27-03-2006
Donar sangre es donar vida. Gracias a las transfusiones de sangre, millones de vidas han sido salvadas. Esto ha podido lograrse gracias a la creación de los bancos de sangre, que resolvieron el difícil problema de almacenar este preciado líquido.
Los antiguos griegos sabían que si la sangre era tratada con sal y se le dejaba asentar durante varias horas, se separaba en tres partes distintas. Una gruesa capa roja en el fondo, luego una delgada capa blanca y un líquido transparente de un tono pajizo hasta arriba.
El líquido pajizo es el plasma, donde flotan las células rojas y blancas, permitiendo al corazón bombearlas a todo el cuerpo.
Los ingredientes más importantes del plasma son distintas proteínas que, entre otras funciones, ayudan a que la sangre se coagule cuando es necesario sanar una herida y transportan otras sustancias como vitaminas, hormonas y carbohidratos a donde se necesiten.
Las células blancas o leucocitos defienden al organismo contra virus y parásitos. No hay muchas en el torrente sanguíneo cuando estamos sanos, pero ante la invasión de un virus, las reservas de células blancas son liberadas y el cuerpo empieza a generar grandes cantidades de reemplazo. Esta producción es la que causa la fiebre, el dolor de huesos y la carraspera, síntomas de que el organismo se está defendiendo.
Las células rojas o eritrocitos dan a la sangre su color rojo. Su trabajo es llevar oxígeno a todo el cuerpo y remover el dióxido de carbono. Están hechas de agua y una proteína llamada hemoglobina.
En las primeras transfusiones de sangre, se encontró que cuando el plasma de una persona se mezclaba con las células rojas de otra, en ciertas ocasiones éstas se aglutinaban y obstruían los vasos capilares.
Karl Landsteiner demostró, en un ensayo publicado en 1905, que existían al menos cuatro tipos de sangre humana, a los cuales etiquetó como O, A, B y AB, y que había sustancias en el plasma de cada tipo que reaccionaban con las sustancias de las células rojas. A veces esto provocaba una aglutinación y otras veces no.
La sangre de tipo O podía darse a cualquiera, sin causar una reacción. La sangre tipo A podía darse sólo a personas con sangre tipo A o AB y, de manera similar, la sangre tipo B podía darse a gente con sangre tipo B o AB. La sangre tipo AB sólo podía darse a otras personas que también tuvieran sangre tipo AB.
Durante la Primera Guerra Mundial, un oficial médico canadiense llamado Robertson descubrió que una solución de citrato de glucosa podía preservar la sangre hasta por 21 días. A pesar de su descubrimiento, en el periodo entre guerras se trabajó muy poco en la preservación de la sangre.
En 1937, Bernard Fantus inició un banco de sangre en el Hospital del Condado de Cook, en Chicago. Encontró que la sangre tratada con una solución de citrato de Sodio no se aglutinaba y podía ser almacenada en un refrigerador, pero tan sólo durante diez días.
Tres años después, el Doctor Charles Drew mandó un reporte al Comité Nacional de Sangre de Estados Unidos, en el cual planteaba que en casos de shock, quemaduras y heridas abiertas, con frecuencia el plasma funcionaba mejor que la sangre completa. También podía almacenarse y transportarse sin refrigeración. En el otoño de ese mismo año, el primer avión cargando plasma despegó de Nueva York rumbo a Gran Bretaña. Durante los siguientes meses, los estadounidenses enviaron más de 8,000 litros de plasma sanguíneo a los británicos.
Charles Richard Drew nació el 3 de junio de 1904 en Washington, D.C., el mayor de los cinco hijos de una pareja de afroamericanos, Richard y Nora Drew. Además de ser un excelente estudiante, en la escuela destacó como atleta, practicando futbol americano, beisbol, basquetbol, natación y atletismo, recibiendo todo tipo de reconocimientos. Pudo ser un atleta profesional, pero él deseaba ser médico.
Trabajó dos años como maestro y entrenador deportivo antes de entrar a la Escuela de Medicina de la Universidad McGill en Montreal, Canadá, donde siguió siendo un destacado deportista, mientras se especializaba en Anatomía Fisiológica y Cirugía.
Drew se unió al equipo del Doctor John Beattie, un profesor británico, trabajando en la investigación de la sangre. Le pareció fascinante y, durante los dos años que pasó en el Hospital General de Montreal como interno y médico residente, siguió con sus investigaciones sobre la sangre.
