La Carcel de la Universidad de Stanford.
Los Psicologos ,Craig Haney, W. Curtis Banks y Philip Zimbardo hicieron el experimento del rol del prisionero y el carcelero: trabajaron con un grupo de estudiantes universitarios americanos en una notable simulación de la vida en prisión realizada en la Universidad de Stanford.
Empezaron el experimento, que tenía que durar tres semanas, en una prisión antigua que ya no se utilizaba como tal
.
De forma aleatoria seleccionaron un grupo que tenía que hacer de prisioneros de una prisión y otro que tenía que representar el rol de los guardas.
Los "guardianes" recibieron uniformes y bastones, y se les pidió que actuaran como carceleros.
Los que aceptaron ser prisioneros fueron arrestados sin previo aviso en sus domicilios o en el campus por la policía, que colaboró en el experimento.
Antes de ser conducidos a la cárcel fueron fichados en dependencias policiales; y una vez en prisión, desnudados, despiojados, vestidos con una especie de camisones y sin ropa interior, obligados a colocarse unas medias en la cabeza que simulara que la llevaban rapada y una cadena en el tobillo, calzados con unas chanclas de goma que les obligaban a caminar de forma artificial e identificados con números.
Los dos grupos de estudiantes, que originalmente mostraron ser muy similares en la mayoría de los aspectos, exhibieron impresionantes cambios en el curso de una semana.
Los prisioneros se mostraron pasivos, dependientes , desvalidos y desarrollaron una caída radical de su autoestima, depresión y muchos síntomas psicosomáticos.
Por contraste, los guardianes expresaron sentimientos de poder, status y pertenencia de grupo y desarrollaron actitudes autoritarias, caprichosas, humillantes y agresivas hacia sus compañeros que representaban el papel de presos.
Dentro de la prisión, eran abusivos y agresivos, insultando e intimidando a los presidiarios.
Algunos carceleros dijeron posteriormente que habían gozado de su poder, en tanto que otros confesaron que nunca habían pensado que podrían ser capaces de semejante conducta.
Se mostraron sorprendidos y consternados por lo que habían hecho: "Fue degradante... Para mí, todas esas cosas son morbosas. Pero ellos (los presidiarios) hicieron todo lo que les ordené. Se maltrataban entre sí porque yo se lo había pedido. Nadie cuestionó mi autoridad en absoluto".
Al final del primer día, los reos iniciaron una rebelión, sofocada brutalmente por los guardias.
Para hacerse valer usaron extintores y agredieron a los reclusos.
Y los guardias extremaron su celo.
Aplicaron una reglamentación salvaje. Mezclaron premios y castigos de forma aleatoria. Desnudaron a los prisioneros.
Dividieron a los reclusos entre buenos y malos: argumentaron que los malos eran delatores, perjudicaban a los buenos y merecían sus castigos. Durante la noche, creyendo que las cámaras estaban apagadas, muchos guardias extremaron la crueldad.
Al menos un tercio de ellos, según los psicólogos, parecía disfrutar con los castigos y practicaba conductas que los catalogaba como «sádicos». Un amplio número de funcionarios solicitó realizar horas extraordinarias, sin paga.
El recrudecimiento de los correctivos y su aparente arbitrariedad resquebrajó la psique de los presos.
Casi todos sufrieron trastornos del comportamiento. Algunos fueron liberados antes de tiempo. Otros pedían la «libertad condicional», olvidando, al menos en apariencia, que podían irse cuando quisieran.
Cuando su libertad era negada, aceptaban el resultado con resignada pasividad. Muchos actuaban como autómatas o zombis.
La situación llegó a ser tan dura que incluso Zimbardo comenzó a creerse su papel de director de la cárcel.
El experimento se puso tan mal que Zimbardo y colaboradores tuvieron que suspender el experimento antes de cumplirse la primera semana de las tres previstas.
En teoría, Zimbardo demostró la fuerza de la «obediencia debida» y el poder de sugestión de la autoridad, pero la idea previa de que sólo individuos con historiales violentos actuarían como verdugos quedó mermada.
Según el psicólogo, fueron las circunstancias las que hicieron de los participantes unos monstruos.
También resultaba claro que, ante una situación de violencia, la mayoría de las personas no reaccionaba como héroes.
Preferían someterse a la injusticia y evitar sanciones, incluso con perjuicio de sus compañeros.
Sin ningún entrenamiento especial y en sólo seis días, convirtió a un grupo de típicos estudiantes universitarios en guardianes dominantes y abusivos, y en serviles presidiarios.
Fuente:La psicología del encarcelamiento: privación, poder y patología. Zimbardo,P.J.; Haney,C.; Banks,W.C. y Jaffe,D. (1973).