"¡¡Guardias!!...¡¡ En pie !!"

Heinz von Westernhagen

11-04-2012

“¡GUARDIAS!...¡EN PIE!”

Esta es una de las famosas frases que quedarán para siempre registradas en los libros de historia militar. La pronunció durante las últimas fases de la batalla de Waterloo el Mayor General Sir Peregrine Maitland, al mando de la Brigada de Guardias a pie británicos. Y es que hoy vamos a hablar de un hecho que trajo una consecuencia, y una vez comentado éste, pasaremos a hacer la preguntita...¿el combate a fuego era determinante en la época del mosquete?. O, mejor dicho...¿Era efectivo el fuego del mosquete en combate, o para ello debían de intervenir también una serie de factores añadidos?...

Maitland.

Las batallas libradas en aquellos tiempos en los que la infantería avanzaba en bloque, armada de mosquete, sable y bayoneta; han sido para mí un pozo de preguntas, acostumbrado a otro tipo de batallas más modernas. Cuando leo algo al respecto, me pongo en la piel de los soldados de a pie...y la sensación que tengo, desde luego, no es nada agradable.

IMAGINEMOS...

¡Eso, eso!...¡ imaginemos!... Un batallón marchando sobre el campo de batalla, diezmado por la artillería; llegando hasta unos metros de sus oponentes consiguiendo mantener la apretada formación y preparándose para una lucha cuerpo a cuerpo.

Tras un cruce de disparos (lo que se llama combate a fuego) a una distancia muy corta, las bayonetas, con su terrible impacto sicológico, eran la que solían decidir el resultado de la lucha. Podían suceder varias cosas: que el combate a fuego fuera terrible y uno de los dos bandos se retirara al no poder asumir las bajas causadas por los mosquetes enemigos o que, después de ese intercambio de tiros, hubiera una carga a la bayoneta. En cualquier caso, la fuerza más disciplinada, la que más aguantara el tipo y no emprendiera la desbandada, era la ganadora en el terreno. Por supuesto, entendiendo que las fuerzas enfrentadas a fuego fueran similares en cuanto a número de contendientes.

CONTEMOS LO DE MAITLAND...

Pues nos trasladamos al campo de batalla del Mont Sant-Jean, conocido posteriormente como el campo de Batalla de Waterloo. No hablaremos de esa batalla, pero sí diremos que se produjo en un frente muy reducido para lo que era costumbre en la época (unos 4 kilómetros) y que las bajas de los bandos protagonistas fueron verdaderamente elevadas, muriendo muchos hombres en los dos años siguientes debido a las heridas recibidas.

En los últimos coletazos de la batalla, Napoleón ordena avanzar a la Guardia Imperial, (en realidad, a la Guardia media), su fuerza de élite (que hasta el momento no había entrado en combate, por lo que estaba fresquita y reposada). Quiere acabar de una vez por todas con la tenaz resistencia que las fuerzas aliadas, al mando de Wellington, están ofreciendo desde las elevaciones. “L’Empereur” cree que éstos deben estar machacados y extenuados después de las cargas de caballería francesa y del permanente bombardeo de los cerca de 250 cañones que ha colocado apuntando hacia ellos...como es lo normal.

No se aparta mucho de la realidad. Los regimientos aliados están diezmados y las horas de combate han hecho mella en algunos batallones y compañías, que han tomado las de Villadiego por la carretera de Bruselas sin avisar a Wellington. La experiencia guerrera de Napoleón le dice que hay que actuar rápido, porque los prusianos de Blücher se encuentran dando la lata por el flanco derecho y necesita una victoria: contundente... y ¡ya!.

La ingente masa de hombres de la Guardia Imperial, entre vivas a Napoleón y voces de ánimo, comienza a subir la loma que está situada delante de ellos, en donde están situadas las posiciones aliadas. Los cinco batallones de cabeza (cerca de 4.500 franceses) ocupan un frente de cerca de un kilómetro, avanzando escalonadamente al sonido de sus tambores y pífanos, gritando con toda la fuerza de sus pulmones: “¡ Vive L’Empereur!”,  y: “¡ A por ellos, chicos!”.  Detrás, otros cuatro batallones. Hay estudiosos del tema que no se ponen de acuerdo en la formación utilizada para el avance: últimamente se afirma que los batallones subieron en cuadro, no en columna de batallón; pero eso, los aliados no lo distinguieron bien entre el denso humo que cubría el campo de batalla. Sólo veían un kilómetro de frente lleno de enemigos que iban “a por todas” en densas formaciones. Pensad en lo que sentiríais si veis avanzar tan tremendo y vociferante bloque erizado de bayonetas, mostachos, coletas y aros de plata en las orejas, hacia vosotros. Sobre todo, sabiendo que la Guardia Imperial nunca ha perdido jamás una batalla.

