Anécdotas submarinistas

Topp

01-10-2008

Después de su vuelta a Francia, los comandantes Hartenstein y Thurmann se presentaron ante Dönitz para hacer su informe. Ambas patrullas habían sido muy exitosas y Dönitz estaba de buen humor. Quizás éste, algo impresionado por sus relatos, les preguntó si podía hacer algo por ellos. A lo que Hartenstein respondió:

  • Señor, si tuviesemos un coche, nos gustaría hacer algo de turismo y visitar lugares de interés.

Dicha petición era, en verdad, algo extraordinario por la escasez de gasolina. Aún así el Gran León quiso premiar a sus comandantes.

  • Por supuesto, Hartenstein, mi coche personal y mi chauffeur está a vuestra disposición. Así, de ese modo, Hartenstein junto con Karlchen Thurmann, salieron en la limousine Mercedes del Almirante.

Eso sucedió por la mañana. Muy avanzada la tarde, en torno a las ocho, el Comandante en Jefe de la U-Bootwaffe, que tenía una visita programada al comandante en jefe del ejército alemán en Francia, preguntó si su coche había sido devuelto. Su ayuda contestó:

  • Señor, puso usted el coche a disposición de los dos comandantes.

  • Si, pero por supuesto por un rato, para dar un paseo por París, con cuatro horas había más que suficiente. Siempre es la misma historia. Ofreces a estos tipos un dedo pero agarran toda la mano. Comentó Doenitz malhumorado.

Así, el Almirante tuvo que recurrir a un viejo Opel para ir a su visita. Cuando regresó al cuartel general sus primeras palabras fueron:

  • ¿Dónde esta el coche?

  • Los dos comandantes no han vuelto aun. Le repondieron sus ayudantes.

  • Tan pronto aparezcan, deben presentarse ante mí inmediatamente. Rugió enfurecido.

Hartenstein y Thurmann habían dejado para la noche lo mejor de su recorrido. En la Rue du Liègese encontraron con otros comandantes y algunos aviadores de la zona del Canal. La reunión fue muy divertida y el tiempo pasó volando.

Regresaron a eso de las cuatro de la madrugada, desgraciadamente con un conocimiento adecuado de los bares de Paris. Pero el ayudante les amargó el final de la alegre jornada:

  • ¡Deben presentarse inmediatamente ante el Comandante en Jefe!

El ayudante de Dönitz, viendo que los dos sujetos estaban bajo el efecto de la bebida, añadió:

  • Bien, supongo que esto puede esperar hasta mañana....

Thurmann no estaba muy presentable, pero Hartenstein insistió en presentarse a su comandante e hizo de tripas corazón.

  • Si el almirante me llama, allá voy.

Se arregló y estiró su uniforme, se lo abotonó más mal que bien, se ciñó su daga de paseo y se colocó la gorra lo más derecha que pudo, dirigiéndose al cuartel de Dönitz con paso resuelto. Éste, que tenía el hábito de trabajar hasta altas horas de la noche, estaba levantado. Al llegar frente al almirante, se cuadró con un fuerte taconazo y dijo:

  • Se presenta el Teniente de Navío Hartenstein. Regresados sin averías.

Doenitz se quejo amargamente de que los dos comandantes hubiesen abusado de su noble gesto. Hartenstein escuchó la bronca sin inmutarse. Saludó a su comandante y, alterando ligeramente las famosas frases atribuidas al barón de Münchhausen, contestó:

  • A muchas banderas tendí mi mano jurando lealtad en esta perversa guerra, a muchos almirantes he servido... Después, simplemente saludó con altivez, se dio la vuelta y abandonó la estancia.

A la mañana siguiente, Dönitz contaba la historia en el desayuno, para diversión y jolgorio de todo el mundo.

Saludos.

Clostermann

01-10-2008

Buen relato Topp!!

Esos pequeños destellos de que los Hombres del Mar tambien tienen vida en tierra, y no por eso dejan de ser humanos...

Saludos

Topp

02-10-2008

Seguimos con las anécdotas.

¿Sabéis cuál fue el hundimiento más vergonzoso conocido en la U-Bootwaffe?

