del Consulado General de Colombia en Manáos otros, por medio de los cuales he puesto en conocimiento de S.E. los gravísimos acontecimientos sucedidos en Leticia el primero del presente mes a las cinco y treinta y cinco de la mañana, los que a continuación paso a relatar a espacio a S.E.

Encontrándome en la fecha indicada, a la hora ya dicha, vestido en pijama, paseándome en el corredor de la casa intendencial, sobre la plaza de la población de Leticia, vi un grupo de 14 a 16 individuos que, con rifles al asalto, se dirigían hacia la Intendencia. Inmediatamente les di el grito: alto ahí! Quienes son ustedes?. En seguida el individuo que parecía comandarlos me respondió, echándose el rifle a la cara: está usted preso, en momentos en que me hacia un disparo. Inmediatamente di vuelta al otro corredor de la casa que queda al frente, 80 metros de por medio, del edificio de las escuelas públicas, en donde tienen su alojamiento los colonos policías y grité en alta voz, en momentos en que me lanzaba al patio con el fin de ganar la mencionada casa de la policía: A mí la policía!. La policía! Se entraron los peruanos! Acto continuo, brinqué sobre una reja o balaustrada que rodea la casa y al caer al otro lado, me encontré con cuatro individuos acostados entre el pasto que me esperaban con las carabinas sobre la cara, de los cuales me dispararon casi a quema-ropa los dos más próximos.

Le signifiqué al Ingeniero Ordóñez, que en nombre del Gobierno de Colombia, yo protestaba de la manera más altiva y enérgica del incidido atropello que se acababa de cometer en Leticia, población abierta, desguarnecida e indefensa a la cual no había llegado Colombia por asalto, sino mediante un solemne Tratado de Límites; que se sirviera hacerme saber cuanto antes, cuál era su pensamiento con respecto a las personas que nos encontrábamos prisioneras y que me permitía hacerle notar la necesidad de impedir, a todo trance, que sus subordinados fueran a embriagarse en aquellos momentos, pues él no podría impedir los excesos que en tal estado cometieran. Además, le exigí al señor Ordóñez, ordenara se me dejara ir a la casa a cambiarme de ropa.

...mientras me vestía, me dirigió la palabra diciéndome oiga usted señor Villamil: estos lamentables acontecimientos son la resultante de ese indigno tratado que firmó Leguía y "el cual no ha sido cumplido por Colombia".

Naturalmente, le hice presente a Ordóñez que durante ciento diez años habíamos alegado nuestros derechos sobre la región amazónica y que únicamente por un gran espíritu americanista era que Colombia había decidido transar el litigio,

!Leticia, dos de septiembre de 1932. -Consulbia. Manaos.- Ayer 5 y 30 mañana grupo elemento peruanos civiles bajo comando ingeniero Oscar Ordóñez y armados carabinas apoderáronse población Leticia apresando autoridades Stop. Hasta el momento totalidad habitantes población hemos gozado absolutas garantías y con Intendente y demás autoridades detenidas hace guardado respeto y hasta donde es posible consideraciones Stop Igualmente con fondos existentes Administración Hacienda Nacional que hanse custodiado con rigurosa escrupulosidad Stop Manifiéstame ingeniero Ordóñez tratase asunto puramente regional Stop Sírvase tranquilizar todas nuestras familias avisando Bogotá no ha ocurrido novedad en persona alguna.-Servidor, Alfredo Villamil Fajardo" un sello que dice Intendencia Nacional del Amazonas. Leticia. República de Colombia".

POBLACION COLOMBIANA DE LETICIA. -HOMBRES:- El primero de septiembre había en Leticia 33 colombianos así: 14 colonos policías (la nómina de los colonos-policías en esa fecha era de 17, pero 3 estaban en comisión) y el resto lo componían los funcionarios de la administración pública y unos pocos particulares. MUJERES Y NIÑOS.- El personal de mujeres y niños colombianos que había en Leticia el día del asalto era de 44. El resto de la población que llegaba a 450 almas, más o menos, era integrada por elementos peruanos. Dos días antes del asalto habían partido para Manaos a bordo del vapor Brasilero "Delio" once colombianos que fueron despachados por la Intendencia para tripular el vapor "Nariño".. El embarque de este personal no lo ignoraban los asaltantes, por cuanto alguno de los tripulantes del Nariño tenia su residencia en la isla de Ronda, frente a la hacienda de La Victoria que, como queda dicho arriba, fue el punto de concentración de los asaltantes.

He llegado al final de este informe, Excelentísimo Señor Presidente, y sólo me falta hablar de la firme y errónea persuasión que me acompañó hasta el último momento de que en Loreto se consideraba el tratado con Colombia como un hecho cumplido y que en manera alguna habría un núcleo suficiente de individuos irresponsables capaz de intentar una aventura, que bien comprendo, traerá graves complicaciones al Perú y en más o menos tiempo habrá de ser dominada y castigada dejando incólume el tratado entre Colombia y el Perú.

Soy de S.E. con el mayor respeto servidor muy atento,

Alfredo Villamil Fajardo (Fdo. y rubricado)

Intendente.

Continuara...

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