La Guardia Imperial francesa

Enfrente, las tropas disponibles más importantes son la Brigada de Maitland, la de Adam, la de Halkett, Von Krause, y los de Brunswick. Unos en primera línea y otros, en escalones secundarios. Unos hombres que, desde el principio de la batalla, han pasado las suyas defendiéndose de los coraceros y tragando balas de cañón de 12 y 8 libras. Los Guardias de Maitland han recibido la orden de ponerse cuerpo a tierra detrás de la cresta de la loma, para protegerse mejor del diluvio artillero con el que los franceses les llevan obsequiando durante todo el día. Están fatigados, sedientos y bastante dubitativos en relación al resultado de la batalla.

Avance Guardia Imperial.

Cañón de doce libras francés

Los batallones de la Guardia Imperial comienzan a ser blanco de las pocas piezas artilleras aliadas que todavía están en condiciones de disparar, con sus municiones contadas. Los franceses llevan cañones de 8 libras con ellos, para tirar contra las formaciones enemigas, y también les atizan con sus proyectiles. Por el flanco derecho, el avance se detiene incomprensiblemente y comienza un combate a fuego. Parte de las fuerzas aliadas en ese lado se desmoronan. Hay batallones que, al ver el avance de los franceses, se piran, así, sin más. Pero dejemos este flanco y vayamos al centro del combate.

Delante de las brigadas de Maitland, Adam y Halkett aparecen los dos batallones del 3º Regimiento de Cazadores de la Guardia Media. Una masa de cerca de mil cien hombres que tienen sobre sus espaldas ese halo de invencibilidad. Por la izquierda, se aproxima el 4º Regimiento de Cazadores de la Guardia Media... cerca de novecientos hombres.

Maitland tiene unos 1.500 hombres, 2.500 Adam y Halkett unos 1.000, formados en un frente de cuatro líneas: por lo que se puede suponer que presentaban unos mil hombres en la primera línea. La desproporción de números es apabullante: cerca de cinco mil británicos contra cerca de dos mil franceses. Desde luego, uno puede pensar que es una locura enviar tan pocos hombres para romper la probada línea de fuego británica. Pero, probablemente, Napoleón ( que tenía prisa por conseguir la victoria) jugó la baza sicológica de enviar a la Guardia Imperial (“Los invencibles”, como les llamaban) contra los baqueteados británicos, para apabullarles con su parafernalia (el avance a voces, con vivas al Emperador, los tambores redoblando) y el mito de no haber sido nunca derrotados. Pero ahí, “L’Empereur” parece que se equivocó.

La Brigada de Guardias de Maitland y el 52º Regimiento de infantería  británico van a ser los protagonistas de lo que a continuación va a ocurrir. Luego, en la posterior persecución, se incorporarían varias unidades.

A diferencia de los otros efectivos aliados, que comienzan una “ofensiva inversa” al ver subir poco a poco a la Guardia Imperial, los británicos de Maitland (ya fuera porque estaban muy cansados o porque temían más los castigos de sus oficiales y suboficiales que el enfrentarse a los mostachudos franceses), permanecen en sus puestos con la orden de tener los mosquetes preparados y las bayonetas caladas. Cuando la marabunta enemiga llega a unos cuarenta metros de distancia, dándose esos gritos de ánimo y con esas caras de mala leche, Wellington dice la famosa frase de “¡Maitland!...¡Ahora os toca a vos!”, y éste pronuncia la también famosa: “¡Guardias, en pie!” (o algo así), ordenando una descarga general cerrada y un posterior fuego a discreción, en una acción que dura diez minutos.

En el primer minuto los británicos, ayudados por una batería que afortunadamente estaba situada a unos sesenta metros de los atacantes (la del capitán Napier), causan 300 bajas a los franceses. Los 1.500 mosquetes disparando a la vez, a cuarenta metros causaron un 27% de bajas al 3º Regimiento de Cazadores de la Guardia, junto con la descarga de la artillería.