Continuó sus estudios de especialización en la Universidad Howard, donde fue instructor en Patología y recibió una beca de la Fundación Rockefeller para estudiar en la Escuela de Medicina de la Universidad de Columbia en Nueva York, en cuyo hospital recibió la asignación de aprender todo lo que pudiera acerca de la recolección y almacenamiento de la sangre, hasta que ésta fuera necesitada para transfusiones.
Al experimentar separando las células rojas del plasma y congelando ambos de forma separada, descubrió que la sangre podía ser preservada por más tiempo sin contaminarse y ser reconstituida posteriormente. El sistema de Drew para el almacenamiento del plasma de la sangre, llamado Banco de Sangre, revolucionó a la profesión médica.
Charles Drew recibió su Doctorado en Ciencias Médicas en 1940, cuando iniciaba la Segunda Guerra Mundial, siendo la primera persona negra en recibir ese grado en los Estados Unidos.
Él y otros especialistas estaban explorando maneras de llevar plasma de sangre para salvar vidas en el frente de guerra, cuando Charles recibió un cablegrama urgente de su antiguo maestro, el Doctor John Beattie, quien había regresado a Inglaterra.
Beattie solicitaba, a nombre del gobierno británico, 5,000 ampolletas de plasma para transfusiones y la misma cantidad para tres semanas después, destinadas al ejército del Reino Unido. El Doctor Charles Drew fue encargado de la supervisión médica del proyecto "Sangre para los Británicos", que ayudó a salvar las vidas de muchos soldados en el campo de batalla.
Poco después de ese exitoso proyecto, Charles Drew fue nombrado Director del Banco de Sangre de la Cruz Roja y Director Asistente del Consejo Nacional de Investigación, a cargo de la recolección de sangre para la Armada y Marina de los Estados Unidos, que se unía al conflicto bélico.
Mientras Drew instalaba el banco de sangre y entrenaba al personal, protestó por la directiva de las fuerzas armadas de que la sangre debía separase de acuerdo a la raza del donador, sin mezclar la de blancos con la de negros. Él sabía que eso estaba mal, ya que no hay ninguna diferencia racial en la sangre. Los soldados y marinos morirían innecesariamente si tenían que esperar a contar con sangre de su misma raza. Esa estupidez lo llevó a renunciar, profundamente dolido.
Drew regresó a dar clases en la Universidad Howard, donde fue nombrado Profesor, Jefe del Departamento de Cirugía y, más tarde, Jefe de Personal del hospital universitario.
Recibió varios reconocimientos por su trabajo, incluyendo doctorados Honoris Causa de distintas universidades.
El primero de abril de 1950, hace 53 años, cuando se dirigía a una conferencia que daría en una clínica del sureño estado de Alabama, el Doctor Drew cabeceó un momento mientras manejaba y su auto se volcó, quedando gravemente herido.
Según los reportes de los diarios de la época, el hospital más cercano al accidente se rehusó a admitir al Doctor Drew debido a su raza y se perdió un tiempo valioso en trasladarlo hasta el hospital de negros. Para cuando llegó allí, había pedido tanta sangre que fue imposible salvarle la vida.
Pareció ser una broma cruel que el hombre que había hecho más que nadie en el mundo para que las transfusiones de sangre estuvieran disponibles para toda la gente en situaciones de emergencia, no tuviera acceso a una transfusión de sangre cuando la necesitó.
La versión del Doctor Ford, otro médico negro que estuvo con Charles Drew en el accidente, fue que su muerte se debió a que se rompió el cuello y tuvo un bloqueo total del flujo sanguíneo, al ser lanzado fuera del coche, siendo aplastado por el mismo.
Otras fuentes dicen que Drew recibió atención médica inmediata de los otros doctores que iban con él en el coche y que fue admitido sin problemas en el hospital segregado cercano, pero que murió a consecuencia de las heridas masivas que sufrió en el accidente.
La versión de que no fue atendido y le fue negada la transfusión debido a su raza, aparece en distintas fuentes casi las mismas veces que es negada y desechada como un mito popular.
Sería terrible que hubiera sucedido tal injusticia, pero vivimos en un mundo tan injusto, que todo es posible. No nos queda más que estar eternamente agradecidos con ese valioso ser humano, el Doctor Charles Richard Drew, inventor del Banco de Sangre
Fuente:radioredam.com