Vamos, una mierd* de hundimiento

El 14 de Abril de 1945, el U1206, un submarino del anticuado tipo VIIC al mando del Kaleun Karl-Adolf Schlitt patrullaba el Mar del Norte en las cercanías de la costa escocesa.

Mientras estaba sumergido y se aproximaba a un convoy aliado, alguien sintió la natural necesidad de visitar el WC y así lo hizo, teniendo problemas para usar el superengorroso mecanismo de válvulas y manivelas.

Un mecánico intentó solucionarlo pero un equivocado manejo de las palancas provocó que por el WC saliese todo lo que allí había almacenado junto una tromba de agua de mar.

La inundación pudo controlarse llevando al submarino a profundidad de periscopio, pero ya era tarde: el agua salada ya había penetrado en las baterías y éstas empezaban a desprender el venenoso gas de cloro.

El comandante del submarino no tuvo más remedio que salir a la superficie para ventilar la nave pero fue descubierto por un avión de patrulla que se lanzó sobre él soltándole un rosario de bombas.

Herida de muerte la nave y con cuatro bajas a bordo, el comandante ordenó su destrucción y abandono. La tripulación pudo alcanzar en botes salvavidas la costa escocesa donde fue tomada prisionera.

Dicen las malas lenguas que el que usó indebidamente las palancas que abrían y cerraban las válvulas del WC fue el mismísimo Kptlt. Karl-Adolf Schlitt.

Saludos.

V. Wobst

02-10-2008

Estos relatos son muy buenos, Topp. Enriquecen y dan color a las historias tradicionales...

Kurt Meyer

02-10-2008

Muy buenas anecdotas Topp

Saludos

josmar

02-10-2008

Buena idea, Jefe.....¡Más, más...!

Lenz Guderian

02-10-2008

Si , continúa Topp

Topp

02-10-2008

Pero animáos a poner algunas ustedes mismos.

Saludos.

Topp

02-10-2008

Otra de Otto "el silencioso".

De todos es conocido que Kretschmer era un empedernido fumador de cigarros puros y era raro verlo sin un habano o un cigarro de hoja en la boca.

Esta afición le haría pasar un mal rato en su primer año de prácticas como IWO (primer oficial) a bordo del U35.

En cierta ocasión, después de pasar el día entero realizando ejercicios de inmersión en el Báltico, toda la tripulación excepto su comandante estaba cansada de imitar a los delfines. Poco después de la anochecida emergieron y Kretschmer pidió permiso al comandante para subir a la torre y encender un puro. Aspirando con deleite una bocanada de humo de aquél selecto habano, se fijó en su superior y le notó una extraña sonrisa que dio paso a una fuerte sospecha de que estaba a punto de ordenar una inmersión de emergencia.

Pero a Kretschmer no se le pasó por la cabeza en momento alguno apagar su cigarro y sí apurarlo al máximo antes de pasarse varias horas sumergido. Entonces decidió tratar de dilatar la maniobra inminente desviando la atención del comandante hacia el tapaboca del cañón porque le "había notado algo extraño", ofreciéndose de paso para echarle un vistazo.

Una vez obtenido el permiso del comandante, bajó a la cubierta de proa cigarro en boca y rodeado de una intensa humareda.

Kretschmer ya sabía que la tapa del cañón era defectuosa y dejaba entrar el agua de mar en el ánima, e igualmente que no podía ser reparada hasta llegar a la base. Estuvo achicando el agua y manipulando la arandela con mucha calma para hacer tiempo y no tener que tirar su cigarro, cuando de pronto oyó un sonido peligrosamente familiar: el clásico silbido del aire comprimido escapando de los tanques de lastre y la vibración sorda de los motores al subir al maximo las revoluciones.

¡Se estaban sumergiendo!

Salió corriendo frenético hacia la torre pero la escotilla estaba herméticamente sellada y el submarino ya hacía inmersión. Golpeó desesperadamente con los puños con la esperanza de que alguien dentro lo escuchara, pero nada. Intentó salvarse aferrándose al engrasado periscopio con objeto de que cuando lo subieran al llegar a la profundidad requerída, el mástil lo subiría sin esfuerzo y alguien lo vería allá afuera. Todo fue en vano, siempre lo mantenían bien lubricado y la grasa, más el peso de las ropas empapadas se lo impedían cada vez que lo intentaba.