Los dos batallones del 3º Regimiento de Cazadores mantienen el fuego contra los británicos. Pero algo pasa en sus filas. Maitland cree ver su oportunidad al sospechar que los franceses están cruzando ese umbral que es el aguantar o no durante un combate. Ordena una carga a la bayoneta y eso supera a los franceses, que comienzan a retroceder

Por su parte, el 4º Regimiento de Cazadores de la Guardia Imperial, diezmado por los combates de los días anteriores, aparece delante del 52º Regimiento de Infantería de Línea británico de Sir John Colborne. Los dos batallones que componen el 4º avanzan formando un solo cuadro, con unos efectivos de 800-900 hombres. El 52º dispone de unos mil mosquetes y también se encuentra “un poco cansado”, después de todo lo sucedido durante el día. Pero también, incomprensiblemente, los franceses se detienen a menos de cuarenta metros de los británicos y comienzan un combate a fuego, en vez de cargar a la bayoneta.

Estos parones de los batallones de la Guardia Imperial ante las líneas británicas son las que hacen sospechar a varios historiadores que la formación utilizada era el cuadro (lógica, si se querían proteger de la caballería británica en su avance, que ya les había dado alguna sorpresilla), y que hizo perder un tiempo precioso a los franceses mientras intentaban reorganizar su formación en filas para el combate a fuego y posterior asalto.

Pues bien: en los cinco terribles y estruendosos minutos que siguieron, con el frente llenándose el humo producido por los mosquetes, los británicos del 52º tuvieron...¡Sólo 150 bajas!...es decir, 30 por minuto...en una masa de mil hombres formada en cuatro filas de 250 individuos. Si suponemos que los muchachos del 4º de Cazadores, en cuadro, tenían un frente de doscientos hombres y éstos lograran hacer dos disparos por minuto, el total de balas disparadas en cinco minutos fueron de 2.000, y de esas 2.000, a menos de cincuenta metros de distancia sólo acertaron el blanco el 7,5 % de todas ellas. Repito, suponiendo que el cuadro francés sólo ofreciera un frente, cosa que es improbable porque está demostrado que se maniobró para intentar formar una línea de fuego. Si añadimos otros cien hombres a los doscientos que teníamos, el total de balas disparadas serían de 3.000 y el porcentaje de aciertos, de un 5%.

Hay que repetir que los batallones involucrados en este avance pertenecían a la Guardia Media, formados apresuradamente y sin los estándares de otras épocas. La mayoría de los soldados eran bisoños y venían de otras unidades, siendo veteranos muy pocos de ellos. Si se hubieran utilizado los batallones de la Vieja Guardia, bragados como ellos sólos (lo demostraron en Plancenoit ante los prusianos, al tomar el pueblo a paso de carga con la bayoneta calada; cerrando filas y sin hacer caso del fuego de mosquetería), tal vez otro gallo hubiera cantado en esos momentos. Pero lo que está claro es que los batallones de Cazadores no aguantaron la presión y se derrumbaron.

Al ver que el 4º de Cazadores duda, se estorba en sus maniobras y hace amagos de retroceder ante el fuego británico, el comandante del 52º, Sir John Colborne no se lo piensa y ordena a sus muchachos una carga a la bayoneta (hip, hip, hurra). Los batallones de la Guardia Imperial que seguían dándole al mosquete por el flanco derecho, no se lo creen. La gloriosa caballería británica se une a la fiesta, al igual que el resto de las unidades aliadas, a una orden de Wellington. Eso es demasiado para los guardias imperiales, que comienzan a desbandarse haciendo que cunda el pánico entre las filas traseras. “¡La Garde recule!”, “¡Mon Dieu !”, decían los asombrados soldados franceses que estaban esperando expectantes a que la Guardia Imperial destrozara a los británicos. Una “debacle”, usando una palabra ”a la mode”. El final ya lo sabéis: lo de “¡La Guardia se rinde, pero no muere!”, del General Cambronne y todo lo demás; incluyendo el “¡Merde!”. 

“Le General” Cambronne...

Cambronne dando su respuesta...

Este combate a fuego y la posterior carga con arma blanca consiguió desbaratar por completo el ataque de la Guardia Imperial. Pero no la destrozó. De hecho, se reorganizó de nuevo, formó cuadros en la llanura mientras protegía la retirada de las demás tropas y combatió hasta su rendición, aniquilación o huída.

