A principios de mayo de 1.982, el Estado Mayor Naval analizó la posibilidad de emplear misiles Exocet MM-38 para detener la acción de los barcos de guerra británicos, que sistemáticamente efectuaban un persistente cañoneo naval nocturno sobre las posiciones argentinas.
Como dichos misiles están diseñados para el combate entre buques (mar-mar), se encomendó al capitán Julio Pérez y un grupo de colaboradores de Puerto Belgrano, que desarrollase los equipos que permitieran lanzar dichos Exocet desde instalaciones terrestres de las Malvinas.
Para llevar a cabo esta empresa, sin antecedentes en el mundo, había que vencer numerosas dificultades.El tiempo necesario para desmontar los misiles y su compleja instalación de un buque era demasiado grande, considerando la urgencia en detener el
bombardeo naval. Por lo tanto, debió prepararse todo un sistema nuevo que fuese
transportable; compuesto por un dispositivo que simulase las señales eléctricas de control que la verdadera computadora de a bordo enviaba al misil en su montaje original, una plataforma inercial de lanzamiento terrestre, un sistema de detección del blanco, un carretón para transportar los misiles y un grupo electrógeno para proveer la alimentación eléctrica.
Esta serie de equipos debieron fabricarse velozmente, utilizando los componentes normales que pueden hallarse en un taller naval, lo que ocasionó que la instalación resultase mucho mas grande que lo necesario. Finalmente el personal técnico, los equipos descriptos y los contenedores de los misiles llegaron a Puerto Argentino el 31 de mayo a bordo de aviones Hércules.
Rápidamente el Apostadero Naval Malvinas comenzó a colaborar con el proyecto. Se instalaron los equipos en la calle que se encontraba frente al mismo, disimulando su presencia con sistemas de enmascaramiento. Los componentes se dispersaron y se ubicaron lejos del lugar de lanzamiento, para que en las imágenes que tomaban los aviones y satélites no se descubriera lo que se estaba preparando. Se ordenó el mas estricto secreto sobre la operación, pues se tenía la sospecha de que los kelpers enviaban información a los británicos. Asimismo se dispuso una estricta guardia sobre
los equipos, pues constituian un apetecible blanco para un ataque de comandos enemigos.
Analizada la situación, se llegó a la conclusión de que el armado de la instalación misilística debía comenzarse al anochecer con el mayor sigilo y que el mejor sitio para emplazar la plataforma de lanzamiento era en el camino que atravesaba el istmo que vinculaba la penísula del aeropuerto con el resto de la isla, como puede verse en el plano respectivo. Para obtener información precisa de la ubicación de los buques a batir, se disponía de un radar antipersonal del Ejército. Los datos que brindaba el
mismo debían convertirse en determinados valores de tensión, que se ajustaban con potenciómetros para lograr la correcta programación del misil.
Para lograr un lanzamiento exitoso debían cumplimentarse una serie de pasos que pasamos a describir. En primer lugar, alrededor de las 18:30 se instalaba el radar y la
plataforma inercial de lanzamiento, que por pesar 6.000 kg demandaba casi una hora de trabajo para poder ser nivelada, ubicada en la dirección correcta de disparo y afirmada con sus zapatas de fijación, dado que estas maniobras se realizaban utilizando sólo la fuerza muscular de los conscriptos del Apostadero. Luego, cerca de las 20:00 arribaba el carretón con los contenedores de los misiles y una grúa autopropulsada que se usaba para levantar los contenedores, que pesaban 1.800 kg cada uno, y ubicarlos sobre la plataforma de lanzamiento, después de lo cual se los fijaba a la misma.
Finalmente, alrededor de las 20:30 llegaba el grupo electrógeno y se procedía a realizar el cableado de todos los equipos. Una vez verificada la instalación, se arrancaba el grupo electrógeno y así quedaba todo listo para el disparo de los Exocet MM-38.
A partir de entonces había que aguardar que alguno de los buques que realizaban el bombardeo nocturno, pasase por delante de la instalación misilística. De no ser así, se desmontaba todo antes de que amaneciera.
El 1 de junio se presentó la primera oportunidad. En el primer intento falló la ignición del propulsor del misil, por causas que no pudieron determinarse. Rápidamente se preparó el disparo del segundo misil, que partió con una trayectoria incorrecta por errores originados en el apuro de efectuar el disparo antes de que se aleje el barco enemigo.
En los días siguientes se suspendieron las operaciones por falta de misiles. Recién el 5 de junio un Hércules trajo dos nuevos Exocet desde el continente. A partir de entonces, todas las noches se repetía la maniobra de armado de la instalación, espera de la presa y posterior desmontaje. El autor de esta página participó de esas largas noches de tensa espera, en las cuales los barcos enemigos no se dignaban a cruzar la línea de tiro.
Finalmente el 12 de junio se presentó la ocasión largamente esperada. Esa noche el radar detectó que un buque británico había ingresado en la zona de alcance de los misiles. Rápidamente se ejecutaron todos los pasos para el disparo del Exocet, que esta vez salió correctamente orientado e impactó en el blanco luego de algunos minutos que parecieron interminables, originando un gran resplandor que aseguraba el éxito obtenido. Esta acción quedó grabada por Carlos Ríes Centeno, productor del programa de televisión "La aventura del hombre", que a la sazón operaba el radar antipersonal.
Según pudo saberse meses mas tarde de fuentes británicas, el barco alcanzado era el HMS Glamorgan y el impacto fue recibido en la popa del mismo, pues su oficial de guardia ordenó una oportuna maniobra de giro a estribor al ver la estela del misil que se acercaba, evitando así que el impacto se produjese en el centro del barco. Según esas fuentes, en la acción murieron 13 personas y 22 resultaron heridas. El buque no se hundió pero quedó fuera de combate, por lo que no pudo volver a atacar las posiciones argentinas.
El éxito logrado tuvo una amplia repercusión en los altos mandos navales de todo el mundo. Después de la caída de Puerto Argentino, los británicos realizaron un profundo análisis de la instalación misilística que quedó en las islas, asombrándose de que con esos medios improvisados se haya logrado poner fuera de combate a un navío de guerra tan poderoso.
Tomado de http://www.aposmalvinas.com.ar