22-05-2016
Tercera Parte Al analizar el desempeño de la Luftwaffe en la II Guerra Mundial, muchos han encontrado fácil criticar el liderazgo de la Luftwaffe. Una generación de defensores estadounidenses y británicos del bombardeo estratégico han censurado a los líderes aéreos alemanes por fracasar en la construcción del bombardero pesado de 4 motores, sin embargo estas dos naciones insulares (que fueron capaces de dedicar muchos más recursos a sus flotas de bombarderos) fueron incapaces de producir suficientes bombarderos pesados que rindieran resultados significativos antes de 1944. Más aún, los bombarderos pesados estadounidenses fueron incapaces de operar libremente sobre Alemania hasta que los efectivos aviones escoltas de caza de largo alcance fueron ampliamente utilizables. Una crítica con más mérito fue que el Alto Mando de la Luftwaffe, particularmente el Jefe de Estado Mayor Hans Jeschonnek, era corto de vista. Las prácticas de entrenamiento alemán se inclinaban a apoyar esta postura; en particular, la dedicación de Jeschonnek a las unidades de entrenamiento de la Luftwaffe en las contingencias fue bastante dañina considerando el hecho de que el entrenamiento de los activos es primordial en largas guerras de desgaste. La Luftwaffe fue lenta en reconocer que estaba en una guerra aérea de desgaste y en implementar las medidas necesarias para llevar a cabo una guerra con éxito. Hay una fuerte posibilidad de que Hermann Göring y Jeschonnek fueron culpables en la apreciación de su estrategia de guerra aérea de ofensiva corta. Después de 1941, la Luftwaffe enfrentó una situación que no pudo ganar. La pregunta que esto sugiere a los estrategas contemporáneos es ¿Cómo deja uno de tropezarse con un cañón estratégico? La experiencia de la Luftwaffe sugiere que debemos reconocer que hay limitaciones en las estrategias militares preferidas de una nación. Simplemente declarado, hay batallas y adversarios para los cuales uno estará preparado y entrenado para combatir, y habrá combates que militarmente uno debe evitar. Desgraciadamente, los oficiales militares no pueden elegir las guerras en las cuales se les ordenará combatir. Enfrentando tal situación, el general, y su personal debe estar al tanto que el objetivo que están proyectando puede no adaptarse a una doctrina preconcebida y sus fuerzas pueden no estar óptimamente entrenadas, organizadas o equipadas para la situación. Más aún, el comandante se debe dar cuenta que puede entrar en un conflicto bajo condiciones favorables, pero puede no ser capaz de dictar la naturaleza de la guerra una vez comenzada. Cuando esto sucede, primero, él debe reconocer que la guerra ya no es de la naturaleza deseada. Luego debe ajustar su estrategia a la situación existente. Afortunadamente el comandante y su personal habrán pensado en posibles alternativas y habrán hecho preparaciones para ellas. La experiencia de la Luftwaffe, sin embargo, nos advierte de la verdadera posibilidad de que los ajustes sólo pueden afectar situaciones marginalmente y que ninguna flexibilidad doctrinal u operacional puede salvar una situación sin posibilidad. Después de 1941, la única solución a los problemas de los alemanes fue política, no militar. Esto nos conduce de vuelta al comienzo: puede que el general tenga que decirle al político que hay límites en lo que se puede hacer en el plano militar. La alternativa es tratar de hacer lo mejor posible en el descenso hacia el abismo Debo reconocer que este articulo abreviado sobre estrategia aerea resulto un poco extenso pero nocrei prudente acortarlo mas en benebicio a una mejor comprension del problema que se creo a Alemania en su busqueda de la supremasia aerea
Excelente y muy acertado análisis sobre todos los ángulos, los escenarios de la guerra y el enorme poder industrial de sus rivales desbordaron las capacidades de la Luftwaffe. En 1940 tuvieron que improvisar una ofensiva estratégica que se esperaba dé resultados en menos de 3 meses, frente a un enemigo que se había preparado cuidadosamente para hacer frente a este tipo de ofensiva y le había destinado sus recursos tecnológicos más avanzados. En la URSS las dimensiones del combate desbordaron los recursos de la Luftwaffe que pudo hacer poco más que servir de artillería volante con todos los recursos que tenía, incluidos los bombarderos horizontales, demasiado vulnerables al fuego de tierra. Luego cuando comenzó la ofensiva aérea aliada a gran escala, la luftwaffe estaba ya sobreextendida y acusando el desgaste de una lucha contínua. Sin embargo se consiguió montar una defensa exitosa, hasta que la enorme potencia industrial y tecnológica de los EEUU se hizo presente en forma de manadas de cazas acompañando a los bombarderos en todo el recorrido (de los cuales el principal fue esa gema de la ingeniería aereonaútica llamado P-51 Mustang). Quizas la historia de la derrota de la Luftwaffe sintetiza todos los motivos que llevaron al III Reich al fracaso: inferioridad industrial, existencia de "feudos" entre las instancias de decisión, subestimación de la naturaleza industrial y masiva de la guerra, fe excesiva en la capacidad de obtener victorias decisivas en corto tiempo y sin gran desgaste de recursos, desprecio del potencial humano, indefinición de estrategias y prioridades cambiantes.
Sin embargo en cierta forma el tiempo dio la razón a los estrategas alemanes: las fuerzas aéreas son efectivas cuando se integran en campañas aeroterrestres con objetivos territoriales definidos. Las fuerzas aéreas por sí solas no ganan guerras, incluso en 1995 y 1999 los serbios aceptaron ir a la mesa de negociaciones por la amenaza que representaban en tierra bosnios y croatas en el primer caso y el UCK en el segundo, más que por los incesantes bombardeos de la OTAN.