LOS MOSQUETES

Los diferentes mosquetes usados durante las guerras Napoleónicas tenían una velocidad de disparo muy baja. Hay fuentes que citan entre cuatro y cinco disparos por minuto en un infante entrenado: pero esto, cualquiera que haya disparado con un bello armatoste de esos sabe que es muy relativo. Casi vamos a dejarlo en unos dos por minuto, teniendo en cuenta los nervios, el cansancio y demás zarandajas propias de un combate. Los puntos de mira eran básicos (en el caso de que los mosquetes los tuvieran) y la precisión era nula a partir de unos setenta metros (imagináos el frente lleno del humo de los disparos, sin poder ver al enemigo), por lo que muchas veces lo que se hacía era ordenar el fuego a discreción después de las primeras descargas...y a ver si había suerte de causar bajas en la cercana masa contraria, saturando sus líneas con un diluvio de balas. Se ha calculado que de cien disparos efectuados por un infante, sólo uno daba en el blanco...y podemos hacernos una idea de la nube de humo que debía flotar en el ambiente.

Mosquete Brown Bess británico

La escasa cantidad de munición llevada por los soldados en las cartucheras (de veinte a treinta disparos) para toda una batalla, indica que no se confiaba mucho en los combates a fuego. Aunque se tuvieran suministros de cartuchos a disposición en los escalones posteriores. Un fusilero británico comentó que durante toda la batalla de Warterloo, él había disparado sesenta cartuchos. Se fiaba más en los ataques de caballería y en la artillería para deshacer las masas contrarias, siendo el intercambio de disparos y la amenaza de un ataque a la bayoneta la última baza. En Waterloo, y me refiero al combate en campo abierto, no en posiciones fortificadas y en poblaciones, el combate a fuego fue prácticamente puntual (el ataque de D’Erlon y el de la Guardia Imperial): siendo las reinas del campo la artillería y las cargas masivas de caballería.

Mosquete Mod. 1777 francés, corrigée, AN IX

Es interesante leer las vivencias de los soldados supervivientes de la batalla. En comparación con el número de bajas totales, las producidas por mosquetes fueron mucho, mucho menores que aquellas producto de la artillería con sus balas y botes de metralla, y los sablazos y lanzazos de la caballería.

EL COMBATE A FUEGO

Para manejar un mosquete en condiciones era necesario un entrenamiento que muchas veces los infantes no tenían. Ya no hablemos de la capacidad de hacer blanco a cincuenta metros en una silueta humana. Me acuerdo de leer que un soldado francés efectuaba con su mosquete...¡de cuatro a cinco disparos! durante todo su entrenamiento, considerándose que con esa cantidad ya era un experto fusilero. ¡Vigen santa!.

Durante la batalla de la llanura de Abraham en Septiembre de 1759 (en los llanos que se extienden ante Québec), los británicos mandados por el General Wolfe se enfrentaron a los franceses capitaneados por Montcalm. Un número similar de hombres por bando, unos 4.000. La batalla en sí no duró más de quince minutos, durante los cuales franceses y británicos mantuvieron sus posiciones atizándose mutuamente con sus disparos de mosquetería a la distancia de... ¡ unos 20 metros!. Vamos: que ni tirándose pedradas. Los británicos llevaban 24 cartuchos en sus morrales y Wolfe había mandado cebar los mosquetes con doble bala para asegurar impactos. Al final, los soldados franceses se retiraron del campo de batalla hacia la ciudad (tenían menos tropas profesionales), dejando sólo unas pocas bajas más en el terreno que sus homólogos casacas rojas, muchas de las cuales fueron producto de disparos de las pocas piezas artilleras que se lograron emplazar. Las bajas, según las fuentes, rondan entre los 1.400 muertos y heridos de los ingleses (desconociendo las francesas), hasta las que hablan de cerca de 130 muertos y 600 heridos de los franceses por unos 60 muertos y 650 heridos de los ingleses. Los franceses no aguantaron y se retiraron. Québec tardaría en ser tomada.