En contados segundos estaba a profundidad de periscopio rodeado por el muro verde en que se había convertido el mar. Cuando no pudo seguir conteniendo la respiración más tiempo, se soltó y subió disparado a la superficie. Al emerger, aspirando aire como un desesperado y tosiendo el agua que había bebido, comprendió que el esfuerzo de nadar con las ropas empapadas no tardaría en dejarlo exhausto. En consecuencia decidió dejarse flotar, y lo último que vio ante de que las sombras lo envolvieran fue su gorra, que se mecía no lejos de allí, y los restos desechos e irreconocibles de lo que había sido su flamante cigarro habano.

Al poco rato el U35 emergía en las inmediaciones y un suboficial corría a la proa para lanzarle un cabo. Tuvo fuerzas para dejarse tomar por éste e incluso para recuperar su gorra, pero no para trepar a cubierta; fue preciso que lo izaran a bordo y lo llevasen casi a rastras a la torre.

Debilitado por el cansancio y al borde de la hipotermia, trató de cuadrarse en una precaria posición de firmes y jadeó con voz de ultratumba al comandante:

  • "El Oberleutenant Zur See Kretschmer informa que ha abandonado involuntariamente la nave y se encuentra de nuevo a bordo, Señor".

  • Está bien, teniente. Puede retirarse. respondió el risueño comandante, devolviendo el saludo.

Ya en su litera, lo cubrieron con bolsas de agua caliente y le dieron todo el ron caliente que pudo beber. Despertó ya de día, libre del frio glacial del Báltico y físicamente apto, con excepción de un ligero dolor de garganta y una fuerte y lógica resaca debida a la cantidad de ron ingerida.

Saludos.

V. Wobst

02-10-2008

Que comandante tan....  exigente!!!

Por algo siempre han dicho que el cigarrillo es perjudicial en múltiples aspectos de la vida...

Balthasar Woll

02-10-2008

Buenas anecdotas Topp, la que mas me ha gustado ha sido la del "silencioso" vaya manera de abandonar el buque  .

Saludos

josmar

02-10-2008

Una pregunta ingenua....¿ dejó de fumar.....?

Topp

02-10-2008

Pues no Josmar, ni después de aquel disgusto menguó su afición a los habanos

Saludos.

Topp

02-10-2008

Bueno, pues aprovechando el reciente relato de Josmar sobre las hazañas del U9, seguimos con la historia de uno de sus tripulantes.

¿Conocéis a Johannes Spiess?

Era el IWO a bordo del U9 de Otto Weddigen cuando éste hundió a los cruceros acorazados ingleses Aboukir, Hogue, Cressy y, pocos días más tarde al Hawke.

Pués bien, Spiess heredó de su comandante el mando del U9, luego el del U19 y por fin obtuvo el de un submarino de los últimos botados y de mejor tecnología: el U52.

Desgraciadamente, este submarino fue uno de los de vida más efímera que pasó por la marina alemana. Antes de salir a un crucero de guerra, estaba amarrado a puerto revisando sus diesel cuando estalló toda su popa arrasando medio muelle y yéndose al fondo con los que se encontraban a bordo.

¿Qué había pasado?

Los tubos lanzatorpedos del U52 eran del tipo que disparaba el torpedo estandar alemán hasta ese momento, pero la marina había sacado otro torpedo que quería que Spiess probara en combate.

Dicho torpedo era casi un metro más largo que el antiguo y para conseguir meterlo en el tubo de lanzarlo se le tuvo que desmontar la hélice cortaredes. Y aún así, quedaba muy poco margen entre la portilla de carga y la exterior.

Investigaciones posteriores confirmaron (se encontró una mano agarrada a la llave) que alguien había introducido aire comprimido en el interior del tubo, moviéndose el torpedo hacia delante y haciendo percutir la espoleta contra la compuerta de salida, provocando la explosión de ambos ingenios.

Lo curioso del caso es que pocos días antes mientras probaban el submarino (ya con los torpedos cargados), éste cayó de popa en una inmersión y no se clavó en el fondo porque se sopló el lastre a tiempo.

No hay que dudar que si esto hubiese ocurrido, ambos torpedos hubieran estallado y no se hubiera salvado nadie.

Saludos.

josmar

03-10-2008

Gracias, Jefe.....

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