12-02-2006
Mensaje originasl de Otto Kumm
En orden a la guerra en el mar, circunscrita, como es lógico, y casi de una manera absoluta, al ataque y defensa de las comuicaciones marítimas anglosajonas, dos noticias interesantes se ofrecen esta semana al comentario: el ataque de los submarinos alemanes en pleno Atlántico a un convoy especial de tropas norteamericanas destinadas a Inglaterra, y la llegada a las bases alemanas del Atlántico de un contingene, al parecer importante, de submarinos nipones.
La primera, corresponde al parte extraordinario del día 28 del Alto Mando del Ejército alemán. Según él, los submarinos germanos aniquilaron un convoy de tropas americanas con destino a Inglaterra. El convoy estaba constituído por un número reducido de grandes buques de pasaje fuertemente escoltados, cuyo conjuto hay que suponer, en razón de que la velocidad es uno de los más eficaces antídotos del torpedo de submarino, que tendría un andar por lo menos de 15 nudos. La operación de ataque al convoy duró, al parecer, varios días, y cuando el contacto quedó roto definitivamente, las bajas habían sido las siguientes: un gran buque de una 19.000 toneladas, del tipo Virrey de la India, hundido por efecto de tres impactos de torpedo; otro, de 17.000 toneladas, del tipo Reina del Pacífico, hundido por dos torpedos, y un tercero, de 11.000 toneladas, según parece del tipo Derbysire, también hundido. Además, un destructor de la escolta fue destruido, igualmente con torpedos, y otros dos transportes resultaron con graves averías.
Londres ha desmentido la noticia, afirmando, con caracte oficial, que es "completamente incierta"; pero el Ministerio de Marina norteamericano se ha negado a comentar la información alemana, lo cual es muy distinto a desmentirla, y es lógico suponer que, si de un transporte de tropas americanas se trataba, el Ministerio de Marina americano debió estar perfectamente informado en todo momento de su situación. El que un portavoz del Departamento naval de los Estados Unidos haya insistido ante reiteradas preguntas de la Prensa, inquieta, como la opinión general yanqui, por la suerte de miles de soldados, en que "no es preciso hacer comentario alguno al comunicado de Berlín", pone en evidencia la veracidad del mismo, y que el Gobierno americano se resiste a confirmar una noticia que, después del ataque a Pearl Harbour, es la más dolorosa que el pueblo americano puede recibir, porque, desde el punto de vista de las pérdidas humanas, se trata de una verdadera catástrofe.
El arma submarina en el cuarto año de la guerra se ofrece más potente que nunca. Las destrucciones correspondiente al mes de septiembre superan, como en agosto, el millón de toneladas, y este ataque al transporte de tropas americanas muestra que la doctrina táctica, los perfecionamientos técnicos y la instrucción y moral de sus dotaciones permiten a los submarinos herir hasta con tres torpedos a un gran transatlántico rápido que dispone de una fuerte escolta.
Por si el horizonte fuese po risueño para las comunicaciones anglosajonas que ligan a través del Atlántico a los Estados Unidos con las Islas Británicas y a éstas con el Índico por el cabo de Buena Esperanza, parece ser que las fuerzas submarinas alemanas han sido reforzadas por submarinos japoneses.
Unidades de una gran autonomía
Según los datos que permiten conocer los anuarios -y tratandose del Japón, siempre misterioso y reservado en todo y principalmente en cuestiones de armamento, no es de suponer que se trata de datos mínimos-, la Marina nipona tenía al empezar la guerra, además de 20 unidades R.O. de menos de 1.000 toneladas, los siguientes submarinos de superior desplazamiento:
Los 4-51 ó 1-52, de 1.396 toneladas (2.000 en inmersión), armados con ocho tubos lanzatorpedos de 533 milímetros, un cañón de 120, 19 nudos de velocidad en superficie y 10.000 millas de autonomía.
La serie del I-1 al I-8, con 1.900 toneladas (2.480 en inmersión), con seis tubos y dos cañones de 140 milímetros y 17 nudos de velocidad máxima.
La serie I-121 al I-124, algo más pequeños, de 1.140 toneladas, con un cañón de 140 milímetros y 42 minas, además de cuatro tubos lanzatorpedos.
La serie del I-53 al I-64, de 1.635 toneladas (2.100 en inmersión), un cañón de 140 milímetros, ocho tubos lanzatorpedos y 19 nudos y 16.000 millas de autonomía.
Los I-65, I-66 e I-67, similares a los anteriores.
La serie del I-68 al I-75, de 1.400 toneladas, un cañón de 120, 6 tubos de 533, 20 nudos y 16.000 millas de autonomía.
Y en construcción, y hoy ya en servicio, la serie I-9 al I-28, de 1.900 toneladas (2.500 en inmersión), con 2 cañones de 140 milímetros, seis u ocho tubos, 20 nudos y más de 16.000 millas de autonomía.
Es decir, 54 unidades, caracterizadas por su gran autonomía y elevada velocidad máxima en superficie, muy aptos para operar en las grandes extensiones del Pacífico, y cuyas caracteristicas les permiten desplazarse desde Singapur a las bases alemanas del Atlántico, atravesando el Índico y recorriendo todo el Atlántico de Sur a Norte, y, una vez rellenos de combustible y víveres en las bases aliadas, lanzarse a operar sobre las costas de America del Norte, el mar de las Antillas o las derrotas africanas.
No hay que pensar en novelescos aprovisionamientos clandestinos en las costas de Madagascar, como pretender hacer creer un telegrama de Reuter fechado el día 2 en Nairobi, ni en ningún otro punto. Un submarino de la clase I japonesa puede salir de Singapur y llegar a Brest sin necesidad de repostarse de nada al cabo de varias semanas de navegación.
En todo caso, y en los momentos actuales de la guerra submarina, la llegada de los "I" japoneses en refuerzo de los "U" germanos no es ninguna buena noticia para los anglosajones.
Artículo de la revista Mundo, año III, Nº 127 del 11 de octubre de 1942