La formación táctica a usar sí que era importante a la hora de entablar un combate a fuego. Esto lo supieron pronto los británicos, formando a sus batallones en dos líneas para mantener un ritmo sostenido de disparos, e incluso a veces en tres líneas; turnándose las dos primeras para disparar alternativamente mientras la tercera cargaba los mosquetes. Los franceses no avanzaron tácticamente en cuanto a formaciones elásticas que ofrecieran un mayor número de mosquetes a lo largo del frente, inutilizando así el potencial numérico de sus armas de fuego. En Waterloo, y debido al peligro de las cargas de caballería francesas, la formación británica era de cuatro líneas para poder hacer rápidamente un cuadro si veían acercarse a los temibles coraceros.

Coraceros a la carga...

...Y la coraza de uno de ellos que está en el Museo de Waterloo...¡Buf!...

Por otro lado, el nivel de profesionalidad de los soldados, su disciplina y su motivación también tiene su influencia. El soldado bisoño era muy peligroso porque en cualquier momento podría dar la vuelta y echar a correr, haciendo que cundiera el pánico entre el resto de novatos de las filas. Evidentemente, los veteranos al ver semejante carrera hacia la retaguardia, se lo pensarían muy poquito antes de acompañarles. Héroes, los justos. Por eso, era muy importante el intercalamiento de los dos tipos de combatientes. Y una disciplina feroz.

De todas formas hay que tenerlos muy puestos para estar en una formación, teniendo enfrente, a pocos metros, a unos tipos que también te apuntan con sus mosquetes y que están en un tris de dispararlos; pensando en si tendrás suerte y los que tienes delante de ti no serán por casualidad miopes.

Resumiendo: en un combate a fuego, el mosquete hace pupa; pero al final, el que más aguanta y no se amilana es el ganador...¿o no?.

(Que me perdonen los puristas por no poner los diferentes tipos de acentos en las palabras francesas)...

Un saludo!!

Fuentes:

Imágenes extraídas de San Google.

Libros:

“La Batalla. Historia de Waterloo”. Alessandro Barbero. Ediciones Destino, S.A., 2004

“Wellington y Napoleón”. Andrew Roberts.

“Waterloo”. Peter Hofschroër. Editorial Ariel-Grandes Batallas. 1ª Edición Nov. 2005

“Waterloo 1815”. Osprey Military, Nº 9. Ejércitos y Batallas.

Enlaces:

http://www.britishbattles.com/waterloo/waterloo-june-1815.htm

http://napoleonistyka.atspace.com/Imperial_Guard_at_Waterloo.htm

http://www.hexwar.com/secure/games/napoleons-last-battles/common/myths.html

http://napolun.com/mirror/napoleonistyka.atspace.com/Imperial_Guard_at_Waterloo.htm

http://en.wikipedia.org/wiki/Battle_of_the_Plains_of_Abraham

http://www.britishbattles.com/battle-of-quebec.htm

http://www.militaryheritage.com/quebec1.htm

Topp

12-04-2012

Había que tener un par de pelotas para aguantar una rociada de plomo a corta distancia de un enemigo al que le distingues el color de sus ojos y pararte a recargar tu mosquete

Normalmente los cuadros de infantes se paraban a unos cincuenta metros y comenzaban a dispararse salvas. Los caidos de las primeras líneas eran sustituidos por los de atrás y así conseguían mantener el ritmo de dichas salvas. La lucha a bayoneta era rara en ese tipo de combate, normalmente uno de los bandos abandonaba el campo cuando su cuadro estaba muy mermado o cuando huía descaradamente. La bayoneta era más empleada para defenderse de la caballería, de ahí la longitud del conjunto mosquete-bayoneta. El contadas ocasiones como la defensa de una posición, el desalojo de la misma o para desbaratar una formación a la que le falta un pelo para "salir por patas" era usada la bayoneta en una lucha de infante contra infante.

Eso acabó con los fusiles de percusión y la temible bala Minnié. Esta bala causaba tales destrozos en el cuerpo humano que las distancias a la que se disparaban los infantes se fueron espaciando cada vez más. un disparo equivalía a la muerte casi segura o a la amputación de un miembro si te había rozado un hueso. Recordad durante la Batalla de Gettysburg la famosa "Carga de Pickett": casi trece mil confederados atacaron la posición unionista y solo volvió la mitad. Es decir, en un rato murieron casi siete mil hombres debido al fuego de fusilería y artillería.

