11-08-2006
El submarino ruso S-13, bajo el mando del capitán de corbeta Alexander Marinesko, es ciertamente el sumergible más célebre de la marina soviética durante la Segunda Guerra Mundia., también el más tristemente conocido de todos los submarinos participantes.
El 30 de enero de 1945, en el Mar Báltico, el S-13 hundió el Wilhelm Gustloff, episodio conocido por todos. Durante la travesía, el crucero de lujo reconvertido en transporte fue hundido tras ser torpedeado. Unas 6 600 personas se encontraban a bordo, la mayor parte de ellos eran desgraciados refugiados que huían de las zonas amenazadas por el avance ruso.
Solamente hubo 1,216 sobrevivientes.
Diez días después, el submarino comandado por Marinesko hundió el crucero auxiliar General von Steuben. Hubo 3,000 muertos y muy pocos sobrevivientes. Este hecho motivó que se declarara duelo nacional en Alemania.
Desde aquel día, los ataques del S-13 aparecieron en todos los manuales militares soviéticos como ejemplo de ataque con torpedos realizado de forma ideal.
Y es que a pesar de ser un hecho repugnante por lo que representa ahí que narrarlo por la osadía que mostró Marinesko: Después de descubrir, durante la noche, en la bahía de Danzig, el enorme navío protegido por seis contratorpederos, Marinesko había dado orden de salir a la superficie, seguirlo y adelantarse a él aprovechando la oscuridad para ponerse en posición de lanzar los torpedos. El mar estaba agitado.
Los dos motores diesel, al máximo de su capacidad, imprimían al submarino una velocidad de 19,5 nudos y, al cabo de dos horas de persecución paralela, el S-13 se detuvo en posición de ataque.
Marinesko en su S-13
Y aquí viene lo mejor. Contra todas las reglas, Marinesko decidió atacar con la costa a sus espaldas, reduciendo así prácticamente a nada sus propias posibilidades de escape en caso de persecución.
Alexander Marinesko estaba en el puente de mando y coordinaba las acciones de la tripulación con vistas al ataque.
Los torpedos fueron lanzados en abanico a la 23h02. Tres dieron en el blanco.
Marinesko dio inmediatamente la orden de sumergirse y comenzó a maniobrar ¡a poca profundidad! para escapar a la persecución de los contratorpederos, y también tuvo éxito.
Aun hoy se duda de como pudo huir este hombre de la vigilancia y el dispositivo defensivo. 200 cargas de profundidad fueron empleadas contra el submarino, pero ninguna alcanzó su objetivo. Aparentemente inexplicable.
Monumento en honor al heroismo de Marinesko
Aquella "proeza" le valió la orden de la Bandera Roja, recompensa ciertamente honorable, aunque modesta ante la envergadura de la "hazaña". Humillado, Marinesko se dio entonces a la bebida. Aquel fue el punto de inflexión de su vida... allí encontró la horma de su zapato... su vida cambió para siempre.
Poco después del fin de la guerra, fue convocado por el Comisario del Pueblo (ministro) Nikolai Kuznetzov a causa de una disputa que tuvo, estando ebrio, con el comandante de la división. Finalmente, Marinesko presentó su renuncia, la cual fue aceptada.
Sin embargo, el temor al castigo seguiría atormentando al capitán.
Alexander Marinesko entró como intendente en el Instituto de Transfusiones Sanguíneas de Leningrado donde sería procesado poco después por dilapidación de los bienes socialistas.
Submarino S-13
En el domicilio del héroe se encontraría poco después una vieja cama plegable, de un valor de 54 rublos, que pertenecía al instituto. Se levantó un acta y, en 1948, una jueza temblorosa condenó al ex comandante de submarino a tres años de prisión. Es increíble como funcionaban las cosas en la URSS... en ocasiones no puedo por menos que sorprenderme.
Marinesko es enviado a cumplir su condena en la península de Kolyma, entre delincuentes y prisioneros alemanes de todo tipo: SS, Polizei, soldados...
He aquí el recuerdo que conservó de aquella época el ex capitán: «Me pusieron con ladrones y esbirros de la policía nazi. Me raparon y me trataron como a un animal. Enseguida me robaron todo. El staroste (jefe) del vagón, un ex colaborador [de los alemanes] proveniente de los alrededores de Leningrado era tan brutal como un SS. Se había rodeado de una pandilla de truhanes que trabajaban para él. Ellos se robaban la mayor parte de la poca comida que nos daban una vez al día...» una visión realmente peculiar, si tenemos en cuenta que el mismo delito cometió él que muchos SS (que no todos), matar a gente inocente.
Al salir de prisión, Marinesko ya no podía ser aceptado en la marina. Nacido en 1913 murió en diciembre de 1963, víctima de un cáncer de garganta. Durante sus últimos meses de vida, tuvo que alimentarse a través de un tubo y no pudo hablar.
En la habitación de 10,2 metros cuadrados que ocupaba en un apartamento comunitario se reunieron más de cien personas el día de su funeral. Su entierro fue simple, como cabe a un militar ortodoxo. Este fue el trágico final de un marino al que muchos siguen considerando un héroe.