En cuanto a la cadencia de carga de un mosquetón, por experiencia propia te doy la razón, cinco disparos por minuto es irreal. Un disparo por minuto si quieres pararte a apuntar con garantías y tres disparos cada dos minutos si disparas a bulto contra la formación enemiga. Había un inconveniente si se alargaba la lucha: el emplomado del cañón. La bola de plomo entraba en el cañón de tu mosquete algo forzada y tras varios disparos el calibre de tu arma había disminuido debido a la capa de plomo que iba tomando el ánima de tu cañón. Cuando esto pasaba no era raro tirar el mosquete y coger el de un camarada caido en los primeros compases del combate.

Los españoles, siempre prácticos, hicieron sus mosquetes de un calibre algo mayor que el de sus enemigos tradicionales y recogían su munición para usarla en las armas propias. De la precisión no hablamos.

Buen artículo, Heinz

Saludos.

mister xixon

12-04-2012

Y digo yo Heinz, ese pedazo boquete que se ve en la coraza del museo, sera una zona de respiradero verdad?

muy interesante el articulo 

saludos

Heinz von Westernhagen

13-04-2012

Y digo yo Heinz, ese pedazo boquete que se ve en la coraza del museo, sera una zona de respiradero verdad?

No, MX. Era el hueco por donde le asomaba el tercer brazo...

Un saludete!!

Eversti

14-04-2012

Estupendo artículo. Desde luego había que tener un par para aguantar a pie firme que te dispararan.... confiando en que ese plomo no fuera para ti.

josmar

14-04-2012

Hermoso y vibrante trabajo, Heinz..... ¢@2 ¢@2 ¢@2 ¢@2

Deleted member

16-04-2012

exelente trabajo heinz!!!  muy bien relatado y documentado...casi pude sentir la arremetida de los "franchutes"!!jejejejje 

su relato ha despertado en mi el gusanillo de buscar mas informacion sobre ese tipo de combate,ya que esa epoca historica en realidad no es mi fuerte a pesar de haber releido una y mil veces cada pagina escrita sobre las campañas del libertador Gral. Don Jose de San Martin.

siga usted con su trabajo que es exelente.

muy agradecido  ,vaya desde aqui mi saludo a usted y a los camaradas foristas

--adrian--

leytekursk

22-04-2012

Muy buen trabajo Heinz...

                                      Saludos...

Aguar

03-06-2012

Te felicito Heinz, aún no siendo mi fuerte las batallas de antes del ´14, me ha gustado mucho el artículo, sobre todo la forma de narrarlo. Una vez más te felicito.

Saludos.

Aguar.

gaffer

03-06-2012

Te felicito Heinz, me ha gustado mucho el artículo

Coincido contigo , es un buen trabajo  .

sobre todo la forma de narrarlo.

Es que tiene un estilo único, hay que reconocerlo  ...no se como lo hace  .

saludos

Panzerargentino

08-06-2012

Nuy bueno Aguar, una narracion amena y muy interesante para los que no somos muy conocedores de este periodo historico.

Kurt Knispel

12-06-2012

magnifico relato, y pregunto ¿ese desgaste de tropas, el que gana  al retirarse el enemigo, no lo habrían copiado de los inmortales que combatieron el el paso de las Termophilas? les llamron inmortales, por que donde caía uno de los soldados, el que estaba detrás de él ocupaba su puesto y así sucesivamente.

El boquete del peto, impresionante

saludos

Balthasar Woll

12-06-2012

les llamron inmortales, por que donde caía uno de los soldados, el que estaba detrás de él ocupaba su puesto y así sucesivamente. saludos

El cuerpo de los Inmortales, el mas famoso del Ejercito persa estaba formado por 10.000 hombres y se les llamaba así no porque pasara lo que dices Erwin (de hecho eso pasaba en todos los ejercitos de la antigüedad) sino porque siempre tenian reemplazos para que ocurriera lo que ocurriera su nº nunca bajaba de los 10.000 hombres. Con eso parecia que nunca tenian perdidas en combate y de ahí su nombre de Inmortales.

Saludos

Topp

03-07-2012

De nada les sirvió ese sobrenombre ya que fueron masacrados por Alejandro Magno en la Batalla de Issos.

Saludos.

gilfi

05-07-2012

Bueno al titulo de "¡¡Guardias!!...¡¡ En pie !!" se le asocia mucho tambièn el ya señalado “¡La Garde recule!” algo impensable ya que la fama de la "Garde" era de soldados que no retrocedian..... ya que eran la unidad elite del Emperador curtida en las guerras napoleonicas.......

Buen hilo vale recordar algo de historia Napoleonica.....

Saluten

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